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Caminando entre dragones por Kaiku_kun

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Notas del capitulo:

Ya estoy aquí, como cada domingo, con el nuevo capitulito que espero que os guste mucho y me deis todo el apoyo jeje vais a ser fanboys/fangirls con este capítulo jajaja


En cierto momento encontraréis un asterisco al lado de un nombre que no sé si conoceréis. Bajad hasta el final del capítulo, he dejado una nota explicativa.

Entre mis brazos (parte II)

 

Kobayashi nunca pensó que el simple hecho de tener sexo cambiara tanto las cosas en una pareja. En el espacio entre quedarse descansando después del estreno en la cama y la noche, ya había perdido la cuenta de todas miradas cómplices que se habían echado. Tohru la ganaba en eso, estaba sonriendo constantemente de aquella manera tan melindrosa (y pegajosa) de cuando conseguía lo que quería y estaba enormemente feliz y agradecida por ello.

En cierto modo, aquella incomodidad de cuando empezaron a vivir juntas no se había ido. La pobre humana se sentía algo acosada, alimentando el deseo de Tohru de esa manera, pero no lo rechazaba completamente. Tenía un punto de dulzura que antes no le encontraba, y ese pequeño detalle le hacía sentir menos insensible a los esfuerzos de la dragona.

Y, para qué mentir, después de todo el día mirándose de esa manera, en silencio, haciendo vida normal, a Kobayashi le entraban ganas de hacerlo otra vez. No iba a admitirlo abiertamente, porque sabía que le estaba desmontando todo un mito a Tohru (y ella misma se lo estaba creyendo también) de “Kobayashi la insensible sin deseo”, pero… “Quizás sea la novedad. Se me pasará”.

—Oye, ahora que tenemos “este tipo de relación… —empezó Tohru, cuando estaba poniendo la ropa en la lavadora—. ¿Me dejas lamer tu ropa? ¡Verás que limpia te queda! ¡Y seguro que el nuevo aroma te ayuda!

—¡Ni hablar! Sólo faltaba eso, cargarte todos los días a mi trabajo sin saberlo. ¿Recuerdas lo del espacio?

Kobayashi fue contundente, pero Tohru solamente estaba bromeando y se echó a reír de buena gana.

—Es que te he leído la mente.

—¿Qué?

—Cuando he dicho la palabra “lamer”. Sé lo que has pensado. Lo he visto claramente.

Tohru, con su posado más provocativo y esa mirada devoradora… Tenía razón. Kobayashi se quedó sin palabras y, con esa imagen con la palabra “lamer” incrustada en su mente, agarró la mano de su pareja, amante, experta en sexo, ¡todo (menos hija)!, y se la llevó a la cama a la velocidad de la luz.

—¡Una Kobayashi espontánea, me encanta! —llegó a decir antes de que la puerta se cerrara.

Y media hora después (sí, el calentón fue rapidito), Kobayashi y Tohru volvían estar en la misma posición que la de esa mañana, sudadas y tumbadas y desnudas.

—Creo que te ha seducido mi poder con la lengua —dijo la dragona con ese tonito de victoria y perversión.

—¡Tohru! —Y enterró la cabeza en el cojín, avergonzada.

Allí con la cara tapada, Kobayashi pensó tres cosas: “por Wu Zetian*, qué razón tiene”, “nunca pensé que ella sería del tipo dominante en el sexo” y “menos mal que me encontré con ella y me la llevé a casa”. No, Tohru no era un gatito, aunque a veces lo parecía, con esa cara inocente y mona que ponía cuando Kobayashi volvía a casa. Era otro pensamiento lo que la invadía en ese momento.

Giró la cabeza de nuevo hacia Tohru. Ella sonreía, sin pretensiones, mirándola con esos ojos tan curiosos.

Hay muchas cosas que se convierten en puntales, en guías, en imprescindibles, cuando tienes pareja. Kobayashi estaba empezando a comprender todas las veces que sus pocos amigos y excompañeros de estudios se ponían tiernos cuando veían a parejas felices por la tele y dejándose llevar irremediablemente por sus emociones. En esos momentos, no podía sentirse más satisfecha y convencida de que todas las decisiones que había tomado con Tohru hasta ese momento habían sido todas correctas. No había quiebra en ningún puntal de la relación.

Y entonces llegó. “Hala, lo que estoy pensando”. Y tenía ganas de ello. Y no podía creer que hubiera pasado sencillamente tan poco tiempo hasta llegar a ese pensamiento que le hacía latir el corazón.

