Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

CARICIAS por ninnae

[Reviews - 5]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Saint Seiya ni sus personajes me pertenecen, son de propiedad exclusiva de Masami Kurumada.


Tenía los dos capítulos, así que se los subo de inmediato, es lo mínimo que puedo hacer. Espero les guste.


Saludos y gracias por leer.

Palabra #4: Abrazo





Estaba acostumbrado al trabajo duro y a comidas pocos fastuosas y sencillas, su vida en Jamir le enseñó la satisfacción de una vida tranquila, y a apreciar el regalo del silencio, sin embargo, hubo un tiempo donde también anhelo el cariño y contacto humano que había tenido durante sus días en el santuario, es por eso que el haber encontrado a Kiki durante aquellos días de exilio fue la mayor bendición que pudo tener, su constante travesura y sonrisa fácil llenaba el hueco de su corazón ante la necesidad de experimentar emociones y sentimientos hacia sus semejantes, el ser padre y maestro parecía suficiente, al menos así había sido hasta que se asentó en el Santuario luego de las guerras luchadas; era humano y su mente caía en fantasías y cuadros que deseaba vivir, imágenes donde él mismo se retrataba experimentando emociones que no alcanzaba a entender sin haberlas sentido. Hasta ahora su mundo era como estar sumergido en un sueño, esperando despertar. Mu cerró los ojos, recordando sus días en Jamir, las batallas junto a sus compañeros, había vivido la camaradería, protegiendo el mundo de un mal latente que amenazaba con acabarlo todo, aquel fue el detonante de un corazón retenido con un amarre que le impedía sentir más allá de lo que el deber dictaba. Sin embargo, aquel se rompió luego de revivir una vez más por gracia de Atena, donde se le concedió lo que por mucho tiempo había anhelado, una vida relativamente normal. Seguía ejerciendo su obligación como herrero de las armaduras, guardián de Aries y maestro de Kiki, pero todo era diferente desde muchas perspectivas, había ganado amigos, había recuperado la vida y el cariño de su maestro, a quien por mucho tiempo consideró como su propio padre, pero a pesar de todo eso no estaba satisfecho.


En cada ocasión que pensaba en aquello que lo hacía sentir tan pequeño y triste su atención se desbocaba hacia la reparación de armaduras, sus manos entrenadas por años se movían por agilidad por el acero sagrado de los mantos de los caballeros, muchos solían llegar a su templo con las armaduras rasguñadas en los entrenamientos portando una sonrisa de culpabilidad, él solo asentía con una mirada comprensiva y una sonrisa amable. Después de todo era su deber velar por las armaduras.


Aquel día que Saga llegó con la armadura de géminis tan estropeada no pudo evitar emitir un gesto de estupefacción, el cual solo aumentó al ver a un golpeado y magullado Saga. ¿Quién podría ser capaz de golpear de esa manera a quien se le considera el caballero más fuerte de Atena? No preguntó y Saga no habló, pero la duda persistió en su memoria.


La relación entre ambos se volvió más extraña, pero también más cercana en aquella ocasión de desborde donde pudo ver lo que Saga guardaba con tanto celo en su interior, después de todo el griego también era humano. Una vez más Saga se instalaba en su memoria y mente, haciéndolo un pensamiento recurrente. La humanidad de Saga lo mantenía intrigado y deseoso de conocer más al hombre que muchos llamarían implacable.


Las visitas del heleno a su templo se hicieron recurrente, en un inicio con escuetas palabras y sonrisas forzadas por parte del geminiano, quien a pesar de no estar del todo cómodo se negaba a marcharse. Aprendió a examinar cada expresión de Saga, su ceño fruncido cuando algo no le parecía, la pequeña sonrisa ladina que se instalaba en su rostro cuando alguna frase le causaba gracia, su rictus de concentración formada por el arco de sus cejas, y sus ojos, tan brillantes e intimidantes, Saga se transformó en la imagen de sus pensamientos, y contra todo pronóstico se supo enamorado. Lloró al comprenderlo y no saberse lo suficientemente valiente para confesar su corazón; el amor era algo nuevo para él, intenso, incompresible, hermoso y crudamente doloroso. Era como una rosa de pétalos de un intenso rojo, vibrante, de aroma que producía placer, pero en su tallo poseía espinas que podían causar dolorosas heridas. Su mente necesitaba distracción; desde que había descubierto la calidez que imbuía su alma cada vez que Saga se presentaba a su puerta, se abocó al trabajo duro y constante.


