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Lo siento, Naruto. por OnlyYou

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Notas del fanfic:

Los personajes pertenecen a Masashi Kishimoto, la historia es totalmente mía y este es el único lugar en el que la he subido. 

"Andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andábamos para encontrarnos."

 

La llegada del invierno había sido uno de los eventos más esperados por él, el calor de estar envuelto entre las sábanas de su cama, el chocolate caliente, poder jugar en el patio con sus amigos, la sonrisa de sus padres al ir a la escuela en su búsqueda… Hasta ese día. La preciada nieve que tanto amó se convirtió en un símbolo de la más grande pérdida que pudiera sufrir a la tierna edad de 15 años. La preciada nieve se llevó a sus padres en un día de tormenta, para no regresarlos jamás, dejándolo completamente solo en el mundo. Y sin nadie en su mundo, fue a parar en uno de los tantos orfanatos que se encontraban en la ciudad, teniendo que adecuarse a la idea de que a partir de entonces, compartiría habitación con niños con los que no tenía relación, en espera de que alguien quisiera adoptarlo como su nuevo hijo.

Nunca sucedió, tampoco había tenido o querido esperanzas. Las parejas querían un bebé o en su defecto un niño pequeño, no un adolescente. Los años pasaron sin que se diera cuenta, como si todo fuera una película y él sólo un mero espectador, actuando mayormente bajo intereses de otras personas. Si de algo no podía quejarse era de la única amistad que había hecho en el orfanato, un niño pelirrojo, tercer hijo de una familia que había muerto luego de un asalto, a él lo habían escondido bajo la cama y bajo ninguna esperanza, sobrevivió. Gaara llevaba mucho más tiempo que él en el orfanato y fue el único al que podría llamar “su amigo”; lo comprendía como ningún otro, dejándole su espacio justo cuando lo necesitaba y sin apartarse de su lado cuando lo requería. Ambos permanecieron juntos hasta el final, cuando cumplieron la mayoría de edad y se les fue permitida la salida del orfanato.

El pelirrojo  acabó viviendo en la casa que ahora le pertenecía, pues no era capaz de acercarse a la propia ante los recuerdos que lo asechaban de aquella trágica noche. Las manchas de sangre permanecían aún en el suelo de madera, sin que nadie se tomara el trabajo de quitarlas y tampoco lo harían por un largo tiempo. Para el rubio, estar en su casa no era tan dificultoso, los recuerdos solían atacarlo en sueños, recordándole aquello que había perdido de una sola vez y de un día para otro. Gaara pasó a ocupar la habitación que había pertenecido a Naruto, siento el dueño de la casa quien tomó la habitación que había sido de sus padres, obviamente luego de encargarse de que todos los muebles fueran cambiados y acomodados de diferente manera. Los seguros de vida les permitirían vivir de forma cómoda durante un buen tiempo, aunque ninguno de los dos quería sentirse inútiles.

Tomaron caminos separados.

Naruto se conformó con un pequeño trabajo en la biblioteca que se encontraba a unas pocas calles de su hogar, mientras que Gaara decidió utilizar su dinero para asistir a una buena universidad con la idea de estudiar psicología.

Un año transcurrió de forma “aceptable” como podrían decir ambos, la convivencia era buena y sin duda la compañía del otro era algo que apreciaban en demasía. Tenían amigos en común que solían ir a visitarlos, pasando agradables tardes charlando y largas noches de fin de semana divirtiéndose con algunos juegos o simplemente saliendo. De un día para el otro, el pelirrojo llevó a casa a un chico castaño, presentándolo a Naruto como su novio. La noticia alegró al rubio, pues no había pasado desapercibido para él la cantidad de mensajes que parecía enviar su amigo por día, así como un buen humor extrañamente positivo y es que Gaara no era alguien que fuera todo el tiempo con una sonrisa y un brillo extraño en sus ojos.

A pesar de que la sinceridad de Sai chocó con la personalidad explosiva de Naruto, lograron llevarse bien con el pasar de las semanas. Fue gracias al castaño que lo conoció. Su primo, Uchiha Sasuke; casi podría haber jurado que fue amor a primera vista. Jamás se había sentido de aquella forma con nadie, era algo que no podía explicar siquiera, el deseo de conocerlo y de que a su vez lo conociera y lo más impresionante, el poder de hacer que se perdiera tan sólo al fijar su vista en los orbes ónix del mayor.

