El camino a casa fue para pensar en qué le diría al pelirrojo cuando lo viera.
Quería llorar. No podía pasarle esto. Algo estaba creciendo dentro suyo. Realmente.
¿Qué mierda iba a hacer? Debía hablar con el ojigris sobre qué iba a hacer con el bebé.
Caminó lo más lento que pudo para prolongar el tiempo.
Cruzó la puerta con mucho cuidado, esperando que Castiel estuviese dormido. Eso le daría un poco más de tiempo.
Pero tuvo mala suerte, Castiel estaba sentado en la cama sin vestirse aún.
Una parte de él quería avalanzarse sobre el pelirrojo y permanecer en esa cama para siempre. Pero recordó cuales serían las consecuencias.
"Hey..."
Los ojos grises se posaron en él, pero no había rastro del Castiel que siempre veía. Le recordaba al Castiel adolescente.
"Tengo que decirte..." Comenzó el rubio, pero el pelirrojo lo detuvo.
"¿Puedes creer que me acaba de llamar Debrah? ¿Cómo puede tener voz para hablarme? ¿Y sabes qué me dijo? ¡Que hace un año y medio, antes de que se fuera del instituto, le dejé una 'sorpresa' y que ahora se armaba de valor para decírmelo! ¿Puedes creer eso? ¿Estuvo embarazada y no me dijo nada, y ahora planea hacer como si nada hubiese pasado? ¿Como si fuésemos una familia?"
No. No podía decirle.
Lo odiaría, nunca querría a ese niño.
"Quiere que me quede con ella y volvamos a la banda. Que lo críe con ella."
Nathaniel no sabía qué decir.
No podía hacer eso. No podía. Castiel no quería un hijo, ya tenía suficientemente con Debrah.
El pelirrojo suspiró.
"Lo siento, estoy muy centrado en mí mismo ¿Que tal el hospital? ¿Tienes algo malo?"
Sentía un profundo dolor en el pecho. No solo tendría un bebé del hombre que más amaba en el mundo. Si no que él nunca iba a saberlo, tenía un bebé con otra persona.
Reprimió sus ganas de llorar.
"Bien. No pasa nada."
"Pero tenías algo que contarme ¿Verdad?"
Debía pensar en una excusa, no podía arruinarle la vida a ese chico. Maldita sea, le gustaba tanto.
"Debemos dejar de vernos... de esta forma." Dijo. Castiel lo miró algo confundido. "Voy a vivir con mi hermana un tiempo, ella se encuentra mal." Y ahora escapaba de sus problemas. Amber se había mudado a Italia cuando conoció a un italiano y se comprometieron. Iría con ella un tiempo, seguro encontraba una manera de resolver la situación.
"Ah." Dijo simplemente Castiel. "¿Por cuanto tiempo?"
"Unos meses, como mucho un año."
"Pero estaremos en contacto ¿verdad?"
"¿No puedes vivir sin mi?"
Castiel rió y Nathaniel lo acompañó.
"Yo solo tenía la ilusión de sexo virtual"
El rubio casi podía olvidar el por qué de su pena. No podría tener sexo virtual con una panza abultada sin hacerle saber a Castiel lo que sucedía.
" ¿Desayunaste lo que te dejé?" Preguntó Nathaniel cambiado de tema.
"Hasta lavé mi plato. Soy tan responsable."
"Claro, espero que esta vez hayas recordado que no se lava solo con agua, si no que hay que usar detergente."
Castiel se vistió, y Nathaniel pudo ver su cuerpo semi desnudo por última vez. Lo extrañaría, pero no podía correr el riesgo a embarazarse otra vez luego de eso.
Castiel estaba por salir cuando Nathaniel lo detuvo.
"Hey, Castiel. Espera..."
Se acercó al pelirrojo que lo miraba desde la puerta. Estaba por preguntar qué pasaba, hasta que las manos frías de Nathaniel se colaron bajo su camiseta negra.
Sonrió mientras el rubio tocaba su abdomen marcado.
Lo extrañaría mucho.
"¿Cuando te vas." Preguntó Castiel.
"Mañana." Dijo aunque aún no le había dicho nada a su hermana.
"Nos vemos, entonces. No te olvides del sexo virtual."
Nathaniel quitó sus manos del abdomen de Castiel y se las metió en el bolsillo.
"Otra cosa más." Detuvo el rubio al pelirrojo por última vez. "¿Preferirías que Debrah hubiese abortado a su bebé?"
Castiel lo pensó por un minuto tal vez.
"No lo sé. No creo que ningún bebé merezca eso. Pero fue su decisión tenerla."
"¿Es una niña?"
"Charline."
Nathaniel trató de no tirarse el suelo a llorar.
No.
Debía ser fuerte en ese momento. Debía pensar en qué hacer. No podía preocuparse por Castiel.
"Suerte con ella." Le dijo Nathaniel a modo de despedida. Luego recibió un casto beso en los labios y una mirada gris que se despedía de él.
Luego cerró la puerta y, al segundo de hacerlo, supo que ya lo había perdido.