La campanilla de la puerta del local sonó anunciando la entrada de un nuevo cliente.
SungKyu que se encontraba detrás del mostrador, completamente aburrido y a punto de quedar dormido debido a que no había clientes que atender, levantó la cabeza y al ver de quién se trataba golpeó su frente con la palma de su mano mostrando en el acto un poco de frustración. Un escueto –Buenos días- salió de mala gana de su boca.
¿Qué hace él aquí? ¿Qué no tiene nada mejor que hacer en vacaciones?
La cafetería en la que trabaja se encuentra cerca de la universidad a la que asiste, por lo general en periodos de clases siempre está llena de estudiantes. Durante el semestre solamente trabaja medio tiempo por las tardes, pero ahora estaban de vacaciones y trabajaba todo el día, aunque la cafetería se encontraba por lo general vacía, por lo que no tenía que hacer gran cosa.
La persona que había entrado era cliente regular en época de escuela por lo que SungKyu supone que al igual que él, es universitario aunque jamás se hayan topado en la escuela.
Y la razón de su irritación al verlo es que un carajo! Llevaban alrededor de 2 semanas de vacaciones y ni un solo día había dejado de pasarse por ahí, y si ¿Qué tiene de raro que una persona vaya diario a tomar un café? Nada y SungKyu de alguna manera trata de verlo así, pero es que simplemente su presencia lo irrita. Si tan sólo se limitara a tomar su orden, sentarse en una mesa alejada, beberse su café y comerse su pastelillo, luego pedir la cuenta pagar e irse como cualquier persona normal no habría ningún problema, sólo pensaría que es un chico solitario sin amigos con quien pasar las vacaciones que le gusta tomar café. ¡Pero no! El muy idiota -como a SungKyu le gusta llamarlo, ya que no sabe ni quiere saber su nombre- le encanta sentarse en la mesita justo de enfrente del mostrador, se tarda más de una hora ¡UNA HORA! En beberse su café ¡una mísera tacita de café americano! Y otra hora más para comerse su rebanada de pastel y algunas veces pide otra ¡otra!, y se la pasa echándole miraditas de reojo y sonrisitas tontas mientras está trabajando, lo que realmente es molesto y aunque trata de ignorarlo, no puede negar que sus ojitos de perrito le gustan…algunas veces, sólo algunas veces ha estado a punto de devolverle la sonrisa.
Hasta una vez cuando por fin se había dignado a pedir la cuenta trató de hacerle la plática, pero sólo atinó a salir corriendo ignorándolo completamente y por muy cortante y frío que se porte con él, el otro sigue yendo diario, sin falta y siempre con su sonrisa, la cual a SungKyu le encantaría borrar de un puñetazo.
— ¡Buenos días SungKyu ssi!, aigoo quita esa cara de amargado se te harán arrugas— el chico contestó al anterior saludo del mayor.
SungKyu por su parte odió que los empleados tuvieran que llevar un gafete con su nombre, de alguna forma se sentía incómodo y expuesto ante el (ya no tanto) desconocido, pero preguntar su nombre significaría mostrar interés hacía el otro y eso no se lo iba a permitir.
—¡tsk! ¿Qué va a ordenar? — habló utilizando el tono más frío y cortante, casi grosero que pudo. Intentó ignorar la forma informal en la que le habían hablado anteriormente y también de suprimir esas ganas enormes de ahorcarlo con sus propias manos.
—yah SungKyu ssi, no tienes que ser tan frío conmigo — hizo un gracioso puchero ¿o era un intento de aegyo?
SungKyu levantó una ceja y puso cara de pocos amigos, pero no dijo nada. Se quedó esperando libreta en mano a que se decidiera a pedir algo. También parecía como si una densa aura oscura rodeara su cuerpo.
El otro suspiró — yo, eh nada, disculpa la molestia. — se dio media vuelta y salió de la cafetería con la cabeza gacha.
SungKyu abrió los ojos sorprendido, definitivamente no se esperaba eso, jamás había visto al otro con una cara que no fuera de felicidad absoluta.
Dejó caer su libreta en la superficie del mostrador, descolocado por lo que acababa de pasar. Una sensación de vacío inundó su estómago y no pudo estar en paz en todo el día.