—La boda de Sohee será la habladuría de la cuidad —dijo Seohyun mientras ataba firmemente el listón de la manga de Minseok—. Es como si nadie pudiera hablar de nada más desde que el Conde Kim fue visto llegando aquí la otra noche.
Minseok gruño cuando ella ajustó su corsé. —No puedes comenzar a comprender la poca alegría que eso me trae.
Seohyun lo ignoró. —Sabes, la señora Kwon, la vieja con renguera, me detuvo ayer, había oído las tres veces que se anunció la presentación de las amonestaciones y estaba tan emocionada.
—Puede que sea así, pero incluso después de oír tres veces en la iglesia nuestra intención de casarnos, dudo que estuviera tan emocionada si supiera la verdad.
—Por supuesto que no lo estaría, pero es agradable ver a la gente tan feliz. Las bodas hacen eso a la gente.
—No me lo hacen a mí.
Minseok deslizo sus pies en un par de zapatillas que parecían más delicadas de lo que realmente eran. Comprobó su maquillaje por última vez y jaló su peluca para asegurarse que estuviera firmemente colocada. —Entonces —pregunto con los brazos abiertos—, ¿tengo la imagen perfecta de una novia ruborizada?
No protestó cuando ella seleccionó unas flores silvestres entrelazándolas en los rizos de su peluca y le entregó un ramo de rosas y romero. —El Conde Kim estará feliz, estoy segura. Ahora vamos, no tiene sentido dejarle esperando en la Iglesia.
—No tiene sentido, pero ojalá pudiera.
Siguió a Seohyun escaleras abajo. Su prima tenía un nuevo vestido para la ocasión. Era de seda azul con una falda y forro amarillo, sospechó que costó probablemente mucho más del que él estaba usando. La puerta principal se abrió, y una pequeña banda de músicos irrumpió a la vida, tocando una alegre melodía para acompañarlo mientras bajaba por los escalones. Los músicos guiaron la procesión, que aumentó en número mientras Minseok recorría las calles de camino a la Iglesia. Se hacía difícil pasar por las calles angostas para cualquiera que no formaba parte del grupo, pero a nadie parecía importarle. Los transeúntes aplaudían o gritaban sus buenos deseos mientras él pasaba. La única pequeña bendición que tuvo fue que Seohyun era el único familiar presente, con su tío muy ocupado viajando por negocios, como para asistir a la boda de una sobrina en la cual no tenía ningún interés real.
El clima templado y el sol, mantenían a raya a la lluvia, por lo que los vecinos habían acudido en gran número para acompañar la procesión nupcial. Había más gente en la multitud que no reconoció que aquellos a los que sí, por más que le preocupara, era mucho más preferible. Estaba aliviado de que, hasta donde podía decir, nadie de ninguno de los teatros había oído que había una boda en la zona ni aparecido sin previo aviso para estar atento al interés general, sólo para identificarlo enseguida.
Los niños corrían al costado, riendo y cantando, mientras los adultos aplaudían y danzaban. Hacia años que Minseok no había participado en una procesión nupcial y a pesar de lo absurdo de la situación en la que se encontraba, disfrutó ser el centro de la multitud. Entraron al recinto de la iglesia y serpenteó por el sendero. A la distancia, vio a Jongdae entrar en la iglesia por delante de ellos.
Los músicos dejaron de tocar, y cada uno recogió una moneda de Seohyun antes de inclinarse y emprender la marcha. Minseok se detuvo mientras los invitados entraban a la iglesia, hasta que se quedó solo, esperando para entrar. Tomando un momento para mirar alrededor del cementerio, pudo ver el rio delante de ellos y el teatro a la distancia, por un breve momento quiso correr, pero había dado su palabra y no se echaría atrás, no ahora que había llego tan lejos. Desde el arco, Seohyun le hizo señas para que se apurara y con una última mirada al teatro, subió los escalones hacia la iglesia.
—¿Preparada para convertirte en la dama Kim Sohee?
—Aunque parezca mentira, lo estoy. Es una lástima que mi hermano no pueda estar aquí para entregarme —dijo con un claro sarcasmo.
—Sí, es una verdadera lástima. Pero estoy segura que él está contigo en espíritu y te visitará una vez que te instales en la mansión Kim.
—Espero que sí. Me gustaría que él sea mi constante compañero.
—Estoy segura que tu futuro esposo no se opondrá —contestó Seohyun con un guiño.
Minseok rodó sus ojos y la ignoró. —Es hora de que Sohee se case.
