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Veinte Puntos por CrawlingFiction

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Veinte Puntos


Capítulo 4: Escondite en la conserjería


 


Jamás esperó que podría ponerse de acuerdo en algo con TaekWoon, pero pudo dejar de lado su odio por él un segundo y lograrlo. Claro, ponerse implícitamente de acuerdo en no dirigirse la palabra. Se habían encontrado en las escaleras camino al taller de artes del profesor Song, y apenas sus ojos se cruzaron no atrevieron ni a abrir la boca.


—¡Me alegra tener por fin ayuda en el taller! ¡Estaba que se derrumbaba! —exclamó el señor regordete de gafas y calva brillante. TaekWoon con sus orbes felinos le miraba ir y venir alegremente sin evitar gruñir. Como gato amargado frunció el ceño cuando le entregaron una pequeña espátula de metal y un cubre bocas—Ya saben, ¡hasta quitar todas las manchas! —exclamó sonriente. ¿Qué peor castigo que desempolvar un borrador de pizarra? Claro, quitarles las manchas a veinte mesones de trabajo— Ya luego se me ocurrirá que para mañana —sonrió divertido rascando su mentón con fingida concentración— Quizás limpiar la pintura de todos los frascos, ¡me enferma el desorden! —ambos hicieron un gesto estrangulado. El profesor dando saltitos salió y cerró la puerta tras sus espaldas, dejándolos solos. Qué bicho más raro, murmuraron al unísono.


—Si tanto le enferma, ¿por qué no limpia él? —quejó WonSik mirando de reojo con una sonrisa a TaekWoon, quien cabizbajo y con el cubre bocas puesto tallaba a su lado.


Un momento, ¿pero por qué le hablaba? ¡Estúpido, estúpido! Antes de poder regañarse a sí mismo el rubio se le adelantó.


—Ni intentes hacerte mi amigo, no me hables —espetó sin siquiera mirarle ajustando la mascarilla contra su rostro ruborizado.


—¿¡Cuál es tu problema conmigo?! —resopló tirando la espátula con cansancio— ¡No te conozco! Primera vez que se de ti, ¡y eres la persona más castrante del mundo! —alzó los brazos al cielo rogando una respuesta al Cielo.


La cual estaba al frente, pero WonSik es WonSik como TaekWoon es TaekWoon.


            Extrañamente, no recibió réplica.


Se volvió a mirarle, perdiéndose por segundos en lo negro de sus ojos, que lucían más profundos que un abismo gracias a las hebras rubias que lo bordeaban.


—Sí, no me conoces, niño bonito —murmuró yéndose hacia otra mesa para continuar despegando la pintura a solas. WonSik como si hubiera explotado una bomba de pintura roja frente su cara se ruborizó.


¿Niño bonito? ¡¿Cómo que niño bonito!?


Pero, el carmín se desplomó en blanco.


Ofuscado giró a ver a TaekWoon, quien de espaldas estaba en lo suyo. Recordó como un cuadro su rostro, sus ojos y sus labios. Recordó su sonrisa, su risa, sus ojitos como líneas brillantes, sus cabellos negros y lacios, su cuerpo encogido dentro de la conserjería entre baldes y escobas.


Pero, ¿cómo podía recordar algo que ni existía?


¿O sí existía?


Niño bonito.


Se congeló dejando caer la espátula a sus pies.


<<Con los puños torpemente secaba las lágrimas que se le escapaban, haciéndole gruñir desesperado. Escuchó murmullos y risitas merodeando afuera de la conserjería. Hipando se llevó las manos a la boca manteniéndose callado. Había escapado de sus bravucones, que habían roto su cancionero y tirado su almuerzo al piso. Esos niños, mucho más fuertes y grandes que él, todos los días le molestaban, pero eran los mejores en basquetbol y taekwondo del curso como para atreverse a tomar la justicia por sus propios puños. Aun así, era inaguantable. Todos los días volver a casa con la ropa sucia, con cuadernos menos, sintiéndose una basura sólo por ser como era. Quería mudarse o irse de allí. ¡No tenía amigos, todos se reían de él y estaba cansado de llorar!


