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Caminando entre dragones por Kaiku_kun

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Notas del capitulo:

Bueeno, pues después de cinco días de festival metalero aquí estoy de vuelta :) este capítulo lo escribí nada más colgar el anterior, porque sabía que hoy no tendría ningunas ganas de ponerme a escribir, así que... quizás se me ha pasado alguna cosilla, disculpadme si es así jeje ¡seguro que este capítulo os gusta!

20. Normalidad


 


Qué lejos quedaban ya aquellos días locos de vacaciones en otro mundo. Parecían hasta irreales. Podría haberlos soñado perfectamente cualquier ser humano con un poco de imaginación. Ya hacía un mes de aquello. Se acercaba el otoño y todo había vuelto a la normalidad.


Kobayashi, la chica sin vida fuera de su casa y de su trabajo, la que había tenido un año de locura. No le parecía nada irreal, sin embargo, que al llegar a casa se encontrara con dos dragonas muy cariñosas con ella, su pareja y su hija adoptiva. Ellas (y sus amigos) eran la única señal de que nada de aquello era un sueño, pues cada día de duro trabajo era recompensado con las sonrisas de las dos personas que más quería, y le daba igual que no fueran humanas.


—Ya he vuelto… —soltó con voz cansada Kobayashi, cerrando la puerta de su casa.


—¡Kobayashi! —Tohru se acercó dando botecitos por el pasillo—. ¿Cómo te ha ido?


—Buf, agotador. Takiya y yo no damos abasto. Han despedido a varios compañeros de trabajo recientemente. A Elma casi la echan también.


—Vaya, así que ella se ha librado…


Kobayashi le dirigió una mirada molesta por el tonito de su novia. Claro, Tohru se moría de celos cada vez que la pobre Elma andaba cerca, y más siendo su enemiga natural. La humana solamente esperaba que uno de esos días no se le saltara una escama-tornillo y atacara de la nada a la dragona del Orden.


—Se ha librado porque es la que mejor hace el trabajo en su campo.


Mientras se desplazaba hacia el comedor, Kanna salió al paso y le dio una galletita, sin decir nada. Kobayashi se la comió al instante y sonrió.


—¡Qué buena!


—¡Gracias!


Kanna había decidido por su cuenta que ayudaría a Tohru a preparar dulces, y estaba aprendiendo bastante bien. Por ver a su madre sonreír después de enfrentarse diariamente a su archienemigo, lo que fuera. Kobayashi no estaba segura aún si Kanna se daba cuenta de que el trabajo no era exactamente un “enemigo”, pero le daba igual, se reía de todas formas por su forma de pensar.


—¿Hoy no ha venido Saikawa?


—La han castigado por no hacer los deberes de verano. No he podido besarla hoy.


En la vida de Kobayashi, muchísimas cosas estaban pasando muy rápido. Era madre, tenía pareja y tenía nuera, todo en uno. Desde que Saikawa volvió de las vacaciones (sin enterarse del viaje de los dragones, claro), ambas habían estado muy juntas y, cuando Kanna tenía curiosidad, probaban de besarse. No parecía que les acabara de gustar, pero nunca decían que no a uno más. El amor podía más que el asco, en ese caso.


—Me pregunto si perderán la inocencia más temprano que el resto. Kanna se lo está tomando en serio —le susurró Tohru en ese instante.


—Ugh, espero que no, eso sería deprimente…


—¿Por qué, Kobayashi? ¿Te da miedo que te ganen dos niñitas en la carrera por “la primera vez”? —Aah, ese tonito burlón de la dragona que tan histérica ponía a Kobayashi.


—¡No he dicho nada de eso! —Kanna se giró un poco, por las voces. Cuando se distrajo con la tele otra vez, Kobayashi siguió—. Es que parece tan pequeña… No quiero que crezca. Y bueno, claro, desde luego que Saikawa es pequeña, no tiene edad para eso.


—Iba a decir que Kanna es mayor de lo que aparenta, pero me has ganado con lo de Saikawa.


Kobayashi se fue a su cuarto a dejar las cosas y se tumbó por unos instantes. Tohru siempre estaba soltando bromitas como la de hacía un momento sobre el sexo. Antes le daban igual, pero ya no.


Muchas cosas cambiaban entre Midgard y la Tierra. Las dragonas no tenían tanta actividad, no se enfadaban tanto, sonreían más, eran más agradecidas y, si tuviera que haber una batalla entre la Tohru de Midgard y la de la Tierra, la primera ganaría con sobrada ventaja. La Tierra era un planeta desprovisto de magia y ablandaba a los que la solían usar.


