Frente a frente
Estaba de patrulla esa noche por eso volvió de madrugada a la comisaría para encontrarse con el auto de Nicolás. Mientras se dirigía hacia este pues quería arreglarlo todo. El otro después de su discusión había pedido el cambio de turno y ahora eran pocas las veces en que lo veía.
Estaba a unos pasos cuando la puerta de atrás se abrió dejando ver un mocasín de hombre lo que Marcos halló raro pues: “¿Por qué bajar de la puerta trasera de su propio auto?” se preguntó con desconcierto y entonces vio el resto del cuerpo salir.
Era un hombre pero no era Nicolás sino un joven rubio con camisa estampada con finas líneas negras y zigzagueantes y unos vaqueros negros. No estaría fuera de lugar en la estación sino fuera porque no se veía como otro policía a los ojos del castaño.
Lo observó irse mientras de la misma portezuela abierta salía el pelinegro que cruzó su mirada con él un momento antes de darse vuelta para cerrar con llave su auto. Entonces con mirada decidida Castiglioni se le acercó rápidamente y al llegar junto a él lo hizo voltear.
¿Qué crees que estás haciendo?—preguntó con tono cortante el de ojos pardos.
¡No sé a qué te refieres!—contestó el otro con evidentes ganas de no hablarle e intentando irse por la suya pero Marcos se interpuso.
¡Sabes perfectamente de lo que hablo!—le increpó Castiglioni fuera de si—Si te agarran haciendo semejante cosa cerca de la comisaría…--dejó la frase sin terminar a propósito. En su fuero interno pensó que el otro lo negaría pero Nicolás no lo hizo.
Eso no tiene nada que ver contigo—solo contestó Aguerre con su mirada negra y dura.
Antes de que supiera lo que estaba haciendo la mano de Marcos agarraba el brazo de Nicolás para que este no se alejara. ¿Qué era esa opresión en su pecho? Quizás el recuerdo de aquellas palabras que se le vinieron a la mente o quizás solo era la idea de lo que el otro había estado haciendo en la parte trasera de su auto con ese tipo.
Aguerre iba a preguntar si quería algo pero mirando sus ojos pudo darse cuenta de su confusión y eso era algo que lo privaba de toda razón porque sabía lo que significaba. Su cuerpo se pegó al del castaño y sus labios a los del otro mientras la espalda del ojos pardos tocaba la carrocería del auto. La sensación de sus labios mutuamente en contacto hizo que Castiglioni sintiera una urgente necesidad que hasta entonces solo experimentara cuando el otro se metiera a su cuarto dos semanas antes. De improviso el otro hundió su llave en la portezuela para después abrirla mientras atraía a Marcos hacia su pecho y luego entró con él en el auto de vidrios negros.
El peso de su cuerpo y la sensación de ser tocado hizo que el castaño sintiera un calor inusual extendiéndose por su cuerpo pero el pánico que lo atacó cuando se le vino a la mente la idea de que el otro pretendía hacerlo allí y en ese momento pudo más y empujándolo lo suficiente, y lo que podía debido a la fuerza y peso del otro que estaba encima, le dijo--¡Detente! ¡Aquí no!—
¿Acaso crees que te dejaré ir? En cuanto lo pienses te arrepentirás—dijo el detective.
Marcos le contestó—No, no lo haré. Estoy de turno. Si no me encuentran tendré problemas y lo sabes—
Está bien. ¿Dónde nos veremos?—dijo el vencido Nicolás.
En tu apartamento—contestó el castaño luego de dudarlo un rato. Yo salgo como a las cuatro—le contestó el cabo--¿Tú…?—
Muy bien. A las cuatro y media en mi apartamento. Más vale que vengas. Estoy cansado de jugar. Realmente te quiero pero si sigues jugando así yo me rendiré y me iré con otro. ¿Es lo que quieres?—preguntó muy serio el ojinegro.
El corazón del de ojos pardos latió por unos segundos más lento. Sabía en su interior lo que pasaba pero no quería admitirlo en voz alta.