Castiel apareció esa misma noche.
Nathaniel sabía que iba a aparecer, por eso se encontraba perfectamente duchado.
Recibió un mensaje del chico y prácticamente corrió a la puerta.
Le abrió y lo vio ahí, apoyado en el marco de la puerta, otra vez, con una sonrisa en el rostro.
Automáticamente juntaron sus labios, cerraron la puerta y fueron a la habitación del rubio.
A la mañana siguiente Castiel seguía ahí, estaba durmiendo tranquilamente mientras que Nathaniel lo miraba.
Quería quedarse para siempre en esa cama con él. Quería abrazarse a él como lo habían hecho en la noche.
¿Por qué no podía confesarse?
No quería perderlo. Quería estar con él, no importaba cómo. Arriesgándose a que se le rompa el corazón.
Se acercó al pelirrojo y besó su hombro con delicadeza. Era bastante tarde, debían comer y Nathaniel debía ver los resultados en el hospital.
"Castiel, hey." Llamó al chico en el oído.
Castiel se removió un poco, pero no despertó.
Lo hizo otra vez, pero obtuvo el mismo resultado.
Se levantó y preparó su desayuno y el del otro chico, comió rápido el suyo y fue otra vez a la habitación, donde Castiel seguía durmiendo.
El rubio probó con sacudirlo pero no daba resultados. El pelirrojo estaba dormido.
Decidió que lo mejor sería dejarlo dormir y escribir una nota.
Le dijo que iría al hospital y que volvería pronto.
Besó por última vez el hombro del pelirrojo y se fue.
Llegó luego de una caminata larga, y no ayudaba mucho el dolor de estómago que repentinamente volvió a sentir.
Lo atendieron con rapidez, el médico lo esperaba con los resultados en la mano y no tenía la mejor cara. Nathaniel comenzó a asustarse de verdad.
Lo único que se le cruzó por la mente era que le quedaba poco tiempo de vida.
"Siéntese, señor Nathaniel." Dijo el médico señalando una silla frente a su escritorio. El rubio dudó. "Va a necesitarlo, créame."
Eso no le bajó la preocupación que sentía. Las enfermedades se agrupaban en su cabeza, tratando de adivinar cual de todas ellas el médico le diría que tenía.
Nathaniel siguió el consejo del hombre y trató de no pensar en lo peor. Aunque era casi imposible, la cara del médico no le daba ninguna razón para pensar en positivo.
"Esto será difícil de asimilar para usted. No he atendido a muchos pacientes en su situación, es algo extraño para mí también."
"Solo dígalo." Murmuró Nathaniel tratando de no llorar.
El médico suspiró.
"Voy a asumir que usted a mantenido relaciones sexuales con un hombre. No me equivoco ¿verdad?"
Nathaniel estaba confundido y avergonzado.
¿Cómo ese hombre lo sabía? ¿Algo en su sangre indicaba aquello?
"¿Qué tiene que ver con esto?"
"¿Cuanto sabe de biología, señor Nathaniel?"
"Bueno, aprobé con la mejor nota..."
¿Por qué hablaba sobre sus relaciones sexuales gay y ahora de sus conomimientos de biología? ¿Tenía una enfermedad sexual? ¿Se le había irritado alguna parte del cuerpo?
"Seré directo, Nathaniel" Al fin, pensaba el rubio. "Usted es parte del
10% de la población masculina que tiene la capacidad de quedar embarazados."
Nathaniel se quedó de piedra. Esa debía ser una puta broma. Había oído aquello, pero... no podía ser posible.
Pero el hombre no concluyó ahí.
"Y está embarazado de un mes y medio."