—¿Qué ocurre? —preguntó Tohru, viendo que su chica se abstraía.

—Oh, se me ha ocurrido que podríamos ir al prado donde jugabais tú y Kanna.

—¿Ahora? —preguntó, casi como una queja. Estaba amando estar desnuda tanto tiempo al lado de Kobayashi.

—No, qué dices, es de noche, tengo hambre y, ¡dios!, necesito una ducha.

—¿Te acompaño? —Sin pretensiones, sin perversiones, solamente una sonrisa linda. Una Tohru satisfecha es realmente un gatito adorable (incluso los ojos se le parecen).

—Nah, solamente será una pasada por agua, entrar y salir.

—Entonces te espero aquí.

Kobayashi se fue a la ducha, a quitarse el sudor y ponerse algo presentable para cenar y pensó en todo el plan que se había ido al traste. Antes de la cena lo había preparado porque creía que era el mejor momento para ello, que luego todo sería difícil. Pero, con el agua fría enfriando su cuerpo y mojando su pelo, incluso poniéndose pegas… Ahora no “creía” nada. Ahora lo quería. Por ello, se duchó de forma más completa y se limpió el pelo.

Cuando salió, Tohru se quejó, pero se calló por la sencilla sonrisa de Kobayashi.

—¿Qu-qué pasa? —Pues sí que Tohru aún podía ponerse roja por la actitud de su chica. Ya todos pensábamos que no, ¿verdad?

—No, nada. Ya puedes entrar.

—Sí, voy…

Tohru miró hacia atrás, antes de cerrar la puerta del baño, y tuvo una sensación extraña. Kobayashi tramaba algo.

—Pues yo también me ducharé bien. No me fío de ella. —Mirada de gato afilada: ON!

Sea como fuere, ambas disimulaban muy bien y pasaron una noche tranquila y relajada cenando y en el sofá, viendo una película de acción y misterio.

Tampoco hubo revelaciones ni quejas antes de hora cuando se fueron a dormir. Y ya que Kanna no estaba, prefirieron dormir juntas. No era el punto fuerte de Kobayashi tener a alguien más durmiendo en su cama, pero al fin y al cabo era lo que hacían las parejas. Menos mal que tenía habilidad para dormirse rápido.

Y se despertó con el primer rayo de sol entrando por la ventana. Esta vez era Kobayashi la primera en despertarse. Sabía que la cocina no era su fuerte, pero probó de hacer algo parecido a un huevo frito con beicon que acabó algo partido. Tohru salió de la habitación justo cuando la humana acababa con ese desastre y se rio mientras se lo comía, agradeciendo el detalle.

—No tienes que cocinar, Kobayashi, ya sé que no se te da bien —le sonrió, compasiva.

—Bueno, pero quiero. Tú sabes mucho, me tendrás que enseñar.

—Está bien, está bien… —se reía ella, por el pronto inusual en Kobayashi.

Después de desayunar, Kobayashi observó cómo Tohru preparaba una comida exquisita para ir en “modo picnic” al prado de juegos de las dragonas. La humana ayudó en lo que pudo, pero realmente se sentía más una molestia en el vaivén de Tohru por la cocina que no otra cosa.

—Ya está todo. ¿Nos vamos?

—Sí, espera, ahora vengo.

Kobayashi salió corriendo a su habitación y se puso una camisa normal que no estuviera llena de manchas de a saber qué porquerías de la cocina. O eso es lo que vio que había hecho Tohru.

—Uau, sí había diferencia entre la ropa que llevabas y ésta —se rio ella.

—Qué suerte tienes, tú solamente modificas un poco la estructura de tus escamas y ya tienes la ropa limpia.

—Es lo que tiene ser un dragón con muchos poderes —le guiñó un ojo, mientas salían de casa hacia el tejado.

A Tohru no le costó nada hacer aparecer el portal hacia ese prado, y encima cargando con la comida. Kobayashi iba sin hacer casi nada, en cambio. Bueno, sí, el mantel para la hierba. Ya estaba rezando para una brisa suavecita, y evitar todos los vientos fuertes de aquel sitio.

El prado estaba en silencio, como era de esperar. Kobayashi vio cumplida su plegaria y casi no hacía viento. Tampoco había árboles a la vista, solamente el mar, muy al fondo, y la montaña, hacia el lado opuesto. Era un día soleado como cualquier otro.

—¿Cómo se te ha ocurrido esto? —preguntó Tohru, mirando al infinito.

—Bueno, me apetecía. Es un sitio tranquilo. De vez en cuando ya sabes que me gusta alejarme de la ciudad.

