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Problemas de clase por 1827kratSN

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Notas del capitulo:

Holis~

¿Sobrevivientes?

Creo que cada vez quedan menos.... no lo sé XD

Muchas gracias por llegar tan lejos... ya no falta mucho, así que disfruten XD

 

 

 

 

El animalito dócil había vuelto en cierta porción aceptable, pues fue como manipular a un pequeño cachorro acostumbrado al maltrato. Otorgándole caricias de vez en cuando, Kyoya logró que el castaño ronroneara cuando repasaba esos cabellos revoltosos con sus dedos. El lado animal seguía brotando de forma alternada en el trascurso de esas semanas y meses, sin días precisos y las personalidades de igual forma. Era un lío adivinar cuál de ellos estaba a cargo, pero con el pasar del tiempo, el carcelero se acostumbraba a aquello, pues era como tener cuatro castaños diferentes para no aburrirse en la monotonía. ¿Cuántos tenían esa dicha?

 

 

—¿qué tienes? — susurraba cuando escuchaba al castaño a lo lejos. Un jadeo y un gruñido — Tsunayoshi

—¿sabe?… debería dejarme solo unos días — ya era tiempo de que la parte pensante llegara a ese cuerpo

—¿debo preguntar si eres el más dócil?

—por algo le estoy respondiendo — suspiró profundo mientras se arrinconaba en una esquina de su jaula — Hibari-san, ¿le puedo pedir un favor?

—¿qué quieres, herbívoro? — aunque de cierta forma ya se imaginaba hacia dónde iba a eso. No por nada su olfato era agudo

—que me ate los siguientes días — respondía con sus ojos cerrados

—¿por qué? — seguirle el juego no estaría tan mal

—él está viniendo

—¿quién?

—el malo — miraba al techo y gruñía bajito — y justo en esta época — refunfuñaba

—hum… ya veo — se acercó con calma mientras aspiraba el aroma del ambiente, de nuevo aquella “tonalidad dulce” — tu celo — susurró como en un secreto

—ha pasado mucho tiempo desde el último — se encogió de piernas y escondió su rostro entre ellas — es mejor que él llegue en esta época, así… puedo mantener la seguridad en esta jaula

—¿no quieres que te ayude en el celo?

—no quiero lastimarlo, Hibari-san — sonrió sutilmente, pero sin mirar al otro — es agradable que usted me trate bien a cambio de un buen comportamiento y si lo lastimo en el celo, seguramente todo cambiará

—eres solo un gato en busca de caricias

—lo sé — levantó su mirada un poco, hasta chocar con el azulado iris del azabache — y por eso, si el viene en esta época usted corre peligro, porque su agresividad aumentará… es complicado de explicar

—¿cuándo llega?

—no lo sé

—bien entonces — susurró antes de abrir aquella puerta de acero y caminar hacia el castaño

—¿qué hace? — una inocente pregunta que caracterizaba a esa porción de personalidad suya — debe salir porque…

—sólo quédate callado, herbívoro — tomó el rostro del castaño entre sus manos y sonrió antes de apretarle las mejillas con brusquedad

—¿qué pretende? — susurraba al sentir como sus amarras empiezan a aflojarse y la agresión terminar — Hibari-san, esto es peligroso… él puede venir

—me perteneces por completo, todas las personalidades tuyas, me importa poco cual sea

—¿y eso que tiene que ver con el tema que trato ahora?… el hecho de que en mi celo me descontrolo más de lo normal, es lo que importa en este momento

—aun estas aquí Tsunayoshi. El gatito que requiere de mimos — sonó a burla o sarcasmo, pero no, no lo fue — quiero ver qué sucede si eres tú al que tomo… porque la última vez, al parecer, era el altanero al que le quité la hombría

—no se equivoca — susurró mientras siente la libertad en sus brazos y hasta recoge la tela que cubre sus brazos para mirar sus manos con curiosidad. Se siente extraño no tener la camisa de fuerza colocada — pero yo lo detenía cuando quería hacerle daño, los demás me apoyaron en eso

—¿por qué? — elevó una ceja al escucharlo confesar

—porque la excitación era mucha y no queríamos perder a un compañero de esa calidad — sus mejillas se sonrojaron mientras contestaba a aquella pregunta y veía la sonrisa de su carcelero

—entonces veamos si puedes mantenerte estable

—¿eh? ¡Espere! — se quejó cuando ya libre de amarras era levantado un poco hasta que el otro tuvo la oportunidad de hacerlo retroceder hasta la pared — no haga eso — susurró mientras sentía la nariz ajena repasar su cuello — Hibari-san — casi podía gemir ese nombre, pues su celo estaba floreciendo en plenitud

—si quieres un periodo de coito placentero — pegó su cuerpo al del castaño y lo aprisionó contra la pared, escuchando el leve suspiro que soltaba — mantente sumiso. No dejes que el otro llegue

—imposible — se quejó al sentir una de aquellas manos ascendiendo por su ropa, quitándola de paso — no puedo — soltó un jadeo al sentir el cosquilleo en uno de sus costados. Esos dedos le daban una caricia ruda que lo hacía estremecer

—te lo ordeno — Era divertido, útil y agradable tener con quien desfogar las interminables energías que había reunido últimamente, pues las misiones escasearon debido a que no se reportaron ataques de clase A, ni B, y de los C, los recién llegados novatos se encargaban

—de-deténgase

—gime — ordenó antes de apretar aquel trasero tan firme como el que pocas mujeres tenían — hazlo… disfrutemos del inicio de tu celo, Tsuna — mordió la oreja ajena y el otro le respondió con un gemido bajito

