Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Viaje a las estrellas. por luky_luze

[Reviews - 2]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Tres años en produccion y edicion y al fin esta terminado.

P.D. No me arepiento de nada :3

El constante tintinear de las gotas de lluvia sonaban con ímpetu y sin intención alguna de detenerse. El olor a tierra mojada y la briza fresca del roció alumbraban aquella tarde lluviosa. El sonido de los niños corriendo y saltando por los charcos de agua en la acera, sumado con las llamadas de atención de las maestras para que los niños dejaran de hacer eso, era lo de todos los días.

El por su parte caminaba de manera tranquila por la entrada principal de aquella primaria. Hacia un frio de los vil infiernos por lo que opto por no quitarse para nada de lo que sobraba de la tarde su chaqueta. Además, por el cielo gris y los constantes truenos que irrumpían la tranquilidad y silencio de esos momentos, estaba seguro de que volvería a llover.

-Aominecchi- alzo la mano en forma de saludo al identificar a Kise que se encontraba fuera de la enfermería de la escuela, jugando con su hijo mayor –si buscas a Evancchi esta con el director- agrego, viendo con cierta pena a su amigo.

-¿Fue grave lo de esta vez?- pregunto Daiki, acercándose al rubio.

-No lo sé- aseguro el de ojos dorados –Sakicchi no ha dicho nada al respecto, tampoco me ha dado detalles de lo que haya pasado- siguió –no seas muy duro, no es la primera vez que pasa por esto- pidió, viendo con piedad al moreno.

-No pensaba levantarle la voz si es lo que pensabas, rubia- después de eso se despidió del rubio para tocar la puerta del director y entrar a la oficina de este, dejando atrás lo que hubiera pasado antes.

-Fue culpa mía mami, no tiene por qué meter a Evan en esto- exclamo el pequeño peli gris, viendo con sus ojitos cristalizados al rubio el cual se le tentó el corazón al ver así a su hijo mayor –además, ellos se lo merecían-

-Cariño- acarició con cuidado las hebras grises de su hijo, su pequeño valiente –el director sabe lo que pasa, y es obvio que tomara cartas en el asunto, tranquilo pequeño- le aseguro, abrazando protectoramente al menor -¿sabes lo que significa la empatía?- el menor negó, moviendo levemente la cabeza –en palabras que puedas entender, es ponerse en los zapatos de otra persona, tú lo hiciste y por eso te peleaste con aquellos niños. No querías que siguieran molestando a Evancchi- siguió, sonriéndole con ternura a su hijo.

-Pero…-

-Saki, no fue correcto pelearte en medio patio con esos niños, pero me siento orgulloso de que seas mi hijo, defendiste a alguien que realmente te importa, eso cariño deja mucho que decir de ti- sonrió, levantándose de su lugar para después alentar a su hijo a también hacerlo –ahora vamos, tu padre se sorprenderá cuando le cuente lo que hiciste en la escuela, estoy seguro de que también se sentirá orgulloso de ti- aseguro, tomando la mano del menor, comenzando a caminar por los pasillos del colegio, hablando de distintas cosas, entre esas la cena de esa noche.

La situación del moreno no era diferente, una vez entro a aquella oficina, busco con la mirada al director, se sorprendió un poco al ver también al hijo de este sentado a un lado suyo.

-Tetsu- saludo, sentándose frente al peli celeste, logrando notar la figurita de cabello azul marino que estaba oculta en una de las esquinas de la oficina, ocultándose de el -¿Qué paso?- pregunto, viendo con preocupación a su retoño.

-Aomine-kun- saludo también el peli celeste, viendo con seriedad a su amigo –hoy Evan tuvo una pelea con uno de sus compañeros de clase, Saki-kun y Yuno-kun intervinieron también- explico, viendo a su hijo y después a la figurita que se escondía cada que mencionaba su nombre.

-¿Qué fue lo que le dijeron esta vez?- estaba enojado, no con su retoño, sino con aquellos mocosos que lastimaron su frágil corazón, agradecía que los hijos de sus amigos intervinieran tratando de defenderle.

-Ya deberías saberlo- aquello preocupo al moreno el cual ya sabía a lo que se refería el otro –te sugiero que trates este tema lo más pronto posible, no quiero que haya más problemas- recomendó el peli celeste.

-¿Podemos irnos ya?- el más bajo asintió, con eso el moreno se levantó de su lugar y se dirigió a cargar a su primogénito, la pequeña figurita infantil estaba llorando, se aferró a su padre, sintiéndose protegido en esos fuertes brazos. El corazón de Daiki dio un vuelco al ver reaccionar aquella pelusita azul. Sin más salió de la oficina, dejando al peli celeste con su hijo.

-No vas a hacerle nada a Aomine, ¿verdad madre?- pregunto el menor, viendo esperanzado al peli celeste el cual suavizo un poco sus facciones.

-No, no tiene la culpa de nada. Es normal que caiga en ese tipo de provocaciones, además, tú y Saki-kun salieron en su defensa, la peor parte se la llevaron ustedes dos- explico el peli celeste, besando la frente de su hijo mayor –pero ese no es comportamiento de un caballerito, jovencito- reprendió, viendo con seriedad al menor.

