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Una promesa congelada por Miky15E

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Notas del capitulo:

Dije que actualizaría los sábados, pero es viernes todavía. Bueno, bueno, ya no cambiaré el día de actualización. xD 

¡Disfruten!

—Según su informe, la madre de Yurio era alfa, pero no especifica detalles —expuso en un tono que desconcertó a Viktor —. ¿Por qué no quiere decirme la verdad, señor Nikiforov? Yo puedo ayudarlo si usted es sincero conmigo.


—Le agradezco su preocupación, directora. —El peliblanco se paró del asiento y acomodó su traje negro —. No es necesario que se preocupe por mi familia, yo solucionaré los problemas con mi hijo.


—Señor Nikiforov —le habló la señora de mediana edad con un semblante turbado por la actitud tajante del hombre delante de ella —, el comportamiento de Yurio es un reflejo de sus actos. Si quiere apoyarlo, usted deberá dar el primer paso, pero si continúa evadiendo mis preguntas de esa manera, Yurio sufrirá las consecuencias.


—Sé lo que mi hijo necesita y lo que necesita es liberarse de este ambiente.


—Si es su decisión, no puedo hacer más por ustedes. —La mujer suspiró resignada y asintió tomando el teléfono —. Prepararé los papeles para su baja temporal.


Viktor se despidió con un apretón de manos y emprendió su retirada. Afuera lo esperaba su hijo sentado en el suelo, quien lo veía fijamente como si tratara de sacarle información a su padre.  


—Vámonos, Yurio —ordenó. No se quedó por mucho tiempo, pues lo que menos quería era toparse otra vez con esa fastidiosa directora.


—¿Qué pasará? —preguntó el rubio. Ambos caminaban por el pasillo que conectaba a la salida de ese lugar —. ¿Me expulsaron?


—No, no lo hicieron. Tramité tu baja temporal. —Yurio separó sus labios formando una o, debido a la sorpresa.


Su papá no era de las personas que perdían la paciencia fácilmente y eso lo agradecía desde el fondo de su corazón porque sus personalidades eran opuestas. Al adolescente no es que le gustara perder la cordura ni insultar a los adultos, es sólo que sus hormonas estaban disparadas por los malditos supresores. Y si no era esa la razón, entonces el carácter de Yurio era nefasto.


Sin embargo, el rubio sabía bien que Viktor ocultaba algo y ese algo no se lo diría a él ni a cualquier fulano. Era extraño que su progenitor hubiera decidido empezar los tramites de su baja temporal. Es más, ni el mismo Yurio lo había pensado porque era consciente de que su viejo lo mandaría directo a la mierda. Y no, ahí estaban padre e hijo huyendo de eso, aunque “eso” no tenía respuesta.


A veces, al jovencito se le complicaba entender al peliplata. En algunas ocasiones Viktor llegaba a ser empalagoso y se desvivía por su pequeñuelo, pero también existía esa parte oscura de Viktor Nikiforov que no descifraba del todo.


—Contrataré un tutor privado, ¿te agrada la idea? —cuestionó abriendo la puerta del piloto de su convertible rojo.


—¿Por qué ahora? Tú deseabas tanto que yo estudiara como un mocoso normal —murmuró. El mayor se encargó de quitarle el seguro al lado del copiloto y Yurio subió —. ¿Qué te hizo cambiar de opinión?


—Tú, supongo —musitó cortando la conversación.


Sí, Viktor no era un simple jefe de una empresa famosa. Sus secretos estaban muy bien guardados y si había un ser humano que supiera cómo era en realidad, debía vivir en un planeta diferente.



—Oh, cierto. ¿Te apuntarás en la lista, Yuu?


Los dos jóvenes iban rumbo a la universidad en un auto negro y desgastado que habían adquirido hace tres años. Yuuri todavía no aprendía a manejar porque sus nervios lo controlaban, así que Phichit estaba al volante.


—No sé, creo que no sirvo para maestro de mi propia licenciatura. —Rió temblando al imaginarse enfrente de un grupo de alumnos. Seguro sus estudiantes se burlarían de él.


—Eres un ratón de biblioteca, ¿por qué no podrías? ¡Yuuri es genial! —exclamó animando a su amigo —. Tu familia está acomodada y resuelven tus gastos. ¿Eso te gusta?


—Por supuesto que no —negó de inmediato —. Yo quiero obtener mi dinero con mi esfuerzo y si para ello tengo que enfrentar a unos cuantos niños, ¡lo haré!


