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Cincuenta días por Vampire White Du Schiffer

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Notas del capitulo:

Actualización por el cumpleaños de mi hermano gemelo, Kakyoin*-hermoso-bebé, y el mío. Lamento, a raudal, la larga espera.


*Nota: en algún punto de internet encontré que hoy, por bella casualidad del destino, es su cumpleaños. Puede que esté mal, no me saquen de la ensoñación, por favor, que a estas alturas de la vida, lo único que tengo son ilusiones- 

  1. I.             Acuerdo.

Tres de la mañana en el reloj. Percatándose de cierta incomodidad en el cuello sabía que su posición al dormir no había sido correcta, al abrir los ojos y notar que había usado de almohada el brazo de Jotaro le causó una fuerte impresión. El moreno en automático recuperó su adormecido miembro y aprovechó para darse vuelta, quedando de espaldas al pelirrojo que en un restallido recordó los acontecimientos que los llevaron a compartir la misma cama, aunque hubiesen dos en la habitación.

Esta primera noche Kakyoin fue el de la iniciativa, con mirada baja fue desabrochando los botones de su uniforme, la camisa de inmaculado blanco se ajustaba perfectamente a cada línea de su juvenil cuerpo. Se sentó al borde de la cama y respiró profundamente.

Sonrió para sus adentros al sentir la aspereza de la piel de su palma. Tenía esa idea de que a través de las cicatrices se perciben los antojos bélicos, esa rugosidad en la piel cuyo dueño no teme el enfrentamiento.

−¿No debería…? –murmuró Kakyoin sintiendo el aliento de Jotaro sobre su nuca; éste sabía el esfuerzo que suponía albergar la necesidad en tan incierta travesía. Ambos debían descansar cuando hubiese oportunidad, pero…

Pasó su mano sobre el pecho del pelirrojo, con fuerza. Pasando los botones a través de los ojales que estaban a su paso en la gabardina del uniforme verde, encontrándose con la blanca camisa que comenzaba a permearse con el sudor. Cuando sus dedos se posaron sobre el pecho ajeno, percibió a través de las yemas el latir del corazón. Esa sensación más que tranquilizarlo, operó para hacerlo consciente de lo que tenía en mente para ambos esta noche.

El nerviosismo que paralizaba a Kakyoin no hacía mella en el otro, sino que lo inspiraba a cometer varias insolencias, como masturbarlo sobre el pantalón, acariciar su barbilla, levantándosela para que por sí mismo no viese la hombría que se erguía por estímulos tan sencillos. El toque en la puerta frenó las acciones del moreno.

Hump –murmuró Noriaki sobre la mano de Jotaro que le impedía hablar.

−Jotaro, debo hablar contigo –la voz de Joestar guardaba un leve tono de urgencia. Kakyoin giró la cabeza para decirle con la mirada que el contexto había cambiado. Detente, dijo para sus adentros.

−Y una mierda –imprecó para ambos. Continuó balanceando el miembro de Kakyoin, con el atrevimiento de pasar la lengua por su nuca. El estremecimiento sordo del pelirrojo alertó a Jotaro que si el viejo no se retiraba pronto no podría guardar los gemidos de Kakyoin en su mano para siempre. La mirada, cargada de reclamo, del pelirrojo le arrancó una sonrisa siniestra, había elegido bien.

Debían guardar silencio, el pelirrojo lo sabía pero Jotaro había tomado su virilidad para estrujarla en sus dedos, de arriba hacia abajo, en una cadencia que imprimía más ansiedad al peligroso erotismo de saberse casi descubiertos. Si Joseph abría esa puerta, ¿qué diría? Necesitaba detener esto para no verse como un súcubo que había seducido al heredero de Jonathan Joestar. Su mente había olvidado que si en determinado momento, alguien hubiese entrado, el único demonio seductor sería Jotaro.