A pesar de que logró pasar su gran interés y la forma de analizarlo desapercibido, apenas Sasuke y Sai abandonaron la casa, atacó a Gaara con preguntas como jamás lo había hecho. No se reprimió ni un poco en cuanto a ello, necesitaba saber si tenía una oportunidad, por más pequeña que fuera, de ganarse al pelinegro. Su amigo, entre sorprendido y feliz, le proporcionó toda la información de la cual era consciente gracias a su pareja. Uchiha Sasuke era el segundo hijo de Uchiha Fugaku, dueño la empresa líder en cuando a fabricación y venta de tecnología se tratase e hijo de Uchiha Mikoto, una gran actriz y modelo. Incluso su hermano mayor era famoso en todo Japón por su gran inteligencia, toda una familia de personas exitosas.

Aquello lo desalentó en un principio, pues obviamente alguien con tal familia tendría estándares altos que él no podría cumplir así volviera a nacer cinco veces más. Lo mejor que podía ofrecer era su amor, no tenía familia y mucho menos dinero para costear una vida lujosa. Pero como siempre, el pelirrojo no dejó de insistir que cualquiera podría tener dinero, pero lo que en verdad todas esas personas buscaban era a alguien que de verdad los quisiera de forma desinteresada.

El tiempo transcurrió, aunque ahora un nuevo brillo iluminaba la vida de Naruto. A sus 22 años y con algo de ayuda del alcohol, logró confesarle a Sasuke lo enamorado que se encontraba de él. Grande fue su sorpresa al recibir su respuesta.

Esbozando una media sonrisa en su perfecto rostro de porcelana, el pelinegro alzó una mano y la depositó con suavidad en la mejilla del rubio, dejando una pequeña caricia con su pulgar. Al principio, Naruto pensó que estaba burlándose de él, que en cualquier momento soltaría algún comentario mordaz y se reiría de él por haber confesado sus sentimientos de una vez. Aquella burla o risa no llegaron, muy en cambio, sintió el tacto de los labios de Sasuke sobre los suyos.

Jamás fue tan feliz.

No demoró en prácticamente saltar a los brazos del morocho y volver  a unir sus labios con una gran sonrisa, disfrutando el sentir los brazos ajenos rodear su cintura. No había sentido esa felicidad en mucho tiempo.

Poco tiempo de que su relación con Sasuke fuera conocida, Gaara le anunció que iría a vivir en un departamento junto a Sai, con quien ya llevaba varios años saliendo. Y a pesar de que al principio quiso negarse, ser egoísta no era una palabra que estuviera entre aquellas que definían a Namikaze Naruto.

Pero si bien perdió un compañero, no dejó de ganar uno nuevo. Confiando en que la convivencia sería un gran avance para ambos, Sasuke se mudó junto a Naruto pasados unos meses. ¿Fue como ellos pensaron? Sí, lo fue. 

Si Sasuke debía ser sincero, Naruto era todo aquello que siempre había querido, era alegre, optimista, amoroso, divertido y muchas otras cosas que hacían que lo único que pudiera hacer era agradecer a quien fuera por permitirle tener una pareja como él.

Al abrir la puerta, un delicioso aroma llegó a él, sabiendo de inmediato que se trataba de la comida que el rubio se hallaba preparando para cuando él llegara del trabajo, sacándole una sonrisa en el rostro que no pudo ocultar de ninguna manera. Apreciaba demasiado aquellos detalles que tenía Naruto con él, lo hacía sentir en el mejor de los hogares. Caminó en dirección al sofá, donde depositó su maletín y el saco de su traje de forma descuidada, para luego dirigirse a la cocina en busca de su pareja. Habiendo ingresado a la cocina en silencio, pudo darse cuenta de que Naruto parecía ignorar que se encontraba en la misma habitación que él, dejando que viera una vez más la concentración con la que picaba ya lista y condimentaba la ensalada de tomates que era para él. Le enternecía ver cómo se hacía esforzaba por darle los gustos, siendo que la cocina no era exactamente algo que le agradara. Sabía que desde que habían comenzado a vivir juntos, el menor tomaba prestados libros de cocina para poder sorprenderlo con nuevas comidas. Lo sabía, había encontrado uno de los libros en el cajón de la ropa interior de éste.