La jovialidad de la procesión nupcial había quedado atrás, Minseok entró en la iglesia y casi tropezó al mirar adelante. La iglesia estaba llena, un mar de rostros que permanecían parados y mirando mientras él comenzaba el lento paso hasta el altar. Por los colores y corte de sus vestimentas, la elite de Seúl se había reunido temprano para ver a Sohee casarse con el Conde Kim. Se pateó mentalmente por no haberse dado cuenta antes que contraer matrimonio con alguien como Jongdae, un hombre que era el preferido de la corte, atraería desde luego una multitud de espectadores curiosos. Muchas de las mujeres lo miraban con amplia curiosidad, la descarada pregunta de por qué el Conde Kim querría casarse con una criatura tan simple estaba escrita claramente en sus rostros, los hombres no eran mejor, de repente estuvo feliz de que fuera él y no Sohee quien estuviera allí, dudando que el temperamento de su hermana lo hubiera soportado.
Ignorándolos, mantuvo su cabeza en alto y continúo caminando hacia el altar donde Jongdae estaba esperándole, luciendo magnifico. El hombre lucia ridículamente apuesto con su sonrisa deslumbrante, y Minseok sospechó que el Conde estaba consciente del efecto que tenía su sorprendente apariencia, tomó sus manos al unirse con él en el altar.
El ministro aclaró su voz, abrió el libro de oración y comenzó a leer. —Queridos hermanos, nos hemos reunido aquí en presencia de Dios y de esta congregación, para unir a este hombre y a esta mujer en santo matrimonio; el cual es un sacramento honorable, establecido por Dios en la creación, en los tiempos que el hombre estaba libre de pecado y el cual significa para nosotros el misterio de la unión que hay entre Cristo y su Iglesia. Además, Nuestro Señor Jesucristo aprobó y honró este sagrado sacramento con su presencia y con su primer milagro en las bodas de Caná de Galilea, y encomendado por San Pablo, diciendo, que es digno de ser honrado por todos los pueblos, por tanto no debe emprenderse inconsiderada o licenciosamente para satisfacer la lujuria carnal del hombre, como bestias sin razonamiento, sino con reverencia, discreción, con seriedad y con temor de Dios, de acuerdo a los propósitos para las cuales Dios lo instituyó.
Minseok reconoció las palabras. Él había asistido a varias bodas, pero no le preparó para la desdicha inesperada que sintió. Nunca se consideró particularmente religioso, pero por primera vez, se le ocurrió que si fuesen descubiertos estarían en serios problemas. Medio deseó que alguien hablara en el momento que el ministro preguntó si había cualquier impedimento para ese matrimonio, para detener esta farsa en su curso. Pero nadie habló, y la ceremonia continúo.
El ministro se dirigió a Jongdae. —Kim Jongdae ¿quiere a esta mujer como su esposa, para vivir juntos en sagrado matrimonio; para amarla, confortarla, honrarla y cuidarla, tanto en la salud como en la enfermedad; y renunciando a todo lo demás, siéndole fiel, mientras vivan?
—Sí, quiero.
Minseok tragó ante la cara de determinación de Jongdae y la forma en que sus ojos parecían brillar con picardía.
—Ahn Sohee ¿acepta a este hombre por esposo, para vivir juntos en sagrado matrimonio; para obedecerle y servirle, amarle, honrarle y cuidarle, tanto en la salud como en la enfermedad; y renunciando a todo lo demás, siéndole fiel, mientras vivan?
Casi perdió su entrada, pero un gentil apretón de Jongdae lo mantuvo en su guión.
—Sí, quiero.
Al menos Seohyun estaba prestando atención, dando un paso adelante para responder que era ella quien entregaba a Sohee en matrimonio, Jongdae sabia sin duda sus líneas mientras repetía —Yo, Jongdae, te tomo a ti, Sohee, como mi legítima esposa, para tenerte y conservarte de hoy en adelante, para bien o para mal, en la riqueza o en la pobreza, en la prosperidad o en la adversidad, en la salud como en la enfermedad, para amarte y cuidarte hasta que la muerte nos separe, de acuerdo con el sagrado mandato de Dios, este es mi voto solemne.
Minseok tartamudeó en su camino a pronunciar sus votos, más nervioso que en cualquier noche de estreno. Jongdae colocó una sencilla alianza de oro sobre el libro abierto como lo ordenó el ministro, qué la recogió y se la volvió a entregar.
