Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Caminando entre dragones por Kaiku_kun

[Reviews - 39]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Os gustó el anterior, ¿verdad? :P Pues podéis considerar este como una "segunda parte", pero no tanto de humor como el otro ;) feliz lectura :)

6. Conticinio


 


"Conticinio: Del latín conticinium,


momento u hora en la noche en el que todo está en silencio."


 


Cuando vi el amanecer de Año Nuevo con todos mis amigos y amigas recobré algunos recuerdos de cuando estaba sola. Ya casi quedaba como en otra vida, aquel momento en el que vivía sin compañía, lejos de mi familia, apenas relacionándome con mis vecinos.


A lo largo de todo el año me había hecho preguntas al respecto: “¿Cuándo cambió todo?” “¿Cuándo decidí no estar sola?” Y siempre aparecía la misma conclusión: “Ya no me acuerdo”.


Pero una de las cosas buenas que había perdido era el silencio cómplice con el aire, con el mundo. Cuando vivía en el otro apartamento, solía sentarme cerca de la ventana, con la ventana abierta, a esperar a que nada ocurriera. Esperaba a que llegara la noche (porque odio los atardeceres de ciudad) y apagaba todas las luces de la casa solamente para sentirme más cerca y más lejos a la vez del mundo.


Y cuando vino Año Nuevo… volví a tener la sensación de estar conectada a todo, sólo que esta vez lo estaba compartiendo. Y me dieron ganas de volver a sentir eso.


Por eso, un día, ya casi en febrero, aproveché que Tohru y Kanna no estaban en casa para subir a la magnífica terraza para pasar un rato, ya de noche.


—Esto no es lo mismo… —acabé diciendo, después de estar una hora allí.


Había ruido, coches, gente, había demasiada actividad, demasiada luz… Aunque en parte eso era una excusa. Tenía ganas de compartir un momento como ése con alguien, que hiciera el esfuerzo por entenderme, aunque no lo consiguiera, que mirase al horizonte conmigo y viera su propio mundo.


Solamente se me ocurría una persona con la que quisiera compartir un momento así, pero no estaba para nada segura que llegara a entender mi silencio.


Suspiré, algo desanimada, y volví a casa. Kanna y Tohru ya habían llegado y traían dulces.


—¿Has visto Kobayashi? La familia de Saikawa nos ha regalado este paquete de dulces como regalo de Año Nuevo.


—Vaya, nos vamos a poner las botas —dije, más animada—. Entre esto y los regalos de los vecinos vamos a engordar todas…


—A ti te conviene, que estás más delgada que un fideo.


—¿Qué eres, mi maid o mi madre?


—Si fuera tu madre te habría hecho luchar hasta la extenuación y… —Y una sarta de barbaridades sobre cómo funciona una familia de dragones que no quiero ni recordar.


Kanna me tiró de la camisa y me acuclillé para ponerme a su nivel.


—Gracias por todo Kobayashi —dijo con su mirada seria habitual.


—¿Qué? ¿Por qué?


—Por cuidar tanto de nosotras.


—Oh, pues claro que sí, siempre cuidaré de vosotras.


No pude evitar abrazarla. No sabía qué bicho le había picado a Kanna para decirme algo tan tierno, pero disfruté mucho del abrazo. Tohru nos miró con cara muy tierna. Pensaba que se nos tiraría encima para unirse y “no sentirse excluida”, pero no lo hizo, así que le sonreí a ella también.


No me acordé de mi estancia en el patio de arriba hasta el día siguiente por la tarde. Tohru y Kanna me habían dejado atontada todo el día, incluso trabajando. Ya las había interiorizado con mi nueva familia y estaba enormemente feliz por ello. Takiya se dio cuenta enseguida y me hizo contenerme, porque me comentó lo “sonrisitas” que estaba últimamente.


Pero no hubo manera, de vuelta a casa me vino otra vez la sonrisa.


—No me voy a quedar tranquila hasta que no lo haga —dije, sin importar que alguien me escuchara.


Ya lo había decidido. Volvería a subir al tejado esa misma noche.


—¡Hola, ya estoy en casa!


—¡Hola Kobayashi! —saltó Tohru, sartén en mano. Ya estaba preparando la cena—. Estoy trabajando duro para hacer una buena cena, ya que es viernes.


—Ya lo veo, ya, qué buen olorcito…


—Sí, pero tengo unas ganas de volver al kotatsu que no me las aguanto.


Ah, ese kotatsu que nos tocó en el sorteo era genial y un peligro a la vez. Corrías el riesgo de quedarte inmovilizada durante días por lo cómodo que era, calentito y a la vez transmisor de pereza. Tohru y yo llegamos a jugar al baloncesto con las pieles de mandarina del vecino sólo por no levantarnos.


Cuando miré al comedor, Kanna precisamente estaba acurrucada en el kotatsu, medio adormilada. Tenía los deberes en la mesa, cerrados y ordenados, y ella mantenía su cabeza al lado, como si mirara el lomo de las libretas.


—¿Ya has acabado los deberes?


—Sí. Me ha costado. El kotatsu es una criatura maligna. —No pude evitar reírme un poquito con su afirmación—. ¿Seguro que no era un sorteo hecho por los dragones del Orden?


—¡Lo hubiera olido! —negó Tohru, desde la cocina.


—Este kotatsu es un peligro —afirmé yo, mientras me acurrucaba al lado de Kanna, de cara la tele—. ¿No te entra el sueño cuando estás aquí?


—Siempre. Cuando Tohru acabe de hacer la cena me iré rápido a dormir para no caer en esta trampa.


