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Veinte Puntos por CrawlingFiction

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Veinte Puntos


Capítulo 5: Leche de banana


 


—¡¿Qué haces aquí!? —le gritó a la cara— ¡¿No fue suficiente casi partirme la nariz y que se burlaran de mi porque me acosabas!? —apretó la fuerza con la que sometía sus muñecas haciéndole retorcerse en el piso queriendo zafarse— ¡Sino que vienes tú mismo a verme vuelto una mierda! ¿Te parece divertido? ¡No podré presentar por tu maldita culpa!


—W-WonSik... —gimoteó. Se dio cuenta de las marcas rojizas que dejaba en sus muñecas, soltándole de inmediato. Se llevó las manos a la cara arrepintiéndose de inmediato.


—¿Q-Qué haces aquí?, ¿por qué? —resopló exasperado. Todavía debajo de él, se acomodó como le permitía la posición para mirarle a la cara. WonSik respondió a sus ojos a espera que hablara. Vio como el chico, ahora de cabellos negrísimos como el azabache entreabría los labios, vacilando por un segundo de hablar. No obstante, le siguió mirando— ¿Y? ¿A qué vinis-? —insistió.


—Me gustas —le interrumpió mirándole a los ojos. WonSik se congeló.


—¿Qué? —balbuceó. TaekWoon ruborizado frunció el ceño. Sí, no podía negarlo, se veía lindo con los cabellos desparramados por su frente y las mejillas centellando de carmín.


—¡Que me gustas! —repitió con mayor brío.


—¿Pero ¿qué? —volvió a barbotear. De un empujón el pelinegro se lo sacó de encima y se sentó en el piso.


—Todo este tiempo —soltó mirando a sus manos extendidas. Dentro de una de sus palmas había un pequeño post-it arrugado que había cargado consigo todo ese tiempo— Desde que te conocí... no pude olvidarme de ti —confesó en voz baja— Te mudaste, pero seguía pensando en ti. Y, años después, por el básquet pedí una transferencia a Seúl para buscarte y lo hice... Pero no me recordabas, ¿verdad? —le miró con una pequeña sonrisa adolorida— Tenías nuevos amigos, bueno, yo nunca fui tu amigo, ¿no? —encogió de hombros clavando la mirada al suelo.


WonSik congelado no sabía que decir.


—¿TaekWoon...? —murmuró gateando un par de palmas para acercarse.


—Cambié, tu cambiaste... pero, mis sentimientos no. Siguieron aquí —finalizó estirando el post it amarillo arrugado. Suspiró— Hablé con el director y aceptó transferirte parte de mis puntos para que puedas presentar el examen de admisión —le entregó el papelito en la mano. WonSik torpemente lo abrió: un número diez en bolígrafo rojo seguido de la firma angulosa del director y un sello como promesa— Son diez, ¿son suficientes?


—¡¿Qué?! Pero, pero, ¿y tú? —balbuceó turnando sus ojos desorbitados en el papel y su cara.


Negó con un ademán.


—Puedo irme por beca deportiva, tranquilo —le aseguró con seguridad. WonSik pasmado seguía viendo la nota. ¿Podría ahora presentar los exámenes?, ¿sus padres no se decepcionarían ya?, ¿no se debería separar de sus amigos? — Sólo quería hacer lo correcto, al menos una vez —rápidamente subió la mirada hacia él. Apretó el papel en su puño.


—T-TaekWoon... —murmuró. El chico se limitó a sonreírle, como le había sonreído diez años atrás. Sus labios y ojitos curvados en una tímida, pero preciosa sonrisa.


Se escucharon pasos atropellados escaleras arriba.


—¿WonSik? —llamó Hyuk al encontrarle.


—¡¿Qué haces hablando con él!? —señaló HakYeon con enojo. Todos bajaron corriendo las escaleras.


—Cuídate —cuchicheó a su oído. Se levantó y rápidamente escapó por las escaleras.


—Espera, ¡espera! —se intentó levantar tropezando con torpeza— ¡TaekWoon! —le llamó estirando el brazo— Diablos...


—¿Adónde vas? —HakYeon le tomó del brazo ayudándole a ponerse en pie—¡Es el loco!


—¡Es mi amigo! —se soltó siguiendo su estela escaleras abajo. A zancadas llegó a la planta baja pero no había nadie.


¿Se había marchado?


No quiso rendirse. Metió la botellita a su bolsillo y empezó a buscarle.


Pasaba el tiempo y no le encontraba.


Revisó salón por salón, por el campus, el gimnasio, en donde practicaba boxeo, la cafetería. ¿A dónde se había metido? Quizás su yo de hacía dos horas le habría dicho de volverse a su casa y dejar todo así, total, ¡ya tenía sus puntos! Pero la presión agobiante dentro su pecho le impedía ser racional.