—Repite después de mí, con este anillo te desposo, con todo lo que soy, y con todo lo que tengo, yo te honro, en el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo. Amén.
Observó como la alianza de oro se deslizaba en el dedo anular de su mano izquierda mientras Jongdae repetía las palabras del ministro. Lo miró inclinarse para besar a la novia de acuerdo a la instrucción del ministro. Su respiración se detuvo cuando los labios de Jongdae rozaron los suyos.
Casi no escuchó el salmo o la bendición para que su unión fuera fructífera, mientras que Jongdae y él se arrodillaban ante el altar. Una vez que el ministro había terminado y que todas las oraciones fueran ofrecidas, Jongdae le ayudó a pararse, Minseok lo siguió ciegamente mientras era guiado fuera del altar hacia la soleada mañana.
Una línea de carruajes estaban esperando a las puertas de la Iglesia, Jongdae tomó su mano y la apoyó en su brazo mientras los invitados salían de la Iglesia. —Vamos, mi amor, nuestro banquete de bodas nos espera sobre el río.
—¿Sobre el río?
—Sí, mi residencia de Seúl está cerca de el, recibiremos a nuestros invitados antes de que partamos mañana a la mansion —dijo Jongdae, divertido por la confusión de Minseok —. Tu prima te lo dijo ¿no es así?
Minseok se acordó vagamente de una de las tantas conversaciones que habían tenido, y también se dio cuenta de que era imposible que los Kim hubieran vivido en una propiedad en la zona sur menos favorecida de la ciudad.
Asintió lentamente. —Por supuesto, es el entusiasmo del día; estoy asombrado de que aún pueda recordar mi propio nombre.
La puerta del carruaje fue abierta por el cochero, Minseok recogió su falda y subió cuidadosamente, Jongdae lo siguió de cerca. La puerta se cerró detrás de ellos quedando solos. Jongdae se sentó y dio unas palmaditas al asiento del al lado.
—No hay necesidad de estar tan nervioso Minseok, el viaje es demasiado corto para violarte debidamente.
Minseok se echó a reír, la broma de rompió la burbuja de tensión que llevaba y se sentó. —Te tomaría una eternidad sólo llegar hasta la ballena de este traje.
—Entonces esperaré con ansias el desafío para más tarde.
El carruaje se sacudió hacia delante poniéndose en camino, avanzando lentamente hacia el adoquinado puente.
—Pero hablando en serio, ¿has considerado mi oferta? —preguntó Jongdae apoyando una mano en el muslo de Minseok.
—Ha sido uno de los tantos pensamientos que han ocupado mi mente en los últimos días.
—¿Y?
—No soy un premio Jongdae. No puedo ver, además de la conveniencia, lo que ganarías.
Jongdae tomó con sus manos sus mejillas. —No sé porqué piensas que vales tan poco.
—El hecho de que mi mayor esperanza para el futuro es hacerme pasar por una mujer debería darte todas las respuestas que necesitas.
—Tonterías. Todo eso prueba que eres un gran actor. Yo solamente lo estoy reconociendo.
Más allá de lo que pudiera decir, no había en sus palabras falta de sinceridad. —Yo…
—No debería presionarte.
Minseok no podía recordar la última vez que su corazón había latido tan rápido, pero con la mano de Jongdae en su rostro y el aroma cálido y especiado que venia del otro hombre, su corazón latía con fuerza en su pecho.
—Quizás quiera ser presionado.
Mientras los labios de Jongdae rozaban los suyos, pensó que su pecho explotaría. El beso fue gentil, incluso cauteloso y Minseok respondió de la misma manera. Había besado a otras personas, no muchas, pero nadie a quien había besado lo había hecho sentir tan vivo.
Jongdae se echó hacia atrás. —No quiero correr tu maquillaje —dijo mientras acariciaba con su pulgar el labio inferior de Minseok —. Por más que odie el capricho cortesano de las mujeres de pintarse la cara de blanco, no creo que aprecies llegar a tu propia fiesta de bodas con el maquillaje corrido.
—Y yo aquí pensando que tú eras un admirador de todos los caprichos cortesanos.
Jongdae rió y se volvió a recostar en su asiento. —Pero un esposo debe llevar las riendas de su propio hogar y tu pálida piel es tan adorable para ser cubierta por esa porquería. Quizás te prohíba blanquear tu rostro ¿Qué me dices a eso eh?
—Me creas o no, lo agradezco. No hay placer en estar cubierto de blanco, te lo aseguro.