-Lo siento mami- se disculpó el pequeño peli rojo, abrazando a su madre. Ventajas de que su mami fuera el director del colegio.

-Tenemos que irnos, Taiga-kun se preocupara sino llegamos antes de las cinco- agrego, levantándose con cuidado de su lugar. Aquella pancita de cuatro meses le dificultaba un poco la tarea de ser madre y de ser director de una institución a la vez –solo espero que no se moleste con nosotros-

El menor negó moviendo lentamente la cabeza –estas heridas son de guerra mami, papá estará orgulloso de mi, ya lo veras- aseguro, con una pequeña sonrisa en su rostro, contagiando al peli celeste con su optimismo infantil.

“Solo espero que Aomine-kun este bien” pensó, tomando la mano del pequeño peli rojo, saliendo de la oficina y lugar de trabajo.

Las gotas de lluvias comenzaban a caer, solo el agua correr por la acera se escuchaba, los niños dejaron de jugar y corriendo a refugiarse, al igual que las personas que estaban en ese pequeño parque al que habían llegado. Todos excepto Aomine el cual cubría con su chaqueta la figurita infantil que tenía en brazos, protegiendo a ambos bajo un frondoso árbol, su copa espesa podía filtrar el agua que caía sobre esos dos cuerpos. Con cuidado sentó al pequeño en una de las raíces que destacaba de aquel árbol y después se sentó el a un lado suyo, intentando buscar las palabras exactas para comenzar aquella platica.

-No está en tu naturaleza responder a las ofensas con golpes, Evan ¿vas a decirme que fue lo que paso?- hablo con seriedad el moreno, viendo fijamente hacia la calle, esperando pacientemente alguna respuesta.

-Ellos tuvieron la culpa de todo- fue lo que salió de los labios infantiles, frunciendo un poco el entrecejo mientras se cruzaba de brazos.

-¿Quiénes son ellos?- pregunto Daiki.

-Los idiotas de Mihara y Fuhito- alego, viendo con impotencia a su padre –ellos fueron los que me provocaron-

-¿Y cómo fue que se metieron Saki y Yuno? Kise y Tetsu estaban preocupados por ambos- continuo el moreno, intentando comprender por donde iba el asunto.

-Les dije a ese par que no se metieran- explico, hablando más para sus oídos que por su padre –pero Haizaki y Kagami son igual de tercos que sus padres, este asunto solo me corresponde a mí, no a ellos-

-Son tus amigos, Evan-

-Por esa razón no quiero que se metan, me preocupan esos dos- se levantó para encarar a su padre, sus ojos comenzaban a arderle, pero… no quería llorar, ya no.

-¿Qué te dijeron esos mocosos, Evan?- se preocupó un poco al ver aquellos ojos chocolate cristalizados, como si intentaran ahogar el sollozo que había en su garganta, hace años que no veía aquel par de ojos de esa manera, y como dolía no saber qué es lo que pasaba con su propia sangre.

-Mami…- murmuro levemente, dejando que sus lágrimas fluyeran con libertad, quitando con rudeza el agua que tenía sobre su mejilla lastimada –mamá me odia ¿verdad? Es por eso que nos abandonó, no quería saber nada de mí y es por eso que me dejo sola- siguió, aferrándose a su padre, llorando sobre su hombro -¿es eso cierto? ¿Es porque soy fea?- al moreno se le estrujo el corazón escuchar esas palabras de los infantiles labios, esa era una vil y estúpida mentira.

-Escúchame- hablo despacio y con voz serena el moreno, tomando por los hombros a su hija, sus hermosos ojos irritados por las lágrimas siendo contenidas forzadamente –tu madre no te odia, nunca lo hizo y estoy seguro de que nunca lo haría, quiero que lo tengas bien contemplado- continuo, limpiando las lágrimas que derramaba su princesa –no eres fea, eres lo más hermoso que pudo pasarnos a tu madre y a mí, eres mi princesa y para ella siempre serás su bello ángel, su hermosa Evangeline- explico, abrazando con fuerza a su hija, la cual se aferró a su padre, contagiando al moreno con sus lágrimas. Hace seis años que había dejado de llorar, había olvidado lo que se sentía aquel amargo sentimiento.

Apretó los labios con fuerza. Estaba nervioso y tenía miedo. Pues no sabía cómo iba a reaccionar su pareja con la noticia.

-No tiene por qué mostrarse enojado contigo Sakurai-san- había comentado Kuroko, viendo con paciencia al castaño –como tu pareja, tiene que apoyarte antes que cualquier otra persona, supongo que tu harías lo mismo tratándose de el ¿no crees?-

Estaba seguro que sí, siempre lo apoyaba en todo. Pero… Aomine recién fue transferido a Tokio. Lo que menos quería es tener problemas con el moreno. Era una oportunidad única la que le estaban ofreciendo, ir a otro país, a lugares desconocidos. Una carrera prospera.

Por una vez quería ser egoísta consigo mismo.

