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Problemas de clase por 1827kratSN

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En la mañana número catorce desde que empezó a tomar esos malditos medicamentos y a inyectarse algo que desconocía pero que le informaron era para el tratamiento, se sintió mucho mejor. Cuando abrió los ojos y la claridad lo acunó, se sintió mucho más ligero, más vivo. De una manera extraña sintió que su alma regresó a su cuerpo, era ridículo, pero esa sensación tenía. Se volvía a sentir humano, era patético, pero si eso le devolvía el goce por las torturas, misiones y su vida en general, lo soportaría

Como cada mañana Hibari caminaba a su cocina, revisaba lo que había en la refrigeradora y desayunaba como era debido, todo sin siquiera mirar a la jaula en la que se encontraban las causas de sus deseos por recuperar la vitalidad de su alma. Los odiaba, más odiaba las mentiras que ese castaño le decía y eso le certificaba que estaba volviendo a la normalidad. Se tomaba su tiempo para saborear cada trozo de pan, carne, huevos, café, todo. Trataba de fingir que no tenía ninguna mascota molesta ni un cachorro problemático, pero eso no duraba

 

 

—Nana — esa vocecita aguda resonaba en los oídos de Hibari, pero éste la ignoraba

—Ven aquí, Sora — después estaba él, quien no dejaba que su hijo se acercara demasiado a los barrotes

—Na… na — Hibari no tenía que mirar para saber que ese niño sacaba su bracito por entre los barrotes y lo señalaba, mejor dicho, señalaba la comida que él consumía — Na

—Sora — era la orden del castaño antes de tomar al bebé en brazos y gruñir bajito mientras procedía a internarse al fondo de la celda. Hibari no sabía qué significaba ese sonido brotado del animal… pero tal vez lo presentía

 

 

Tsuna cargaba a Sora, le besaba mejillas, acariciaba sus cabellos mientras buscaba alguna cosa que guardara de reserva para comer, porque al maldito de su guardián no le había dado la gana de darles alimento en dos días. Ni siquiera sabía el porqué de ese odio desmedido hacia su niño. Hibari podía hacerle a él lo que sea, pero a su hijo, al de los dos… Dolía más no podía protestar. «La comida de afuera es mala» solía mentirle a su hijito que entre monosílabos humanos pedía comida, pero que en su idioma animal lo pedía en frases entendibles, «por eso debemos esperar a que nos traigan algo bueno, algo que yo sepa que es bueno para que tú crezcas sano».

Se sentaba en su nido y jugaba con las manitos de su niño, pero siendo que Sora no entendía su situación era obvio que siguiera insistiendo en que tenía hambre, en que en esa mesa había algo que olía bien… y Tsuna recordó con melancolía que en su madriguera los niños podían pedir lo que sea y se les era cedido con prontitud porque se priorizaba el hambre por sobre lo demás. Si estuviese en su madriguera seguramente Sora tendría un buen peso, sería algo regordete y sus mejillas rosadas destacarían por su redondez… pero en esa celda, el hambre era el único pan diario que tenían… incluso parecía que Ricardo lo ordenaba pues las raciones que llegaban sólo eran para Hibari, y para él lo único que había eran miradas asqueadas y de vez en cuando un tarro de leche para que su bebé no muriera aun

Detener los experimentos en Tsuna costaba, el precio era la indiferencia. Si él no le servía a la armada, la armada no le cedería lo que necesitaba.

 

 

Hambre, mamma — volvía a quejarse mientras tiraba de la camisa un poco sucia de Tsuna

Podemos intentarlo — suspiraba antes de levantarse la camisa y mostrar su pecho. Su niño se acercaba entusiasmado e incluso lo mordía debido a la desesperación — no tan fuerte — mas no le importaba porque sabía que su pequeño estaba hambriento

 

 

Tsuna escuchaba la succión insistente de su pequeño, pero era inútil. Sus pechos estaban secos, no salían nada más que unas cuantas gotas de leche que no saciarían a nadie, pero al menos su hijo succionaba y se entretenía, o al menos se hacía la idea de que su estomaguito se llenaría. Eso era jugar sucio, sin embargo, no había de otra

Un sonido lo sacaba de su meditación e iba a maldecir al idiota que gustaba de fastidiarle la vida, pero cuando vio al frente se quedó callado. Ese idiota había arrojado algo dentro de la jaula, era un pan a medio comer, sólo un pequeño trozo que fue lanzado por la persona que caminaba alejándose con prepotencia. ¿Era eso lo que se merecía ahora? Limosnas, sobras, desechos, pero… no los despreciaría, no podía. En ese infierno el orgullo no llevaba a nada bueno, menos si es que alguien más dependía de ti.

Tsuna tomó el trozo de pan aún con su niño succionando algo seco, lo olió detenidamente para verificar que no tuviera nada raro y le sonrió a su hijito quien lo veía expectante por una autorización. Tsuna partió el pedazo en pequeños trocitos y todos se los dio al pequeño quien, con ansias humanas, procedió a morderlos y calmar su hambre

 

 

Toma, mamma — y era esa la recompensa más grande de su vida.