 —Naruto.— Saludó, tan sólo para que no se asustara y ocasionara un accidente con el cuchillo cuando sus brazos rodearan su cintura. Sintiéndose extrañamente cariñoso ese día, depositó un beso en la mejilla del rubio a la vez que sus manos acariciaban la cintura del contrario, permitiéndose aspirar el aroma inconfundible de la colonia que le había regalado para su cumpleaños anterior.

Su habitual sonrisa no demoró en florecer, girando su cabeza para poder depositar un beso en los labios de su pareja. —Bienvenido a casa, Sasuke.— Murmuró de forma cálida, fijando su mirada en los ojos del mayor durante unos momentos antes de volver a su tarea, no queriendo demorar mucho tiempo más en tener la cena de este lista. —¿Cómo te fue hoy?— Preguntó al sentir que los brazos de Sasuke abandonaban su cintura para ir a tomar asiento a la mesa que ya se encontraba lista para la cena.

—Agotador, ya sabes cómo es mi padre.— Comentó, para luego dejar escapar un suspiro fingido de desgano. —Quiere abrir una nueva sucursal en Osaka y está tratando de convencer a Itachi para que se traslade allí, pero él no quiere. No podrá ocultar a Deidara mucho tiempo más.— Murmuró, para luego componer una mueca ante la dificultad por la que pasaba su hermano.

Sus padres no habían estado para nada de acuerdo cuando Sasuke había presentado a Naruto como su pareja, su padre había entrado en cólera la vez siguiente en que había visto a su hijo menor, increpándolo acerca de la decisión de tener una relación homosexual en la que no habría fruto alguno. Porque la descendencia lo era todo para los Uchiha. La empresa no podía pasar a nadie más que no fuera un Uchiha legítimo, había sido pasada de generación en generación, era absurdo que alguien tratara de ir en contra de esa tradición. El “problema” se acrecentó cuando Itachi le confesó a Sasuke que él también había conocido a un hombre que era de su interés, con el cual había comenzado a verse semanas atrás sin el conocimiento de sus padres.

Aquello definitivamente no iría bien para lo que sus padres consideraban correcto, porque si las cosas seguían de aquella forma, la única forma en la que podrían tener los nietos que tanto deseaban sería alquilando un vientre. Sasuke sabía que Itachi había sacrificado muchas cosas en su bien y que en algún momento le tocaría devolvérselo. Desde pequeños y como hijos de dos personas influyentes, se les exigió una educación mucho más dura que el promedio para ser aptos herederos. Educación que Itachi había aceptado con la condición de que su hermano pequeño pudiera crecer como un niño sin tantas presiones hasta que fuera capaz de decidir su propio futuro. A cambio de esto, Fugaku tomó la infancia de su primogénito y aprovechando su aguda inteligencia, lo convirtió en el genio perfecto. En cualquier campo que le fuera requerido este brillaba, deportes, música, política, economía, incluso tenía conocimientos básicos de medicina. A cambio de su sacrificio, a Sasuke se le permitió ir a una escuela de buen estatus, aprender a su propio ritmo y tener tantas amistades como este quiso, mientras que su hermano se quedaba en la mansión para sus lecciones privadas.

A sus 26 años, era la primera vez que Itachi parecía no escuchar algún deseo de su padre y hacer lo que él verdaderamente sentía…y Sasuke no podría soportar el hecho de que continuara siendo infeliz al casarse con una mujer que no amaba, atándose a tener hijos por obligación.

—¿Crees que tu padre se lo tomara muy mal? Tal vez lo acepte mejor de lo que aceptó lo nuestro.— Murmuró, esbozando una sonrisa triste que el contrario percibió aún sin verlo.

—Temo más que Deidara se canse de esperar y lo deje.— Admitió, ambos eran conscientes de lo impredecible que podía ser el rubio de cabello largo y tampoco podían culparlo, no era agradable tener que esconderse para poder ver a la persona que quieres. Naruto afirmó en silencio, sabiendo que su pareja tenía razón en cuando a su inseguridad, él tampoco hubiese aguantado demasiado una relación a escondidas… por más enamorado que estuviera.