Recordando días más movidos y enérgicos, Kobayashi visualizó aquellas bayas malditas que le crearon un auténtico problema: ya no era asexual. La diferencia entre mundos no había sido suficiente para devolverla a su estado normal y, bueno, aunque los momentos de perder la cabeza por el físico de Tohru habían disminuido, seguía estando ahí ese pequeño deseo de probar algo.


El problema era que no sabía lidiar con ese tipo de presiones. Kobayashi había demostrado en más de una ocasión que el hecho de que decidieran las cosas por ella era un grave atentado a su persona y la presión hacia ella era como decir “hey, plantaremos una bomba aquí, cualquier día de estos estalla”. Ya se había peleado con Kanna por su decisión espontánea antes de ir a Midgard, ya había tenido problemas con Tohru para que se contuviera un poco, para que la esperara y no se impacientara, y no quería tener que pasar por eso de nuevo.


Había un punto positivo: esta vez deseaba un poco más que las demás que ocurriera. No era una sorpresa, no era nada comprometedor (comparado con lo que le dijo su padre… y no, lectores, aún no lo sabremos), solamente era algo que era cuestión de tiempo que ocurriera. No quería que Tohru lo arruinara con su superenergía. Quería que saliera de ella misma, de forma orgánica, que un día llegara mágicamente puesta a tono, o que se sintiera más ligera, o que Tohru la sedujera (¿por qué no? Aunque esto era difícil si precisamente le decía a la dragona que no la presionara), o que… La pobre humana no sabía exactamente cómo abordar todo aquello.


—Lucoa —pensó inmediatamente.


Ella era su confidente, después de todo. Llevaba varios días preguntándole cosas cuando tenía ocasión. La primera vez no se le ocurrió mejor manera de hablar que invitarla a casa, pero claro, Tohru estuvo todo el rato presente y Kobayashi no se sintió cómoda. El segundo día fue peor aún, porque Kobayashi la llamó al teléfono desde el móvil, y toda la conversación tuvo ese peso en la espalda de que la estaban espiando. Y el comportamiento sospechoso de Tohru lo acabó de revelar, así que desde entonces lo hacían todo por mensajes de texto. Menos mal que ese segundo día solamente hablaron de que no era lo mismo la Tierra que Midgard, que sino…


Cogió el móvil y le envió un sticker amigable, con una chica de anime sonriendo como Tohru, y otro con la misma chica pidiendo ayuda. Kobayashi se sorprendía a sí misma. Tan seria que era en persona y tan “happyflowers” que se mostraba hablando por el móvil. Lucoa no, Lucoa hablaba justamente como aparentaba, en ese posado comprensivo, sonriente y relajado.


—Hola Kobayashi. —Sticker mono—. ¿Vuelves a tener dudas?


—Bueno, más bien estoy agobiada… —Emoji sonriente pero tenso.


—Tohru ha soltado una de las suyas, ¿no?


—Sí, más o menos. No era nada fuera de lo habitual, pero…


—Sigo pensando que deberías explorar más tu cuerpo. Puede que despiertes una parte de ti que no conoces…


—¡La otra! ¡Pero si ni siquiera soy capaz de… de…! Ya sabes. —Sin emojis, la cosa era más seria.


—¿De ponerte a tono?


—Eso.


—Pero eso es porque no lo has intentado. Todo este tiempo desde la fiesta lo que has hecho ha sido trabajar, jugar con Kanna, pasar el rato y agobiarte por esto. No lo has disfrutado. El sexo no es una obligación, es una distracción.


Iba a refutarle eso, ¿pero qué iba a decir una humana que apenas conocía su cuerpo contra una diosa de la fertilidad? Y, en el fondo, sabía que tenía razón su amiga, y no ella.


—Ya sabes qué es lo que te gusta de ella, ¿no? Físicamente, también quiero decir.


—Sí, supongo…


—Pues úsalo. Fantasea un poco. —Emoji cantarín—. Además, estás enamorada, eso suele ayudar bastante, porque te dan ganas de hacerle cada cosa a tu enamorada…


—Vale, hasta aquí por hoy. —Emoji de espanto y otro incómodo.


—Ya me contarás cómo te ha ido. —Emoji amable.


Kobayashi le devolvió el emoji con su sticker inicial y dejó el móvil a un lado. Se quedó un rato mirando al techo. Tohru siempre estaba cerca, fuera para espiarla o para hacer su vida. A ver, ahora, de dónde sacaba un momento de tranquilidad para ella sola. Solamente había una opción.


—Tohru, me voy a dar un baño relajante, ¿vale? Necesito un descanso.


—Vale. ¿Quieres compañía? —Kobayashi vio en sus ojos que no iba con segundas, que era sincero.