Gracias, mi cielito — se le escapó una lágrima porque su niño era un angelito maldecido — pero, ¿no quieres comerlo tú?

—Mamma, también come esto — sonreía mientras mostraba el trocito de pan que procedió a colocar entre los labios de Tsuna — ¿rico? — preguntaba con ilusión

—Muy rico — Tsuna sorbía su nariz mientras masticaba con paciencia, sonriendo, fingiendo que ese pequeño trozo era infinito para que su niño comiera el resto y no se preocupara por él

 

 

Movimiento…

 

 

A lo lejos se veía un tumulto de personas que caminaban a paso firme, el vigía dio el aviso y muchos de los que estaban dentro de la madriguera salieron para ver el inicio de todo. Algunos sonreían porque nunca pensaron que un gran número de los suyos empezara a llegar tan pronto, otros bufaban porque solo veían a chiquillos, unos pocos ignoraban eso y volvían a sus quehaceres porque el trabajo aumentaría de forma atroz

 

 

—Bienvenidos — Skull, quien hasta ese punto fue el guía de ese pequeño escuadrón, se detuvo en frente de todos y los miró con amabilidad — este es su nuevo hogar

—¿Gracias? — masculló uno de los más maduros del grupo, que aparentaba tener los 18 años de edad — pero…

—Dirás, su nueva familia — I-pin salió para posarse junto a su esposo, tomarlo de la mano y saludarlo con una sonrisa — porque eso somos todos los que vivimos aquí y los que están distribuidos en las otras cedes

—Sí — corearon los recién llegados con duda mientras se sentían intimidados por las miradas de los que sí formaban parte de ese hogar

—Tranquilos, muchos muerden… pero a la familia no se la asesina — I-pin sonrió divertida al verlos temblar porque se recordaba a sí misma cuando llegó — pero supongo que cada uno de ustedes muerde también, así que es algo sanguíneo  

—Disculpe que la interrumpa, pero… nosotros apenas nos enteramos que… que somos así — el chico no se atrevía a levantar mucho su voz, él, al igual que el resto, estaba asustado

—No lo digas como si lo menospreciaras — Skull frunció su ceño — porque debes estar orgulloso de tu naturaleza, porque son únicos y porque por esa razón llegaron hasta aquí

—Somos unos monstruos, eso quieres decir — masculló uno de los jovencitos

—Lo somos — certificó Reborn quien salía apenas a paso calmo y desinteresado — ustedes lo son aún más porque no saben controlar una mera necesidad de hambre… pues si están aquí es porque despertaron y al menos mataron a una persona

 

 

Silencio extendido porque la dura realidad era esa. Los jovencitos se miraron entre sí y reconocieron que cada uno fue, en mayor o menor escala, un asesino que tuvo que huir, algunos incluso tenían sangre seca en su ropaje. No tenían más hogar que con los de esa clase, con la clase a la que ellos pertenecían, lo que su sangre dictaba y el hombre que les hablaba era el líder de todo eso

Reborn los miraba con frialdad, analizando a cada uno, contabilizándolos de una vez, y cruzándose de brazos al saber que tenía a una bola de bebés con miedo de sus propios dientes, pero era lo que tenían y debía aprovecharlos porque lo que se venía no era fácil.

Todo era tenso, todos se miraban sin saber que decir, los más antiguos ya escogían a los mejores chicos para priorizarlos, los demás empezaban con la tarea de acomodar los cuartos para que todos alcanzasen y calculaban el alimento a ceder.

 

 

—Creo que ella te ayudará a quitar este ambiente pesado — una rubia salió de pronto, en sus brazos cargaba a una pequeña bebita de cabellos negros que mordisqueaba un juguete de plástico

—Te dije que no la sacaras — gruñó en amenaza, pero esa mujer era de las pocas inmunes a su aura oscura

Pappa — era Ai la que, al reconocer al azabache líder, soltó lo que tenía en sus manos y boca para estirar sus bracitos en busca de atención

—Por eso la traje — sonrió Elena mientras se posaba junto a su líder — porque busca a su padre

—Papi… juega con mi — era un lenguaje entremezclado entre sonidos gatunos aprendidos por mera costumbre en la manada y la voz de cualquier niño humano normal. Era una bebé que fue cargada con sumo cariño y cuidado por el líder de esa manada, el cual era considerado como uno de los asesinos en masa más sanguinarios

—Somos una familia — sonrió I-pin mirando al grupo que seguramente no creía que ese aterrador hombre podía ser padre de una hermosa niña —. Como pueden ver, aquí sólo intentamos sobrevivir, luchar por lo que tenemos… cuidar a nuestra descendencia. Ahora ustedes forman parte de esto, pero tienen que apegarse a las leyes que nos rigen y a los planes trazados

