El sábado llegó muy rápido y, sin notarlo realmente, ya me encontraba tocando el timbre del departamento de Hanji.
- ¡Enanín! ¡Pasa, pasa! ¡Te estábamos esperando! - Dijo mientras me ayudaba con el abrigo.
- ¿Estábamos? - Miré bien y detrás de ella se encontraba el cejotas de Erwin.
La verdad era que Hanji y Erwin son los únicos que considero "amigos" después de ese día.. Solo ellos me cuidaron de no hacer alguna otra tontería. Me dieron lugar para quedarme hasta que pueda encontrar un buen trabajo y valerme por mí mismo.
De solo recordar lo patético que me veía en ese entonces se me revuelve el estómago. En fin, ahora trabajo con ellos en una pequeña empresa de confección de ropas para mujer.
Hanji es la diseñadora y confeccionista principal y Erwin, el relacionista público. Yo comencé encargándome de recoger y separar las diferentes telas que Hanji necesitaba. Con el paso del tiempo y, al ver que le ponía mucho empeño a mi labor y al mismo tiempo aprendía de los demás, el jefe me ascendió y ahora era algo así como su secretario.
Muchas cosas habían cambiado desde hace 3 años..
Salí de mi pequeño recuerdo cuando sentí la palma de Erwin en mi hombro - ¡Qué bueno verte de nuevo, Levi! - Dijo mostrándome una sonrisa de oreja a oreja.
- ¡Pero si nos vimos en la mañana, cejas de mierda! - Dije alejándome de un brinco. Esa sonrisa me daba escalofríos. - Y ¿Qué se supone que haces aquí? - pregunté de mala manera.
- Déjalo, Levi. Yo lo invité (obligó) a que me ayude. Estaba enseñándole cómo debe saludar una dama. Deberías ponerte a practicar tú también porque lo necesitarás - Hanji tenía en la mano unas tijeras y todo su cuerpo estaba con tiras de diferentes tipos y texturas de telas, cinta métrica, esponjitas con alfileres y demás cosas que ni sabía identificar.
- No me jodas, cuatro ojos - dije e inmediatamente subimos al pequeño taller que tenía Hanji en el segundo piso de su departamento. Maldito cejotas traidor. Ya me las pagarás tú también.
Llegamos y la situación era peor de lo que esperaba. Hanji tenía todo su maldito taller repleto de maniquíes con vestidos de diferentes colores y pelucas extravagantes.
- Bien, Erwin. ¡Comencemos con la operación Viste a tu pequeño gruñon! - Inmediatamente sentí como unas manos me paraban frente a un espejo y mi ropa fue a directo a un perchero.
No recuerdo cuánto tiempo pasó pero decidí ignorar todo tipo de comentario que hacía Hanji o Erwin conforme me iban probando diversas cosas.
Para cuando me di cuenta, Hanji estaba en frente mío y miraba con entusiasmo a Erwin mientras este le hacía una señal de victoria con la mano. Me cogieron de los hombros, girándome y fuimos rumbo a la Iglesia.
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Solo a los padres de Hanji Zoe se les ocurre casarse después de 32 años de convivencia. Podría no sonar tan descabellado si no fuera porque ellos viven actualmente en España y decidieron venir a Londres únicamente para realizar su ceremonia y reencontrarse con la solterona de su hija. Ahora entendía que la estupidez se hereda, definitivamente.
Llegamos a la Iglesia. Erwin estaba tan elegante como un hombre rubio, alto, bien fornido y con unos ojos azulados podría estar. Llamaba la atención de muchas chicas a su paso. Hanji, por su lado, usaba un vestido azul marino con toques floreados confeccionado por ella misma, acompañado por unos tacones de diseñador y el cabello sujeto en una coleta alta. No podía negar que ambos lucían muy elegantes.
- No te intimides, enanín. ¡Estás divina! - exclamó.
Debo admitir que no me veía tan mal. Estaba usando un vestido rojo a mitad de rodilla. Con la espalda descubierta que terminaba en un lazo atado. Hanji me había colocado extensiones del mismo color de mi cabello y lo llevaba suelto pero bien cepillado. Apenas y traía sombras en los ojos. Solo con algunas pestañas postizas para darle más "profundidad a mi mirada" según la loca. Labial rojo en combinación con el vestido y un ligero rubor rosado. Los tacones negros acharolados no eran tanto problema ya que, al tener una amiga tan extraña como lo era Hanji, el verme obligado ciertas veces a servirle de modelo cuando pasaba por su casa para recoger algunos pedidos no era tan descabellado y me había adaptado al menos a no caer de bruces cuando caminaba con ellos.
La ceremonia fue más amena de lo que esperaba. Se notaba que era la familia de Hanji por las ocurrencias que tenían todos allí. Sentía una extraña mirada sobre mí pero decidí ignorarla. Enseguida nos trasladamos al salón de la recepción y fui arrastrado a saludar a los padres de Hanji.
- Hija de mi corazón. ¡Me alegra verte después de tanto! - saludó entusiasmada su madre.
- ¡Mami! ¡Papi! ¡Felicidades por su matrimonio! Les presento a Lev... ¡Lena! Mi novia - ambos padres se giraron a mirarme y me extendieron una agradable sonrisa.
- Lena, querida. Un gusto en conocerte. Cuida mucho de mi Hanji - habló su padre con un tono calmado y muy afectivo.
- Por supuesto que lo haré, señor - le dediqué la sonrisa fingida más tierna que pude sacar y luego de un rato de cuchicheo, nos retiramos a la mesa para compartir la abundante comida.
Todo iba muy bien y estaba entretenido dejando en ridículo a Hanji compartiendo anécdotas vergonzosas sobre ella con los demás. Hasta que sentí una presencia detrás mío y una mano se posó en el hombro de Hanji.
Mis ojos no podían creer lo que veían.
Definitivamente el destino era una mierda.
Allí, en frente mío, estaba el causante de todas mis desgracias. La razón por la que cometí las peores estupideces de mi vida y el principal motor de mi desinterés en el amor.
Eren Jaeger..