Hacia un calor del infierno.
Era pleno verano y la temperatura de Inglaterra no era la acostumbrada. Ahora estaban a 35º C, lo cual significaba un suplicio para los que acostumbraban las temperaturas bajas.
James Potter había estado tirado sin hacer nada en el sofá de su casa, los hechizos enfriadores no ayudaban demasiado y estaba demasiado sudado, ¿que podía hacer? Claro, ir a molestar a su esposa.
Con una sonrisa se levantó del cómodo sillón y se dirigió escaleras arriba, dejándose guiar por los sonidos de las risas. Se detuvo frente el baño ya sabiendo lo que Lily hacia, así que abrió deliberadamente la puerta con una sonrisa de oreja a oreja y observando el pequeño cuerpo dentro de la tina.
Lily Potter tenía un hermoso y largo cabello rojo y ojos verdes brillantes. James podía admitir sin ningún problema que lo primero que le gustó y le sigue encantando de Lily son sus ojos, nada más. Ella volteó un momento para sonreírle un momento y volver su atención a su hijo. Ella se encontraba a un lado de la tina bañándolo por el caluroso clima, y en el proceso ella también había salido mojada.
Harry, su hijo, estaba chipoteando y jugando en el agua. Él era igual que James y tenía los hermosos ojos verdes de Lily, claro que James aceptaba que a Harry se les veían mejor. Su carita de bebé era simplemente adorable y su risa hacia que James se alegrara en un día de mierda.
Se colocó detrás de su esposa sonriente, abrazándola por la espalda y dándole un beso en la mejilla.
—Parece que se están divirtiendo sin mi—dijo con un falso tono de reproche. Lily volvió a reír al mismo tiempo que Harry.
—Eso nunca— dijo ella—Por supuesto si quisiera llamar a alguien divertido entonces llamaria a Sirius.
James rió un poco sabiendo que su esposa nunca haría eso. Dejar a Sirius y Lily en una habitación solo podía conducir a el Apocalipsis. Sería algo equivalente a dejar a Sirius con Snape.
Harry seguía ajeno a lo que pasaba, lo único que hacía era jugar en el agua. Sus dos padres lo miraban orgullosos. El Niño tenía un año de edad y había sido su sol todo ese tiempo.
Dumbledore había llegado la semana pasada. Voldemort sabía de la profecía y planeaba matarlos, pero ahora estaban bajo el Fidelio. Obviamente Sirius jamás los traicionaría, pero James estaba empezando a pensar que Sirius era la opción más obvia. Todo el mundo sabía que aunque Remus, Peter, Sirius y él fueran los merodeadores, Sirius y James tenían un vínculo más especial y cercano. Donde iba Sirius, ahí estaba James y viceversa.
Terminaron de bañar a Harry y a vestirlo. Lily reía y cantaba mientras cocinaba la cena y Harry dormía. Verla cantar y bailar era tan renovador que algunas veces hasta se olvidaba que tenía una sentencia de muerte. Los Longbottom también estaban asustados. Dumbledore había dicho que lo más seguro es que fuera Harry, pero Alice y Frank no se quedaron tranquilos y también siguieron los planes del Fidelio.
James iba a trabajar. Su puesto de auror era muy importante para él y no lo dejaría jamás. Harry y Lily estaban seguros, con el Fidelio y uno de sus amigos más cercanos nada podría fallar.