−En el living, cinco minutos –la declaración arribó después de una pausa peligrosa; Jotaro sabía que su abuelo los escuchó hacer cabrioles. Por suerte, el supeditado entre sus brazos guardaba toda la concentración en permanecer mudo y no supo la verdad esa noche.

−¿Escuchaste? –quedamente dijo al oído del otro –¿crees que será suficiente para ti? –el aire burlón de Jotaro causó molestia en el pelirrojo. Éste quiso arrancar la mano de Jotaro que mantenía suspendida sobre su boca, el moreno sabía que lo haría, así que con el dedo pulgar presionó la punta del miembro de Kakyoin, ocasionándole el derrumbe de sus intentos por liberarse.

Las manos del moreno culminaron húmedas por fluidos. Saliva y semen del hombre que respiraba con dificultad y evitaba mirarle.

 

Joseph forjó el hábito de usar sus contactos en Japón para conocer la situación de su hija, por ello sabía que la salud de Holly cada día decaía en un espiral cuyo fin era la muerte. Quería decírselo a Jotaro, esperaba que su nieto apareciera en el marco que daba al living, ahora tenía dos cosas que hablar con él, aunque no sabía qué modo abordarlas sin salir volando por su carácter.

Cierto era que no se había mantenido en demasiado contacto con Holly y su familia, este viaje inesperado favorecía al propósito de conocerse, por ello le cayó como baño helado saber que los dos jóvenes compartían algo más que el vínculo estudiantil. Se mesó los cabellos canosos suspirando sonoramente.

Después de contarle que el objetivo de su misión era más apremiante, Joseph se encaminó al sinuoso terreno…

−Tu siguiente línea es no es asunto tuyo, viejo.

−No es asunto tuyo, viejo. –concedió.

−Escucha, Kakyoin es un excelente usuario de Stand y lo que quieran hacer no es de mi incumbencia.

−Entonces no veo razón por la que estemos hablando de esto.

 

A través de los sueños Kakyoin…

…. Las chicas pululando alrededor del moreno era cosa común, así que mientras recorría el camino con su séquito de féminas, ahogado por la brisa de la mañana, un segundo fue suficiente para que al borde de las escaleras, perdiese el equilibrio por una herida en su pierna. Un coro de pánico se desprendió del conjunto de gargantas, evitándose mayor tragedia gracias a Star Platinum aferrándose a una rama, con ello, Jotaro terminó en medio de los arbustos preguntándose qué había ocasionado que su piel se abriera de súbito. En medio de esas cavilaciones un joven de cabello pelirrojo descendía del sendero ofreciéndole un pañuelo...»

… Jotaro Kujo le sostenía la cabeza rigurosamente para extraerle el brote de carne que lo mantenía atado a Dio. Remembraba el rostro concentrado que no cedió por ningún segundo a pesar de que estaba invadiéndolo el mismo mal que a él lo aquejaba. 

−¿Por qué arriesgaste tu vida para salvarme?

−A saber. Ni yo mismo entiendo la razón. 

 

 

Por su parte, Jotaro tenía su propia memoria a la cual recurrir. El despertar de Dio era la causa de todos los problemas que en esta época laceraban al miembro más delicado de la sangre Joestar y eso lo llevó a tomar la decisión de acabar con el usurpador del cuerpo de Jonathan. El plan se sujetaba a ser acompañado por su abuelo y Avdol, sin embargo al ver aproximarse a Kakyoin dándoles información que confirmaba la ubicación del objetivo en Egipto y la posterior declaración, sumó un aliado en la cruzada.

−Iré con ustedes. 

−¿Por qué harías algo así?

−Para serte sincero, no estoy seguro de por qué -sonrió, Jotaro se quedó con esta sacudida...

 

Al regresar escuchó la respiración tranquila de Kakyoin, al parecer después de haberse soltado de él habría recurrido a los brazos de Morfeo. Menudo traidor.

−Tch.

Continuará

Notas finales:

Gracias por los comentarios, procuraré contestarlos hoy mismo. 


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