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La boda de mi mejor amigo... Otayuri Yuri on Ice por konohanauzumaki

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“Vuelve…”

 

No podría no haberte dejado partir, ¿O sí?

Desde que te vi la primera vez sobre el hielo, no pude más que quedarme clavada en tu forma de patinar. Me gustaba tanto verte, que, empezaste a gustarme aún sin conocerte... Así que cuando eso pasó, me quedé sin habla.

Recuerdo que fue una mañana cuando acabábamos de llegar a París, para unas exhibiciones. Tu porte, gracia y belleza eran inimaginables. Me era difícil articular palabra contigo —al inicio—, pero después supe que eras alguien, si bien reservado, amigable y amable. No sonreías con nada ni nadie... excepto con Yuri.

Sarah me decía que debía expresarte lo que sentía, pero no lo creía correcto. Con todo, pasaron unos días en la capital del amor, hasta que una noche, en los vestidores, te encontré llorando.

No sabía que decir o hacer...

Solo recuerdo por instinto haberme acercado a ti y decirte lo que, en tal momento, me dictó el corazón... Ese fue el principio de mi gran y grave error.

 

Capítulo 3. "Vuelve..."

—Otabek, ¿Estás bien? —te pregunté, acercándome a ti y sentándome a tu lado. Ver a un hombre como tú, llorar, debía tener una causa terrible e inimaginable.

—Descuida. Déjame solo, por favor.
—Pero... No, siquiera en silencio déjame acompañarte —agregué, y él a ello no respondió.
Se hizo un largo silencio entre ambos. Al final, decidí que debía romper el hielo, o hacer algo que detuviera esa masacre sin palabras, pero entonces, él me ganó las palabras.
—¿Crees que las malas cosas que nos pasan son culpa de nuestras malas decisiones? —dijo, mirándome y no, absorto en ello.
—Creo que hay cosas que están destinadas a suceder, y a veces nos aferramos a lo que sabemos que no debería ser. 
—Supongo... —contestó, y posó su mirada en mi— Y, ¿por qué estás aquí?
—Porque... Yo... Pues... —dije, y, en un impulso de estupidez, me abalancé a su cuerpo, y lo besé. Él se sorprendió y yo, solo pude agregar, nerviosa.—  La verdad, me gustas Otabek, y, venía con la tonta idea de decírtelo, pero creo que es lo que menos importa ahora, ¿No? Lo único que sí puedo decirte es que no me importa quién te hizo llorar, pero, si sé que yo puedo sanar tu corazón —contesté, temblándome la voz, y, mirando que su semblante no cambiaba. Me arrepentí tanto, que, pensé que sería la primera y última vez que podría hablar con él, pero en ese momento, no sé por qué o cómo, llegaron los demás competidores ahí y nos vieron. Las cosas parecían darse por un hecho al estar ahí solos, y tras ver a Yuri salir corriendo, miré al unísono que Otabek estaba serio, pero sin reclamar a ello y, lo que llevo a seguir adelante ante todos la idea de ser novios; yo fui feliz, tanto que no me cuestioné nada más...

Aunque casi cada noche pensaba en esa plática, lo que había resultado tras de ello, y el motivo por el cual Otabek estaba así.

 

Por nuestros entrenamientos, nos veíamos una vez a la semana. Yo tomaba un vuelo a Almaty y lo veía los fines de semana. Salíamos a comer, platicábamos de patinaje, comprábamos cosas y lo besaba cuando quería. Eso era genial para mí.

Los medios de comunicación se enteraron y empezamos a salir en todos lados. No había nadie que no dijera que lucíamos geniales juntos, pero la verdad es que, al ver las fotos de fans o paparazzir03;s, empecé a notar una gran verdad: Otabek jamás sonreía...

Quise negarlo, pero sucumbí al lío en mi cabeza por todo esto y terminar tomando un vuelo entre semana para ver a Otabek. Como no lo encontré en su centro de entretenimiento, me dieron la dirección de su casa y llegué ahí. Entonces, me recibió su padre, y, se desvivió en halagos para mí. Yo no sabía que decir, pero lo cierto es que no decir nada me llevó a este punto.

Cuando su madre apareció, y luego Otabek, ellos comentaron que sería genial que nos casáramos, empezaron a pensar en todo, y cuando nos preguntaron a ambos si queríamos casarnos, enmudecí.
Había llegado a Almaty dejando mis entrenamientos solo para saber por qué no había podido lograr sacarle una sonrisa a Otabek como las que vi que le había dado una vez a Yuri, y ahora me veía envuelta en ser la novia y casarme.