—¿Y no sería una oportunidad que se fueran juntos? En Osaka pueden tener una mejor oportunidad.— Opinó, acercándole un plato con la comida al pelinegro, para luego girar y servir su propia comida. Posteriormente y ya con su comida, tomó asiento frente a Sasuke y luego de que ambos agradecieran, se dispusieron a cenar.

—Lo que debe impedirlo es que Deidara tiene muchos trabajos aquí, ya sabes cómo le gusta lo que hace. Jamás vi una persona tan feliz de hacer volar en pedazos las cosas.— Respondió con una ligera sonrisa de diversión, recordando al arquitecto que era su cuñado, el cual disfrutaba como nadie el trabajo de volar los edificios viejos para poder construir una nueva estructura. —Y sin él, Itachi no querrá irse de aquí.— Guardó silencio para llevar un poco más de comida a su boca, cerrando los ojos para poder degustar con tranquilidad.

La respuesta por parte del rubio fue un simple asentimiento, comprendiendo la situación en la que se encontraba el hermano mayor y la pareja de este de su novio. La cena transcurrió en silencio, sin que ninguno volviera a tocar el tema y dejando que el contrario se envolviera en su propio mundo. Al finalizar, fue Sasuke quien levantó los platos de la mesa y se dispuso a lavar todo, pues era lo menos que podía hacer. Mientras el moreno se encargaba de ello, Naruto se levantó y dirigió al cuarto de lavado, recogiendo ya secas la camisa y el pantalón que utilizaría Sasuke al día siguiente para ir a su trabajo. Con tranquilidad planchó ambas prendas, rociándolas con un poco de perfume para que quedaran en perfecto estado.

Su vida era tranquila en demasía, era casi rutinaria. Naruto se encargaba de las tareas del hogar gracias a que no tenía un trabajo con mucha carga horaria ni que le exigiera grandes esfuerzos, simplemente debía estar sentado y recibir los libros que le devolvían, ocasionalmente se tomaba el trabajo de ordenarlos pero no mucho más. Sasuke por el contrario, había decidido trabajar junto a su padre y hermano en la empresa, supervisando a los empleados de cerca y recorriendo los distintos salones o sucursales que se encontraban en Tokio. Al llegar a la casa luego de un largo día, solía encontrarse con el rubio esperándolo con la comida. Luego de comer, tomaba un baño caliente para relajarse y se recostaba a mirar un poco de televisión junto a este, hasta que finalmente ambos quedaban rendidos en la cama. Al día siguiente despertaba en brazos de Naruto, quien se aferraba a él como un niño, y no podía evitar quedarse algunos minutos acariciando su rostro tranquilo antes de despertarlo y que ambos comenzaran su día. 

Aquella fue su rutina durante mucho tiempo, variando sólo cuando ambos decidían irse de vacaciones y descansar, pasando agradables momentos en pareja. En tres veranos habían podido ir de vacaciones a España, Estados Unidos y a Brasil, aunque obviamente quien se había encargado de todos los gastos había sido el Uchiha, a quien realmente no le importaba el dinero con tal de ver la sonrisa emocionada de su novio cada vez que subían al avión privado de su familia.

A sus 25 años, Naruto podía considerarse feliz con la vida que llevaba. Tenía salud, no vivía con lujos pero jamás había pasado hambre y lo más importante, tenía una hermosa pareja a la cual amaba con su vida. Estando allí, observando la hermosa vista al mar desde el hotel en el que estaban hospedándose, supo que pese al sufrimiento de haber perdido a sus padres a una temprana edad, el amor que le profesaba Sasuke era lo único que podía necesitar en un mal día. Esbozó una sonrisa al frotar su brazo de forma leve, sintiendo los ojos escocer ante el cúmulo de sentimientos que se acumulaban en su pecho.

El sonido de la puerta al ser abierta lo sacó de sus pensamientos, encontrándose con la vista de Sasuke siendo cubierto únicamente con la toalla blanca dada en el hotel. Un pequeño sonrojo adornó sus mejillas al ver el cabello mojado, las gotas cayendo por su cuerpo, la tranquilidad en su mirada, lo fuerte de su torso…todo él era hermoso. Como esas esculturas griegas que trataban de capturar la perfección del hombre, él la tenía en carne y hueso frente a él.