—si él llega… si él llega, yo… — sintió como la intimidad del más alto se rozaba con la suya y sin poder evitarlo, gimió complacido antes de mover sus caderas en respuesta — yo no…

—si él llega, le daré el sexo que se merece

 

 

El lado dócil del castaño era interesante, lo fue mucho más, cuando accedió pacíficamente a ser tocado con descaro. Era un animalito en busca de sexo con quien más le conviniera, gimiendo a cada roce, jadeando y mostrando la preparación de su cuerpo. Kyoya sonreía mientras lo desnudaba con lentitud, porque el otro jalaba su ropa con desesperación. Una tortura extendida en tiempo preciado. La mirada de Tsuna se cristalizaba y esas mejillas enrojecían con rapidez, el estímulo era realizado con precisión y la respuesta era un muchachito que ronroneaba y dejaba que lo acomodaran en el suelo frío. Kyoya sonreía por ver aquello, igual de lascivo que la vez anterior, con la diferencia que esos gemidos eran más gentiles y esas expresiones más bonitas, pues reflejaban vergüenza que el pequeño dejaba salir.

Tsuna se ofrecía en plenitud, abriendo sus piernas y rogando por acoger al dominante que lo acompañaba en el primer día de aquel proceso. Movía las caderas y correspondía a los besos húmedos que se le daba. Deslizaba sus brazos hasta la espalda del carcelero para que no se alejaran de él y con gusto obedecía cada orden del “soldado especial” que lo estaba manchando. Kyoya jugó con ese chiquillo con gusto, pues experimentar algo nuevo siempre era excitante. Trató al dócil gato en celo como se merecía, con gentileza rara por su parte, pero la hubo, incluso se incrustó con suavidad escuchando cada gemido desesperado del castaño. Embestidas pausadas, caricias entre ellas, besos que el castaño torpemente correspondía y atenciones que tal vez nacieron instintivamente. Tsuna pedía, con inocencia aún, más de aquella tortura, hasta obtener su primer orgasmo glorioso en conjunto con el carcelero. El dócil gato incluso terminaba poniéndose a cuatro patas por sí solo y gimiendo el nombre del contario para continuar con el acto carnal y Kyoya no se negó, porque, ¿para qué negarlo? ¿a quién no le gusta llegar a la satisfacción de un buen orgasmo?

Las cosas se calmaron en esa época de celo, pues el sexo era la prioridad. Incluso cuando el altanero llegó y como animal arisco se oponía a ser tocado a pesar de que su cuerpo mostrara excitación al rudo trato, parecía que todo iba bien.

Las cosas cambiaban de ambiente con el lado altanero brotando de ese cuerpo moldeable y fino. Kyoya hubiese preferido seguir con aquel castañito honesto e ingenuo, pero ahora tenía al otro. Se hartó de la negativa dada en cierto punto, pues él aún estaba ansioso, enérgico, y por eso decidió seguir el puto consejo de Xanxus para simplemente callarle el pico a esa parte altanera, la cual que no cedía ante sus acciones “amables” como lo hacía ese lado patético. Sexo sin piedad, sin control, con rudeza y ataduras colocadas para evitar algún accidente. Tsuna pedía por más y Kyoya se lo daba de la forma más ruda que podía, sólo por vengarse por las malditas noches y días llenos de intentos de asesinato hacia su persona. Kyoya podría estar considerando que la bipolaridad era contagiosa porque dependiendo del castaño a cuidar, cambiaba su actitud también. Podía llegar a ser amable cuando era requerido o podía ser un maldito cuando el otro lo sacaba de quicio

Pero como si fuera magia, en el celo se terminaban las agresiones, pues era como una recesión al maldito asunto de la venganza que muchos clase A auguraban. Días de esos se podían disfrutar, al menos Kyoya lo hacía y ahora poco le importaba lo que ocurriera con los demás, porque abandonó todo el asunto de la investigación. Simplemente estaba harto y nada más interesante pasaba. Sólo tenía a un castaño que le daba información siempre que estuviera dispuesto, al que usaba para placer carnal o animal. Debía admitir que no era desagradable tener a más miembros en su “manada”. De cierta forma era satisfactorio, a pesar de la extraña relación que mantenían, pues ni el uno abandonaba su jaula, ni el otro abandonaba sus deberes

De todo lo que en su “buena época de investigación” recogió, Hibari concluyó que los ancianos eran de esos científicos que jugaban con la creación y buscaban vida eterna para ellos y para sus herederos. Simple y sonaba tan estúpido que ni siquiera quería saber qué más planeaban. Viejos con sueños inalcanzables, viejos con cosas que ocultar detrás de su barbarie. Él solo se centraría en su propia supervivencia, en su eficacia, en su trabajo y… en esa maldita compañía que le provocaba la necesidad de protección en ocasiones, y en otras quería dejar que sucediera un asesinato… decidió quedarse con el deseo de castigos por desobediencia hacia el castaño… por el momento, eso le hacía bien para su marchita alma. Después de todo, no pensaba abandonar su retorcida personalidad de un día para el otro

 

 

—maldigo su maldita existencia – bufaba Tsunayoshi cuando los días de inteligencia le llegaban después del celo. Trataba de levantarse, pero el dolor lo hacía soltar un alarido y caía el piso – esta vez sí se pasó de la raya… jodido carcelero idiota

—no te quejes que fuiste tú, el que suplica por más

—¿no podría ser más amable en esos días en donde yo no reacciono como una persona? – se quejaba mientras se resignaba a posar boca abajo en el suelo y suspiraba – me duele

—en esos días no decías lo mismo – hablaba solo por hablar, porque quería tal vez ver alguna reacción en el castaño – ¿por qué me pides ser tan rudo?

