Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Komorebi. (Drarry - Harco) por Sou-Tan

[Reviews - 2]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

El caldero estaba sobre el fuego, el preparado hervía y el vapor que emanaba de él comenzaba a hacerse más denso, llegando a abrumarle por momentos. Draco no parecía perturbado por el hecho, ya acostumbrado a las pociones, como si sus pulmones fuesen inmunes a las mezclas.

Al lado del caldero de peltre, el rubio se encargaba de moler los ingredientes mas pequeños y sencillos para completar al fin la poción. Pero se estaba tomando todo el tiempo del mundo y Harry, sentado junto a la ventana abierta, comenzó a impacientarse.

Escuchó una risilla burlona pero no le prestó atención. Seguía fumando de su cigarrillo, ora mirando el jardín, ora observando la estilizada figura del chico moverse con naturalidad, cortando aquí y revolviendo allá.

La impaciencia y las ansias no habían llegado de la noche a la mañana. Harry llevaba meses a la espera del veredicto final, desde que Draco le mostrara los primeros bosquejos de su nueva creación. Era un plan complicado y muy extremista si lo consideraban demás, y sin embargo, era la única opción a sus ojos porque estaban desesperados.

—¿Quieres venir aquí un momento?

Harry se estiró en su lugar, aplastando el cigarrillo en el marco de la ventana antes de levantarse y acercarse al chico con grandes zancadas que evidensiaban su intranquilidad.

Draco volvió a reír.

El pelinegro se rascó la nuca, mirándolo con duda, pero el rubio no se inmutó y luego de mirarle un rato se inclinó un poco para darle un beso corto que el otro respondió con una sonrisa.

—Sostén esto fuerte. — ordenó, facilitandole un par de frasquitos—. No vayas a moverte.

—Como usted diga, señor.

El tono de Potter era juguetón, pero obedeció sin chistar porque el asunto era serio.

Draco tomó un gotero de la mesilla donde tenía todos sus materiales y lo hundió hasta la mitad en el caldero humeante. El vapor le quemó los vellos de los dedos, soltó un quejido por esto, pero se quedó quieto, esperando pacientemente a que el espeso liquido multicolor llenase el gotero. Cuando estuvo hecho, vació el contenido en los dos frasquitos de vidrio que el otro le sostenía.

Harry examinó la sustancia de lejos, temeroso. Casi podría jurar que los colores se movían como si tuviesen vida propia, y lo que más le sorprendió fue que los otros intentos de Malfoy habían dado como resultado una poción de color gris azulado que emanaba un olor a flores marchitas. En cambio, esta olía a algo que él conocía muy bien.

—¿Por qué huele como amortentia? — preguntó, contrariado.

Draco le quitó los dos envases y los dejo sobre la mesa para luego taparlos, ignorando a Harry por un segundo.

—No es que sea amortentia, Harry. Sucede que esta poción huele a algo que nos trae buenos recuerdos, digamos que es como cierto espejo mágico y que puede leer nuestros corazones —explicó con una sonrisa, sin mirarle—. A mi, por ejemplo, me huele a chocolate.

El pelinegro asintió, sonrojandose porque era demasiado cursi lo mucho que sus sentimientos habían llegado a crecer hasta un punto sin retorno, donde Draco se inmiscuía en los detalles más simples de su existencia. Negó con la cabeza, divertido, cuando Draco se giró y le regaló una de esas sonrisas gatunas.

—¿Tú que hueles?

Lo hacía a propósito, era muy claro lo que pretendía. Pero se dejó llevar con gusto, poniendo las manos sobre las caderas ajenas, sintiendo el sudor comenzar a traspasar la fina tela de la camisa blanca.

Habían pasado horas allí dentro. A la espera.

—Huele a menta fresca, y a tu chocolate favorito. —admitió, atrayéndolo hacia él para darle un abrazo apretado, aspirando el olor de los cabellos dorados que se pegaban a su cuello.— Huele a ti, dragón.

Draco no respondió, hundiendo su respingada nariz en el rizado cabello negro del chico entre sus brazos. La respiración de Harry contra su cuello era como un calmante.

A él también le estaba matando.

—Prometelo. —pidió, con la voz ahogada debido que tenía los labios sobre la frente del mas bajo—. Potter, tienes que prometer que estarás listo.

—Siempre lo he estado, Draco. No va a cambiar, y mucho menos ahora que está tan cerca.