-Estoy en casa- anuncio el peli azul, Ryou escondió en su mochila los laboratorios que se hizo hace dos semanas, dejando solo el sobre azul de la universidad de Tokio. En letras doradas podía leerse “estudiante ganador del sorteo de intercambio; Sakurai Ryou”

-Bienvenido a casa Aomine-san- contesto el castaño con una leve sonrisa, tomando el sobre azul dejándolo a la vista del moreno –en un momento estará la cena-

-¿Qué es eso?- pregunto curioso Daiki, señalando el sobre que las manos del castaño sostenían.

-Eso…- con un poco de temor le dio el sobre al moreno, percatándose de la sorpresa que este tuvo en ese momento –es mi solicitud para mi intercambio al extranjero, tengo que firmarlo antes de dejarlo en la rectoría de la universidad-

-¿Intercambio al extranjero?- murmuro el peli azul, sentándose en el sofá del departamento, sobando su cuello -¿pensabas decírmelo?-

-Hice el trámite antes de llegar a Tokio, no esperaba que me contestaran después de un semestre- contesto el castaño, bajando la mirada.

-No iremos hasta Estados Unidos solo por algo como esto, Ryou- fue la ruda respuesta del moreno, dejando a un lado los papeles que leía sin darles mucha importancia.

-Pues “ese algo” es mi futuro Aomine-san- alego el de ojos chocolate –toda mi vida soñé con ir a otros lugares lejos de Japón, conocer, saber que hay más en el mundo. No quiero renunciar a esto- y no era una sugerencia ni siquiera una opinión, era un hecho.

-Si entiendes que recién llegamos aquí ¿no? Simplemente no puedo pedir que me transfieran a otro país por un capricho tuyo-

-¿Capricho mío?- hablo con ironía el castaño, la situación no estaba saliendo con forme al plan -¿Quién fue el que me pidió que dejara mi trabajo y mis estudios en Osaka para mudarnos a Tokio? Hasta donde recuerdo, tú no me pediste mi consentimiento, ni siquiera hablaste conmigo sobre tu transferencia a la comisaria de la ciudad. Solo lo hiciste por capricho tuyo, no mío- añadió, viendo con seriedad al moreno.

-¿A dónde quieres llegar con esto?- pregunto Daiki molesto por eso último. Le enfurecía que le mencionaran que fuera egoísta, en especial cuando fue el castaño el que le decía todo lo contrario –fuiste tú el que me dijo que siempre iría conmigo, no importaba hacia dónde. Por eso no tuve la necesidad de decirte algo al respecto-

-A lo que quiero llegar Daiki- oh si, sabia el peli azul que el castaño estaba molesto con el cuándo comenzaba a llamarlo de manera seria y sin aquel dulce tono de voz por su nombre –es por una vez en la vida quiero hacer algo que realmente quiero, quiero ir a América, estudiar, prepararme y tener un futuro mejor a tu lado para ambos- explico, viendo con seriedad al moreno –creí que me apoyarías como yo lo hago contigo. No puedo creer que tu-

-No me gustan las relaciones a distancia- Ryou se quedó en shock con esas palabras ¿era enserio lo que estaba oyendo? –mi vida y mi futuro están aquí, en Tokio, y no voy a renunciar a ellos por nadie, incluso tu Ryou- Algo dentro del corazón del castaño se rompió ¿Dónde habían quedado todas las palabras de Daiki cuando recién se conocieron? –si vas a irte, no esperes que vaya atrás de ti-

-Nunca espere de ti que lo hicieras- el corazón del peli azul se estrujo al ver como el castaño trataba de limpiar sus lágrimas y aun así mantener su tono de voz firme –de hecho, no esperaba nada de ti, Aomine- ahora era Daiki el que no asimilaba lo que estaba pasando –gracias por estos cuatro años, fui feliz durante todo el tiempo que duro este lindo sueño- comenzó a caminar rumbo a su habitación, tomando su mochila con sus cosas sin intenciones de seguir tratando con el peli azul.

-Ryou…-

-Me iré en dos semanas, hasta entonces hagamos que la convivencia que tengamos sea lo más pacifica posible ¿puede?- después de eso pudo escuchar perfectamente como el castaño se destacaba con sus cosas dentro de la habitación, después de unas cuantas maldiciones algo dentro de Aomine se derrumbó.

Eres un maldito egoísta, un maldito infeliz, un imbécil. Se recriminaba constantemente.

Y hasta la fecha no era capaz de perdonarse por no haber ido tras Ryou a tiempo.

-¿Estas mejor?- pregunto Daiki, secando con cuidado el cabello húmedo, sedoso y suave de su hija. La menor asintió, limpiando las lágrimas que aún se derramaban por sus mejillas. La pequeña Evan siempre se relajaba después de tomar un baño caliente, su pijama calientita y un vaso con leche caliente. Era idéntica a Ryou en ese sentido.

-¿Cómo era mamá?- pregunto con interés la pequeña peli azul, dejando de lado su leche caliente. Daiki dejo de secar el cabello de su hija luego de esa pregunta. No sabía que responder, bueno, si lo sabía porque había vivido con el castaño un sinfín de aventuras pero no tenía claro cómo expresarlo con palabras, no había ninguna que pudiera explicarlo con exactitud.