—¿y a usted qué le interesa?… pero debería ser más humano y no hacerme tanto daño. Soy su pareja en el coito, piense un poco con esa cabeza hueca suya — bufaba mientras cerraba sus ojos con cansancio

—me pides que te penetre sin preparación, solo quieres sentirme dentro… que te llene

—¡DEJE DE SER TAN MALDITAMENTE VULGAR! – se quejaba frunciendo su ceño y ocultando sus mejillas rojas – si estuviera en mi lugar, tal vez entendería

—¿cómo podría entenderte?

—métase un palo en el culo, uno grueso, y veamos qué es lo que siente — claro, era el altanero y sin pelos en la lengua

—pensé que eras un macho y buscabas una compañera — no se inmutó, prefería seguirlo presionando

—sigue diciendo eso – suspiró pesadamente – y yo le dije que las cosas no son así. No funciona como en ustedes, es completamente diferente

—¿por qué?

—¡muérase!… si quiere información debe darme algo muy grande a cambio – dijo rodando para llegar hasta una de las paredes y acurrucarse bien

—¿qué quieres para que empieces a hablar? – dijo sin ningún apuro. Aprendió que con el altanero no era aceptable usar la amabilidad

—quiero…. — se dio vuelta para admirar a Hibari de lejos. Entrecerró los ojos y frunció el ceño. Al parecer la otra parte de sí mismo logró “enternecer” al carcelero, fue bueno dejarlo salir por un tiempo extendido… era perfecto — ¿En verdad me dará lo que pida?

—sólo di qué quieres — gruñó insatisfecho

—¿y que me preguntará?

—cosas

—… — Tsuna se giró para verlo y sonreír con malicia – está bien. Hagamos un trato – dijo mientras bostezaba – quiero algo simple para empezar… ¿conoce lo que es una crepa? – sonrió al ver el ceño fruncido de Hibari – quiero cinco de esas, con helado y barquillos

—¿cómo sabes de ellos?

—cuando Timoteo quería algo de mí, solía darme algo a cambio… tráigame lo que pido y yo le contaré qué cosa hacía Timoteo conmigo. Así de fácil — una mano lava la otra, una recompensa se da por alguna buena acción. Tsuna sabía sacar provecho cuando era necesario

 

 

Hibari entonces se quedó mirando al castaño con paciencia. Ese muchacho no mentía, en verdad quería aquello, comprensible ya que a los clase A se les prohibía consumir nada fuera de su dieta estricta de carne cruda. Una molestia tras otra… ¿no decidió dejar de lado su investigación? Tal vez, pero ahora su objetivo era otro más personal. Enterarse más acerca del castaño, saber cómo manipularlo para tener una mascota bien portada, tal vez formar una alianza, obtener un amante estable o simplemente para saber qué demonios pasaba por la cabeza de ese viejecito con sonrisa de amabilidad.

A paso calmado salió del departamento, si hubiese sabido que sacarle información al altanero sería así de fácil, lo hubiese intentado antes. El problema más grave que allí veía, era una simple cosita. En ese maldito lugar, cosas tan sencillas como ese postre, no eran fácil de conseguir. La única forma de tener aquello, era salir de las murallas y eso solo lo hacían en una misión o cuando hacías un papeleo para irte a vagabundear por allí, pero eso se podía sin el clase A. Y aun así Hibari intentó al menos pensar cómo demonios le daría aquello al mocoso de Tsuna lo que quería. Tal vez debía conseguir que los ancianitos le subieran de categoría, pues aquellos ascendidos tenían libertades exclusivas, sino había que preguntarle a Xanxus, quien dejaba su departamento cuantas veces se le diera la gana y hasta los guardias de la puerta principal le abrían paso sin siquiera preguntar por si tenía autorización de salir

 

 

—está desesperado por información – se reía el castaño esa misma tarde, cuando junto a su carcelero, cruzaba la enorme puerta limitante y salía a las afueras

—hum

—¿presa? – Tsuna intentó atacar a uno de los guardias de la entrada, pero terminó sintiendo el jalón de la correa que lo apresaba

—¿estás inconsciente aun? — lo interrogó mientras lo forzaba a seguir con la ruta, fuera de la central de la armada de resguardo

—sólo fingía – decía cuando lograron alejarse lo suficiente para subirse a un auto – pero… ¿vamos de misión?

—un clase C – dijo con simpleza y sin más, arrancó – ¿no que te dolía? – miró de reojo al clase A que, en la parte de atrás de ese auto dividido por una reja, se movía de un lado a otro

—me duele, pero no lo demostraré abiertamente – mencionó mientras veía el paisaje cambiar – hace tanto que no lo veo de esta forma… es hermoso

—estás siendo infantil

—llevo décadas encerrado. Cosas como esta me hacen la vida más bella — sonreía mientras pegaba su frente al cristal y continuaba diferenciando los espacios abiertos

 

 

Kyoya no dijo nada ante lo dicho, tampoco preguntó la razón por la cual el castaño no estaba agresivo, pues quiso asumir que eran los días previos al celo, en donde aún estaba “cariñoso”.