—Sólo así seguiremos vivos — Skull sonrió con altanería mientras tomaba la mano de su esposa y se encaminaba a la entrada de la madriguera —. Vamos, tienen que conocer su nuevo hogar

—¿Esto es una treta? — masculló uno de los jovencitos

—Puede ser — Reborn lo miró y causó escalofríos en la mayoría, menos en la nenita que se chupaba los dedos mientras que, con su mano libre, intentaba agarrar el cabello del mayor — pero no tienen opción… porque ahora son clase A y de eso no se puede escapar

 

 

El hielo se derrite…

 

 

¿Cuánto pasó desde que empezó a sentirse humano de nuevo? Un mes tal vez… más o menos que eso y poco le importaba, porque había cosas en las que se estaba fijando con más ímpetu que antes

Hibari aún seguía cumpliendo cada orden dada por sus superiores, incluso llevó a Tsuna a misiones de alto riesgo de las que lo vio salir casi ileso con Sora entre sus brazos. Poco le importaba… o eso estaba pensando hasta que se dio la última salida en donde el pequeño mocoso llorón casi fue devorado por otro clase A y en la que su pecho sintió una punzada debido a un recuerdo que lo atormentó. Una memoria que de pronto surgió… porque él perdió a su hermana de esa forma, en una emboscada, y porque él mismo casi muere de esa manera de no ser por un soldado caído del cielo. Sabía el miedo que esa situación causaba, sabía cómo se sentían los segundos anteriores a una muerte que no se daba… sabía el trauma que eso generaba… Recordó también jurarse a sí mismo que nunca volvería a dejar que alguien muriera de esa forma, no mientras él pudiese impedirlo. Pero con los años olvidó de aquella niñería dada por sus cortos años infantiles y terminó por ser quien miraba todo en silencio, siendo apático ante sufrimiento del prójimo.

Era irónico que cambiase tanto en tan sólo unos años  

Kyoya tuvo un cambio en su rutina desde hace varios días y era que se sentaba en el suelo, se apoyaba en una pared y miraba, sólo eso. Se quedaba apreciando el contenido de esa jaula porque le daba curiosidad. Al inicio el castaño solía quedarse en una esquina, escondiendo a su hijo tanto como pudiese, pero, siendo el mocoso un pequeño lleno de energías, eso no duraba. El carcelero veía a Sora gatear por el espacio reducido mientras exploraba los escasos lugares que tenía a disposición bajo la atenta mirada de Tsuna que no bajaba la guardia ni por un instante

No podía acercarse, lo intentó una vez y casi pierde su garganta en el proceso. Era obvio que el castaño no confiaba, mucho menos si él mismo gustaba de dañarlo contantemente cuando quería desahogar su necesidad sexual por mero capricho. Tsuna no se quejaba cuando él exigía la paga por no dañar al mocoso, sólo salía, cerraba la reja, y se sentaba a esperar lo que sucediera, eso siempre y cuando Sora durmiera. Era como un muñequito de trapo que Kyoya disfrutaba de rasgar… ahora sí que lo hacía, porque al fin recuperó su alma

Pero había ocasiones en que no quería hacer nada más que mirar y en esa tarde fue así.

Tsuna lo observaba con desconfianza cada cierto tiempo, le gruñía a veces, ocasionalmente exigía su ración de comida y Kyoya en esa tarde no se la negó. El carcelero colocó un plato lleno de carne cruda en trozos, un pequeño tazón con carne ya cocinada junto al otro y se alejó para observar. El castaño solía oler y verificar el buen estado de la comida que le daría a su cría y con cuidado dividía la carne cocida en trozos que su hijo degustaba con felicidad mientras murmuraba algo que parecían ser imitaciones de un gato, o mientras agitaba una pequeña tela entre sus manos. La carne cruda tenía un proceso diferente y Kyoya suponía era porque la dureza de la misma era inconveniente para el más pequeño. Tsuna la masticaba y después se la daba al niño para que éste no tuviera problemas al consumirla. A veces el castaño guardaba unas porciones para cederlas como aperitivos en el transcurso de la tarde y combinarlas con la leche que el pequeño aun consumía.

Lo importante de todos esos días de análisis fue que Kyoya certificó que el castaño casi no comía

 

 

—Te doy raciones para ti y tu hijo, ¿por qué desprecias la tuya? — empezó con eso y sonrió internamente cuando ese clase A le puso atención

—¿Y a usted qué carajos el importa?

—Morirás por inanición

—¿Y qué cree que como en las misiones? ¿Tierra? — gruñía con enfado porque recordar lo que hacía era desagradable… incluso se volvió carroñero pues no tenía demasiado tiempo cuando abandonaba las celdas de la armada

—Así que por eso demoras a veces — sonrió con cinismo — asesino

—Sólo sobrevivo — lo miró mal — porque el hijo de puta que tengo como dueño no me da suficiente alimento… y mi prioridad es la salud de mi hijo

—¿Por qué?