A cada paso su mente se sacudía de lleno revolviendo sus borrosos recuerdos. Como una cinta cinematográfica antigua y derruida se reproducía una y otra vez las imágenes de ese tablero amarillo y sus manitas temblorosas y de esos ojos perlados de lágrimas que aun así le sonrieron como quizás llevaba tiempo sin hacer. Ese niño vulnerable seguía en él, ahora lo tenía más que claro. Sus ojos de a momentos parecían delatarlo. Esa fachada de fortaleza era eso: una fachada. Porque, en primer lugar, nunca había sido débil. Su valor de sus ojitos asomar tras el letrero, su sonrisa tímida, su promesa a por la suya.


Se detuvo en seco y giró a mirar a las escaleras.


¡¿Cómo no se le había ocurrido antes!?


Corriendo subió las escaleras dos pisos arriba. No detuvo sus pasos apresurados pese a sus jadeos. Se paró en frente de la puerta de madera con una ventana templada y un pequeño letrero a letras negras.


Tomó el picaporte y lo giró.


Estaba abierta.


—¿TaekWoon? —murmuró asomando la cabeza en la reducida conserjería atiborrada de trastes inimaginables. Lo más remotamente reconocible era una silla, en donde imaginaba el conserje se escapaba a echarse siestas. Encendió la bombilla amarillenta que colgaba del techo y cerró la puerta a su espalda. Como un gatito escondido le encontró sentado entre una pila de cubetas y escobas— Sabía que estarías aquí —dijo aproximándose hacia él. Empujó la corta torre de baldes y se sentó a su lado, ambos encogidos en el estrecho espacio por el estante a un costado.


Desvió la mirada al piso y asintió.


—¿Ya lo recuerdas? —murmuró estrechando el abrazo a sus piernas.


—Sí, creo que sí... —sonrió débilmente siendo correspondido por una sonrisa igual o más apagada y esquiva que la suya. Se quedó callado por un momento. TaekWoon cerró los ojos, pareciendo dormitar acurrucado contra la pared— ¿Estás bien? ¿Duele? —repitió inseguro aquellas frases a vocecitas infantiles que se habían implantado dentro su cabeza. El pelinegro abrió los ojos de golpe, pero no le miró.


—Un poco —musitó sorprendiéndole. Él también lo recordaba, o más bien, lo había hecho todo este tiempo. WonSik sonrió.


—No tengas miedo, no te haré nada... —dijo acercándose un poco más, haciéndole girar a mirarle— No soy como ese bravucón, o bueno, sí, sí lo soy —rio sacudiendo apenas los hombros. 


—Al menos ya no sigues sangrando por ese bravucón —ladeó el rostro. A diferencia de diez años atrás, sabía que ese bravucón no era otro más que él.


Se había vuelto lo que de niño alguna vez temió.


—Descuida, ¡ahora voy a la enfermería! —negó con la cabeza siguiendo la interpretación— Tiene dulces y seguro me de uno, pero, le pediré dos. Uno para ti, y el otro para mí —prometió.


Volvió a mirar a sus zapatos, manteniéndose callado un instante.


—Y... ¿por qué no dos para mí? —enarcó la ceja. WonSik carcajeó suavemente.


—¿Cómo te llamas? ¿Nuevo? —preguntó.


—TaekWoon —dijo estirando la mano a sabiendas de lo que venía después.


—¡Yo WonSik! Dime WonSik —tomó de su mano sacudiéndola ligeramente— Y... ¿Por qué ese bravucón te molestaba? Con ese pelo amarillo tan feo no tendría ni el derecho —TaekWoon fue ahora quien rio, cubriendo el reducido lugar con su delicada risita. WonSik apretó su mano entre las suyas.


—Soy débil... —susurró cabizbajo queriendo soltarse, pero no lo permitió.


—Pero, si yo veo a... alguien molesto e insoportable —TaekWoon sonrió levemente— Pero que, es todo menos débil. Es fuerte. Tanto que pocos podrían comprenderlo... —sintió aquella mano responder a las suyas, apretándole también.


—¿Eso dices? —murmuró delatando en su expresión la necesidad que había tenido todo este tiempo porque alguien volvería a repetirle esas palabras. WonSik asintió levemente. TaekWoon sonrió y bajó la mirada. Su mano temblaba ligeramente envuelta entre las suyas.


—Sí, así como eres estás bien —aseguró— No cambies otra vez —le pidió prometer. El pelinegro asintió pasando rápidamente el puño a escurrir una lágrima escapista de sus ojos entrecerrados.


—Tu tampoco vuelvas a cambiar, WonSik —le sonrió. Él se limitó a corresponder ampliamente llevándose la mano a la frente, cuan soldado, pero el espacio era tan diminuto que su codo chocó contra el estante, haciéndole saltar por el corrientazo.


Carcajeó libremente por primera vez desde su reencuentro.


—¡Duele, mierda! —chilló frotándose el codo. TaekWoon sin dejar de reír se acercó a revisar— No, no, deja, ¡te estás burlando! —se removió malcriado intentando retroceder teniendo el estante del demonio como impedimento.