-Fantástico- respondió después de un breve silencio. Dejo a la pequeña Aomine sentada en el sofá, para después el sentarse en la mesita de centro, dejando de lado sus ropas húmedas por la lluvia, tomo con delicadeza las manitas de su hija y después exclamo –creo que la palabra que lo describiría mejor sería Irreal. Tu madre tenía muchas virtudes, y vaya que me tarde mucho para que se diera cuenta de ellas- agrego, poniendo la toalla que colgaba en su cuello en su cabeza, era el turno de que su princesa secara su cabello.

-¿Entonces mami era un mago?- el peli azul sonrió por las ocurrencias de su hija, sus pequeñas manitas secando su cabello, su suave toque solía recordarle mucho al castaño.

-Podría decirse. Ryou era mágico para ciertos aspectos. Y tenía una infinita paciencia hacia mí- admitió, aun recordaba todas las malas pasadas por las que hizo pasar al castaño y el como una escena de celos de su parte hizo que se le confesara abiertamente aun cuando estaban en preparatoria.

-¿Continuas amando a mami, papá?- pregunto con interés marcado en sus pupilas Evangeline, sin despegar un solo segundo su mirada de la de su padre.

-Con cada fibra de mi ser Evan, lo amo como si fuera el primer día- contesto con toda la seguridad del mundo –que no se te olvide, pequeña pulgosa- agrego, golpeando sin ser brusco la pequeña naricita, siendo contestado después con un pequeño puñetazo en su pectoral derecho.

-Yo no soy pulgosa- reclamo la menor aun con su manita en su nariz, puchereando y reclamando a su padre por aquel sobrenombre. Ella no tenía la culpa de sucumbir ante la ternura de un lindo perrito aun si este era callejero.

-Lo sé- respondió Daiki, besando con cariño la frente de su hija, buscando en el olor de su cabello un poco de paz interior. Lo necesitaba con tanto esmero.

La mentalidad humana es egoísta hasta donde el corazón lo quiere. Constantemente se repetía esa frase que alguna vez leyó en uno de los tantos libros que leía Ryou para la universidad. Seguía preguntándose como algo tan profundo como eso podía estar plasmado en la contra portada de un grueso libro de historia sobre la comida occidental. Nunca lo había pensado, pero la soledad era un arma de doble filo.

Habían pasado ya tres meses desde que Ryou le dejo. Jamás había sentido que el departamento que compartían fuera tan grande, excesivamente solo para una persona. Las cosas que una carrera acarrea suelen llenar el vacío en un lugar determinado. La habitación que compartía con el castaño ya no era la misma, la cocina igual o peor.

¿Para qué le servirían tantas cosas de cocina que ni por error se atrevería a utilizar?

El aroma del castaño empezaba a desaparecer, ya no podía sentirlo en las sabanas de la cama, ni en el sofá, o en alguna de sus ropas que el castaño decidía usar para vestir en el día. Todo a su alrededor comenzaba a caer en un fondo oscuro y sin retorno.

Jamás había sentido la soledad tan fría e indiferente.

Antes de que el castaño se fuera quiso creer que solo era una discusión cualquiera. Una donde normalmente era el quien se disculpaba primero. Pero esta vez no. Quería que Ryou viera el error que estaba cometiendo y que fuera el quien se disculpara.

Estaba equivocado.

Esa disculpa no llego al siguiente día, ni al siguiente. Ni siquiera cuando fue el mismo Aomine quien llego un día a la facultad del castaño con un enorme ramo de rosas y una cara de arrepentimiento que no era normal ver en él una semana después de lo ocurrido. Normalmente era el castaño el que saltaba a sus brazos y llenándole el rostro con besos le perdonaba. Pero ese momento no fue como los anteriores.

El castaño le ignoro pasando de largo de él. No le dirigió la mirada, ni una palabra. Solo tomo el ramo de rosas con una expresión de cruda y fría indiferencia y tiro las flores bajo la mirada incrédula de Daiki y toda la gente que estaba acostumbrada a como ese par resolvían sus diferencias. Ryou retomo su camino sin hacer mayor caso a lo que el moreno quisiera decirle.

Después de ese incidente intento hablar con el castaño en el departamento que para desgracia de Sakurai continuaban compartiendo, pero pareciera que era más importante para Sakurai era terminar de arreglar su estancia en Estados Unidos y los documentos que necesitaría para su establecimiento ahí antes que dirigirle la palabra a Aomine. Lentamente veía como el hogar que ambos habían construido se iba quedando vacío, hueco y con mayor eco por las cajas amontonadas en la entrada principal.

Hasta que una mañana despertó completamente solo en el departamento.

El castaño ya no estaba.

Solo tres cajas y una carta. Verla ahí le daba miedo pero no es como si uno de sus mayores miedos no se haya vuelto realidad “Te regreso todas tus cosas” eso era lo único que había en ese trozo de papel, no había mas, ni una despedida, ni un te quiero pero no renunciare a mi sueño por ti. Nada. Solo la fría soledad que comenzaba a abrigarle lentamente.