—No, prefiero estar sola.


—De acuerdo. —“Ahora encajaría muy bien mi sticker, es la misma sonrisa”, pensó la humana, con cierta diversión—. Aprovecharé para que Kanna cene y se acueste pronto.


—Sí, es buena idea. Hoy parecía muy cansada.


Kobayashi se preparó para el baño, poniéndose más nerviosa a cada paso que daba. Estaba a punto de… realmente de… Nunca lo había hecho, apenas pensado, y ahora sonreía de la emoción y todo porque sí, porque Lucoa tenía razón, tenía derecho a disfrutarlo, a distraerse con ello, y si eso servía para prepararse para Tohru, pues más a su favor. Nunca pensó que podría emocionarse por algo así. ¡Era como llevar a cabo una travesura!


—Hace calor aún, pero creo que el agua algo caliente me irá bien…


La bañera llena, espumita, un poco de paz y tranquilidad, y Kobayashi se sintió preparada. Solamente se extrañó al ver un par de objetos reclinados en la pared. Parecían como varas para poner cortinas en alguna parte.


—Bueno, quizás debería comprar cortinas para el baño, si sigo así… —rio nerviosa.


No pensó más en ello. Ahora en lo que tenía que pensar era en lo que pasó en ese bosque hace un mes, cuando estaba envenenada. Lo recordaba casi todo, y el simple hecho de volver a sentir ese aroma, ese contacto resbaladizo, la pasión…


Se hundió un poco más en el agua, abrumada, deslizando su mano por su cuerpo hasta tocar con la yema de los dedos aquellos rosados labios que no eran los de su boca. Dio un pequeño brinco al instante, con algo de miedo, pues estaba más sensible que no cuando se limpiaba esa zona en cualquier momento. Volvió a pasar el dedo lentamente, sabiendo ahora lo delicado que podía ser, y notó un cosquilleo agradable. ¿De verdad era eso lo que tenía que sentir? ¿Tan bueno era? Y pensar que hasta ese momento no lo había sentido…


Se desconcentró un segundo, y tuvo que volver a pensar en Tohru. No pensaba tampoco que pudiera distraerse con esa facilidad, y tuvo que hacer un esfuerzo para recordar aquella cara de pasión que puso aquel día… La mano siguió circulando lentamente por un territorio inexplorado hasta entonces. Notaba el cosquilleo extenderse por los alrededores, cerró los ojos y…


—Aah…


Abrió los ojos de golpe. ¡Acababa de gemir! Ni tan siquiera había podido controlarlo, ni preverlo. Miró durante unos segundos la puerta cerrada del baño, pero no ocurrió nada. Sonrió un poco, feliz de haber podido descubrir algo más su cuerpo. Iba a parar, pero lo cierto era que quería un poco más. El tercer intento. Las yemas de los dedos volvieron a rozar y luego mover esa zona tan sensible. Empezaba a acelerarse sin querer…


—Kobayashi, ¿puedo entrar? —El bote que pegó fue de campeonato—. Tengo que coger algo.


¡Era Tohru! ¿Qué tenía que hacer? Si le decía que no, sospecharía, y si decía que sí… Ella no era buena disimulando.


—¡Pasa! —aceptó, con voz más aguda de lo habitual.


La dragona entró como si nada ocurriera y cogió precisamente esas varas de cortina. Mientras estaba a sus espaldas, iba hablando:


—Me he acordado ahora, es que tengo aquí los alargadores de las escobas para quitar bichos, no sería bueno que Kanna se los…


Y se detuvo mientras volvía hacia la puerta. Miró a Kobayashi, tensa y recta como la cuerda de una guitarra, enrojecida, miró sus brazos apretados al cuerpo, miró la espuma tapando el fondo de la bañera, y lo imaginó, lo pensó, fantaseó con ello… lo vio. Ella enrojeció también.


—… Y-y bueno, n-no te molesto, ¡adiós!


Normalidad. Un momento orgánico. Kobayashi lo tuvo claro.


—¡Tohru espera! —Ella se detuvo en seco, tragando saliva, a poco de cerrar la puerta detrás de sí. Tohru se giró para mirarla. La humana se había acercado al borde de la bañera, seria y temblando a la vez—. Quiero que entres a la bañera.


—No, en serio, no quiero… molestarte —balbuceó, apabullada y sonriendo un poco por el toque morboso de la escena.


—Quiero que entres —repitió—. Por favor.


El ruego surtió efecto. Tohru dejó los bastones en el pasillo, al lado de la puerta, entró y la cerró tras de sí.

Notas finales:

Apuesto lo que sea a que estáis pensando en matarme XD pero entonces... no habría continuación jujuju


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