El viaje fue corto, no más de una hora hasta el área designada. Alguien ya le dio una prenda con el olor a rastrear y se la dio a Tsuna. El castaño renegó al principio, pero después sólo hizo aquello porque esperaba la recompensa deseada. Trabajo hecho con rapidez les daba la oportunidad de tener diversión, y en cuando Hibari señaló la cafetería donde le facilitarían aquello, Tsuna, sin bozal alguno, ingresó con furia. El castaño se lanzó dentro del local, rompiendo el cristal de la puerta, gruñendo y mandando a volar a uno o dos desafortunados. Mordió a dos personas, desató el pánico en el pequeño negocio y en menos de cinco minutos tenía el local para sí solo. Kyoya lo único que hizo fue entrar al local luego de ver a todos correr. Se sentó al final de una mesa con alguna bandeja recién cedida y esperó

Tsuna se entretuvo con la mercancía detrás del mostrador, en las mesas, en la cocina, donde fuera. El desastre era grande, pues sin bozal, el castaño podía destajar a cualquiera o lo que sea, comerse lo que le diera la gana y nadie –aparte de su custodio- lo pararía. El dueño de local le reclamó al carcelero a cargo, quien se distinguía por el uniforme militar, la banda en su brazo que describía su rango especial y la actitud, pero Kyoya solo le lanzó una silla y una advertencia para que se fuera al infierno. Así de simple.

Nadie en esa maldita ciudad, ni en ninguna otra, debía protestarle nada a los carceleros, pues ellos podían ir por ahí comiendo sin pagar, destruyendo lo que se les diera la maldita gana, golpeando a quien se le atravesara y la población no debía reclamar, porque ellos sacrificaban sus malditas vidas por el resto. Ellas tenían inmunidad y eran la escoria bien disimulada del mundo. De algo les debía servir arriesgar el cuello todos los malditos días de su asquerosa vida. Ellos eran los malparidos consentidos por los altos mandos tanto civiles como militares

 

 

—¿terminaste? – gruñó después de varios minutos escuchando cosas caer en la cocina, como alguna mesa era destruida con un buen salto del clase A, como algún desafortunado vidrio era destrozado para sacar su contenido y al final veía al castaño masticar algo… típico

—no – dijo sin prisa mientras levantaba la nariz y buscaba algo en especial – ahí esta – susurró antes de meterse debajo de una mesa que ya había sido removida de su puesto original – ahí está la maldita cosa roja – sonreía divertido mientras tomaba la fresa con sus dientes, puesto que todas las otras protecciones no fueron removidas. Una golosina que disfrutaba con una mueca de plena felicidad, lamiendo el suelo donde había sido arrojada y luego sus propios labios

—¿no te da asco comer del piso?

—¿no le da asco haberse follado a un clase A macho? — respuesta inmediata y Kyoya sonreía sutilmente

—¿qué te hacía Timoteo?

—sonreír y hacerme creer que podía confiar en él — respondió con franqueza mientras se incorporaba, pues estaba satisfecho

—¿qué le dijiste?

—veamos… mi barriga está llena… comí una fresa y sabe tan bien como mi madre solía decir… me comí chocolate y el sabor era malditamente dulce y asqueroso a la vez – decía restregando su cara contra un mantel. Odiaba no poder usar sus manos y lo apretadas que estaban las correas de la camisa de fuerza – bien, lo que se merece es lo siguiente…

—que sea algo bueno, pues una tienda fue destrozada como pago — advirtió con leve fastidio. En realidad, ese castaño sabía sacar los extremos de su humor

—yo nací de dos padres completamente normales, tenía un hermano normal también

—y te los comiste — afirmó con certeza

—A los seis años yo desperté mi naturaleza… me comí a un gato, fue mi primera víctima – sonrió mientras se sentaba frente a Hibari e ignoraba las interrupciones del mismo – mi hermano me vio y avisó a mis padres. Ellos no quisieron decirle a nadie, trataron de enseñarme que eso estaba mal, que me controlara. Eran tan ingenuos — el castaño dejaba su cuerpo descansar libre sobre esa silla, tiraba su cabeza hacia atrás un momento y suspiraba — dos años… ellos lograron ocultarme por dos años enteros. Me daban pequeñas aves para matar mi hambre, compraban cantidades de carne exageradas para una familia y las cocinaban para mí, incluso solían irse a otra ciudad para comprarla, para no levantar sospechas en nuestra residencia. Por seguridad me ataban a mi cama en las noches, pero mi madre solía quedarse hasta que yo me durmiera… los amaba, a pesar de todo, yo los amaba

—no quiero saber de tu vida, porque no te tendré lástima sólo por eso

—¿sabe lo que se siente que tu propia madre te encadene? — sonrió con cinismo mientras enfrentaba al azabache — eso dolía, pero yo estaba consciente de que era peligroso no hacerlo… cuando intentaron confiar en mí… yo olía de lejos a las mascotas de los vecinos. No podía controlar el ruido de mi estómago y terminaba perdiendo la noción de lo que hacía. Tres perros, decenas de gatos… me sentía… me sentía como cualquier animal salvaje

—un asesino jamás dejará de ser un asesino — vio la melancolía en el castaño y sintió culpa. Hasta se estaba retando mentalmente, ¿desde cuándo sentía esa clase de emociones tan innecesarias? Tal vez recordar su infancia le tostó el cerebro. Debía borrar esas pequeñeces en su alma seca

—a mis ocho años ya no bastó con eso — Tsuna no contradijo lo dicho por su carcelero, sabía que tenía razón yo tenía demasiada hambre y a pesar de eso me obligué a seguir con mi vida normal. Luchar contra mi lado animal era horrible, me retorcía de hambre, de ansiedad. Le maullaba a la luna y los vecinos pensaban que teníamos a un gato escondido… pero lo que yo hacía en realidad, era llamar a alguien que me comprendiera. Rogaba por algo que me diera esperanza para seguir

—¿a quién llamabas?