—Entonces te lo ordeno, ninguna esposa mía esconderá su gloriosa piel bajo esa repugnante capa —dijo agitando su mano con un ademán.
Minseok llevo la mano hacia su pecho y fingió preocupación. —¿Pero qué debería decirle a las otras damas de la corte? Se escandalizarían por tus costumbres brutas.
—Simplemente diles que lo prefiero, eso te hace más dócil para la violación.
Minseok río —¿Violación?
—Un hombre puede violar a su esposa; no hay ley contra eso.
—Sospecho que la mayoría de nuestros invitados estarían sorprendidos de lo que deseas, dado la naturaleza simple de tu nueva esposa.
Jongdae tomó su mano dejando caer un beso en el dorso. —Sohee puede ser simple, pero a Minseok no se le puede describir así.
—Pero es a Sohee a quien ellos ven.
—En Seúl no hay alternativa —dijo con seriedad en la voz—, pero una vez en la mansión, podemos llegar a algunos arreglos. Simplemente les dejaré saber que he insistido en que Sohee invite a su hermano gemelo para quedarse, especialmente porque ella es propensa a enfermarse y la deja postrada en la cama por días.
—Has tomado esto en cuenta, más de lo que te he dado crédito —dijo sorprendido por la consideración de Jongdae.
—No eres mi prisionero. Quiero que seas feliz estando en la mansión Kim, y no creo que lo seas si te la pasas todos los días en corsé.
El carruaje se detuvo, Jongdae se levantó cuando la puerta del carruaje fue abierta.
—Tendremos que continuar esto más tarde. Tenemos un banquete para disfrutar.
Jongdae bajó de un salto del carruaje, y luego se volvió para ofrecerle su mano como ayuda. Minseok con cuidando de no caer de bruces, bajó con cautela y se sintió aliviado de no haber resbalado. Se detuvieron afuera de una casa grande con un jardín de rosas en buen estado en el frente y un sendero que conducía a lo largo de un patio.
Desde afuera, la casa le hacía recordar a la casa de la ciudad, al otro lado del rio, que había dejado esa mañana, pero todos los pensamientos sobre que las dos eran similares se fueron disipando mientras entraba al pasillo. Los paneles de madera que cubrían el recorrido hacia el comedor estaban grabados con motivos florales tan detallados que sólo un maestro artesano podría haberlo fabricado con tanta calidad, y la platería familiar ponía en manifiesto la notoria riqueza de generaciones.
—Tendrás muchas oportunidades para mirar con asombro otro día —dijo Jongdae que no le dejo entretenerse, guiándole hacia adelante con su mano firme. r13;No quiero que Kook fría mi trasero porque no puedo controlar a mi nueva novia y hacer que el banquete de bodas se retrase.
—¡Esa no es manera de hablarle a una dama!
Jongdae levanto una ceja. —Me considero reprendido como es debido.
Un cuarteto de trovadores empezó a tocar cuando entraron al comedor. Siguiéndoles detrás un largo grupo de invitados a la boda, de nuevo muchos de ellos eran desconocidos para Minseok, pero se distrajo al tratar de ubicar los rostros al ver los espectaculares arreglos en las mesas en frente de él. La mesa principal estaba cubierta en seda verde y revestida con tres grandes ramas decoradas con plumas de pavo real y violetas.
En cada extremo había una jaula dorada que guardaba dos tórtolas. Y arriba de las jaulas, en la punta, había una serie de cintas con los colores del escudo de armas de los Kim. Minseok miro hacia las jaulas, arrullando a las tórtolas de plumas moteadas, mientras él y Jongdae se dirigían a las dos sillas ubicadas en el centro de la mesa.
Los invitados, influenciados por los ricos terciopelos y sedas, tomaron su lugar en las mesas, a la espera que se les diera permiso para sentarse. Jongdae levanto un cuchillo y lo golpeó contra un candelabro de plata hasta que obtuvo el silencio deseado.
—Damas y caballeros, invitados de honor, gracias por estar hoy aquí. —Levantó su copa, la cual notó Minseok que ya estaba llena de vino rojo—. Un brindis por mi amada esposa, por la Dama Sohee.
Los invitados murmuraron en acuerdo, cada uno levantando una copa delante de ellos, hicieron un brindis y bebieron.
—Por favor —animo Jongdae —, disfruten de la fiesta para celebrar este día especial.