—Oigan, aquí está la niñita llorona —siseó el líder del grupo. Sus sombras se agolparon en el cristal templado de la puerta. TaekWoon escondido entre los trastes del conserje se encogió volviendo a sollozar.


Las risitas se detuvieron.


—¡Ya dejénlo en paz! —escuchó afuera haciéndole subir la cabeza, temblando de miedo. La puerta entreabierta se cerró de golpe y vio el conjunto de sombras deformarse. Escuchó jaleo, haciéndole ocultarse hasta caerle las cubetas colgadas encima— ¡Que lo dejes en paz, ya es suficiente! —alguien cayó al piso u algo así, los demás chicos a grititos apresurados huyeron.


De repente el silencio se hizo lugar.


—Cuando puedas ganarle a alguien de tu tamaño te regresas, idiota —espetó alguien. El líder se levantó costosamente.


—¡¿Por qué se van sin mí!? ¡Miedosos! ¡Cobardes! —se escuchó gritar en la lejanía con sus pasos apresurados.


La puerta se abrió. Tembloroso se cubrió con el cartel amarillo de plástico de piso mojado.


—Hey, ¿estás bien? —preguntó WonSik, quien no cayó en su pésimo camuflaje. Asomó apenas los ojitos sobre el cartel. Lentamente lo bajó. Tenía un labio cortado con un poco de sangre asomando— ¿No duele? —preguntó buscando el interruptor para encender la luz. Escuchó voces y pasos por las escaleras. Rápidamente se metió dentro la conserjería para mantenerse ambos ocultos.


—N-no... —balbuceó pasando los nudillos en su herida. Tenía tierra y lágrimas a medio secar en la cara.


—No tengas miedo, no te haré nada —prometió sacudiendo las manos— ¡No soy como ese bravucón! —sonrió rascando su nuca como pretendiendo fingir no haber barrido el piso con un chico del doble de su tamaño hacía minutos.


El pequeño enarcó la ceja. Su mamá le había enseñado que golpear era de niños malos, pero este chico le había pegado a uno para ayudarle. ¿Eso le hacía malo? Negó rápidamente a los pensamientos de su cabeza. No, no podía ser malo. ¡Había vencido un villano, era como un héroe!


Sus ojitos se agrandaron al ver un poco de sangre chorrear de su sien.


Parecía que su salvador no salió tan bien librado de la batalla.


—Estás sangrando... —balbuceó asustado señalando su frente.


—Ah, ¿sí? —vaciló palpando su sien manchando sus dedos con gotitas de sangre. Comenzaba a doler, pero volvió a sonreír para tranquilizarle—  Descuida, ¡ahora voy a la enfermería! La enfermera tiene dulces, seguro me de uno —jactó señalándose con el pulgar. De repente una idea cruzó su cabeza. Con una enorme sonrisa de oreja a oreja gateó hasta alcanzar su oído— Le pediré dos, uno para ti y el otro para mí —le cuchicheó con los ojos centellando de ingenio.


El pequeño pelinegro intentó retroceder infructuosamente.


Estaba rojo como un tomate por la cercanía del otro.


Era muy lindo.


—Creo que primero irás con el director... —recordó empujándole delicadamente por los hombros. WonSik negó con picardía. Se sentó a su lado, mirando por el cristal como todavía iban y venían estudiantes por los pasillos.


Tenían que esperar para salir sin ser pillados.


—¿Cómo te llamas? ¿Eres nuevo? —le preguntó curioso sin dejar de sonreír amistoso. TaekWoon abrazado a sus rodillas le miró de reojo.


Primer niño que preguntaba su nombre desde que había entrado al colegio.


—TaekWoon… —murmuró.


—¡Yo WonSik! Dime WonSik  —le estiró la mano para que la estrechara. Dudoso correspondió. Las manos le estaban sudando y sus mejillas no dejaban de picar— Y, ¿por qué te molestaban? —preguntó.


—Porque parezco niña... —respondió en un hilo de voz encogiéndose en el abrazo a sus rodillas— No soy fuerte como ellos.


—¿En serio? —percibió duda en su alegre voz— ¡Pero si te veo como un niño!  Y a las niñas le gustan los niños bonitos, así como tú —le aseguró asintiendo eufóricamente.


Subió finalmente la mirada.