—Eso debería saberlo… es su hijo también — Tsuna contraatacó con lo mejor que tenía

—El mocoso morirá de todas formas — rodó los ojos pues, aunque el castaño siguiera insistiendo en que ese chiquillo era el hijo de ambos, él no lo creía

—No mientras yo viva — así terminaba la discusión diaria y Kyoya solía sonreír divertido por eso

 

 

En otros días pasaban cosas más normales desde la perspectiva humana puesto que el mocoso era curioso. Sora solía acercarse a los barrotes e intentaba salir, pero obviamente su padre lo detenía de inmediato. En una ocasión estuvo por lograrlo, ya que tenía medio cuerpo fuera de la jaula y lo único que lo detenía era su pancita redondeada y el pañal estorboso, pero una vez más el castaño lo capturó. Kyoya sólo solía mirar, sin hacer nada, pero siempre esperaba ver qué tan lejos podía llegar ese niño.

Una vez Kyoya dejó la reja abierta y el pequeño azabache no tardó en darse cuenta, ni siquiera dudó en ir hacia su libertad. Lo hubiese logrado puesto que Tsuna dormía, pero se cayó de sentón cuando empujaba la reja y con eso despertó al castaño. Su intento de fuga falló nuevamente. En esa ocasión el carcelero se dio el lujo de reírse porque el mocoso parecía no muy contento y pataleó e hizo berrinche hasta que de nuevo estaba comiendo

 

 

—¿Qué haces? — preguntó Hibari en uno de esos días cuando vio al castaño destrozar algunas de las telas que lo abrigaban en las frías noches en las que nevaba

—Métase el dedo en el culo — bramó antes de darle la espalda al azabache

—Haré eso contigo después

—Púdrase

 

 

Tsuna ignoraba la presencia del carcelero y seguía en su escueta tarea manual mientras su hijo lo ayudaba, o eso intentaba pues Sora recogía todos los trocitos de tela y los lanzaba a otro lado. El castaño reía al verlo, no le importaba que hiciese eso, era mejor así ya que ambos se entretenían. Lo que el castaño estaba haciendo era un intento de muñeco de trapo ya que su hijo había destrozado el juguete de plástico que le consiguió en las anteriores misiones, después de todo, Sora solía morder con sus dientes un tanto afilados, con tanta fuerza, que destrozaba cualquier cosa. Esa era una digna característica distintiva de su especie, la mordida a presión. Por eso Tsuna intentaría que ese nuevo juguete durara un poco más.

Recogió todos los pedazos de tela y los envolvió en un pedazo cuadrado de tamaño adecuado, acomodó todo con cuidado hasta que quedó una bolita algo dura, incluso tenía la suficiente tela sobrante para que simulara un cuerpito fantasmal, un vestidito tal vez sería mejor descripción. Con parte del elástico que halló por casualidad, ató lo que simularía ser la cabeza del juguete, le dio tantas vueltas como le fue posible, se aseguró de que quedara bien. Lo envolvió con otra tela algo grande y repitió el proceso hasta que pensó que era suficiente. Con sus garras le dio forma al cuerpecito y sonrió al terminarlo. No era mucho, pero así por lo menos Sora tendría algo que morder o con lo que jugar… era suficiente hasta que saliera de nuevo de misión y encontrara algo más adecuado para un pequeño clase A en crecimiento

 

 

—Toma, Sora — volteó hasta donde su hijo se suponía estaba sentado… pero no lo halló — ¿Sora? — Tsuna se levantó de inmediato y vio que su niño estaba sentado cerca de los barrotes, mirando con diversión a algo

 

 

Lo que su hijo miraba era una pelota verdosa que pasaba de mano en mano del carcelero. Para un niño, el color y la forma del objeto era hipnótico, por eso Sora no lo perdía de vista ni por un segundo y, al parecer, el carcelero se aprovechaba de eso. Mas, cuando Tsuna quiso acercarse y detener esa estupidez, Hibari lanzó la pelotita hasta que ésta se posó en medio de las piernas del bebé. Sora casi chilló debido a la emoción al atraparla, y se esforzó hasta sostenerla entre sus manitas. Su felicidad era tan sencilla… pero incorrecta.

Era el enemigo que estaba intentando jugar con ellos

 

 

—Ven aquí — Tsuna cargó a su niño con rapidez, y se internó en la jaula hasta llegar a la esquina — ¡Mira lo que tengo aquí! — captó la atención del menor con su pequeño juguete recién fabricado y con disimulo le quitó la pelota recién adquirida

Carbón — murmuró Sora antes de elevar sus manitas y tomar lo que su padre le ofrecía, rió casi de inmediato

—Sí — sonrió Tsuna mientras le besaba la frente — es… carbón

 

 