Cuando se sentó, dos puertas de roble, que Minseok no había notado antes, fueron abiertas de golpe y un torrente de sirvientes entraron a la habitación llevando la fuente de comida para el plato de entrada del banquete. Pudo ver un cuarto de carne de venado salado, numerosos pollos rellenos, y juzgando por el olor mientras pasaba, lomo de ternera. Pero lo más sorprendente era un enorme pastel, cargado sobre los hombros de dos hombres jóvenes, y colocado al final de la mesa. Minseok estiro su cuello para ver cómo la corteza era sacada con una daga de plata por una mujer de aspecto serio, y dio un grito ahogado cuando un corzo entero, un ganso, pollos, palomas y un conejo fueron revelados, todos horneados juntos.
Una selección de carnes cortadas en rodajas gruesas fueron presentadas a Minseok por un sirviente, su boca se le hacía agua por los deliciosos olores. Levantando su cuchillo, se sirvió un pedazo grande de conejo, cuando se detuvo, alcanzando a ver a una de las damas mirándolo. Cortó cuidadosamente la carne en tiras pequeñas y observó afligido como Jongdae pinchaba un gran trozo de carne de venado con el extremo de su cuchillo y lo mordió con entusiasmo.
Jongdae lo vio, se acercó y agarró un trozo de conejo. —Ven mi amor, déjame alimentarte.
Minseok iba a rehusarse, pero, consciente de los invitados, abrió la boca. Jongdae sonrió y le dio de comer pequeños trozos de conejo, mientras le acariciaba la mejilla con su otra mano. El ligero toque de los dedos ajenos hizo que se le dificultara respirar y su corazón se acelerara. Abrió más la boca para aceptar otro bocado, que Jongdae felizmente le dio.
Por un momento, parecía como si estuvieran los dos, solos. Las pupilas de Jongdae se dilataron cuando Minseok se lamió los labios, pero el encanto se rompió por una ovación y un hombre corpulento sentado a la cabecera de la mesa a su izquierda proponiendo otro brindis.
—Ese —susurró Jongdae cuando el invitado le deseo a la pareja un matrimonio exitoso—, es Lord Shin, uno de los hombres más ricos de Corea, la mujer a su derecha, que antes desaprobó tus modales en la mesa, es la Dama Haneul, su esposa.
Asintió, no confiando en su propia voz mientras Jongdae apoyaba la mano en su muslo, el calor irradiaba a través de las capas de sus faldas. Extendió la mano para recoger su copa para el brindis, pero se volcó de lado, derramando el vino rojo en la tela de seda. Se puso de pie y se sonrojo de vergüenza cuando el vino se esparció sobre la mesa.
—Yo… lo siento.
Jongdae lo calló, agarrando la copa. —Es sólo vino. No hay nada que lamentar.
Un sirviente ya estaba limpiando el derrame, y otro lleno la copa. Minseok gritó cuando Jongdae tiró de él sentándolo en su regazo, miro rápidamente a los invitados, esperando que se escandalizaran por las travesuras de su esposo, pero mientras que un par de mujeres entrecerraron sus ojos por la falta de decoro, la mayoría de los otros estaban sonriendo y riendo por la escena. Jongdae le ofreció su propia copa para beber el brindis, la cual acepto, sin poder apartar sus ojos de los de Jongdae, pensó que iba a besarlo otra vez, pero en lugar de eso tomo de nuevo la copa y bebió a fondo de ella.
El siguiente plato llegó e intentó sentarse en la silla vacía, pero Jongdae lo sostuvo con firmeza, el brazo alrededor de su cintura impidiéndole escapar. El segundo plato fue tan extravagante como el primero. Bandejas de plata repletas de pollo y palomas fueron presentadas a los invitados, y tres grandes esturiones cocidos con perejil junto con un desfile de comida, en el centro, un cerdo asado entero con una manzana en la boca.
A lo largo de las comidas, Jongdae era atento, alimentándolo con pedazos de carne y dulces manjares o acariciando detrás de su nuca siendo cuidadoso de no mover la peluca mientras los musicos continuaban tocando. La comida era tan cara que hubiera sido mera fantasía para él permitírselo durante su tiempo en el teatro. Durante los diferentes platos, los invitados se acercaban para dar sus bendiciones, ya sea individualmente o en parejas. Jongdae presentó a cada uno por turno y Minseok se dio cuenta que cada uno de ellos debía haber sido un miembro de la nobleza y un asiduo en la corte, aunque sus palabras sonaron sinceras, podía decir por sus expresiones o algo sobre sus ojos que estaban más curiosos acerca de la elección de esposa de Jongde que teniendo un deseo real de desearles lo mejor en su comienzo de vida matrimonial.
