Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Mi chico por naminam99

[Reviews - 1]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

¿Soy yo, o estás haciendo algo en mí? Sabes que a mi chica no le agradas, dice que eres peligroso; que no te quiere cerca. Ella probablemente conoce tus intenciones, y de todas formas te acercas a saludar cuando no está mirando.

Pero no es sólo un saludo lo que quieres, ¿verdad?

Yo también conozco tus intenciones. Pero no hago nada al respecto, porque me siento atraído por ti.

Con tu mano en mi cintura te acercas lenta y peligrosamente, y acorto la distancia entre nuestros labios con un beso. Un beso que no tarda en intensificarse.

Quiero más de ti, no es suficiente.

Te separas y echas un vistazo alrededor, cerciorándote de que nadie nos haya visto. ¿Debería preocuparme también?

Cuando vuelves a posar esos oscuros ojos en mí, no puedo evitar pensar en cuánto te deseo. Definitivamente estás haciendo algo en mí. No estoy seguro de si es porque estás prohibido, o si es porque eres jodidamente encantador.

En la lejanía mi chica se acerca, y no tardas en despedirte. Te ruego que te quedes, pero la expresión en tu rostro me dice que eso no puede ser. De pronto tu mano ya no está y ahora las mías se sienten frías y vacías. Me dejaste a la intemperie en la oscuridad de la noche; no creo poder perdonarte por ello.

Mi chica finalmente está aquí. No parece haberte visto conmigo, y al parecer tampoco te vio marchar. Eso, de algún modo, me aburre. Quiero que ella, así como todos los demás, sepan cuánto me gustas.

Fuimos a cenar a un restaurante de comida china, pero, claramente, no estabas allí. El ambiente, al igual que la comida, me pareció excesivamente soso y tedioso. Al principio no quería admitirlo, pero al parecer todo carece de sentido si tú no estás. Las cosas simplemente no son las mismas. Todo se ve gris, y no quiero que mi vida sea gris. Cuando sonríes todo brilla, todo se vuelve mágico. Eso es lo que quiero. Te quiero a ti.

Es natural que las personas deseen aquello que no pueden alcanzar. Porque, seamos honestos, no estoy a tu altura. Y aún si lo estuviera, ¿qué hay de ella?, ¿qué hay de mi chica? Después de tanto tiempo juntos, no quiero herirla. No quiero defraudarla diciendo que me enamoré de otro hombre, y estoy seguro de que tú tampoco quieres lastimarla, eres su hermano después de todo. Aún si no son tan cercanos el uno con el otro, todavía hay un lazo que los conecta. Un lazo que no se puede deshacer. El lazo de sangre. Porque no importa qué, son familia, y se supone que la familia no se traiciona, ¿cierto?

No hay manera en la que pueda saberlo, pues soy y siempre he sido hijo único. Tal vez es por eso una parte de mí no quiere destruir eso que tienen, aunque no sepa con exactitud qué es. Por otra parte, al ser hijo único siempre consigo todo lo que quiero. Y créeme cuando te digo que tú no serás una excepción. Lo siento por tu hermana.

De regreso a casa mi chica me agradece por la cena con un beso en la mejilla. Sonrío, pero todo parece falso. Porque lo es. Y no creo poder seguir fingiendo. Después de todo, ella no eres tú.

Llegamos a tu casa y ella se despide. Le deseo las buenas noches aunque sé que las mías no serán buenas mientras tú no estés en ellas. Entonces una idea loca cruza por mi cabeza. Es arriesgado, pero tengo que verte a toda costa, o de lo contrario no podré dormir en paz.

Entro por la puerta del jardín y voy por la parte trasera de la casa hasta tu ventana. Sé que estás ahí, porque la luz está encendida, así que no dudo en lanzarte la primera pequeña piedra que encuentro. Temo que, a diferencia de las películas, pueda romper tu ventana. Pero eso no ocurre.

Cuando finalmente te asomas puedo ver que no me esperabas, pero que tampoco te molesta verme. Sonríes, y mi corazón se derrite.

Me dices que bajarás enseguida, así que espero por ti. Casi me muero de la emoción cuando te veo salir por la puerta trasera. Te acercas a mí enseñando todos los dientes y no tardas en saludarme.

Me tomas por la cintura y me apegas a ti. Me besas, y acaricio tus cabellos en el acto.

A veces quisiera que esa parte nunca terminara.

Todo se vuelve mucho más íntimo, como si en ese pequeño mundo sólo existiéramos tú y yo.

—Vamos a tu habitación —dije, y me miraste como si estuviera loco. Pero en el fondo también lo deseabas, ¿no es así?