—Claro que no —dijo apretujando las risitas entre sus labios esquivando sus manos inquietas para ver su codo.


—¡Que no! —quejó jalando de su mano. Quedaron tan benditamente cerca que inmóviles se quedaron viéndose a los ojos entre la sorpresa y el bochorno. Uno, dos, tres dedos de distancia apenas separaban sus narices tintadas de rojos como se dejaba ver por la poca luz. Nervioso bajó la mirada y masajeó suavemente su codo adolorido. WonSik como impulsado por un imán se acercó más, obligándole a que le miraba. Sus ojos brillantes se entrecerraron tal cual los suyos. Su nariz rozó tontamente contra sus labios en la torpe búsqueda a por su boca. La relativa oscuridad hacía de las suyas. WonSik cerró completamente los ojos y le besó. La mano de TaekWoon atajó su mejilla, profundizando el enlace de sus bocas y llevándole dos niveles más a perder la cabeza. El corazón le latía fuera de sí y el estómago pareció haber mandado al carajo el almuerzo y quedar ingrávido. El aire se les fue demasiado rápido. Se separaron un segundo y volvieron a chocar con mayor necesidad. Era una locura, de golpe todo ahora parecía tener jodido sentido. Se sentía tan bien. Era como ser astronauta y dar vueltas en el espacio, o estar drogado, o comer litros y litros de helado. ¡Ya que importaba!


Tomó de sus cabellos besando una y otra vez sus labios adictivos haciéndole reír por las cosquillas. TaekWoon era extrañamente lindo y le estaba comenzando a gustar eso.


—A-Ahora serán veinte puntos... —murmuró ligeramente sonrojado cubriéndose la boca con la mano. WonSik carcajeó.


—¿Qué te crees? No necesito tantos —fingió enojarse haciéndole reír también.


¿Así pudo haber sido diez años atrás?


No lo sabría, pero,


No, no había cambiado para nada.


Unos pasos y llamados a voces por el pasillo les sobresaltaron.


—¡Ravi! ¿Dónde andas? —se escuchaba gritar HongBin caminando en círculos frente a la puerta. Vaya, si fuera sabueso sería uno pésimo— ¡WonSik, sal ya! ¿Estará en el piso de arriba? —preguntó a JaeHwan.


—¡Ya revisamos allá dos veces, HongBin! —quejó hastiado ya de tanto caminar. ¡Habían recorrido la escuela como tres veces!


—¡Bueno! ¿pero acaso vez que aparece? —se obstinó agitando los brazos— ¡No se va a borrar del planeta, así como así! —gritó temperamental.


—¡No empiecen! —chistó HakYeon notablemente agotado de arrear con esos mocosos horas extras.


—¡Mamá ya tengo hambre! —quejó Hyuk a sabiendas de que se iba a cabrear. Era malvado después de todo.


—¿¡Hasta cuando te diré que no soy tu mamá, SangHyuk!? —chilló haciéndole reír.


Sintió un golpecito al hombro.


—T-Tus amigos. Es mejor que salgas —dijo señalando a la puerta para que se fuera. WonSik alzó la ceja y negó con la cabeza.


No, no iba a dejarle solo en una conserjería de nuevo.


—Sal conmigo —propuso tomando de sus manos con una enorme sonrisa.


—¿Qué? —dudó con un atisbo de esperanza que se desmenuzó, soltándole asustado— P-Pero ellos me odian... —murmuró inseguro.


—Yo también lo hacía —burló haciéndole fruncir el ceño. Resopló y se removió incómodo. Algo le apretaba el pantalón. Hurgó los bolsillos y sacó la botellita de leche de banana. En algún momento de su búsqueda la dejó ahí. La observó minuciosamente. Hyuk había comprado un six pack de esas botellitas. Esa era la sexta. Era la botellita de TaekWoon y lo sabía. No creyó en el destino, pero sí creía de repente en esa idea apenas tocó la botella. Quería darle esa oportunidad. No era un mal tipo después de todo— Ven, únete al club —le pidió entregándosela en las manos.


TaekWoon con torpeza arropó la botellita entre sus grandes manos.


Sus ojos brillaron como las joyas más bonitas y lujosas que alguna vez hubiese visto. Su corazón se calentó de sólo verle sonreírle así con las pestañas perladas de lágrimas de ilusión.


—Quiero.


Sin dejar de sonreír se puso de pie y le ofreció la mano.


TaekWoon le estrechó con fuerza y se levantó.


Y en ese momento se dio cuenta de que, aunque no podía regresar al pasado podía encauzar su presente.


Y no podía negar eso también.


De repente, empezó a creer en el destino.

Notas finales:

Espero les haya gustado la historia. Muchísimas gracias a quienes la leyeron y disfrutaron hasta el final tanto como yo disfruté hacerla. ¡Pero no tan rápido!

Este no es el capítulo final, bueno sí pero no como tal. ¡Subiré un epílogo o más bien un capítulo especial para finalizar propiamente esta historia!

¡Nos vemos y nuevamente gracias!


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