Salió de sus pensamientos cuando el estridente sonido de su celular comenzó a ponerle de mal humor. Hace tiempo que dejo de contestar llamadas, ni siquiera de la comisaria. Le parecía increíble que después de tanto tiempo ese aparatejo continuara teniendo batería.

-No me interesa quien seas, pero más te vale colgar en este mismo instante. Ya me tienen arto con sus estúpidas llamadas- contesto furioso, sin verificar quien el estuviera hablando.

-Esa no es la manera de hablarle a la única persona que puede encontrar a Ryou, Daiki- su ceño se frunció al identificar esa voz, no estaba de humar para esos juegos.

-¿Quién te lo dijo, Akashi?- pregunto molesto.

-Nadie, conociendo tus antecedentes y a sabiendas de lo que han pasado los últimos años me doy una idea de lo que pudo haber pasado- contesto el peli rojo con una suave sonrisa –no te ha perdonado ¿verdad?- el bufido por parte del peli azul le dio la respuesta.

-¿Solo llamas para molestar?- alego el moreno –si no tienes nada que agregar voy a colgar y-

-Puedo encontrarlo si es lo que quieres- con esas palabras había recobrado el interés a la conversación. Akashi sonrió satisfecho –puedo hacer lo que tú no has hecho en todos estos meses, pero tomara tiempo. No te garantizo encontrarlo inmediatamente- agrego sin cambiar su expresión de siempre.

-¿Y qué ganas tú con esto?- la oferta era tentadora, se enfocaría en otras cosas en lo que Seijuuro le traía noticas respecto a Ryou pero hablar con Akashi era como hablar con el diablo, no podías confiar del todo en él. Siempre terminaría obteniendo algo de ti, independientemente si se trataba de tu alma u otra cosa.

-Yo no pongo precio a mis amigos- contesto el peli rojo –en especial cuando las parejas de estos son amigos del prospecto de pareja que tengo en mira- agregó –es como matar dos pájaros de un tiro-

-A veces no te entiendo-

-No tienes por qué hacerlo- contesto –volveré a comunicarme contigo cuando lo haya encontrado. Cuídate por lo mientras Daiki y no hagas estupideces- y con eso corto la comunicación con el peli azul.

Akashi se comportaba como un hermano demasiado sádico. Uno demasiado para su gusto.

Para Evangeline Aomine la vida era un comic de superhéroes, de esos que su tío Taiga y Tatsuya se encargaban de contarle cuando iba de visita a la casa de cada uno. Uno donde el protagonista era feliz con su vida o era lúgubre su existencia. Donde el argumento gira alrededor de como era antes o después de ciertos acontecimientos y como a pasar de todo, era capaz de ayudar a quien lo necesitaba. A pasar de todo lo que atraía llevar ese estilo de vida.

Y había alguien que podía ser calificado como un superhéroe: su padre, Aomine Daiki.

Era su modelo a seguir, su héroe. Alguien a quien podía contarle sus problemas y sus temores. Porque sabía que sin importar que siempre le protegería, de quien fuera y de lo que fuera. Para su padre, ella era su princesa, la mujercita que debía proteger de todos y todo lo que le afectara.

Aun cuando sabía protegerse a sí misma. No quería afectarle más de lo que ya le hacia su vida en la comisaria. Según sus tíos, debía ser una niña buena, bien portada y educada. Y ella lo era, por supuesto que lo era, la cuestión era que ellos no lo veían pues también estaban ocupados con sus primos varones y desgraciadamente no ha tenido la dicha de tener una primita o primito doncel. Hasta entonces debía adaptarse a los cuidados y tratos que todos sus primos tenían con ella al ser la única mujercita.

Y eh ahí por qué su personalidad tan tosca para una niña de 6 años.

Por todo eso y muchas cosas más es que no lograba entender como alguien tan rudo, en ocasiones bruto y explosivo como su padre podía romperse tan… desconsoladamente. Quizá Daiki era igual que todos esos hombres y mujeres que leía en sus comics, tenía miedos, dolores y cicatrices que no han sanado del todo y es por esas razones que solía llorar por las noches cuando ella supuestamente estaba durmiendo. Le intrigaba un poco que lo hiciera durante las noches de luna llena, como si fuera ella la única testigo del porqué de su llanto, de su letargo y de sus constantes “si solo lo hubiera sabido…” “si solo no hubiera sido tan egoísta contigo…”

Quizá solo se trataba de asuntos que, como suele decirle tío Tetsu “no le corresponden lidiar a una niña pequeña”

Corría desesperado por los pasillos del aeropuerto. Poco le importaba chocar o tirar cosas en el proceso. Solo le interesaba llegar a su destino, llegar antes de volver a perderlo. Correr y correr, solo necesitaba esa llamada y mandaría todo al demonio en Japón, solo eso y sería feliz nuevamente. No iba a desperdiciar esa oportunidad, por nada del mundo.

No volvería a cometer el mismo error dos veces.