Se incorporó con una sonrisa, caminando hacia él con la mano extendida, siendo esta tomada por el pelinegro y donde depositó un beso. Sólo consiguió que el sonrojo se volviera más intenso.

—Naruto.— Lo llamó con suavidad, dejando en libertad su mano para poder extender la misma y tomar una de las mejillas del contrario, acariciando las marquitas de sus mejillas. —Tengo algo para ti.— Murmuró, retrocediendo un par de pasos hacia la mesa de noche que se encontraba en su lado de la cama, de donde sacó una pequeña caja de terciopelo rojo. La idea original era hacerlo vestido de traje, al día siguiente y en un buen restaurante donde tenía la reserva. Ver a Naruto iluminado por la luz de la luna, con un semblante de tranquilidad y sus hermosos ojos habían mandado lejos todos sus planes, podían cenar para celebrar si el contrario le daba el sí. —La primera vez que te vi pensé que eras un idiota…— Comenzó, ganándose una mirada de molestia por parte del menor al escuchar qué clase de comienzo tenía para su proposición. —Luego me di cuenta de que eres como un niño, ruidoso, alegre, juguetón…— Continuó, esbozando una amplia sonrisa a la vez que se arrodillaba frente a él. —Y antes de darme cuenta, ese “niño” me había enamorado, tus sonrisas alegraban mi día, tu risa me hacia feliz. Te amo, Naruto, y quiero que seas mío por completo.— Con la seguridad que siempre lo había caracterizado, abrió la caja frente al rubio, rebelando un sencillo anillo de oro blanco con tres pequeños zafiros adornándolo. Lo sacó con cuidado, extendiendo la otra mano para que Naruto le diera la suya y poder ponerlo en su dedo. —Hazme el honor de convertirte en mi esposo.— Finalizó, cayendo hacia atrás de improvisto gracias a que el rubio se había tirado encima suyo, casi asfixiándolo en un fuerte abrazo.

—¡Por supuesto! Claro que sí, Sasuke tonto. No hay nada que quiera más que ser tu esposo, de veras.— El sentirse completo fue demasiado para él, demostrándolo en las lágrimas que comenzaron a bajar por su rostro sin que nada pudiera detenerlas. Sollozando de forma leve, unió sus labios a los de su, ahora, prometido y repartió besos por todo su rostro mientras éste aprovechaba para deslizar el anillo en su correspondiente dedo y volver a tomar los labios del rubio, aferrándose a su cintura con ambos brazos. —Te amo, Sasuke. Más que a mi vida.— Murmuró sobre sus labios, abriendo los ojos para encontrarse con la mirada del contrario, la cual parecía brillar como nunca antes. Naruto amó el brillo de felicidad que vio en los ojos de su pareja.

Las manos del moreno no tardaron en deslizarse hacia arriba por la espalda ajena, levantando la camiseta que cubría la piel de su futuro esposo. Su cabeza se ladeó para poder besar cada centímetro de su cuello, dejando una que otra marca en la pasión que comenzaba a apoderarse de sí mismo y del momento. Cerró los ojos para poder disfrutar de cada uno de los suspiros que escapaban de los labios entreabiertos de Naruto, ascendiendo sin prisa hasta las húmedas mejillas del menor, retirando las lágrimas con besos suaves. Ambas manos presionaron el cuerpo del rubio contra sí mismo, fundiéndose en un nuevo y más largo abrazo, en el cual se dedicó a repartir nuevos besos por su rostro y principalmente sus labios. No obstante, ninguno de los dos pareció conformarse con aquello, necesitaban un contacto aún mayor.

