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Sakurai
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Mire mi reflejo en el espejo una y otra vez, sin descanso. No podía creer que iba a casarme, a casarme con un hombre al que no conozco, al que nunca en mi vida he visto, de quien no sé ni su nombre.
Un millón de dolares eso es lo que valgo, bueno en realidad es mucho para alguien tan simple como yo, pero eso no quita mi pesar, el que pasará de ahora en adelante me hace sentir confuso y temeroso, será un buen esposo, me amará, será amable... ¿Cómo puedo saberlo?
Fuera de mi sencilla casa hay una limusina esperando por mi.
Subo despacio y mi padre sube a mi lado cuidando de no arrugar su traje negro y de finas telas.
Él ni siquiera me ha preguntado cómo me siento.
¿Qué cómo llegué a esta situación?
El cliché más estúpido por el que he pasado...
Un hombre, mi padre, con muchas deudas y un anciano millonario que tiene amarrado a mi interesado padre.
Camino hacia la iglesia con mi padre tomándome del brazo llevo un traje blanco demasiado costoso, observo a los alrededores hay un montón de personas que no conozco, que me observan detenidamente, no conozco a nadie más que a la persona que me lleva del brazo y la verdad creo que tampoco lo conozco, el hombre que me vendió no puede ser mi padre.
La persona que se encuentra frente al altar es una un hombre alto, de hermosa piel canela, y ojos electrizantes azules, demasiado guapo, me pregunto... ¿Seré digno de él?, El hombre con unos ojos que poco muestran felicidad.
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-joven, joven, Joven- El sacerdote me saca de mi lamento -¿quiere que le repita la pregunta?, ¿acepta usted por esposo al joven Aomine Daiki?
Así que su nombre es Aomine... Daiki.
-joven- el sacerdote volvió a sacarme de mis pensamientos.
-¿he?, sí... lo siento... lo siento- conecto mi mirada con la azulina, tan fria y helada –si, si acepto- digo tembloroso
-bien ya pueden besarse- termina de decir el sacerdote.
Yo lo miro tembloroso mientras él enlaza nuestras manos y se acerca a mí lentamente, uniendo sus labios a los míos, la sensación es demasiado cálida, demasiado linda, demasiado hermosa, no lo merezco yo me he vendido, no lo merezco.
Unas lágrimas escapan de mis pupilas y los aplausos de parte de las personas no se hacen esperar, todo es tan bello que lastima que todo esto sea una farsa.
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Miro curioso a las personas a nuestro alrededor, todos festejan nuestra boda, excepto nosotros, los novios, el joven moreno sentado a mi lado me aterra; su mirada me hace sentir cosas inexplicables, me hace sentir odiado y de alguna u otra manera termina aterrándome. El baile empieza, él, mi esposo me toma del brazo y abrimos la pista bailando lentamente, él rodea con su mano mi cintura logrando así la cercanía de nuestros cuerpos, su aroma inunda mis fosas nasales, huele delicioso; acerco mi cara a su pecho, puedo sentir sus músculos, tengo que abmitirlo es demasiado sexi, pero sus manos son frías y su rostro parece el de alguien que está listo para matar.
El baile termina y él me suelta secamente mientras camina hacia nuestra mesa, sin dirigirme la palabra, casi no me a hablado, tal vez está siendo obligado a casarse conmigo, no, no es tal vez, es obvio que lo esta.