-Lo encontré- aun resonaba esa frase en su cabeza mientras tomaba el primer taxi que estuviera ahí, le importaba un carajo el frio de esa ciudad, solo quería estar con el –pero no de la manera que te hubiera gustado hacerlo, Daiki-

-¿Qué quieres decir con eso, Akashi? ¿Ryou está bien?- pregunto cuando esas palabras salieron de los labios del emperador.

-…será mejor que tú lo veas por ti mismo- exclamó el peli rojo, colgando la llamada para después enviarle un correo donde se especificaba el estado, ciudad y dirección de su castaño. Ya habían pasado ocho meses desde que se había separado, el tiempo castigaba y no tenía contemplación de nadie.

Y eso lo aprendería Aomine de una u otra manera.

No podía sacarse esa frase de la cabeza. Posiblemente Ryou había encontrado alguien que no fuera tan egoísta con él, que le cuidara, alguien a quien dedicar sus desvelos después de un largo día de trabajo. La persona que recibe sus palabras, besos y caricias cuando más los necesitaba. Aquel era su escenario en el peor de los casos.

¿Qué podría ser peor que ver feliz al lado de otra persona al amor de tu vida? En ese momento lo que más desearías seria la muerte misma.

-Esta es la dirección- anuncia el chofer del taxi que tomo desde el aeropuerto, sorprendiéndose un poco al ver que era una pequeña casita, de un solo piso y demasiado humilde. Después de pagar los honorarios correspondientes bajo su equipaje. Mentiría si dijera que no estaba nervioso. Por dios santo que lo estaba, necesitaba tranquilizarse pero no encontraba el medio para hacerlo.

¿Lo recibirá Ryou?

¿Estará más delgado?

¿Se alimentara correctamente?

¿Le ira bien en la universidad?

¿Me perdonara? ¿Me extraña como yo lo hago? ¿Qué hacer si dejo de amarme hace meses?

Miles de cuestiones y la única persona que podría contestar esas interrogantes se hallaba detrás de esa puerta de madera. El vecindario donde fue parar era modesto, por no decir de escasos recursos. Nada comparado con el departamento que antes compartían. Entre ambos podían pagar un departamento meramente accesible en el centro de la ciudad.

Dejo a un lado su equipaje y después de normalizar un poco su respiración, fue como se atrevió a tocar el timbre de esa casa. Nada malo podía pasar, de eso estaba seguro.

Entonces escucha pasos llegando a la puerta, en ese momento el tiempo para Daiki se detiene, no recordaba como respirar, supone por los nervios y por la repentina decepción que tiene al ver a la madre de Ryou frente a sus ojos.

-Ah… con que, eres tu- un tic se dio en su ojo izquierdo, había olvidado la “cariñosa” mujer que era su suegra.

-Es también un gusto verla de nuevo, Sakurai-san- contesta sin una pizca de amabilidad. Su relación con la madre de Ryou nunca fue buena, para empezar, dado que su hijo único decidió tan luego termino la preparatoria ir a vivir con un bueno para nada como lo era Aomine, eso en palabras de la mujer que se mantenía con el ceño fruncido –ahora entiendo por qué nunca puede localizarle-

-¿Para qué? ¿Para qué pudieras lastimar más a mi hijo? No gracias, lo que menos necesitaba Ryou era estar con alguien como tú, mi hijo me necesitaba después de que tú lo corriste de su departamento- agrego la mujer, poniéndose enfrente de la puerta para impedir cualquier movimiento por parte del moreno.

-¿Y por eso corto lazos con Ryou cuando supo de nuestra relación? Aquí los dos cometimos errores Sarita-san- le encaro, intentando entrar por esa puerta dándose cuenta de inmediato que la mujer trataba de ocultar algo y ese algo era el castaño –déjeme ir a ver a Ryou, tengo que hablar con el-

-Tuviste tu oportunidad cuando aún vivía contigo, no me vengas con cursilerías baratas Aomine-

-Por favor- pidió el peli azul, al ver la negatividad por parte de la fémina comenzó a gritar -¡Ryou, soy yo! ¡Estoy aquí! ¡RYOUU!- siguió gritando importándole poco lo que los vecinos dijeran, nada más importaba que el castaño.

-¡Cállate idiota! ¡Ryou esta…!-

-M-mamá- la suave voz del castaño se escuchó desde dentro, sin nada de delicadeza el moreno hizo a un lado a la mujer, entrando sin ser invitado a esa casita. Lo que vio lo dejo en completo estado de shock.

-¿Qué estás haciendo despierto? Se supone que deberías estar descansando- le regaño la mujer, empujando ahora ella al peli azul que aún no salía de su estado de shock, su Ryou estaba, estaba…

-L-lo siento- un pequeño ataque de tos corto su explicación, tanta era la fuerza que usaba que tuvo que sostenerse de su madre para no caer –Evangeline estaba llorando, tu no estabas cerca y mi hija tenía hambre, la hubieras visto, se terminó las dos mamilas que preparaste para ella- la suave pero hermosa sonrisa del castaño logro sonrojar al peli azul que había olvidado que eso era su debilidad con Ryou.

