Recibió una llamada de Castiel a las seis de la mañana.
Se despertó de su sueño pesado. Últimamente estaba más perezoso y comía bastante.
Miró el celular con extrañeza, Castiel no llamaba desde hacía un mes más o menos. Ya estaba atravesando su cuarto mes y la barriga le había crecido un poco más, aunque no demasiado. Aún podía pasar desapercibido.
Contestó con algo de miedo ¿Y si ya lo sabía?
"¿Hola?" Preguntó el rubio en murmullos. Su hermana aún dormía.
"Nathaniel." Dijo simplemente.
Su voz sonaba destrozada.
"¿Estás bien?" Preguntó Nathaniel todavía nervioso.
"No. ¿Sabes por qué? Porque no tolero a los mentirosos."
El alma se le cayó a los pies. No, le había descubierto. No podía regresar a Francia jamás.
"Castiel..."
"¿Puedes creer que me engañó? Debrah es una perra, Charlene no es mi hija. Lo dijo para que me uniera a su tonta banda y no me alejara de ella."
Casi suspira de alivio, pero aquello era igual de grave. Charlene no era hija de Castiel, él no era el padre de la niña. Pero aún así tenía un bebé en el vientre de Nathaniel.
"¿Y qué vas a hacer ahora?"
Un silencio se hizo presente.
"Me alegra que no digas que lo sientes. Lysandro me lo dijo, pero necesito eso. No lo siento, nunca la sentí como una hija. Estoy aliviado, y supongo que volveré a casa y le diré a mis padres que Debrah es una puta mentirosa."
"Me alegro." Dijo con una sonrisa.
"No puedo creer que me haya mentido de esa forma. Con la paternidad no se juega, estaba aterrado. Aunque me estaba acostumbrando a su llanto toda la noche. Descansaré en paz desde ahora."
"Eso es genial, Castiel."
"Espero que tener hijos no sea así de horrible."
Nathaniel palideció.
"No lo creo." Eso esperaba, que no lo fuese.
"Me había hecho ilusión también. Pensé que tenía una familia. No es que lo quiera ahora, es solo que pensé que sería genial criar a alguien que sea como tú y enseñarle cosas."
El corazón del rubio se derritió.
Lo quería tanto.
Debía decirle todo, no podía mentirle más. Quería tener una relación con él, que le amara de la misma forma.
"Castiel. Ven a Italia." Dijo sin pensar más.
" ¿Qué?" Preguntó el pelirrojo desconcertado.
Nathaniel suspiró.
"Dijiste que me pasa algo y es verdad. Pero quiero decírtelo en persona ¿Puedes venir?"
Hubo silencio en la línea.
"Claro, delegado misterioso."
Casi se oía sonreír.
Hablaron más, pero Nathaniel seguía de los nervios. Luego, a las 7:37 acabó la conversación.
El rubio estaba decidido, le contaría la verdad al padre de su hijo. No perdería tiempo.
Tocó su vientre y recibió un movimiento leve.
Se sorprendió. Lo tocó otra vez, otro movimiento.
Sonrió y corrió hasta la habitación de su hermana. Salvatore ya había ido a trabajar, eso los dejaba a ambos solos.
El rubio despertó a su hermana con una sonrisa.
"¡Amber, Amber! ¡Mira!"
Parecía un niño pequeño. Pero se encontraba extrañamente feliz por el nuevo descubrimiento.
La rubia se levantó asustada de que algo le hubiese sucedido a su hermano, pero se calmó al ver la sonrisa de éste.
"¿Qué pasa?"
"Siente." El rubio agarró la mano de su hermana y la colocó en su vientre, sintiendo como el bebé volvía a moverse.
El rostro de Amber se tornó alegría pura. Le dio un gran abrazo y comenzó a reír.
Dejó la mano en el vientre de su hermano durante un largo tiempo, sintiendo el movimiento del bebé.
"No lo puedo creer."
"Le dije a Castiel que viniera a Italia. Le voy a decir todo."
"¿De verdad?" Nathaniel asintió.