Había tanto de lo que Minseok no podía comer con el corsé puesto, que para cuando el último plato se había terminado, tuvo que alejar cualquier intento de Jongdae de alimentarlo más. Las horas pasaban entre el mar de rostros, cuyos nombres pensó jamás recordaría si se encontraran otra vez, y los constantes roces de Jongdae que calentaban su piel haciéndole muy difícil recordar que su matrimonio no era nada más que una actuación de conveniencia.
Con una ronda final de brindis, Jongdae le ayudó a ponerse de pie y se despidieron, saliendo del comedor tomados de la mano entre los aplausos de los invitados. Cuando la gran puerta se cerró detrás de ellos, se pararon a los pies de una escalera ornamentada de madera iluminada por las velas.
Jongdae le agarró ambas manos y las besó. —Nuestra noche de bodas espera, si así lo deseas.
—Nunca he… —comenzó.
—Esa no fue mi pregunta —Jongdae apretó sus manos—. Deja que cuide de ti.
La dulzura detrás de las palabras de Jongdae y las horas que había pasado en su regazo hicieron que sus dudas se evaporaran. Asintió lentamente. —Sí.
Jongdae sonrió, su rostro se iluminó. —Ven, entonces.
Juntos subieron las escaleras, pasando por cuadros de paisajes ingleses, cuando llegaron arriba, Minseok se dio cuenta que no estaban solos. Miró por encima de su hombro y vio a una mujer de amplia figura y de cabellos rojizos siguiéndolos por detrás.
Jongdae noto lo que llamo su atención. —Ella es Hyuna, ha aceptado ser tu doncella, pensé que preferirías… eh… —señalando el vestido de Minseok—, ser más tú mismo.
—Oh. Pero ¿qué pasa con…? —Miró deliberadamente a Jongdae, haciendo el mismo movimiento hacia su vestido.
—Hyuna tiene mi plena confianza.
Hyuna sonrió, con una expresión felina en su rostro redondo, haciendo una reverencia. —Mi señora, déjeme ayudarla a estar preparada para su aposento.
Se detuvieron frente a una puerta a mitad de camino de otro corredor iluminado por velas. —Su habitación, Dama Sohee —Jongdae hizo una reverencia—. La mía está del otro lado y hay una puerta que se comunica entre sí. Golpea cuando estés lista.
Hyuna dio un paso adelante y abrió la puerta mientras Jongdae desaparecía hacia su propia habitación. En frente de Minseok había una cama con dosel con un brocado grueso cubriendo el colchón, luciendo más cómodo que cualquier otra cosa en la que hubiera dormido en años. Las paredes estaban revestidas con paneles de la misma madera oscura de las escaleras, y a la derecha de la cama, un tapiz de una escena de cacería que había sido colgado en una ubicación excelente. Había otros pocos muebles, aparte de un sillón junto a una ventana grande y un lavado con un tazón de porcelana y una pila de toallas.
—Tal vez, señora, quiero decir, señor… —comenzó Hyuna.
—Por favor, llámeme Sebastian.
—No estoy segura de que sea adecuado.
Observó cómo vertía un poco de agua de una gran jarra al tazón de porcelana. —No estoy seguro de que haya algo adecuado en esta situación.
Ella sonrió. —Muy bien, Minseok, el señor Jongdae pensó que podría necesitar ayuda para vestirse y me ha pedido que le asista.
—Le ha confiado un gran secreto.
—Él tiene mi lealtad. Mi esposo es el administrador de la finca, y ambos queremos proteger al Conde, como él nos ha protegido cuando lo necesitábamos.
Ella comenzó a desatar los lazos de las mangas de su vestido. —Sé que estás preocupado —dijo ella—, pero en todo caso, yo estoy más preocupada por ti. He conocido al conde y a su familia toda mi vida. Eres el recién llegado, sin duda deberías ser el único que sospeché.
Abrió la boca para protestar pero se dio cuenta que Hyuna estaba en lo cierto. —Se que es así, pero soy el único que podría perder su cabeza.
—Entonces debemos tener cuidado de no darle a nadie ninguna razón para quitársela de los hombros.
Una vez que las mangas fueron sacadas, tomó una toalla y comenzó a sacar su maquillaje, queriendo hacer algo para evitar que Hyuna le sacara más de sus ropas. —No estoy acostumbrado a tener público cuando me estoy desvistiendo.