La idea de Kanna de que el kotatsu era su enemigo al que era incapaz de resistirse era poética, divertida y adorable, todo a la vez, porque siempre se podía ver a la niña allí encogida, disfrutando del premio del sorteo a fondo.


Pero lo que dijo Kanna me vino de perlas: quería irse a dormir pronto. Así no me tendría que preocupar si quería subir de nuevo al tejado. Ya estaba teniendo ganas y todo de que llegara el momento.


—¡Buen provecho! —dijimos las tres, antes de atacar la cena.


Que si pollo, que si arroz, que si setas shiitake, que si salsas… ¡Y encima hundidas en el kotatsu! La cena no duró ni un cuarto de hora, nadie dijo nada, solamente zampamos como bestias. Demasiado bien olía mientras Tohru lo hacía.


Kanna fue la primera en acabar (puesto que comió menos, claro) y recogió sus cosas delicadamente mientras nosotras acabábamos. Vimos como luchaba contra sus piernas para no caer rendida antes de llegar a la cama, la pobre…


—Aaah… Esto es una maravilla —suspiré, cuando Kanna ya se había ido a dormir.


—Kobayashi, tengo que decirte algo.


—¿Sí?


—Bueno… te vimos ayer en el tejado, mientras volvíamos a casa. Estoy algo preocupada.


—No lo estés —le sonreí. No podía haber sacado mejor el tema—. De hecho, quiero que vengas conmigo al tejado esta noche.


Tohru no entendió, pero se mostró emocionada por ello. Ya no había rastro de preocupación, era todo curiosidad.


Esperamos un rato a bajar la comida y a que Kanna estuviera realmente dormida para subir. Ella aprovechó para limpiar un poco los cacharros de la cena.


—Vamos —le dije solamente, al cabo de un rato. Mientras salíamos le fui advirtiendo—: Necesitaré que estés atenta y tranquila, ¿vale? Es algo muy importante para mí.


—¡Bien!


Llegamos al tejado. Era de madrugada, hacía bastante fresco, pero se podía estar bien. Además, parecía que a Tohru no le afectaba tanto que fuera invierno, así que me podría tirar el rato que quisiera con ella.


—Hoy está perfecto —susurré.


—¿Qué está perfecto?


—Escucha. ¿Qué oyes?


Tohru estuvo un rato esforzándose intentando oír cualquier ruido constante que hubiera para describírmelo, pero al final solamente me dijo cosas puntuales.


—¡Es que no se oye nada más!


—Exacto.


—¿Q-qué?


—Nada. Toda una ciudad enorme, tanta luz, tanto humano, y no se oye nada. Es como si la noche expandiera su reino de silencio.


No sabía si lo había entendido del todo, pero nos quedamos las dos en silencio, mirando la ciudad, el cielo estrellado, las calles, las nubes. Pocos se atrevían a romper ese mundo mudo y, si lo hacían, era como el horrendo ruido de un tenedor cuando raya el plato.


—Cuando estaba sola —dije, rompiendo mi propia regla. Parecía como si me pudiera oír todo el barrio— solía hacer esto a menudo. Podía pasarme horas. Desde que aparecisteis vosotras no lo he necesitado, y me alegro de ello.


—Pero lo echabas de menos.


—Sí. Me acordé en Año Nuevo. Ayer quise volver a experimentar esto, pero no me sentía completa sin poder compartirlo contigo.


—Ko-kobayashi, eso es…


—No digas ni una sola palabra más.


No quería darle oportunidad. Estaba actuando por instinto, sin pensarlo, solamente haciendo lo que el silencio me decía que hiciera. Cogí a Tohru de las dos manos, que estaban cerca de la cintura, me acerqué a ella rápidamente y la besé. Nuestros labios cortados y secos se humedecieron por los pocos segundos que duró el beso. Ella tembló un poco, noté que le subía la temperatura, todo en tan poco tiempo que casi ni se dio cuenta de cuando me separé de ella. Hasta quiso intentar devolverme el beso, por mero impulso. Me impresionó que se detuviera a medio camino.


—¿Significa esto…? —empezó a preguntar ella. Se notaba que me conocía, dudaba de lo que acababa de pasar. Yo estaba tan nerviosa y a la vez perdida como ella. No me había tenido que enfrentar nunca a esto.


—Bueno, es un comienzo. Un pequeño regalo de Año Nuevo.


Ella sonrió como nunca y me atacó en un abrazo muy potente. Me había leído la mente, y en más de un aspecto, porque no quiso besarme ella. Había entendido que de momento esto era algo excepcional, que tenía que acostumbrarme. Si es que es más lista que el hambre, esta Tohru…


Pasamos un rato más en el tejado, tumbadas, mirando las estrellas. No había manera de quitarnos la sonrisa de nuestras caras ni de separar nuestras manos cruzadas.


Al día siguiente, Kanna se levantó pronto, casi al mismo tiempo que yo. Me miraba con cara rara, algo indecisa. Estaba esperando a querer hacer algo, pero no se atrevía. Hizo falta que Tohru se presentase en el comedor para que cogiera iniciativa, pero me avancé:


—Sé que estás preocupada, Kanna. No tienes porqué. Estoy mejor que nunca.


—¿Seguro?


—Claro. Eres lo mejor que me ha pasado nunca. —Y la abracé de nuevo para que lo sintiera.


—¡Eh! ¿Y yo qué? —se quejó Tohru.


—A ti ni agua —le dije, mientras le guiñaba un ojo.


Y Tohru también sonrió.

Notas finales:

Espero que os haya encantado y que os motive para que leáis más fics míos :P


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).