Un día de verano en Grecia, casi a finales de Julio, cuando el Sol caluroso los presionaba a todos con sus rayos, Mu se levantó de madrugada decidido a acabar con el retoque de las armaduras de los caballeros de bronces, las cuales habían sufrido graves daños en batalla. Tomó un ligero desayuno luego de haberse dado una ducha corta de agua fría. Se encaminó hacia su taller con paso calmo, tratando de desterrar la imagen de Saga y las muchas expresiones que se robaban su atención. Cogió el polvo estelar guardado con tanto celo en una de sus gavetas escondidas en lo alto de la pared, lugar donde Kiki no podría tomarlo con tanta facilidad. Se mantuvo dos horas reparando las grietas de las armaduras solo con el mineral, esparciendo y amoldando con sus manos. Pasando la palma de estas por sobre su cara en ocasiones, pintándolo a él también de un matiz brillante. Con cuidado tomó el martillo que se encontraba sobre su mesa de trabajo y como hábil artesano empezó a golpear la armadura frente a él, llenando el taller del común sonido del martillo contra el metal. Fue al séptimo golpe cuando sintió a Saga entrar a su templo. Dejó sus herramientas con ansiedad sobre la mesa a su lado y limpiando sus manos con un paño salió al encuentro del heleno. Lo que nunca se espero fue ver a Saga observándolo petrificado a unos cuantos metros de él, escrutándolo con detalle y parsimonia, como un cazador a su presa, esperando el momento idóneo para saltar. Sus mejillas se calentaron y el nerviosismo como cruel invitado llegó para hacerlo perder el control. Saga se aproximó hasta ocupar su campo de alcance, extendiendo su mano grande y cálida sobre sus ardientes mejillas, iba a abrir la boca cuando Saga se abalanzó sobre sus labios robando una pasional caricia que él mismo no había previsto, un beso que en sí mismo había deseado. El beso fue corto, pero cargado de muchos sentimientos que llenó cada rincón de su mente nublada, cerró los ojos por reflejo y respiró con fuerza cuando sintió el aire volver a sus pulmones, cuando sus bocas estuvieron separadas.


Saga no dijo nada, pero sus ojos brillantes y la expresión dulce de su rostro fue suficiente para que tomara el valor y la voluntad que desde hacía tiempo anhelaba. Sonrió, brillante y grande, como nunca lo había hecho y en un acto cargado de cariño se aferró con fuerza al torso del heleno, cruzando sus brazos por toda la extensión de su espalda, hundiéndose en ese abrazo, disfrutando del aroma que tantas veces se esparcía en su taller cuando Saga lo acompañaba por horas. El griego imitó el gesto, rodeando a Mu con firmeza y apoyando su rostro en el hueco del hombro del ariano, susurrando con débiles palabras, lo que su corazón bullía por gritar.


—Te amo Mu, con dolor y anhelo, te necesito conmigo de manera desesperada, me has hechizado hasta el punto que no podría sacarte de mí, aunque lo desease.


Mu incrementó la fuerza de su agarre, sintiendo dicha, amor y la fuerza de un sentimiento que también podría destruirlo, pero como todo en la vida, con cuidado y cariño, solo crece en favores y esperanzas.


El ariano se separó de Saga, alzó la mirada y sus ojos que le expresaron al heleno la añoranza y el amor silenciado. Imitando el primer gesto de Saga, Mu posó una de sus manos en la mejilla griega, acariciándolo con cuidado y suavidad.


—Te amo Saga, de la misma manera que tú, con dolor y desconocimiento, pero más allá de toda esa sombra hay una dicha que nunca había experimentado, y el ser correspondido solo aumenta la felicidad que siento, tú me has enseñado muchas caras, cada una de ellas mostrándome una faceta del alma humana y hermosa que posees Saga, no solo eres el caballero de Géminis, eres Saga el humano que siente y ama.


Saga sonrió, de manera tímida, y no muy expresivamente, pero aquel rostro parco y pragmático era del que Mu se había enamorado. El abrazo fuerte y de agarre firme había sido el contrato y sello de amor formado entre dos almas, una desconocedora del amor mismo y otra atormentada por un pasado lleno de dolor y sangre, pero que en conjunto lograban complementarse y llenar el vacío que ambos poseían al estar faltos de aquellas caricias que se anhela como esencia humana y que tarde o temprano toda alma emprende a buscar.


~FIN~


 





 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).