—al que sea – Tsuna le gruñó a alguien que pasaba fuera del local destrozado. A través del cristal fingía querer morderlo, pero sólo lo hacía para espantar a los curiosos – y el que llegó a mí… fue Reborn, pero claro, no fue bonito. Él venía por mí, pero encontró a mi padre en la puerta y le mordió el cuello sin dudarlo — Tsuna apretó los labios al decir aquello. Las memorias estaban tan frescas como las pocas que tenía de cuando cursaba el primer año de su vida

—así que el vejete — frunció su ceño. Ahora recordaba la razón de su enfado constante. Ya encontró la base para volver a hundirse en su apatía y falta de emociones vanas — por eso lo ves como tu rival. Le tienes resentimiento y odio

—Aún recuerdo como mi madre gritó y trató de protegerme. Me encerró en la otra habitación y ella fue a ayudar a papá, pero ya era tarde. Escuché el sonido de la sangre al caer, de la carne al ser desgarrada, del hueso roto – suspiró pesadamente, cerró sus ojos mientras elevaba la nariz y aspiraba como si lo estuviera viviendo en ese mismo momento — delicioso… lo más delicioso que percibí en esa época. Mi animal interno gritaba, lloraba, gemía, me rogaba porque yo fuera hasta allí… pero mi parte pensante me decía que me quedara escondido, porque yo no era como aquel atacante

—así que aún no despertabas totalmente

—aun podía pensar. Mi parte animal aun no me tomaba por completo… pero luego olí la sangre de mamá y escuché su sollozo agónico — Tsuna sonreía mientras miraba a un punto lejano — La puerta se abrió despacio… vi sus hermosos ojos negros y su boca manchada de rojo – decía cerrando sus ojos — aun recuero sus palabras

 

 

Come, porque eres igual que yo

 

 

—lo seguí a la sala — la mirada de Tsuna tomaba un brillo que Kyoya no había visto antes y eso le molestaba — todo estaba de rojo, todo el piso… dos cuerpos… al uno le faltaba el estómago y sus vísceras. No veía el rostro de papá porque mi madre lo cubrió con un cojín antes de que yo llegara. Mi madre lloraba, me rogaba que escapara, pero mi hambre era demasiada y ya no aguantaba nada de eso

—me dirás que te la comiste

—le rogué a Reborn porque me llevara lejos. Quería ser libre… pero él me puso una condición. Mi madre debía morir – Tsuna soltó un par de lágrimas al decir aquello – obviamente me negué, pero yo no era nada comparado a Reborn… Reborn… Reborn… solo recuerdo eso — aspiraba con fuerza para parar su llanto — sus ojos negros, sus garras, los colmillos desplegados, los cuales eran adornados por dos hileras de sangre cálida que resbalaba por toda su extensión. Sólo lo recuerdo a él, porque cuando colocó un pedazo de papá en mi boca… perdí el control. Al darme cuenta, yo ya terminaba con alguna parte del cuerpo de mi madre y se sentía tan jodidamente bien que mi animal interior gruñó satisfecho y comí hasta llenarme. Así de simple

—son unas malditas bestias

—me fui con Reborn esa vez — ignoró al otro, porque ya de por sí dolía, era peor si le añadía el juicio de un ajeno a su condena

—ese asesino mató a tu familia y aun así te fuiste con él… qué sabio — ironizó

—¿qué más podía hacer? — miró a Hibari y sonrió con sutileza — Reborn era como yo… entendía mi necesidad y me daba libertad

—no te daba nada… él te usaba, te sigue usando

—me fui con Reborn porque desde el momento en que él mató a mi padre… yo lo consideré mi guía, mi maestro, mi familia, el alfa de mi manada… mi nuevo padre

—padre — gruñó

—padre y fue uno de los mejores — sonrió ante el ceño fruncido de Kyoya

—él no te ve como a un hijo — su furia crecía de solo pensarlo — él te ve como un…

—un candidato a pareja — Tsuna se reía estrepitosamente al completar la frase de un Kyoya intentando ocultar su… ¿su qué? Tsuna sólo sabía que ese aroma era nuevo para él, era una combinación entre furia, ansiedad y algo más que no identificaba — lo sé

—¿es a él a quien querías entregarte?

—Reborn — Tsuna seguía riéndose al imaginarlo — hay dios… Reborn

—habla, herbívoro

—¿quién no desearía ser la pareja de Reborn? Es fuerte, el guía de todos, sabio, sanguinario, protector y dulce cuando quiere. Excelente padre y maestro. Proveedor innato, fiel a los suyos… ¿quiere que siga? — sonrió satisfecho cuando la venita del cuello de Kyoya saltaba

—cállate entonces

—mi lado “patético” le ha ablandado el corazón — sonrió divertido — ahora usted es el herbívoro sentimental que… no joda — se reía al entender aquello, al identificar ese olor proveniente de Kyoya — ¿está celoso? ¿teme perder mi trasero? Le entiendo… soy muy bueno para abrirle las piernas a quien me dé un poquito de…

—¡cállate!