El pequeño no se fijó más que en el muñeco que simulaba ser una niña de largo cabello recogido en una trenza, era una distracción efectiva. Sora estaba contento mordiendo su nueva posesión y repitiendo el nombre que tanto solía decir y escuchar en la manada. Tsuna, por su parte, frunció el ceño antes de arrojar esa pelota hacia el rostro del carcelero que sonreía divertido, lo hizo con tal precisión que, si es que Hibari no la esquivaba, se hubiese roto la nariz. El impacto fue tan duro que la pared sufrió una magulladura y la pelota rebotó por las paredes contiguas haciendo el mismo destrozo en estas, hasta que se reventó en la última colisión. Era una advertencia que dictaba que Tsuna no quería nada de parte del carcelero, armada, enemigo. No permitiría que algo inmundo fuera cedido a su hijo

Hibari rió porque no sería la última vez que intentaría aquello… él quería ver qué tan bien era aceptado por el bebé ignorante de la posición en la que estaban. Era divertido

 

 

Entrenado… entrenador

 

 

Llegaba con calma al sitio acordado y se sentía tan exaltado que tuvo que morderse la muñeca para calmarse. Su actual jefe permanecía a su lado, sonreía, y le palmeaba la espalda para animarlo, pero no era necesario, no lo necesitaba… porque al fin estaba en casa.

Lambo caminaba con prisa cuando ya pisaba los límites de esa manada que tanto extrañó en esos largos meses. Se sentía eufórico porque al fin, después de tantos fallos, traumas, dolorosas enseñanzas, lo logró. La autorización la dio el propio Reborn y juraba que nadie podía sacarlo de allí de nuevo.

Al fin volvía a donde pertenecía, al fin abandonaba esa manada de dementes, al fin retornaba al sitio del cual no debió salir. Y lo mejor de todo era que su mayor piedra en el camino no lo molestaría, y sin él, podría seguir cuerdo en la mayor parte del tiempo… eso a pesar de que sus cicatrices mentales no lo dejarían jamás

 

 

—Calma, dulce de uva

—Byakuran… ¿en serio dijo que… seré recibido como miembro de la manada? — sonreía cual niño en navidad

—Si te portas bien, será permanente, sino… tu pareja será Kikyo — sonreía divertido

—Jamás aceptaría eso — sonrió mientras daba los pasos faltantes para ponerse delante del vigía de ese día

—¿Entonces conmigo? — hablaba con voz infantil mientras hacía pucheros que eran completamente ignorados — Lambo~ hazme caso~

—Jamás — mordía su labio inferior al reconocer cada porción de suelo arenoso que rodeaba la entrada a la madriguera — ¡jamás! Pues yo sólo seré de Reborn

—Eso es gracias a mí. No lo olvides

—Gracias — ironizó mientras se apartaba de Byakuran y se presentaba ante los que custodiaban la entrada, a los que les sonrió emocionado porque no le negarían el paso — gracias, gracias, gracias

—Recuerda que me debes un favor

—Sí, sí — masculló mientras seguía a los guías hasta la entrada y escuchaba los pasos que alguien daba para salir a recibirlo — hablaré con Mukuro cuando se pueda

—Cumple bien con tu trabajo, Lambo

—Lo haré… porque no me pienso ir de aquí nunca más

 

 

Lambo lo había hecho, lo había logrado a pesar de lo horrendo que fue el proceso. Se había convertido en uno de los doce clase A especializados en artes de guerra, en enseñanza más que todo. Sabía cada cosa necesaria para forjar un buen soldado y a más de eso, sabía controlar bien su naturaleza clase A… Lo logró a base del inmenso deseo por regresar al que consideraba su hogar. No le importó aprender todo lo que Byakuran quiso enseñarle, no protestó, se esforzó hasta casi llegar a los limites más extremos, pero todo tuvo su recompensa y esa fue ser recibido por el propio Reborn… y su hermana, su amada hermana

I-pin lo miró asombrada, pero después sólo sonrió. El amor de hermanos no se podría borrar por más miserables que fueran los actos del contrario. Un abrazo fraterno, amenazas para que no se hiciesen tonterías, disculpas, miedos, angustia. Ambos notaron los cambios del contrario. Ya no eran los mismos, desde que huyeron de la armada dejaron de serlo… pero en ese punto se notaba demasiado y era horrible

La bienvenida no se extendió demasiado porque Lambo estaba allí para demostrar que tenía algo bueno que ofrecer y que por eso se merecía su lugar en la manada. Reborn ni lo miró, pero eso no menguó la sonrisa del de ojos verdosos, los mismos que ahora se mostraban un tanto afilados debido a la dureza de su anterior entrenamiento. Lambo ya no era el mismo idiota, sabía que tenía que ir de paso en paso para reencontrar el punto en donde se quedó en esa manada y también era consciente de que debía volver a cultivar la relación con su tío

Por ahora tenía algo en lo que centrarse y una advertencia que la lúgubre mirada de Reborn le dio

 

 

—Comete un error y no te volverás a salvar — el líder empujó a Lambo con fuerza para ponerlo delante de los cincuenta muchachitos que empezarían con el “estudio”

—También te extrañé — sonrió divertido antes de encaminarse hasta posarse justo en el centro de todos esos niños, porque con esas miradas aun brillantes, eran eso: niños