—Esta vez has escogido un gran sitio.

—Aún está la marca en la tierra del rayo que os lanzasteis tú y Kanna. Menos mal que solamente se ve el suelo chamuscado.

—Deberías habernos avisado antes, mujer. ¿Te acuerdas? Al final paramos y nos hicimos las cansadas y dolidas de la espalda, como tú.

—Sí, eso fue totalmente innecesario, ni que fuera una vieja.

Tohru se rio y se dejó caer en la hierba. Kobayashi dejó el mantel en el suelo, medio doblado, y se tumbó a su lado.

—Está siendo un fin de semana perfecto —susurró la dragona, cogiendo la mano de Kobayashi.

—Sí, lo está siendo —le contestó, sonriendo. Le plantó un beso tierno en la mejilla.

Lo siguiente fue perder el tiempo de forma descarada. Kobayashi guardaba esos pequeños momentos como un tesoro, pues durante la semana no había tiempo que perder en nada. Todo tenía objetivo, todo tenía pautas, todo era aprovechar cada milímetro, hasta con Kanna y con Tohru. Procuraba pasar tiempo con ellas, sacrificando toda tranquilidad posible. Por eso, malgastar horas en un prado en medio de ninguna parte podría haber sido la mejor ocurrencia para un fin de semana romántico.

Solamente se movieron de forma más seria cuando desplegaron el mantel y se pusieron a comer los manjares de Tohru. Kobayashi se fue muy decidida a comer de todo un poco, olvidando que, a lo mejor, la dragona podría haber sido mala y colar un trozo de su cola. Cuando se dio cuenta, miró a Tohru, que comía con tranquilidad y una sonrisa, y revisó todos los platos.

—Uf…

—¿Qué pasa?

—¡N-no, nada! ¡Está muy rico!

—¿Verdad? Y puedes decir que una parte es obra tuya. Me has ayudado mucho.

Qué mezquina se sintió Kobayashi en ese momento. Tohru estaba siendo sincera, y la humana ya ni recordaba que había estado todo el rato al lado de la cocinera. No había posibilidad de trucos.

Cuando acabaron de comer, recogieron todo, bien ordenadito, y lo dejaron atado allí, en medio de la nada, para echar a andar. Kobayashi estaba llena, pero muy satisfecha. Tohru siempre se trabajaba unos platazos para ella.

—Sabes, pensaba que me harías cambiar de ropa, como con la cena del otro día.

—Pues no, la verdad es que quería que fueras de maid, como siempre.

—Te encantan las rutinas.

—Sí, desde luego. —Breve pausa—. También quería hacerlo porque, bueno, aunque esto sea un fin de semana romántico, así es como somos tú y yo todos los días. Es así como me gusta vernos.

—¿Una chica rarita vestida de maid con cuernos y el pelo de varios colores y una chica que parece un chico con camisa y corbata?

—Tenías que desmontarlo para que sonara disparatado, ¿verdad? —refunfuñó—. Quiero decir que lo que quiero es esta rutina con algún día de normalidad que sea realmente raro para nuestros amigos.

—Te gusta ir al revés del mundo.

—Me encanta. Y es por eso que quiero pedirte algo. —Tohru se paró en seco. Kobayashi removió uno de esos bolsillos tan poco estilizados de su camisa y sacó un anillo—. ¿Quieres ir al revés del mundo por el resto de nuestras vidas?

—¡Oh, dios, Kobayashi, claro que sí!

¿Aquella tradición de poner el anillo en el dedo de la prometida? Olvidadlo, Tohru saltó tan rápido sobre Kobayashi para dejarla seca a besos que ese anillo se quedó atrapado entre las manos de ambas y se tiró nada menos que quince minutos allí, hasta que Kobayashi pensó que era más seguro volver a guardarlo. Y luego, claro, siguió besando a su prometida-para-nada-humana hasta que ambas tuvieron agujetas en las mejillas y los labios cortados de tanto reír y tanto besar.

Notas finales:

Nota del asterisco: *Para los que no lo sepan, Wu Zetian fue la única emperatriz mujer de pleno derecho de China en toda su historia. La he puesto aquí porque se dice (recalco, porque puede que sea mala propaganda de sus sucesores) que la aristocracia y reinos colindantes que la visitaban le tenían que dar una buena dosis de sexo oral si querían hablar con ella de cualquier cosa. No he podido evitar relacionarlo con la buena habilidad de Tohru con la lengua XD

Espero que hayáis fangirleado mucho jeje dejad comentarios please!


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