Me llevaste dentro y con cautela pasamos por la sala. Tus padres estaban en el sofá, de espaldas hacia nosotros viendo televisión. Por alguna razón deseé que notaran que estaba allí; que no tuvieras que ocultarme. Ahora el que estaba prohibido era yo.

Subimos por las escaleras: tú ibas primero y me llevabas de la mano como si fuera un niño pequeño. Cuando estaba ante el último peldaño tropecé, pero no caí. Me reí, vaya si me reí. Tapaste mi boca y me echaste dentro de tu cuarto, temiendo que pudieran oírme.

Esa fue sin duda la experiencia más emocionante de mi vida, sin contar lo que pasó después.

Me quité mi abrigo y retomamos el apasionado beso de jardín, esta vez sin inhibiciones. Manoseaste debajo de mi camiseta, pero yo fui directo a tus pantalones.

Primero quité la ropa de tu torso, pero vi que en ningún momento quisiste dejar de besarme. Tal vez era bueno en ello. También me ayudaste a quitarme la ropa. En tu rostro pude ver que ansiabas esto tanto como yo y que, de igual manera, habías estado ansiándolo hacía meses.

Estábamos desesperados. Pero cómo no estarlo si nos deseábamos tanto; si hacía muchísimo tiempo nos habíamos echado el ojo y siempre, por algún motivo u otro, nos hacíamos los tímidos y terminábamos sin siquiera empezar.

Créeme cuando te digo que estuviste magnífico, mucho mejor de lo que esperaba. Para ser honesto, creí que serías algo torpe con el asunto, pero supiste manejarlo mejor que yo.

Al lubricar tu entrada con mi saliva, a la vieja usanza, no esperé que dilatara tan pronto. Te miré con sorpresa y no pudiste evitar reír.

—¿Acaso no puedo masturbarme? —dijiste.

-Puedes. Dios Santo, claro que puedes. Es sólo que no creí que fueras la clase de chico que se mete los dedos –bromeé, haciendo que te avergonzaras. Quise arrancarte la cara a mordiscos ante aquella tierna expresión.

Cuando te penetré por primera vez no pude evitar estremecerme. No estaba preparado para que se sintiera tan bien, y sin duda no podía creerme que finalmente estaba dentro de ti. La espera valió la pena.

Por tu parte, no te veías muy satisfecho. En tu rostro se plasmaba cierta incomodidad.

—¿Estás bien? —Me detuve y pregunté.

—Estoy bien —me dijiste, pero por alguna razón sentí que estabas mintiendo.

Quise creerte, y me moví, pero entonces soltaste un alarido que me escandalizó. Tapaste tu boca, temiendo que tu familia pudiera haber oído, pero lo dudo. La televisión allá abajo estaba tan fuerte que fácilmente podría haberse tratado de un estadio de fútbol.

No supe qué hacer. Esto no pasa en la pornografía, joder. Improvisé.

Me incliné sobre ti y besé tu cuello, haciendo que olvidaras el dolor aunque sea por un momento. Acaricié tu pene, gracias al cielo todavía erecto, y procedí a devorar tus labios. Entonces comencé a moverme cuidadosamente en tu interior, por supuesto sin dejar de besarte. Te retorciste bajo mi cuerpo nuevamente, pero supe identificar que esta vez no se trataba del dolor, sino del placer.

No recuerdo con exactitud durante cuánto tiempo hicimos el amor, pero estoy seguro de que deseaste tanto como yo que no acabara. Pero acabó. Y en cuanto lo hizo nadie lloró.

Nos acurrucamos en tu cama, en la que apenas y entrábamos los dos. Acariciaste mi cabello mientras que yo acariciaba tu pecho desnudo. Si tan sólo tu hermana supiera lo que hemos estado haciendo mientras se encontraba en el mundo de los sueños… No era mi intención terminar con el último rastro de la relación que tenían, lo juro. A veces pienso que fue una mala idea, porque cuando acabé con ella se puso histérica y fue directo a atacarte. Definitivamente conocía tus intenciones. Nuestras intenciones.

Siento que fue egoísta de mi parte dejar que las cosas llegaran hasta ese punto para contarle al respecto. Sin duda fue horrible, pero ahora, cuando te veo a mi lado cada mañana al despertar, sé que tomé la decisión correcta.

Abriste los ojos y me dirigiste la más dulce mirada que jamás conocí.

—No sé si sea posible, pero si me ves de esa manera, tal vez caiga más profundamente rendido a ti.

—Tal vez sea eso lo que quiero —reíste y te besé, a ti, mi chico.

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).