No podría no decirte que sí, ¿Verdad?
—Se te hará tarde Yuri —me dice Yakov muy apurado y preocupado, mientras Lilya me termina de adornar el cabello.
—Solo falta eso y quedará listo —dice Lilya, y es así. Cuando me miro al espejo, listo, observo en la puerta a mi abuelo, quien me viene a buscar justo por el tiempo.
—Te ves hermoso hijo —me dice mi abuelo, conmoviéndome.
—Gracias abuelo, y gracias por estar aquí.
—Yuratchka —me responde, mientras nos dejan los otros tres a solas, apurados— no podría no estar aquí, no cuando hoy es el día más feliz en la vida de mi nieto— y, me lanzo a abrazarlo, feliz de tenerlo y que entienda el amor que siento— aunque si ese loco te hace algo malo, no voy a...
—No tienes nada de que preocuparte abuelo, porque Otabek es el hombre perfecto, bueno, casi, porque no me ha podido vencer en el patinaje.
Los dos reímos, secando al tiempo nuestras lágrimas, cuando Yakov llega a nuestra habitación.
—Ya es hora, andando.
—Gracias por aceptar ser nuestros padrinos — digo, y Viktor y Yuuri parecen muy contentos al respecto, mientras me acomoda el ex campeón la solapa del saco.
—No agradezcas nada Otabek, para Yuuri y para mí es un gusto. Pero, eso si te diré que debes cuidar a Yurio, porque, aunque parezca una tormenta, un vándalo y un loco, en realidad es un gatito asustado con un gran corazón que necesita ser protegido, porque es frágil pero un gran chico, lleno de talento, de tenacidad y de amor para ti.
—Hazlo muy feliz siempre —agrega Yuuri, tomando la caja de nuestros anillos.
—Lo cuidaré siempre y lo haré feliz siempre, porque, él es el hombre que juré proteger y amar y eso voy a jurárselo en un momento —respondo, y, llegando Georgi con nosotros, vamos rumbo al lugar, por fin.
El atardecer cae en colores púrpuras, azules y anaranjados, mientras donde nuestro pequeño altar de bodas tiene la vista del mar mediterráneo al fondo, bañando del azul más intenso posible y bello.
Son pocos los invitados, solo nuestros amigos de patinaje. Son muchos los nervios, pero en el camino se van mezclando con la felicidad y se vuelven algo único. Son los minutos previos a nuestra boda.
Un camino cubierto de tulipanes, todos tomando fotos y aplaudiendo mientras caminamos rumbo al altar. Nuestros trajes son gris y blanco, adornados con un pequeño ramillete de flores diminutas en el saco. Viktor y Yuuri son nuestros padrinos de anillos, ambos muy conmovidos al vernos ahí y así; de este modo, entre la marcha nupcial, el sonido del viento entre los árboles y el rumor del oleaje, nos miramos ambos en el altar, sabiendo que esta es la verdadera felicidad.
—Te acepto a ti...
Y es así como con un beso, en el crepúsculo vespertino lleno de estrellas, sellamos nuestra unión, en nuestra promesa de amor eterno, y con nuestra felicidad por delante, donde al final, la boda sí terminó siendo para nuestro mejor amigo... para Yuri y Otabek...
Fin...