—¿va a golpearme? — retó con seguridad — hágalo. Lo reto

—me estás haciendo perder la paciencia, herbívoro

—la venganza es muy buena — aulló levemente para burlarse mientras se reía al ver al otro levantarse y empezar a patear cualquier cosa que encontrara — ya… cálmese… lo van a confundir con un clase A

¿te entregaste a ese viejo? ¡dime!

—corte sus celos, maldito hijo de puta — sonreía con diversión — todos saben que yo veo a Reborn como mi padre y que jamás correspondía a las intenciones que me mostraba constantemente — le guiñó un ojo al carcelero y continuó riéndose

—responde con un sí o un no, herbívoro

—le responderé con un: tal vez — enfrentó al carcelero sin miedo, sin rabia, sólo como un juego — a usted no le interesa mi pasado sexual con mi padre o con alguno de mis hermanos. No tengo la obligación de decirle nada acerca de mi crianza, ni de los lazos que formé… usted no es mi esposo, no es mi familia… ¡no es nada mío!

—soy tu dueño — le agarró del cuello y lo estampó en contra del vidrio — así que respeta tu posición

—es bueno saber que los demás ya vieron que nuestro dueño — Tsuna sonrió — es el mismo bastardo de siempre y que jamás cambiará… mi lado patético suspira, mi lado amargo llora por la decepción… mi lado perezoso aprieta los puños. Qué bien se siente volver a estar en paz conmigo mismo

—dime más acerca de tu infancia — gruñó sin importarle lo dicho por el castaño — te he dado lo que querías y aun no pagas el precio

—es cierto — suspiró al sentirse libre y se volvió a sentar — después de que me fui con Reborn, pasé a formar parte de su manada. Me entrené con mis hermanos por años, me volví fuerte… y eso es todo

—así que no estabas solo en ese entonces, ¿quién más? ¿Skull? ¿Yamamoto?

—¿me da un poquito de café? – sonrió emocionado mientras veía la taza que se servía el azabache – y terminaré de contarle

—habla — colocó la taza en frente del castaño, sin importarle regar el líquido o quemarse

—pero mi hermano ese día no estaba – sonrió mientras metía su lengua en el líquido, haciendo ruido mientras absorbía de la taza, pues solo su boca estaba libre – y Timoteo usó eso

—¿Cómo? — suspiró pesadamente, no estaba de humor para discusiones. No quería perder el poco progreso que tenía con el castaño patético

—es todo por hoy – sonreía – el café estaba horrible… tan feo como el de mi padre… y mi mente me dice que no debo decir nada más

—aun no me has dado mucha información sobre ti

—tráteme bien y mi parte humana vendrá más seguido – sonrió con prepotencia – ¿no se lo dijo Hayato? – susurró con malicia – Yamamoto pasaba consciente un día por semana, porque Hayato le complacía en todos los pequeños gustos que tenía, incluso le daba libertad de movimiento… sin estrés, yo reacciono bien

—¡maldito sea ese albino! — gruñó, porque esa información preciada no la compartieron

—maldito sea usted, porque seguía tratándome como animal… y así, yo no colaboro. No por unos días de lindos arrumacos o un buen y placentero celo, le daré mi alma en bandeja de plata

—¿no te ibas a vengar de mí? — volvía a la época de tira y afloja. Eso lo enfurecía

—créame que, por ahora, no quiero eso… quiero vengarme de alguien más y eso lo salva a usted

 

 

Kyoya maldijo a todos por igual mientras regresaba a la central. Tsuna después de aquello perdió la capacidad razonante y se dejó llevar por el lado animal, que, agresivo como siempre, intentaba escapar o buscar destajar el cuello del carcelero. Lo primero que Kyoya hizo al llegar fue dejar a Tsuna en manos de un novato, para que lo llevaran al departamento correspondiente, aunque en realidad fueron tres los individuos que lucharon con Tsuna para transportarlo. Después buscó pelea con el albino por no decirle algo tan malditamente importante como la forma mantener el lado de Tsunayoshi estable.

Entró a ese departamento y luchó como siempre quiso, porque el maldito le daba la pelea a gusto. Parecían un par de esos clase A peleando por territorio y cuando se dijeron, insultaron y golpearon, terminaron calmándose. Hayato guardó el secreto por una simple razón, porque era la condición de Yamamoto, un pacto entre ambos, un voto de confianza, de lealtad que no se debía romper, pero al de cabellos platas ya le daba lo mismo, incluso se había olvidado de ese detalle, porque ahora luchaba contra el animal y no la persona pensante

 

 

—así que te dijo – Yamamoto les cortaba la riña – Tsuna te dijo cómo hacerlo

—pareces muy mal – Kyoya recién se fijó en el clase A – ¿qué te pasó? – ignoró la advertencia de Hayato en forma de gruñido y se acercó a la reja – estás más… más

—¿perdido? – sonrió divertido, pero con ironía – es porque he sido traicionado

—lo traicionaste — Kyoya miró a Hayato y sonrió — qué novedad

—él sigue con sed de venganza – decía Gokudera mientras se recogía el cabello ligeramente largo – he luchado con su asesino todo este tiempo… me está volviendo loco desde la matanza y la cicatriz en mi pecho lo comprueba. No han sido las misiones más fáciles de mi vida

—déjame ver a Tsuna – decía Yamamoto mirando a Kyoya – quiero verlo… quiero preguntarle algo

—claro que no

—entonces vete… para que yo pueda matar a Hayato – sonreía con placer escondido, con ansias asesinas, frialdad y misterio – ¡abre la maldita reja, Hibari! ¡Deja que lo mate! ¡Déjame destajarlo! ¡Lo quiero como cena! ¡Lo quiero para matar mi hambre!