—Ten la seguridad de que eres tan joven para ser mi hijo. Tu modestia está a salvo conmigo —Hyuna rió—. No iremos más allá de las enaguas. Te puedes quitar las calzas tú mismo.
Hyuna trabajó rápido, sacando las piezas individuales del traje de Minseok hasta quedar solo con sus calzas y su camisa. Se sacó la peluca además del resto de la pintura blanca y el rubor, lavando su rostro en el agua, depositando toda la suciedad en las toallas.
—¿Hay algo más que necesites, ya sea mañana o para cuando lleguemos a la mansión —preguntó ella, recogiendo la palangana con el vestido cubriendo su brazo.
Los trapos sucios en el recipiente le recordaron una de las cosas que tendría que hacer para asegurar hacerse pasar por una mujer. —Voy a necesitar afeitarme, no tan seguido como algunos hombres, lo admito, pero al menos cada tanto, sino la Dama Sohee va a lucir una barba negra.
—Me ocuparé de eso, buenas noches Minseok.
Hyuna se fue y él se quedó solo por primera vez desde que Seohyun lo acosó en su habitación esa mañana. De alguna manera apenas podía creer que había sido ese mismo día, más temprano. Se bajó la calza y se recostó en el sillón, dejándose puesta sólo su camisa de lino. Alguien se movía en la habitación contigua, y ese sólo podía ser Jongdae, por primera vez, vio la puerta que los comunicaba y el cerrojo de la parte superior que lo cerraba, la decisión de cómo pasaría el resto de la noche quedaba en sus propias manos. No podía negar que estaba nervioso, pero había una voz más fuerte, una voz queriendo explorar el calor que se elevaba en su interior cuando Jongdae lo tocaba, un deseo que vibraba dentro de él que quería liberar.
Tragándose la última de sus dudas, Minseok llamó suavemente a la puerta y echó atrás el cerrojo, sabiendo que Jongdae no le negaría la entrada.
—Entra Minseok. —Escuchó a Jongdae llamarle, con un sonido levemente apagado.
Abrió la puerta, su corazón latía como si estuviera atrapado en su garganta. La habitación era más grande que la que dejó detrás. Tenía una gran chimenea como también un escritorio de aspecto impresionante y una resistente silla. Pero la habitación tenía poco interés para él, ya que, parado a los pies de la gran cama con dosel estaba Jongdae. También estaba en camisa de dormir, pero Minseok dudaba que su pecho estuviera lleno de mariposas, no por la forma en que sostenía sus brazos abiertos en invitación, entró en el abrazo, los brazos de Jongdae se envolvieron a su alrededor y lo sostuvieron firmemente. La calidez de su caricia era algo que Minseok no había experimentado antes, su cuerpo se amoldaba al de Jongdae como si fuera a donde pertenecía.
Jongdae se apartó lo suficiente para mirarlo y lo besó, abdiferencia de los besos que habían compartido antes, no era casto, allí no podía haber dudas sobre la intención detrás de un beso lleno de pasión, Minseok respondió de buen grado. Besando, sabía, que por lo menos en esa pequeña parte, no lo decepcionaría, Jongdae profundizó el beso y él gimió de deseo, su cuerpo exigiendo.
Las manos se deslizaron bajo el dobladillo de su enagua y se estremeció involuntariamente cuando Jongdae le acarició los muslos y las nalgas, temblando por la intensidad de las suaves caricias, retrocedió y Minseok fue privado de su calidez. Pero el calor volvió multiplicado por la mirada de deseo en el rostro de Jongdae. Segundos después, su camisa fue quitada y Minseok quedo desnudo, la evaluadora mirada de Jongdae cada vez más oscura y llena de calor mientras sus dedos lo acariciaban desde el hueco de su garganta, bajando hasta el pecho y el abdomen, sólo deteniéndose sobre el nido de rizos de la muy interesada hombría de Minseok.
—Hermoso —susurró Jongdae.
Minseok fue guiado hacia atrás, golpeando la cama y perdiendo el equilibrio, por lo que cayó de espaldas mirando a Jongdae quien parecía un hombre que había encontrado un tesoro escondido. Se deslizó hasta la cama, Jongdae se quitó su propia camisa con elegante facilidad, acomodándose junto a él. Era un mar de piel pálida con rizos marrones sobre el pecho, extendió la mano para tocarlo, vacilante al principio, pero cuando sus dedos trazaron el pelo suave alrededor de sus pezones, el otro hombre gruñó profundamente, paasó la mano por el vientre de Jongdae, rozando la cabeza de su polla hinchada.