—¿Niño bonito? —murmuró vacilante— ¿Tú dices? —WonSik asintió confiado.


El inseguro niño sonrió, sintiendo el corazón calentito de repente.


WonSik se puso de pie husmeando por el cristal. Escuchó los llantos falsos del bravucón seguido de una profesora.


Ya no había moros por la costa en los pasillos, pero debía escapar.


—¡Sí! Eso oigo de las amigas de mi hermana —añadió encogiendo de hombros y sacando la lengua con gesto de asco infantil. TaekWoon rio suavemente— Entonces no cambies, así como eres estás bien —el pelinegro asintió manteniendo la pequeña sonrisita en sus labios— Quédate aquí —le cuchicheó señalando el rinconcito donde estaba escondido— El director ya está cansado de citarme, pero a ti seguro si te regañarían peor —le dijo entreabriendo la puerta para mirar por la rendija. Estaba vacío el pasillo, era su oportunidad— Nos vemos —volvió a mirarle con una sonrisa cómplice.


—WonSik —llamó.


—¿Qué cosa? —le miró de reojo.


—Tu… —susurró cabizbajo jugando con sus dedos— Tu… tu tampoco cambies —pidió subiendo la mirada en un arranque de valentía.


Sonrió e imitó torpemente el saludo militar.


—¡Lo prometo! —le dijo antes de salir corriendo hacia el pasillo y escapar escaleras abajo.


Sonriendo se encogió en su escondite, se abrazó a sus rodillas y con la mejilla posada sobre su brazo cerró los ojos.


Era una promesa.


A un nuevo amigo, pero era una promesa>>


—¡Vine, hola! —la vocecita del profesor Song y sus manos encendiendo todas las luces del enorme taller le regresaron de golpe al presente. Giró a mirar a todas partes. Él seguía tallando la mesa a metros de distancia. De repente sintió la garganta seca.


¿Él era ese TaekWoon?


¿Cómo pudo haberle olvidado?


Y lo peor de todo es que… ¿Había cambiado?


¿Él también lo había hecho?


Sin poderlo evitar se sintió vacío.


—¡Tu, el blanquito! —llamó el profesor señalando a TaekWoon— ¡Ven, te necesito para cambiar los focos del teatro! —vacilante dudó de soltar la espátula a lo que el hombre asintió rápidamente con la cabeza— ¡Déjale eso al otro! Ven, será rápido —insistió con un ademán. Obediente dejó sus cosas y cogió la mochila para irse. WonSik reaccionó y le siguió torpemente.


—¡No!, espera, T-TaekWoon —le llamó estirando a tomar de su mano, pero atajó el aire.


—Por favor, no me hables —murmuró rápidamente sin mirarle, yéndose detrás del profesor de artes.


Cabizbajo miró la espátula en el piso. Suspiró pesadamente y la recogió.


Ese niño…


Con el corazón apabullado subió la mirada. Mejor acababa su castigo para largarse de una vez.


Un chillido estrangulado se atrapó en su garganta.


¡Había una decena más de mesas sucias al fondo!


Lanzó la espátula al piso.


—¡Maldita sea!


Regresó al día siguiente al taller de artes, encontrándose solamente con el profesor Song. TaekWoon había pedido no estar con él y lo dejó cumplir su castigo en el teatro cambiando focos, cintas y repintando la fachada. No le quedó de otra que quedarse en el taller con el profesor reparando mesas y materiales. Este le sacaba conversación por cualquier tontería, pero se limitaba a sonreír y asentir. No quería admitirlo, días atrás hubiera celebrado por aquella decisión, pero ahora, ¿qué pasaba con él?


Le echaba de menos.


No dejaba de preguntarse si su mente había jugado con él o era la verdad. Parecían ser dos personas totalmente diferentes. Ese niño delgado y debilucho que no dejaba de llorar escondido tras un tablero amarillo chillón era ahora un hombre imponente de expresión vacía y ojos esquivos. Esos ojitos chispeantes y de a momentos sonrientes habían desaparecido.


Había cambiado.


Tal cual como él lo hizo. Siempre había sido un chico problema, pero fue hasta los últimos años que su promedio desplomó tan gravemente que su futuro acabó dependiendo de unos diez puntos. ¿Él también había cambiado? ¿Por qué le olvidó? ¿Por qué no volvió su mirada atrás y le buscó?