—Ya verás lo bien que lo hace… venimos practicando en mi pelotón más joven — se reía Byakuran quien buscaba –no tan disimuladamente-, al dueño de sus anhelos

—Mukuro está atendiendo la guardería — Reborn gruñó al entender las intenciones de su aliado — así que mejor ni lo intentes. Tú no tienes autorización para entrar ahí

—Bien, bien… entonces ahora sólo miremos

 

 

Lambo no dijo nada mientras rodeaba a los chicos, los miraba de refilón, suspiraba cansado, notaba a algunos más altos que él y los analizaba. No sonrió mientras rodaba los ojos por los cuerpos que estaban tomando forma porque suponía que Reborn les dio un poco de entrenamiento antes de la verdadera pesadilla. Era bueno, mucho, a decir verdad, porque con él como maestro… eso sería la base esencial para empezar. Cuando terminó y escuchó los murmullos que lo dictaban como “raro”, sólo sonrió de lado mientras elevaba su cabeza y se acomodaba los largos cabellos rizados que dentro de poco cortaría porque le estorbaban.

Era hora de demostrar su nueva naturaleza

 

 

—Ustedes serán mis sacos de entrenamiento desde este punto — los miró con superioridad y se tronó los dedos — porque si fallan en las cosas que yo les impondré… los destrozaré

—Buen inicio — se burló un muchacho, mas no tardó en caer de rodillas, porque en un movimiento demasiado veloz Lambo le estampó la rodilla en su estómago — ugh…

—¿Alguien más quiere hacerse el graciosito? — silencio cortado por la risita de Byakuran que le daba ánimos para seguir

—Eres tan lindo, mi dulce de uva~

—Desde este punto, yo les mostraré el infierno que es estar en las jaulas de la armada

—¿Por qué? — la voz de una muchachita tembló

—Porque sólo así sentirán miedo y evitarán a toda costa ser capturados o vencidos por esa MANADA DE FILETES ANDANTES — les gritó en la cara a algunos, empujó a otros, a uno le agarró las mejillas y las apretó hasta que éste se quejó — ¡sólo así sobrevivirán!

—Suena incoherente

—Dile eso al soldado que te meterá una bala en el pulmón derecho para que no puedas respirar bien y por ende tu paso disminuya en el escape… dile eso a quien usará a tus hijos, hermanos, padres, para manipularte y al final matará al rehén en frente de tus ojos a pesar de que hayas cumplido con las demandas impuestas

—Es bueno — dictó I-pin pues hasta ella sintió miedo al imaginarse todo lo que Lambo decía

—Desde este punto… yo seré su torturador — Lambo se puso serio antes de mirarlos con desdén — y no soy piadoso… es más… me falta un tornillo — sonrió divertido — sino me creen, pregúntenle a cualquiera

—Los estás asustando en vano — corrigió el mayor del grupo inexperto — ¿qué ganas con eso?

—Infundirles miedo… ahora cállate o serás el primero que lidere los castigos — lo empujó tan fuerte que lo hizo caer al piso de sentón

—Demonios — gruñeron algunos al sentir las ansias de sangre que de pronto Lambo empezó a mostrar

—¡Las reglas son simples! Ustedes fallan y yo los torturo. Ustedes me desobedecen y yo les disparo en la rodilla y les obligo a seguir con el entrenamiento. Ustedes me demuestran que no están hechos para esto y yo hundiré mis dedos en su subconsciente para que eso cambie… Ustedes fallan en el cumplimiento del propósito y yo los mataré  

—¿Qué clase de loco eres?

—El mejor — sonrió mostrando sus dientes blanquecinos y recientemente afilados — porque al menos así les estaré enseñando a sobrevivir en este asqueroso mundo y lo único que necesito es: SU MALDITA DEDICACIÓN

—Me convenció — dictó Reborn mientras se daba vuelta —. Si me da buenos resultados, se queda

—¡NO SOY PIADOSO! ¡NO SOY HUMANO! ¡NO SOY UN MAESTRO! — Lambo ni se inmutó por perder un espectador. Les rugió bajito a sus nuevos subordinados, demostrando su naturaleza animal — así que no se arriesguen a incumplir con mis expectativas

—Vinimos aquí para sobrevivir

—Y eso harán

—Pero intentas matarnos

—Si no sobreviven a mi enseñanza… no sobrevivirán a la cacería que nos dará la armada en unos meses. — Los vio temblar… él también lo hizo cuando comenzó con su aprendizaje y se enteró de la amenaza latente — Así de simple… Así que, si quieren vivir, me escucharán con atención y harán lo que les digo. ¡¿ENTENDIERON?!