—¡Sí, señor! —afirmó el moreno y en su rostro se dibujó una sonrisa de oreja a oreja. Yuuri Katsuki era su mejor amigo porque, a pesar de ser un tipo tímido, en su interior acumulaba fuerza y determinación.


Al llegar a la universidad, Phichit estacionó el coche en uno de los espacios desocupados y descendieron del automóvil. Cada uno se dirigió a su facultad, que eran edificios contiguos y entraron a sus respectivas clases. A menudo se mensajeaban para decirse lo aburrido que era el maestro o para reunirse en los comedores si lograban coincidir con sus horas libres.


Esa tarde, Yuuri tenía disponible el horario de tres a cinco y Phichit no, por lo que prefirió ir a las oficinas del secretariado y pedir informes de esas dichosas listas. En sus pensamientos rogaba a los dioses que lo estuvieran escuchando para que las secretarias le dijeran que ya no había cupo.


—Hola, querido —le saludó la chica, quien estaba encerrada en un cubículo y se comunicaba con el alumnado a través de una ventanilla —. ¿Qué te trae, Yuuri?


—Vine por la lista de los tutorados —susurró bajito. Procuró no hablar alto porque, en serio, ser un profesor se le dificultaba.


—Sí, permíteme un momentito —se levantó de su silla y se agachó buscando entre sus carpetas un documento.


Bueno, los dioses no eran sus aliados este día.


—Viktor, estás corriendo, ¡joder! —bufó un rubio con cara de amargado.


Yuuri se giró al oír los cuchicheos y las risitas de las mujeres. Sus ojos se cristalizaron al ver a ese hombre de tez blanca, rasgos perfilados y complexión perfecta avanzando en su dirección. Definitivamente, ése no era un profesor de la universidad y ese chiquillo no era un estudiante.


—¡Viktor! —refunfuñó Yurio detrás del peliblanco que sonreía divertido por los arranques de su hijo.


—Más rápido, tigre. —Agarró al menor pasando su brazo izquierdo en la cintura del contrario y éste gruñó al sentirse prisionero de un contacto afectuoso.


—¡Ya, suéltame, viejo idiota! —bufó alejando a su progenitor. Sus mejillas se tiñeron de un leve rojizo y su boca se frunció en una mueca.


Yuuri se enterneció al presenciar esa escena tan maravillosa, pero su mente y cuerpo no estaban conectados; la primera le recordaba ese estúpido sueño y el segundo temblaba conmocionado, como si…


—Yuuri, la lista. —La secretaria irrumpió en sus vagas memorias y, por si fuera poco, Viktor y Yurio se hallaban a unos centímetros de él.


—S-Sí —balbuceó dándose la vuelta e ignorando lo que acontecía a su alrededor. No debería importarle quiénes eran o por qué estaban ahí.


—Buenas tardes. —La voz del peliblanco aturdió a Katsuki de la peor forma.


Viktor estaba junto al pelinegro y Yuuri podía jurar que cuando articuló esas dos palabras, su aliento dulce chocó contra él. No, ellos se encontraban uno al lado del otro y al mayor no le incomodaba. De hecho, Yuuri era el único tiritando.


Los ojos marrones del joven se alzaron para contemplar al majestuoso personaje que lo había descompuesto en un segundo. ¿Acaso no tenía defectos? ¿Por qué era ridículamente hermoso? Y entonces, Viktor se dio cuenta de la mirada cargada de emociones que lo acosaba y se atrevió a confrontarlo.


Eran desconocidos, pero sus corazones retumbaban en una armoniosa melodía, como si se entendieran. Viktor se había quedado boquiabierto ante la imagen tierna del pelinegro y no apartaba su vista de la de Yuuri. No sabían si las manecillas del reloj se habían detenido y ellos estaban congelados en el tiempo, hasta que la secretaria los agitó de la ropa.


—Disculpen, están haciendo esperar a los siguientes.


—P-Perdón —tartamudeó Viktor apartando sus ojos azules del chico —. Vine a pedir información.


—Gracias por la lista. —Yuuri jaló el papel y corrió apresurado hacia los baños o hacia donde sea, pero que ese hombre no lo deshiciera con su aroma y apariencia. 

Notas finales:

Gracias por los bonitos reviews que me dejan. <3 En serio, agradezco el apoyo de quienes le dedican un tiempo a este fanfic para leer o leer y comentar. 


 


¡Nos leemos pronto! :D


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