Sus padres parecían ansiosos, y cuando iba a expresar mi confusión por todo, su padre agregó como cierre.
—Este tipo de compromisos hacen que vengan amigos de todo el mundo a ver la felicidad de la pareja, y muchas veces, ayuda a que los amigos que se han distanciado, regresen, para ser partícipes de la felicidad de la pareja. Es muy bello.
—Está bien —dijo de golpe Otabek, haciendo sonreír a sus padres, y, al mirarme, no evite asentir con la cabeza... Y es que, era la primera vez que él parecía tomar una decisión respecto a nosotros.

En la alegoría, olvidé lo demás. Y, sus padres empezaron todo a preparar. Iba a ser esposa de Otabek, y sus padres no paraban de decir que era la persona perfecta para él. Yo era feliz. 
Todo el lujo por el nivel de vida de sus padres empezó a desbordarse en los planes de la ceremonia, y ellos convinieron que al ser ambos tan ocupados por el patinaje, debían de encargarse de todo.

Antes de irme, su madre me preguntó algo que marcó mucho del lugar donde me encuentro... Ojalá no hubiese sido así.
—Hija, ¿Dónde les gustaría casarse?
—Pues, Otabek y yo nos hicimos novios en París. Si fuera ahí, sería feliz...

 

En un mes todo quedó listo. Se hizo público el enlace, y ya solo nos faltaba decidir quién sería el padrino de cada cosa. Lo dejamos a sorteo, para no ofender a nuestros amigos. Al final, se decidió todo y el de anillos, terminó siendo Yuri. Entonces, le sugerí que fuéramos a pedírselo en persona, toda vez que de por si él tendría que venir a San Petersburgo a pedir mi mano a mis padres.

Él no lucía convencido, pero aceptó. Cuando llegamos con Yuri, le comenté, emocionada, sobre el matrimonio. Lucía tan serio, como siempre Otabek lo estaba, pero, al final se quedó con la cajita de los anillos que mi prometido compró, y que seguían siendo un misterio para mí, y aceptó. Nos veríamos en París en unos días, justo en la boda. Ese día, se cumplían 6 meses exactos de que éramos novios... a pesar que él jamás me lo pidió.

Así, estoy aquí hoy, mientras me retocan el peinado, rumbo a ser la señora de Altin. Y no sé por qué pienso en todo esto, si al final Otabek va a casarse conmigo, y si no me quisiera, no habríamos llegado a este punto... supongo. 

Ahora que han acabado, es momento de bajar al jardín. Por la ventana puedo ver el sol dorado del atardecer y los viñedos del lugar donde el padre de mi futuro esposo preparó la boda. Y, a lo lejos, está el altar, donde están sentadas dos personas.

Son Otabek... Y Yuri...

 

No sé por qué se acelera mi corazón. Quizás porque recuerdo que ellos eran amigos, pero en realidad yo nunca he visto a Yuri con él hasta este día. O quizás, porque los veo hablando ahora. Debo estar loca, pero, no puedo evitar bajar corriendo rumbo al jardín, para, al abrir la puerta, ver al pie de las escaleras a mi prometido con mi compañero de equipo, mientras algo le dice, que no alcanzo a escuchar por el ruido dentro de la mansión. Veo como Yuri entra corriendo, y Otabek al verme, detiene el seguirlo. 

 —¿Qué está pasando Otabek? —le pregunto. Algo no me gusta en todo esto. 
 —Nada, es que, Yuri se enojó, y... no quiere ser el padrino.
— ¿Qué? 
—Ya sabes como es y...
—Otabek, si tú y Yuri han tenido problemas, ¿para qué dejaste que fuera nuestro padrino de anillos? —reprocho, porque no quiero que esto arruine mi boda.
—Nosotros no... —me dice él, pero no le creo, porque sé que no es así.
—Otabek, todo mundo sabía que tú y Yuri eran los mejores amigos, y, de un momento a otro, ni siquiera se hablaban. Y no me lo niegues, que en el tiempo que tenemos juntos, jamás he visto esa amistad que tanto todos comentaban y que me tocó ver en el pasado.
—Simplemente hemos tenido diferencias, pero nada que, como dijo mi familia, una ceremonia así no cambie. Deja lo busco; tu descuida Mila —me responde, como queriendo deshacerse rápido de mí.
—Bueno, pero en 10 minutos ya tenemos que estar en el altar —espeto, y él solo pasa de largo, rumbo a buscar a Yuri. Aspiro hondo, y, bajo rumbo al jardín. Quisiera estar tranquila, pero no puedo. 