—Sí — ahí empezaba algo más

 

 

Cielo…

 

 

Tsuna estaba más precavido que nunca, no confiaba en los pequeños actos “amables” que el azabache estaba mostrando. Después de haber oído la confesión de Kyoya en la que dejaba en claro que no le importaba ver morir a sus hijos, tenía miedo, no quería ni siquiera dejar a su hijo solo por un momento. Por eso lo acunaba en brazos hasta que se dormía, jugaba con él para entretenerlo, hablaba, lo mimaba, lo aseaba con dedicación y no dejaba su jaula. No se sentía en paz ni siquiera cuando el otro quería aquello y él calladamente obedecía.

El temor tenía un aroma agridulce, o eso creía Kyoya pues veía al castaño aferrarse a su hijo en las noches mientras despedía ese aroma. No podía creer que una bestia como esa, la cual le rompió el brazo de un solo movimiento, podía ponerse en aquella faceta por sólo una verdad revelada sin pensarlo… aunque sus acciones posteriores tampoco fueron una buena carta de presentación. Ya ni siquiera recordaba por qué quiso ver morir a ese niño

 

 

—¿Qué haces? ¿Te lo comerás? – preguntó al ver como Tsuna lamía la mejilla derecha de Sora para después seguir con la otra — responde — el castaño empezaba a hacerlo por diferentes partes del bebé… pero no parecía querer dañarlo

—No — sólo pronunció aquello antes de seguir recorriendo la piel de su hijo con su lengua

—¿Entonces?

—Lo estoy bañando – desde hace tiempo que se acostumbró a contestar cada pregunta y evitar peleas verbales. Tsuna seguía en su tarea, riéndose en conjunto con su bebé que balbuceaba mientras mordía un pequeño juguete que Kyoya le dio y él no pudo desaparecer – pues como usted no me permite usar la bañera sin planear hacerme algo con aspecto sexual… pues no tengo opción más que esta… Aseo a mi bebé con las pocas cosas que tengo

—Sólo pídelo

—¿Debo apelar a su piedad? ¿Qué piedad? – decía con burla mientras besaba a su pequeño niño que pataleaba – usted es como toda su gente… un desalmado

—No le haré nada a Sora – dijo mientras abría la jaula y señalaba el baño – úsalo, herbívoro

—No le creo nada – gruñó e inicialmente quiso negarse, pero la puerta seguía abierta y el carcelero no daba muestras de querer hacer algo más que sentarse en una silla y mirar.

 

 

Tsuna lo pensó por mucho tiempo pues podría ser otra maldita trampa en la cual la vida de su pequeño corriera riesgo, pero, por otro lado, estaba la posibilidad de un aseo placentero para Sora. Era tan duro decidir, mejor dicho, era tan duro aceptar que necesitaba de la piedad ajena. No renegó y salió de su jaula, lo hizo a paso calmado, siempre manteniendo en la mira a Kyoya, lo hizo hasta que llegó al baño y nada raro sucedió.

Decidió entonces creer que ese idiota no haría algo peligroso

Tsuna consideraba un “baño” cuando los superiores llegaban a revisarlo y lo mojaban a través de una manguera a presión, pero eso sólo era traumatizante para su pequeño, por eso hace tiempo decidió rogarle a su carcelero un poco de ayuda. Hasta ese momento Tsuna bañaba a su hijo en una pequeña tina con agua tibia que Kyoya le dejaba, eso cuando el imbécil se le daba por ser “gentil”, pero Sora había crecido esos meses y ya no cabía en ella. Además… Kyoya pareció olvidarse de las necesidades del pequeño y se negaba a darle cosas… por eso el acto de desinterés que le estaba mostrando en ese instante le pareció en extremo raro, pero no desaprovecharle

 

 

—Es mi hijo, ¿no? — definitivamente eso no era normal, pero Tsuna fue testigo de que en las últimas semanas los actos de Hibari no mostraban malas intenciones… incluso le dio dos juguetes a Sora… pero…

—Sigo sin confiar en usted – dijo mirándolo de refilón e internándose en aquel cuarto

—¿Cuántos meses tiene? — se quedó sentado en esa silla, cruzándose de brazos, mirando sin demasiado interés

—¿Se dice su padre y ni siquiera eso sabe? – Tsuna no notaba algo extraño en Hibari, tampoco esperaba que el azabache recordara la edad de su hijo, y eso ya lo estaba poniendo incómodo. Kyoya ni siquiera había cargado a Sora desde que se enteró de que era su descendiente, tampoco velaba por él, sólo quería sexo y ya – tiene un año y siete meses – respondió con calma mientras abría el grifo de la tina y sentaba a su bebé en el suelo

—Cómo pasa el tiempo –  miró al pequeño por unos momentos pues su única exigencia era que la puerta no se cerrara. Tsuna tardó un poco en relajarse, pero después simplemente suspiró antes de empezar a desnudar al pequeño, sosteniéndolo con extremo cuidado mientras se sonreían entre sí – ¿cuándo hablará? — decidió seguir con la plática porque despertó una leve curiosidad en su interior. ¿En verdad ese niño podría ser suyo?

