Kuroko
-"Perdóname Aomine"- susurre. Tire el ramo de claveles y salí corriendo como un loco desesperado y tal vez como un cobarde.
"¿A dónde iba?" No tenía idea sólo corrí por las calles de la ciudad, mi deseo siempre fue huir, ¿de quien? la respuesta es fácil, de mi familia, de mis responsabilidades, de un futuro amarrado a una persona que no amaba, de todo, camine mirando los lugares por donde habíamos pasado, -sí, kagami y yo-, el restaurante donde comimos una vez, el café donde nos dimos el primer beso, la tienda donde nos compramos zapatillas en nuestra primera "cita" y el hotel donde nos entregamos con pasión, como si fuera el último día de nuestras vidas, donde festeje la mejor despedida de solteros que pude desear, sintiendo el calor de su cuerpo quemando el mío propio y penetrándome el alma, Kagami había marcado mi cuerpo y había dejado en el una huella difícil de borrar.
Corrí... corrí hasta que se hizo de noche, hasta que el sol se ocultó y las estrellas acompañando a la luna iluminaron el cielo, corrí hasta que tome el valor suficiente para encontrarme con él, no sé si seguía esperándome o no pero yo tenía confianza.
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Pero ese día no me defraudaste Kagami estabas ahí sentado en el parque, en el parque donde nos conocimos, miraste la hora en tu reloj de mano y alzaste la vista hacia la fuente de agua. Te note preocupado ¿Por qué?... por mí.
Camine hacia ti por detrás y cuando llegue ni siquiera me notaste hasta que cubrí tus ojos hermosamente magentas con mis manos, tus manos se alzaron hasta tocar las mías y las acariciaste con ternura, mis manos se empaparon de tus lágrimas y mis mejillas de mis propias lágrimas, esa fue una de las noches más hermosas que viví contigo.
-viniste- dijiste eso en un susurro mientras tomabas una de mis manos y las besabas con tus gruesos labios
-vine Kagami-kun
-pensé que te casarías
-yo también lo pensé, pero Murasakibara, a pesar de ser un estúpido supo cómo convencerme
-te amo- fue la primera vez que escuche eso de tus labios incluso ayer que sabía que te morías por decírmelo no lo hiciste, aunque querías hacerlo no podías y mordías tus labios hasta hacerlos sangrar para evitar soltar esa estupidez, la estupidez que te dije no pronunciaras mientras te entregaba mi virginidad, porque sabía que si la escuchaba faltaría a la promesa que le hice a Aomine y mírame ahora aquí, no tuviste que decir esa palabra para que yo huyera como un cobarde y faltara a mi promesa.
¿Qué me has hecho Kagami?.
-Kagami-kun dímelo otra vez- dije saboreando mis lágrimas saladas. Las que caían de mis pupilas sin descanso y es que no sabes cuánto te amo...
-te amo-
-te amo- pronuncie con miedo a esa palabra, era la primera vez que la pronunciaba, no se la dije a Aomine, jamás ni siquiera como una leve mentira piadosa.
-te amo- volviste a decir
-te amo- volví a decir
-te amo-
-te amo-
-te amo-
-te amo-
Te levantaste y me abrazaste fuertemente como si no existiera esa banca blanca que nos separa, tomaste mi rostro entre tus cálidas y grandes manos, me miraste fijamente y uniste tus labios a los míos, primero fue suave y luego salvaje, haciendo que me faltara el aire, tus besos siempre fueron asfixiantes pero deliciosos y hermosos, nos separamos y me hiciste atravesar la banca como si nada cargándome entre tus brazos.
Volvimos a besarnos, jamás en mi vida me había sentido tan feliz a pesar de que sabía que en ese mismo país y en esa misma hora probablemente alguien estaría llorando mi decisión de amor.
hubiera sido hermoso que siempre hubiera sido así... Kagami-kun