Pasan los minutos y la gente va tomando sus lugares. La música se apaga, y yo camino rumbo al altar. La melodía de casamiento suena, y, al final del lugar lleno de flores, veo a Otabek. Eso me hace sentir en calma, ya que, al final de todo, él está ahí. Siento que él me ve, y a la vez no, como si solo mirara en mi dirección, así que me apresuro a llegar a su frente, y, alistarme para ser su esposa; al tiempo, Yuri llega y se posa junto a los padrinos. 

Creo que todo empieza a ir bien... Aunque no me siento tranquila. 

 

La ceremonia va transcurriendo, y llega el momento de los anillos. Con esto, seré la señora de Altin. Y seré feliz. Pero como mi futuro esposo trae la cajita, se la entrega a Yuri. 

—Yuri... —enuncia él, dándole en sus manos a mi compañero de equipo la cajita, observándola fijamente. 
—Vamos Yuri, danos las arras, para que Otabek y yo podamos casarnos —le digo, desesperada, porque algo me empieza a hacer sentir aún más agitada, al unísono de ver la cara que pone Yuri, al pedirle esto mi prometido.
—Yuri... —susurra Otabek, y, entonces, antes de poder decir yo algo, escucho al aire algo más.
—Otabek... Lo siento...— exclama Yuri, derramando un par de lágrimas, y echándose a correr por el pasillo lleno de flores.
—Pero ¿qué? —exclamo, cuando tengo una visión de justo lo que parece que va a pasar. Mi corazón se agita, y, solo puedo gritar— ¿A dónde vas Otabek?
—Debo seguirlo y... —responde él, pero, lo detengo del brazo. No entiendo nada, pero, es nuestra boda... ¡No puede irse así como así!
—¡No puedes dejar a la persona con la que te vas a casar! —le grito, desesperada, al notar que él no me mira... solo lo hace a donde va corriendo Yuri. 
—Lo que no puedo hacer, es volver a huir de la persona con la que me quisiera casar. Mila... Lo siento... —me responde, y, entonces, siento quebrar algo en mi interior. 

Otabek se suelta de mí y echa a correr por el pasillo de flores también, olvidando nuestro matrimonio, y, dejándome ahí, sin importarle. Y al recordar la desesperación en sus ojos, al ver a Yuri, entiendo lo que sucede. Y también, decido que no puedo dejar que esto se acabe así como así, y corro tras de él, tras de mi prometido, mi novio, y no el de nadie más. 

No puedo dejar que esto acabe así. 

No puedo dejar a la persona que, era para mí... ¿No?

Cuando llego a la entrada de la mansión, veo a Otabek a punto de irse en la moto que se supone, nos llevaría de luna de miel. Esto está pasando... No puedo dejar que pase.

 —¡Otabek! —le grito, y llego justo para detenerlo—. No puedes irte, por favor.
—Mila, no puedo engañarte. En el fondo, siempre supiste que no estaba contigo, pero, no quería dañarte —me responde, y los ojos se me llenan de lágrimas. De desesperación de entender lo evidente. De perder mi futuro en ese instante. 
—Lo sabía, como sé que jamás serás feliz si vas tras él... porque nunca te corresponderá. Y eso lo sabes tanto como yo —le digo, intentando herirlo como él me acaba de herir a mí, y, a su vez, de convencerlo de que no va a lograr nada; que ¡yo soy la persona con la que debe estar! 
—Cierto, pero, entre la amargura que siento al saberlo, vive la esperanza de lo que el corazón me hace sentir. Lo siento...—acaba él, y, arrancando la moto, sin consideración, parte de ahí, quedándome sola con los invitados a los lados, y, con un vestido de novia hecho tirones al haber corrido... Y una realidad que, no quise ver, pero que siempre estuvo ahí. 

Y es que, al final, logré saber quién es la persona que hizo que esa noche, Otabek estuviera así. La que lo hizo llorar. La que él quiso olvidar... La que el ama. 

Es, Yuri Plisetsky...

 

Y mientras se me llenan los ojos de lágrimas, comprendo aquella conversación que tuvimos, cuando me acerqué a ti por primera vez...

<<¿Crees que las malas cosas que nos pasan son culpa de nuestras malas decisiones?>>
<<Creo que hay cosas que están destinadas a suceder, y a veces nos aferramos a lo que sabemos que no debería ser>>

Desolada, al entender que yo misma me engañé y pretendí creer que Otabek sentía algo por mí, sonrío al cielo, y a la vez, siento que vivo un infierno por dentro... Aunque, al final, no importa, porque él no será para mí... Porque, al final, no puedo evitar gritar algo que no sé si siento o ya no... Algo para Otabek... 

— ¡Vuelve!... Por favor, vuelve...

Pero, él no vuelve, solo, en la carretera, su luz, deja de brillar para mí...

 

Continuará... 

 

Notas finales:

Gracias por leer!!


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