—Ya lo hace – dijo sin mirar al carcelero y procediendo a desnudarse también. Iba a aprovechar la ocasión y se metería con su hijo en esa tina, tal cual lo hacía cuando vivía plenamente en la manada

—No lo he escuchado

—Mi pequeño cielo – Tsuna decidió darle un pequeño pago al hombre que le cedió una vana satisfacción. Habló mientras se acomodaba en la tina y sentaba a Sora sobre sus piernas — Sora — hizo una mueca para llamar la atención de su hijo mientras abría la llave un poco más para llenar la bañera con el cálido líquido – ¿quién soy?

—Papá – decía bajito como en un susurro y Tsuna lo besaba con orgullo – pa… papá – reía con agudeza llamando la atención de Kyoya

—No le digo que actué como un padre – Tsuna miró al azabache con seriedad – pero al menos tenga decencia… Deme lo que le pido sin chistar y yo no daré problemas. — arrugó su nariz debido al enfado — Sigo esperando las papillas y el nuevo biberón

—¿No le dabas de lactar? — ni se inmutó por lo dicho, pero tal vez lo consideraría

—¿Acaso no entiende? — rió con mala gana — Sora necesita más alimento cada vez y yo no puedo dárselo todo

—¿Y?

—Váyase al infierno entonces, bastardo — Kyoya parecía sentirse un poco feliz con aquella rebeldía que mostraba, aunque tal vez sólo era imaginación de Tsuna, pero ocasionalmente creía percibirlas.

 

 

Un baño con su hijo era de lo más divertido, jugaban, se aseaban e ignoraban al hombre que de lejos los vigilaba. Hacían pequeñas interacciones y se forjaban un lazo eterno entre un padre y un hijo, Tsuna velaría porque nada de eso se rompiera incluso si el mundo estaba en contra. Por eso poco le importaba someterse a quien fuera necesario, sólo quería quedarse junto a su pequeño cielo y tal vez aspirar a salir de ese sitio para reencontrarse con la familia que dejó atrás

 

 

Roto…

 

 

Sudaba frío mientras se iba internando en el pasillo que le correspondía, le dolía la cabeza, sentía su sangre hervir, estaba mareando y eso sólo significaba una cosa… su animal quería tomar el control. Lambo experimentaba la agonía que un clase A sufría cuando su naturaleza trataba de surgir, lo hacía desde hace tiempo y seguramente I-pin de igual forma. La única diferencia era que a Lambo se le obligó a reprimir aquello mediante medicación fuerte porque no podía perder ni un solo día de entrenamiento, mas, ahora que estaba libre de eso… tenía que ceder al cambio

 

 

—¿Y a ti qué te pasa? — Lambo elevó la mirada para encontrarse con un par de ojos con heterocromía

—Náuseas — susurró mientras aguantaba la arcada — muchas — se sostuvo de la pared y se inclinó un poco para lograr respirar

—Ya entiendo — sonrió de lado — el niñito ya creció

—Cállate porque no es divertido

—Claro que no lo es — dijo con burla — pero al menos tú, que te criaste en un ambiente humano represivo y además tienes excelentes genes combinados, no sufriste lo que era un despertar oscuro. Uno donde veías tus manos manchadas de rojo y las vísceras regadas por doquier

—En serio voy a vomitar, así que, ¡cállate!

—Kufufu… así que ya eres un completo clase A

—¿Y tú? — lo miró con burla — ¿ya eres por completo la recompensa destinada a Byakuran si ganamos esta guerra?

—Él te envió a verme — Mukuro afirmó con cansancio pues no había salido de los cuneros desde que se informó de la llegada de Byakuran, no le importaba pasar de ermitaño durante meses hasta que ese tipo se largara

—Es obvio — se recostó contra la pared y se obligó a darle contra a Mukuro — me mandó un mensaje para ti

—No sé si quiero escucharlo

—Cuando esto acabe… te vendrá a buscar… porque para ese entonces, tú entenderás que él es la mejor opción — intentó sonreír, pero estaba mareado y sólo brindó una mueca extraña

—Que se pudra

—Bien que te gusta — rió bajito

—Te iba a ayudar, mocoso — su ceja tenía un tic debido al enfado — pero ahora… arréglatelas solo y más te vale que no ataques a nadie — se alejó con prisa porque no quería hacer algo estúpido contra el nuevo maestro de la manada

—Qué doloroso es esto — no pudo dar un paso más y cayó al suelo — pero no perderé el control… lo juro… y también — rió divertido — mi celo lo pasaré con Reborn… o me dejo de llamar… Lambo

 

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

 

Primero, mil disculpas por la demora. Debido al venidero San Valentín mis ideas eran todas rosas y con florecitas, por eso no podía seguir con esto o lo convertiría en un romance que aquí no se debería dar jamás XD

Según mis cálculos esto se termina en cuatro capítulos más… nah, para qué mentirles. No sé exactamente cuántos faltan, pero como se nota, ya entraremos a la guerra en el siguiente  

Los ama: Krat~

Besos y abrazos 


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