—deberías devolverlo – Kyoya miró al albino y sonrió – en verdad quiere matarte y lo conseguirá, pues las dosis de drogas ya no existen. Sin misiones, no las colocan… y vamos más de un mes sin raciones constantes de ellas

—lo sé – dijo con fastidio – me matará en algún punto… pero creo que nos lo merecemos, ¿no?

—ahora te sientes culpable – decía Kyoya antes de salir

—DILE A TSUNA QUE LE CEDERÉ UN PEDAZO – se reía Yamamoto. Soltando cada carcajada con gusto, malicia, demencia – que lo saboreará como es debido… ¡LO JURO!

—¡cállate Yamamoto!

 

 

Dividido…

 

 

—no pensé que haría esto – se reía el castaño cuando tenía en su plato, un guisado bastante agradable de carne de alguna clase costosa – en verdad quiere saber mi pasado

—habla — gruñó, pues tuvo que esperar más de una semana para ese momento

—siéntese… tal vez le guste — susurraba mientras agarraba una porción con su boca y la saboreaba. Fue bueno quedarse dormido durante largo rato. Su animal interno parecía feliz de dominar aquel cuerpo

—dime algo de tu vida — tiraba de la cadena y quitaba las amarras de la camisa de fuerza a través de los barrotes. Tsuna lo miraba sorprendido, pero él lo hizo porque el castaño estaba preso en esa jaula, sin opción a escape… ya vería cómo atarlo de nuevo

—mi hermano mayor se llamaba Dino – sonreía mientras tragaba el primer trozo. Libre, en su jaula, tenía la satisfacción de comer como una persona. Sin cubiertos, pero al menos usaba sus manos – ese día se fue a la casa de un amigo. Dino vivió su vida normal cuando yo me fui, claro que le dolió lo que le hice a nuestros padres, pero no me odiaba, él sabía que en algún momento yo iba a caer. El problema fue que le dije a Timoteo que yo aún tenía familia viva y lo usó en mi contra. Yo… yo a Timoteo le conté de Reborn, de mi entrenamiento con él, de mis sueños, de mi familia, de los clase A, el celo, la forma de mantenernos conscientes… le dije sobre nuestra naturaleza animal, le dije sobre nuestra habilidad curativa — miró al carcelero y sonrió en resumen, todo lo básico que ustedes saben… yo se lo conté a Timoteo y lo peor de todo… fue que le dije el lugar donde mi manada se establecía

—fuiste idiota, herbívoro

—lo fui y Reborn me lo recuerda cada maldita vez. Por eso peleamos seguido… aunque también es porque fui muy idiota al dejarme capturar cuando cumplí mis… ¿quince? ¿dieciséis? No recuerdo con exactitud – suspiró por el recuerdo – pero usted ve a Timoteo, linda sonrisa, amabilidad, intenciones buenas, un hombre de paz… pura mierda. Su mente está podrida desde el centro. Él no es un “anciano” legalmente, pero es la mente maestra en un campo especial

—¿tortura?

—Timoteo lo goza de tal manera que podría compararse con… es como si tuviera un orgasmo… la tortura de cualquier tipo lo complace — se relamía los dedos con paciencia mientras se alimentaba e ignoraba la molestia del otro por la expansión de tiempo en silencio — A cada clase A que han atrapado, se le da una semana de adecuación… Timoteo es el encargado de eso. Usaba cada cosa que yo le contaba acerca de los míos, en contra de nosotros mismos

—tú los viviste también, al menos eso creo — el castaño afirmaba con furia y se mordía el labio levemente, para después seguir con su festín

—Carne envenenada, inyecciones con químicos, agujas, cuchillos, cortes profundos, drenar sangre, operaciones sin anestesia, sacarnos las uñas, rompernos ciertos huesos y todo porque nos regeneramos hasta cierto punto. Le gustaba meternos en agua hasta casi ahogarnos, matarnos de hambre es la más usada, descargas eléctricas, castrarnos, dejarnos engendrar bebés y obligarnos a abortarlos a los pocos meses. Quemaduras, espacios reducidos de estadía, choques eléctricos en el cráneo, arrancarnos cada pelo de nuestra piel. Usaron a decenas de clase A para probar diferentes tipos de muertes. Usaron nuestra sangre para ingresarla en alguien normal y ver qué pasa… obviamente los infelices se morían sin remedio. Obligarnos a comernos entre nosotros, alimentarnos con la carne de los caídos después de días de hambre – Tsuna miró a Hibari un momento – puedo seguir si quiere

—todo eso lo he leído en algunas historias en libros  

—lo sé – sonreía Tsuna – les gusta ser tradicionales. Ellos inventaron esas torturas y muchas más que, por respeto, no mencionaré

—¿qué más te hicieron?

—disfrutan de volvernos dementes. A mí… me dieron a mi hermano

—¿te lo comiste?