-Lo entiendo pero… no debes esforzarte hijo, no quiero que algo más te pase-

-Mamá, Evan es mi hija, ella siempre me necesitara, tengo que verla- después de unos segundos dedico una mirada rápida al moreno que aún estaba en el umbral de la puerta y después dirigió su mirada a su madre -¿podrías preparar otra mamila para Evangeline? Iré a arroparla antes de que regrese a mi habitación- pidió con una mirada suplicante a la única mujer de la habitación, a regañadientes acepto, sin apartar la mirada de su hijo. Después de que ella se fuera, el silencio reino en la habitación. Aomine no sabía que decir al respecto, estaba en blanco completamente.

-Ryou…-

-No digas nada- pidió, girando lentamente mientras caminaba hacia la habitación de su hija, seguido por Aomine. Se sentía más vivo que muerto, pero tenía una bebé que cuidar. No podía abandonarla.

Daiki le siguió de cerca. Dejando de lado su aspecto demacrado, sus labios antes de un hermoso color rosa palo y suaves al tacto ahora estaban quebradizos y rojizos por la sangre que derramaba al toser con tanta fuerza. Su cuerpo delgado y maltratado. No se parecía en nada al Ryou que conocía y amaba más que nada en la tierra.

¿Qué es lo que había pasado durante esos meses de lejanía?

¿Acaso tenía que ver con la presencia de su suegra y la existencia de la “hija” del castaño? Ahora que lo pensaba, ¿acaso ya había encontrado alguien el castaño y lo había cambiado en el proceso y de paso se embarazo de él?

Más preguntas se iban acumulando con forme iban por aquel pasillo. Se detuvo en seco cuando el castaño, con demasiada dificultad abrió la puerta de una habitación. Después de ayudarle a entrar a la habitación el castaño se acercó con lentitud a una pequeña cuna para bebé, Aomine vio con detalle cada objeto en esa habitación, especialmente decorada para la personita que tenía en brazos Ryou. No iba mentir, ver al castaño con ese bebé y tras suyo la oscuridad de la noche en la ciudad acompañada únicamente por la luna era lo más hermoso que haya visto en la vida.

Todo en aquel chico, a pesar de las adversidades, era hermoso.

-Mírenla al cielo encender… Ma belle Evangeline- la tonada susurrada por los labios del castaño, el suave tono de la canción y la cálida respiración del bebé en brazos era lo que se escuchaba. Después de unos segundos la menor abrió sus ojos por ser despertada pero no lloro, al contrario rio con inocencia y alegría al estar en brazos de su madre, suavemente el castaño tomo por ambos lados a la menor y esta sostuvo sus mejillas con sus tiernas manitas, feliz de estar con su mami –inalcanzable querer su amor, yo sé que es para mí. yo te adoro, te amo Evangeline- beso con cariño la naricita de la bebé, su pelusita azul resaltaba gracias a su blanca piel, idéntica a la de su madre –me quieres solo a mí, siempre hay un método de amar y te amo Evangeline- siguió, tomando las manitas de su bebé, besándolas con cariño y amor, abrazando con fuerza y cariño su pequeño cuerpecito mientras el daba unas cuantas vueltas en compañía de su pequeña luna –mírenla al cielo encender… Te amo Evangeline- termino la canción mientras arropaba a su hija en su cunita, resultaba que siempre terminaba profundamente dormida cuando su mami le cantaba su canción, porque si, el castaño se encargó de escribirla especialmente para ella aun cuando estaba en su vientre.

Cuando había sabido de su existencia.

Ryou soltó un sollozo cuando vio a su pequeña dormir tranquilamente, acaricio sus regordetas mejillas y su cabello, le arropo y beso su frente antes de dejarse caer de rodillas al suelo sollozando en voz queda para no despertar a su pequeña. Ha sido así desde que supo lo de su enfermedad. Aomine se acercó a su persona una vez había terminado de limpiarse sus lágrimas, le sostuvo con delicadeza de la cintura y después le ayudo a sentarse en la mecedora que había en la habitación, el moreno recargo su cabeza en sus piernas aferrándose a su persona, sintiendo el sentimiento que en esos momentos el castaño transmitía.

-¿Por qué tardaste tanto?- pregunto el castaño limpiando sus lágrimas, tenía muchos sentimientos en el corazón ahora.

-Perdóname- pidió Aomine llorando en sus rodillas, las suaves manos del castaño acariciando sus cabellos y sus mejillas le traían la paz que hace tiempo había dejado atrás –fue mi culpa, por mi tú te fuiste de mi lado. Mi estúpido orgullo no me ayudo a percatarme que te estaba haciendo daño. Soy un maldito egoísta que no quería dejarte ser feliz y pleno en la vida. Y ahora tú… tú tienes una hija, una familia y yo… yo- nada más podía decir en ese momento. Le estaba costando más de lo que imaginaba, no podía con la culpa que le estaba carcomiendo el alma.