—¿Y también prometes arreglar mi desastre si lo arruino todo?

Harry suspiró contra su piel y sintió el cuerpo del otro estremecerse bajo su toque.

—¿Cuando no lo he hecho?

Eso fue todo lo que necesitó escuchar para respirar con calma y retroceder, no sin antes darle otro beso, para comenzar a buscar pergamino y una pluma con que escribir algo de suma importancia en el plan.

Tenían muchos elementos que considerar y no había lugar para equivocaciones o, en vez de arreglar las cosas, terminarían destrozados y sin posibilidad de arrepentiemiento.

—¿Qué haces?

Draco no respondió de inmediato, ocupándose en revolver los cajones de un viejo escritorio en busca de los materiales para escribir. Al dar con estos exclamó, los puso sobre el escritorio y destapó el tintero, comenzando a escribir. Harry fue tras él, observando detalladamente cada una de sus acciones.

Había comprendido con mucho esfuerzo que el rubio no era muy conversador cuando de trabajo se trataba, sino que cuando una idea surgia en esa brillante cabecita suya, se dejaba llevar por ella ciegamente. Dado que Draco era un experto en pociones, sus ideas le guiaban hacia un increíble descubrimiento o a una sospresiva explosión.

—Draquito...

—Ya, ya. No me llames así.— se quejó sin levantar la mirada, sintiendo como el peso del pelinegro sobre el escritorio hacia a este crujir—. Dejame escribir esto. Un momento, no tardará mucho. Umm... ¡Listo! Aquí tienes.

Potter sostuvo el papel en sus manos, mirando a Draco con evidente confusión a lo que el otro rodó los ojos, haciéndole señas con la manos para indicarle que sólo leyera y luego podría hacer todas las preguntas competentes.

Harry observó los números y las frases cortas. Era una lista de pendientes.

 

 

1: Inventa una historia.

2: Escribe un diario.

3: Toma fotografías.

4: Olvídalo todo.

5: Vete lejos.

6: No mires atrás.

7: Dí claramente el hechizo.

8: No comas, y hagas lo que hagas no comas pastel luego de beber la poción.


 

 

Entendió un poco sobre qué iba aquello, y un escalofrío de emoción recorrió su espina dorsal.

—¿Por qué no pastel?

Draco enarcó una ceja, incrédulo. Tipico de Harry, siempre desviándose del punto principal.

—Acompañame, te mostraré algo.

Pero al moreno le costó un poco despegar la mirada de la lista, intentando encontrarle sentido a todo eso. Cuando sintió una punzada de dolor en la sien, suspiró y guardó el papel en uno de los bolsillos de su chaqueta; luego siguió al rubio hacia un rincón de la habitación.

Estuvo a punto de preguntar por qué estaban mirado una esquina vacía cuando Draco murmuró algo que no entendió, y entonces una larga mesa se dejó ver y Harry dejó caer su mandíbula de la impresión.

Vaya, ahora comprendía menos.

Pellizcó al rubio cuando este se burló en silencio de su estupefacción, y con pasos rápidos se aproximó a la mesa. Lo que le impresionaba no era el gigantesco mueble, sino el hecho de que sobre ella estaban construidos pequeños laberintos. No eran gran cosa, pues no eran muy grandes, pero al tocarlos notó que estaban hechos de algún tipo de cartón gris para manualidades y que se había usado pegamento para las uniones. Draco había tenido que hacerlos a mano, pensó entre divertido e impresionado. No le tomó mucho tiempo notar los pequeños roedores corriendo de aquí allá.

Eran ocho hamsters, cada uno en su propio y pequeño laberinto. Las salidas eran sencillas de encontrar, pero ninguno parecía lo suficientemente listo como para encontrarlas.

Harry miró a Draco con desconcierto, pero este sólo sonrió, concentrado en los animalitos. El blondo se acercó a uno de los laberintos y metió la mano dentro, captando la atención del hámster. Comenzó a trazar un camino hacia la salida con lentitud, con el animal siguiéndole hasta la salida. Entonces lo sostuvo y volvió a meterlo en el laberinto, donde le soltó en un lugar al azar, y esta vez el hámster pudo recordar por si mismo el camino a la salida.

—Muy buen truco y todo, pero sigo sin comprender de qué va.

Draco suspiró, tomando el animal en sus manos, acariciándolo con lentitud, sonriendo a causa de la graciosa sensación del pelaje contra sus dedos.

