A veces... sus besos eran dulces.
Para Castiel sería una sensación nueva, casi torpe. Sus labios se unirían en un suave toque, fugaz y a la vez persistente en el tiempo. Al abrir los ojos, sus mejillas se sonrojarían por el guiño coqueto de Dean.
A veces... sus besos eran apasionados.
Dean se deslizaría en su interior sin ningún permiso. Ahogando un gemido, sus lenguas se encontrarían en una excitante descoordinación. Abrumado por la necesidad, Cas no pensaría con claridad, las sensuales y profundas caricias del fuerte hombre lo llevarían a la locura.
A veces... sus besos eran impulsivos, hambrientos y demandantes.
El ángel se estremecería por las calientes y sucias palabras que Dean le diría en su oído. Mordería con tentación su labio inferior, para bajar de a poco por su mandíbula y cuello. Siguiendo un camino ya conocido, Dean le dejaría miles de marcas en su piel.
Otras veces eran una mezcla de todos ellos.
Alucinantes. Vehementes. Únicos. Debilitado por el amor y el placer que recibía, ahora Castiel entendía que cada caricia era diferente según la ocasión.