El segundo mes fue bastante tranquilo.
Nathaniel había tenido unos periodos cortos de vómito, pero lo que más destacaba era su enorme cansancio.
El médico le había aconsejado que se relajara lo máximo posible. Pero Nathaniel se sentía mal por ser una carga para su hermana y para Salvatore.
Necesitaba moverse. Lógicamente no podía hacer boxeo.
Decidió que lo mejor sería limpiar la casa mientras la pareja trabajaba en sus respectivos oficios.
No le costó mucho, la casa siempre se encontraba limpia.
Pensó en su gatita. Le había pedido a Priya como último favor cuidarla. Esperaba que estuviese bien. Le hubiese gustado llevarla para pasar el tiempo con ella. Estaba demasiado estresado últimamente.
El mediodía llegó y el hambre se hizo presente.
Estuvo tranquilo todo el día, hasta que una videollamada le devolvió a la realidad de ese embarazo masculino.
Castiel quería verlo. Y Nathaniel iba a darle un vistazo antes de que éste lo detestara.
Contestó y vio al pelirrojo con una mancha verde en la mejilla izquierda.
"¿Te vomitaste o algo?" Preguntó el rubio.
El pelirrojo se sorprendió y agarró una servilleta para limpiarse la cara.
"¿Mejor?"
"Mejor."
"Es Charlene. Al principio pensé que era paranoico, pero ahora estoy seguro. Esa niña me odia."
"No seas así, los niños no pueden odiar. Menos los bebés."
"Ajá, dile eso a Charlene. He tratado todo para ser un padre decente, pero soy pésimo. Me detesta, llora cuando me ve o me acerco. Me vomita encima y me arroja cosas a la cara."
"Es pequeña. Ya crecerá y verás que va a ser distinto."
"No creo poder aguantar más. No siento ningún tipo de conexión y eso me hace sentir pésimo. No soy un buen padre, odio a Debrah. No quiero permanecer más con ella."
Nathaniel creía que iba a empezar a llorar.
Si no quería a esa niña ¿Que le aseguraba que sería distinto con el suyo?
Debió hacer una mueca extraña, porque Castiel se dio cuenta de que estaba pensando mucho.
"¿Qué te pasa?"
"¿A qué te refieres?"
"Te pasa algo. Siempre cuando hablamos pasa lo mismo. En algún punto te pones triste y me cuelgas diciendo que tu hermana te necesita."
"Es que Amber sí me necesita. Y no estoy triste todo el tiempo."
"Algo te pasa ¿Por qué no puedes decirme?"
"No pasa nada."
"Bien. Te cuento de mis problemas y tú me ocultas los tuyos."
"Castiel..."
"Olvídalo. Hablame cuando vuelva a ser tu amigo."
El pelirrojo cortó la comunicación.
El rubio suspiró y arrojó el celular a su cama. Sabía que debía decirle a Castiel qué pasaba, pero ¿Y si no le creía?
Estaba lleno de dudas, no podía dejar de alterarse.
Se tocó el vientre lentamente.
Era imposible, no podía crecer un bebé ahí adentro.
El médico le había dicho que el bebé nacería por cesárea. Claro, Nathaniel lo comprendía.
¿Por qué otro lugar nacería?
Amber aún estaba tranquila, pero sabía que tenía una obsesión con cuidar bebés. Ser tía la iba a enloquecer de felicidad.
¿Qué se supone que era Nathaniel? ¿Se lo catalogaba como una madre?
No. Claro que no. No lo cuidaría él. Lo dejaría en adopción o algo así, tendría una familia real.
No quería pensar en eso.
No quería volver a ver su estómago por ese día.