Lentamente, Naruto se quitó de encima de Sasuke aún con los labios de éste presos entre los suyos. Estando en pie, el moreno aprovechó a retirar la camisa que portaba el menor y hacer que girara para que acabara de espaldas a la cama, pudiendo entonces depositarlo en ella sin demasiado cuidado, con él encima por supuesto. Yendo más allá, Sasuke trazó un camino de besos desde su mentón, pasando por su cuello hasta sus pectorales, donde no dudó de atacar los rosados pezones que tanto le gustaban. Lamió, succionó y mordió ambos de forma alternada, buscando que los gemidos de Naruto subieran de volumen. Las manos del rubio se encontraban aferradas a su espalda, rasguñándolo en los momentos en que él mordía sus pezones, como si fuera una especie de “venganza” a su trato poco delicado para con ellos. Lo único que lo separaba de que sus cuerpos se rozaran por completo era la toalla que se encontraba en su cintura y los finos pantalones y ropa interior del rubio, los cuales ya se le estaban antojando de lo más molestos. Le estorbaban.

Decidido a acabar con aquel estorbo, continuó con su camino y, dejando de una vez los botones rosados de su prometido, descendió con el mismo camino de besos por su vientre, trazando con la lengua el mismo dibujo que se encontraba en este. Aún le costaba acostumbrarse al raro tatuaje que Naruto se había hecho en el vientre, pero no por ello le gustaba menos. Si él hubiera decidido qué debería tatuarse, definitivamente sería su nombre en la espalda baja, una clara muestra de su propiedad; aún recordaba el día que se lo había escrito con marcador indeleble, había durado varios días gracias a la ignorancia del rubio acerca de este, pero él lo había disfrutado como nadie cada vez que fijaba su mirada en aquel lugar.

Una media sonrisa de diversión apareció en su rostro al recordar aquello, pasando desapercibida por Naruto, quien se encontraba tratando de contener la risa y los estremecimientos que le causaba la boca de Sasuke en aquella parte de su cuerpo. Incluso había tenido que contener la risa con todas sus fuerzas al momento de hacer tal tatuaje en su vientre, definitivamente era una zona muy difícil para él. Incorporándose un poco y con ayuda de ambas manos, retiró los pantalones y bóxers del menor de un solo movimiento, liberando así la semi erección de este.

—Mírate, pervertido. — Lo molestó con voz divertida, rodeando el miembro con su mano y masturbándolo de forma lenta para que se endureciera todavía más, escuchando los jadeos ahogados que escapaban sin remedio de los labios ajenos. —Naruto, extiende tu mano, en la mesa de noche está el lubricante. — Murmuró, teniendo paciencia en lo que éste lo obedecía y le pasaba aquel frasquito que tan útil le sería en ese momento. Dejando el pene del rubio, hundió sus dedos en este para empapar sus dedos y trazar pequeños círculos alrededor de su entrada, ingresando dos dedos de una vez y con lentitud. Se acomodó de mejor manera sólo para poder levantar una de las piernas de Naruto y dejarla reposar en su hombro, teniendo una perfecta vista de su recto siendo profanado por sus dedos.

—Sa…Sasuke…— Gimió él a medida que los dedos se abrían paso en su interior, sin poder evitar la necesidad de mover la cadera en su dirección, anhelando más contacto. Siempre resultaba molesta la sensación de tenerlos dentro cuando comenzaban, por ello es que en total secreto, había estado algo travieso y había decidido hacer algo de trabajo por su novio, sabiendo que no perdería el tiempo en la noche…y él no hubiera consentido otra cosa. —Te quiero a ti. — Pidió, casi como un masoquista, abriendo los ojos y buscando la mirada de su pareja, quien no dudó en fijar su mirada llena de deseo. Lo deseaba tanto como él.

—Tú lo has pedido, tonto. — Fue su obvia respuesta, volviendo a hundir sus dedos en el lubricante, aunque esta vez fue directamente a su miembro, estimulándose una vez que la toalla dejó de estorbarle. Fue generoso con el lubricante en su miembro, llevando el mismo a la entrada del contrario y comenzando a entrar en él, un gemido ronco escapó de lo profundo de su garganta. Desde su posición, obtuvo una de las tantas imágenes más sensuales de su rubio novio. Naruto era sensual incluso cuando no se lo proponía, no había nada más hermoso que la vista que le estaba regalando. Su cuerpo perlado por una pequeña capa de sudor, el pecho subiendo y bajando de forma irregular, los ojos húmedos y la boca entreabierta, de la cual escapaban suaves gemidos y jadeos alternadamente. Sin mencionar el rubio cabello alborotado contra la almohada, aquella visión podría fácilmente hacer que acabara sin siquiera comenzar. Con aquella vista grabada a fuego en su mente, se hundió sin reparo en el interior de Naruto, dejando escapar un nuevo gemido más alto al mismo tiempo que éste, el cual se aferró a las sábanas.