—¿Viste que ya conoce el camino a la salida? —Harry respondió con un cabeceo, mordiéndose los labios—. Ahora le daré de beber un poco de la poción que acabamos de preparar, y luego lo volvemos a poner dentro del laberinto a ver qué sucede.

El otro quiso cuestionar, pero viendo que el rubio iba a mostrarle con hechos y no palabras, cerró la boca y procuró estar atento a cada uno de sus movimientos. Le siguió como un niño pequeño cuando él caminó hacia el caldero y tomó en su dedos un poco de los restos de la poción, pero después acercarla a la boca del animal, el cual se apresuró a lamer el liquido rápidamente. 

Draco jugueteó con el pequeño un rato, mientras Harry mantenía sus ojos clavados en el suelo, expectante, tan perdido en su ensimismamiento que no notó al rubio acercarse de nuevo a la mesa recién aparecida para dejar al hámster en donde lo había encontrado. Fue la exclamación del mas alto lo que le hizo volver en si, sacudiendo la cabeza para despejarse.

—¿Qué sucede? —preguntó, llegando hasta él.

—Funciona...—murmuró Draco, entre feliz y aterrado—. Sólo mira esto, pensé que sería un fracaso de nuevo pero al parecer los cambios fueron los correctos.

Harry no aguantó mucho lo curiosidad -nunca lo hacia- y miró dentro del pequeño laberinto. Allí el hámster lucía más desorientado que antes, incapaz de encontrar el camino correcto hacia la salida.

Acababa de olvidarlo. Era el efecto de la pocion.

Esbozó una sonrisa de lado y miró a su compañero.

—¿Cuánto tiempo?

Malfoy arrugó el entrecejo, meditabundo, miró al hámster y luego a Harry.

—Unos cuantos minutos en ese pequeñin. En una persona el efecto permanece durante más de un mes dependiendo de la dosis usada.

Harry asintió, el corazón le latía desbocado sin razón aparente. Apretó sus manos en dos puños cerrados, porque sintió la súbita necesidad de aferrarse a algo y sentía que los anteojos comenzaban a deslizarse del puente de su nariz. Estaba extremadamente nervioso. Casi de inmediato, unos largos dedos se cerraron en la parte posterior de su cuello, dejando sutiles caricias sobre la piel velluda como buscando mantenerlo con los pies bien puestos sobre la realidad.

Draco le sonrió y Harry no pudo evitar hacer lo mismo.

—Está bien, es sólo que...

—¿No estas listo?

—¡No! —negó efusivamente, dejando sus manos sobre las caderas del rubio—. Sólo estoy emocionado y muy ansioso; necesito esto más que nada.

A Draco se le apretó el pecho. Había trabajado tan duro durante tanto tiempo para conseguir crear una poción perfecta, que ahora que podía descansar, el cansancio de meses le golpeó sin previo aviso, acompañado de una fuerte dosis de emociones abrumadoras que le hicieron cerrar los ojos.

—¿Qué necesitas?

Harry suspiró prolongadamente, pegando su frente a la del rubio, anhelando el contacto.

—A ti, Draco. A nosotros.

Ante esta respuesta, el chico le apretó fuertemente, asegurándose de demostrarle que ya estaban ahí, los dos, juntos.

Harry se sintió aliviado, pues ese era el efecto del otro sobre él. Contrario a todo pronostico, Draco era lo único que lograba mantenerlo en pie de alguna forma, como un pilar.

—En dos semanas, el sábado veintidós. No te atrevas a desaparecer otra vez, no podría soportarlo.

La voz de Harry estaba teñida con un dolor que no terminaba de desaparecer, y que siempre le hacia sentir culpable. Pero se habían perdonado, siempre lo hacían. Draco se había negado a hacer publica su relación hacía un tiempo, cuando las heridas de la guerra seguían frescas, y huyó lejos por unos tres meses en lo que Harry no pudo dormir en paz, torturándose a causa del dolor de una perdida que en ese entonces creía definitiva. Ese tiempo le sirvió para reconsiderar sus decisiones, para entender más a Draco, pero también le ayudó a formar un pequeño cumulo de miedos. Uno de esos miedos es que le volviese a abandonar.

—Premetí nunca volverlo a hacer, Potter, y yo siempre cumplo mis promesas.

Y era cierto, de eso quiso estar convencido.


----

Notas finales:

los demas seran mas largos que este :)


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).