Jongdse se inclinó y le besó posesivamente, su lengua exigiendo entrarblo que Minseok permitió voluntariamente y por lo que respondió con entusiasmo.
—Dices que no has hecho esto antes, pero sabes dónde tocarme para encender mi pasión.
—Sé dónde me gusta tocarme a mí mismo.
Jongdae se rió entre dientes, pero no respondió, eligiendo en su lugar dejar un sendero de besos por el cuerpo de Minseok, cada uno haciendo que se retorciera de placer pero la sensación no era nada comparada con la sensación de la boca de Jongdae sobre su polla tragándolo, rodeándolo con su calor húmedo.
Eso solamente le había sucedido una vez antes, un revolcón apresurado y desacertado después de haber bebido demasiada cerveza después de una noche de estreno y no había sido nada como eso, con la boca y la lengua de Jongdae adolorándolo, prolongando su placer en lugar de tratar de apresurarlo a través de él. Una mano fuerte le impidió moverse hacia arriba, manteniéndolo en su lugar, diciéndole quién estaba a cargo. Todo si cuerpo cantó, el estremecimiento de placer quemaba desde arriba hasta los pies y hacia abajo de los hombros, gritó en éxtasis cuando encontró su liberación.
—Lo siento, no pude... —Dijo, jadeando cada palabra.
Jongdae se arrastró hacia él, limpiándose la boca con el dorso de la mano, una mirada depredadora en sus ojos. —No hay razón para disculparse. Esta noche está lejos de haber terminado.
Volvió a besarlo y Minseok probó su propia esencia salada de los labios del otro hombre.
Estuvo decepcionado cuando Jongdae se apartó para recuperar un pequeño frasco debajo de la almohada. —Sólo un poco de aceite para ayudar a facilitar la entrada, gira sobre tu vientre. —Vaciló, mordiéndose el labio inferior, Jongdae se dio cuenta y le acarició el muslo con la palma de la mano. —Confía en mí Minseok.
Lentamente, giró hacia adelante. No pudo evitar estremecerse cuando los dedos de Jongdae rozaron su columna, esperando que hurgara directo entre la raya de su trasero, pero se relajó cuando besó cada uno de sus hombros y acarició sus costados. Su cuerpo comenzó a responder, la ola de calor extendiéndose a través de él mientras Jongdae se sentaba entre sus piernas.
El hecho de que no tuviera experiencia no significaba que fuera ingenuo. Había oído suficientes historias de aventuras de otros muchachos en esquinas oscuras, bromas groseras de la curva de su culo y cómo sería perfecto para un poco de diversión debajo del escenario una vez que el teatro se hubiera despejado. Sin embargo, no había esperado la emoción cuando Jongdae lo abrió, con dedos persuasivos trabajando en su interior, mientras que con la otra mano trazaba figuras en sus costados. Apenas era coherente, frotando su polla endurecida contra la ropa de cama para conseguir un poco de fricción, mientras Jongdae entraba en él, gimió estirando centímetro a centímetro su entrada, dándole la bienvenida en su interior y el dolor que había esperado fue anulado por la increíble sensación de ser reclamado completamente.
Jongdae mantuvo su ritmo constante, para empezar, Minseok se empujaba hacia atrás para ir al encuentro de sus embestidas, su cuerpo desesperado por el contacto, por cada contacto en cada penetración, jadeaba y se retorcía mientras el ritmo aumentaba cayendo en otra liberación, jadeando y gimiendo el nombre de Jongdae mientras se corría. Jongdae gritó su propio placer sólo momentos más tarde.
Cayeron en un enredo de extremidades, con Jongdae besándolo con fiereza, presionando besos por toda su cara susurrando una letanía de adulaciónes en su piel. Sus respiraciones finalmente se estabilizaron y los latidos de sus corazones volvieron a sus ritmos normales. Usando su descartada ropa de dormir, Jongdae limpió la evidencia de su relación sexual, tirando la prenda sucia en el suelo antes de jalarlo hacia él.
Minseok se acurrucó más cerca, envolviendo sus brazos alrededor de él. No sabía si debía quedarse, pero no tenía intención de marcharse a menos que él se lo pidiera y no parecía tener intención de dejarlo ir, sosteniéndolo con firmeza, feliz y contento en brazos de su amante, dejo que Morfeo lo tomara, dejándose llevar con facilidad por el sueño.