Se había vuelto el primer amigo de ese niño solitario y simplemente desapareció. Al año se mudó de ciudad, conoció a sus amigos y le sepultó de su vida hasta este encuentro fortuito.


Tenía toda la razón del mundo para que le odiara y para que le espiara a la espera de que se le devolviera un poquito de ese daño que le hizo sentir dejándole a su suerte en esa conserjería y de su vida.


••••••


Tras superar la semana de castigos sus salidas a clases retomaron su recurso normal. En un salón vacío estaba su grupo y él reunidos acordando a cuál sitio ir el fin de semana. HakYeon decía que el cine, Hyuk a patinar, HongBin a su casa a jugar videojuegos y JaeHwan a acabar esa serie que veían juntos en la suya. Que más daba, cabizbajo sólo les escuchaba sin ideas o ganas para participar. De paso, la charla había cambiado sobre qué planes podían hacer en verano y claro, las universidades a las que querían presentar.


Excelente.


—¡Oh, oigan! ¡miren lo que conseguí! —jactó ufano Hyuk sacando de su mochila un six pack de botellitas— Esto está perfecto para celebrar a nuestro amigo ex convicto —bromeó queriendo que se incluyera un poco más en la conversación. HongBin y HakYeon aplaudieron alegres comenzando a repartirlas.


—¿Leche de banana?, ¿en serio? —burló WonSik llevándose las manos a los bolsillos y subiendo los pies a la mesita del pupitre, reclinándose de la silla— No tengo nada que celebrar, paso.


—¿Qué pasó, Ravioli? Hay que ser optimistas —convino JaeHwan palmeando su hombro— Al menos ya no verás al loco ese —WonSik asintió de mala gana apretando los puños. Estaba molesto. Aún ni sabía cómo decirles a sus padres que no podría presentar los exámenes, que prácticamente había tirado su último año al drenaje y mientras todos sus amigos y conocidos se despedirían y mudarían a distintos puntos del país él se quedaría en casa tragando moscas.


—Sí… —apenas murmuró jugando con su botellita sin abrir de leche de banana.


Se sentía tan arrepentido y frustrado.


En un abrir y cerrar de ojos los cuatro le rodearon entre abrazos y palmadas. Quiso hasta llorar.


Sus amigos…


No quería estar sin ellos después de tantos años. HakYeon se iría a Japón a estudiar danza, HongBin y Hyuk se quedarían en Seúl, pero en carreras totalmente distintas y JaeHwan se mudaría a otra ciudad con su hermano.


No quería decirles adiós tan de repente.


¡Ya no quería crecer, maldición!


—No te desanimes, lo intentamos… —consoló HakYeon frotando su espalda con cariño— Piénsalo así: cuando presentes nosotros te podremos ayudar…


—Estarán ocupados con sus cosas y joder, hasta tú te irás a otro país —quejó dejando caer la frente al pecho del mayor. Palmaditas de consuelo no servían de nada.


—Buscaremos la manera, no te vamos a dejar solo —prometió HongBin. Sus palabras sonaban tan sinceras. A él le costaba ser particularmente expresivo, así que sabía que era una promesa verdadera.


—Lo sé, gracias chicos —asintió haciendo acopio de fuerzas para no verse tan patético. Los chicos le sonrieron con tristeza sin dejar de asentir. WonSik suspiró mirando a otra parte. Su cara derrotada se deformó a un gesto de extrañeza, seguida de incredulidad y después rabia. Sin siquiera soltar la botellita o cruzar palabra se puso de pie y salió corriendo.


—¡¿Qué pasó!? —llamó JaeHwan desconcertado.


—¡Ya vengo, quédense aquí! —gritó apenas empujando la puerta y cruzando el pasillo escaleras abajo. Los dientes le rechinaban de rabia, los puños le temblaban.


¡Ese maldito!


Le persiguió hasta de un salto lanzársele encima cayendo ambos en el cruce plano de la escalera. Sometió a TaekWoon en el piso llevándole las manos sobre las cabezas y sentándose sobre su pelvis.


—S-Suéltame…


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