—¡Ah! — Su cuerpo entero se retorció cuando Sasuke comenzó a embestirlo a un ritmo perfecto, alzando la pelvis para ayudar con el ángulo de la penetración y pudiendo sentir cada centímetro de su miembro dentro de sí mismo. Se mordió el labio inferior con fuerza y apretó los ojos de la misma manera, tragando saliva con dificultad. Molesto por el nuevo silencio de Naruto, el moreno se retiró de forma lenta y lo embistió de forma ruda, arrancando un grito de placer que fue incapaz de contener. —¡Sasuke!— En su tono no faltó una pizca de reproche, pues era sabido por éste que no le gustaba gritar, era por demás de vergonzoso y es que en su voz era inconfundible el placer. 

—Si te contienes, volveré a hacerlo. — La amenaza se disfrazó de un simple aviso, dibujando una sutil sonrisa en el rostro del pelinegro. Con un débil asentimiento, Naruto dejó escapar cada pequeño gemido y suspiro sin ningún impedimento, esforzándose en mantener los ojos abiertos y fijos en su pareja.  La mano derecha de Sasuke se aferró a la cintura ajena en un intento de mantenerlo en su lugar mientras embestía, utilizando la izquierda para estimular el pene del rubio, el cual ya dejaba escapar pequeñas gotas de semen.

Unos segundos pasaron antes de que el moreno dejara en libertad el miembro ajeno, agachándose a tomar sus labios con toda la pasión que estaba sintiendo en esos momentos. Su lengua no tardó en profanar la cavidad bucal contraria, iniciando una danza perfecta en la que eran participes sus lenguas, un beso que fácilmente les arrebató el poco aliento que les quedaba. Jadeando sobre sus labios, Sasuke se retiró de su interior casi por completo y dio una última estocada, que causó el tan preciado orgasmo en ambos. El interior de Naruto se cerró en torno al pene del mayor, obteniendo de este hasta la última gota de semen. Sus piernas cayeron a los lados del moreno al tiempo que este se dejaba caer sobre su torso, sin utilizar todo su peso para no aplastarlo.

—Te amo, Naruto. — Aquellas cálidas palabras instalaron un profundo sentimiento de amor en el corazón del mencionado, no pudiendo hacer más que aferrarse a la espalda ajena con brazos y a su cintura con las piernas. Se encontraban dentro de su propia burbuja personal, una de la cual deseaba jamás salir.

—También te amo, Sasuke. — Susurró, respirando profundamente y dejando que el aire escapara de sus pulmones lentamente, normalizando su respiración luego de un par de repeticiones. Paseó su nariz con suavidad por la mejilla del Uchiha, depositando un beso en ella poco después. —Ahora debes volver a bañarte. — Le dijo con una pequeña sonrisa divertida en el rostro, pasando a observar su rostro una vez más. —Hagámoslo juntos. — Propuso luego, buscando una de sus manos para entrelazar sus dedos.

Luego de que una ligera risa escapara de su boca, Sasuke se retiró del interior de Naruto y lo ayudó a ponerse de pie, buscando un par de toallas limpias para el nuevo baño, después de todo aún debían bajar a cenar algo, no le daría la oportunidad al rubio de querer comer el ramen que había traído a escondidas. Era imposible que saliera de viaje sin al menos 5 potes de este, como para que no se diera cuenta, después de todo Naruto era un adicto y lejos de su hogar no encontraría un buen puesto de ramen como a él le gustaba.

El baño transcurrió con tranquilidad, con una que otra caricia furtiva y sonrisas amorosas. Beso que va, beso que viene, acabaron de higienizarse y salieron antes de que el deseo por el otro volviera a hacerse presente. De la mano, se dedicaron a recorrer las calles con tranquilidad, comentando sobre las cosas que le llamaban la atención al rubio y disfrutando de la hermosa noche que les había tocado. Sin duda alguna Sasuke había elegido el mejor lugar para vacacionar, y para hacer semejante proposición. Aquellas serían las mejores vacaciones de sus vidas. 


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