—Dino fue reclutado como carcelero y pasó sus años más hermosos tratando de llegar a mí, pues tenía una leve esperanza de encontrarme entre estas celdas, porque su sensei le dijo que había un clase A castaño con ojos chocolates… si, ese fue Timoteo – sonrió divertido ante la mirada serena de Kyoya – yo fui cambiado de dueño de repente. Y en menos de lo pensado, tenía a mi hermano viviendo conmigo. Dino me cuidaba como cuando yo era un niño, éramos hermanos… yo nunca le haría daño a pesar de todo

—ellos entonces te tuvieron en sus manos — Kyoya se mostraba interesado en la historia, a pesar de que esta parecía ser predecible — tú harías de todo lo que Dino te pidiera

—si – arrugó su nariz y soltó una carcajada – pero ellos no querían eso, porque yo, ya de por sí, era colaborador. Ellos querían simplemente ver qué tanto podía mantener mi autocontrol. Primero me mataron de hambre unos tres días, resistí y no le hice nada a mi hermano. Después fueron cinco, tampoco funcionó porque Dino traficaba comida para mi… y cuando se dieron cuenta de eso, se lo llevaron — Tsuna lanzó un gruñido al mencionar aquello, apretó sus puños y se peinó los cabellos con fuerza. Quería volver en el pasado y evitar tantas cosas horribles, pero eso solo era un sueño imposible — Aun recuerdo la linda jaula que yo tenía. Chiquita, oscura, sin nada más que un reloj tictac… dos semanas sin nada más que agua y… me perdí

—¿y tu hermano?

—¿no es obvio? – sonrió con rabia – Timoteo lo torturó como nunca. Lo usó para saber si es que él podría despertar una naturaleza como la mía, pero era imposible, porque él no tenía un gen mutado

—pero los ancianos pueden saber quién lo tiene y quién no — afirmó Kyoya

—¿y usted les creyó? – dijo riéndose – exámenes no funcionan, porque el gen no se ve con pruebas cualquiera… el gen está aquí – dijo apuntándose a una parte de la nuca – es tan diminuto como una neurona o lago así

—¿cómo sabes eso?

—Reborn lo sabe, él me lo dijo y yo le dije a Timoteo — Tsuna se sentía tan despreciable al contar aquello — Mató a muchos, simplemente para llegar a la conclusión de que reconocer ese gen era imposible. Y ahora, a lo que llaman “estudios para saber si eres clase A” solo son mentiras. Ellos crean muchas cosas para justificar sus matanzas e investigaciones fraudulentas y crueles

—entonces los que asesinamos en esa ciudad… no eran nada definido… no eran una amenaza en potencia — ¿por qué no le sorprendía?

—mi hermano pasó por pruebas múltiples hasta que se decidió no era un clase A y entonces quisieron ver si yo podía volverme clase B o C. Fue entonces que mataron mi cordura — Tsuna lanzó el plato fuera de su jaula y se recostó en el suelo — Una jaula, Dino en medio, yo sin ataduras. Según Timoteo, Dino me llamó infinidad de veces, pero yo no estaba consiente. Tenía hambre, estaba muriéndome por alguna cosa que me inyectaron, tenía que sobrevivir y… lo maté

—así que no era mentira aquello. Tú en verdad te comiste a tu hermano

—me lo comí — confesó con seriedad mientras apretaba su ropa por encima del pecho — lo desgarré, lo destrocé, lo disfruté – dijo con lágrimas surcando sus mejillas – y al despertar, sólo podía ver su rostro inerte lleno de una expresión dolor y mis manos llenas de su sangre. Perdí la cordura ese día… intenté escapar, me destrocé las manos con los vidrios blindados, estaba fuera de mí y… — quería llorar amargamente por ese recuerdo, pero ya había llorado durante años. Ya era suficiente, por eso limpió su dolor y miró a Kyoya — supongo que ya sabe de quién quiero vengarme, ¿no?

—ellos no quieren nada más que su propia satisfacción — concluyó Kyoya. Vaya que los ancianitos eran simplemente… dementes, seniles tal vez — ustedes solo son conejillos de indias resistentes… muy bonito

—y ustedes son los bastardos que son usados para sacar la información que, tal vez, yo no les di antes

—¿cómo qué? — la narración era interesante, quería saber más

—hum — Tsuna se burló de su custodio y se acercó a los barrotes — lléveme con Reborn y le diré — susurró para que sólo Kyoya lo escuchara

—¿por qué quieres ir con él?

—es mi padre, quiero ver que está bien – sonrió con una ternura mal disimulada — sólo eso

—no puedo

—sí puede – susurró acercándose aún más a los barrotes – regréseme

—claro que no

—entonces dígales que descubrió la zona de refugio de los de mi clase – sonrió divertido – haga que organicen una cacería

—quieres matar a Timoteo, ¿no es verdad?

—si — siseaba como una serpiente feliz

—entonces iremos al cuartel central mañana — Kyoya quería presenciar aquello en primera fila — te llevaré con Reborn… me inventaré algo para que puedas compartir celda con ese viejo… y después veremos si te puedo dejar con Timoteo. Es todo lo que haré y a cambio tú soltarás la lengua Tsunayoshi

—trato… hecho — esa sonrisa más parecía una condena de muerte, que un pacto normal en donde ambos involucrados ganaban

 

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

Vaya, se me fue un capítulo en la explicación sobre el pasado de Tsuna… me sobrepasé creo yo… un poquito, pero no lo pude evitar. Creo que con esto ya se aclararon algunas cosas que estaban rondando por ahí. Si me faltó algo, háganmelo saber para añadirlo en el siguiente capítulo, pero ya no más como un capítulo entero ajjajaja… sólo una mención

En este punto de mi vida, me pregunto si soy cruel… la verdad creo que no… porque KS eso si es cruel... me destroza y me duele... pero es interesante

Bueno. Esta ficker intentará dormir babys~

Muchas gracias por leer esta historia

Muchos besos~

Los ama: Krat

 


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