-No tengo nada que perdonar, Daiki- la suave voz del castaño le transmitía paz, sus caricias y mimos le recordaban a la época en la que ambos recién iniciaban su relación, donde podía refugiarse en el regazo del castaño después de un día duro de trabajo. Donde el ser consentido por Ryou era una de sus mayores recompensas –además… yo no tengo una hija, ambos la tenemos- el peli azul le miro confundido aun sin creer sus palabras, acaricio uno de los pómulos del moreno mientras limpiaba las lágrimas que aun rodaban por sus mejillas –la pequeña niña que descansa en su cuna, la que arrullo cada noche desde que supe de su existencia, mi pequeña luna y mi hermosa Evangeline es tu hija Daiki- le contesto, viendo cono ojos melancólicos y soñadores hacia donde descansaba su hija. Nunca había visto ese tipo de miradas en Ryou.

Un extraño calor invadió su corazón de solo verle.

-¿Mi hija?- una boba sonrisa se dibujó en sus facciones, ese hermoso bebé era hija de Ryou y suya. El, un hombre tan horrible y terco como una mula era padre de un hermoso ángel –Ryou… tenemos- se preocupó un poco más al ver los ojos del castaño bañados en lágrimas, su mirada rota y melancólica calaban hondo en la conciencia del peli azul.

-Le gusta bañarse conmigo a pesar de lo que su abuela le diga, no le gusta que otras personas le carguen si no soy yo o mi madre, suele dormir mucho durante la tarde y la única manera de que duerma en la noche es si le arrullas con su canción, también se tranquiliza mucho cuando la tarareas. Es capaz de tomar tres mamilas al día, su cumpleaños es el 8 de octubre y odia el color rosa. Le gusta ver partidos de baloncesto durante las mañanas. Es mi única hija y lamento no poder haber sido capaz de darle un hermanito. La amo más que mi propia vida y espero que tú en el futuro llegues a hacerlo- comento con infinita paciencia sin apartar su mirada de la del peli azul. Tenía que decirle esos detalles antes de que… se fuera.

-¿Por qué me estás diciendo esto? ¿Vas a abandonarme otra vez?-

-Tengo cáncer terminal, Daiki- el moreno se negaba a creerlo –si no hubiera sido por Evangeline yo ya no estaría aquí. Supe de mi enfermedad antes de que pasara lo de la universidad a la vez que supe que estaba encita. Lo de ir a estudiar era solo un pretexto para poder recibir un mejor tratamiento que no me afectara o afectara a mi hija. Estudiar aquí siempre fue mi sueño pero cuando supe de la existencia de mi hija ella se volvió mi prioridad. No tome ningún tratamiento que pudiera afectarle en el futuro y fueron gracias a las células madre que producía que pude seguir con vida- tocio con un poco de fuerza, sus decisiones pasaban la factura de manera cruda.

-¿Por qué no me contactaste? Pude haber hecho algo-

Ryou negó con suavidad -…las dediciones que tome en el pasado me están cobrando la factura. Además…- tomo la mano de Aomine apretándole levemente –ahora ella te va a necesitar, yo no podre verla crecer como hubiera querido. Quiero que la cuides, que veas por ella. Prométeme que vas a hacerte cargo de nuestra hija, no podría resistir verla en brazos de otra persona que no fueras tú-

-Ryou… por favor…-

-¡Prométemelo Daiki! Ella no tiene la culpa de lo que paso entre nosotros, no tiene porque pagar las consecuencias de los actos egoístas de sus padres. Por favor, no la dejes sola. Te va a necesitar más cuando yo ya no este con ella-

Aomine no contesto, no se atrevió a hacerlo. Recién lo había encontrado y ahora… ahora tenía que hacerse a la idea que ya no podría estrecharlo entre sus brazos.

¿Por qué la vida tenía que ser tan cruel con ellos? la cuestión ahora era… ¿podría hacerse cargo de su pequeña hija?

¿Qué venia después de despedirse de Ryou?

¿Sería capaz de sobrevivir una vida sin él? Eso solamente lo sabía el tiempo.

-¡Abuelita!- grito la menor Aomine desde la puerta de su habitación, se lanzó a los brazos de la mujer que la estaba esperando hincada desde el umbral de la puerta del departamento –te extrañe mucho- agrego, besando las mejillas de la mujer mayor.

-Mi pequeña Evan- exclamo complacida la mujer, recibiendo gustosa los mimos de su nieta. Percatándose de la mirada seria que el moreno padre de su adoración le dedicaba -¿te has portado bien? ¿El idiota de tu padre te está cuidando cómo debería?-

-Oye- le reprendió el peli azul, la madre de Ryou sonrió satisfecha -¿Qué estás haciendo aquí Sarita? Es raro verte en épocas que no sean vacaciones- a pesar de los años, la relación con su suegra seguía siendo tensa.

-¿Acaso no tengo derecho a visitar a mi única nieta?- hizo énfasis en la palabra única, un golpe bajo para el peli azul –además, el aniversario luctuoso de Ryou se acerca ¿o eres tan energúmeno que lo olvidaste?-

-Por supuesto que no lo he olvidado Sarita- le respondió el moreno, tomando en brazos a su princesa la cual les veía confundida, nunca había sentido tal hostilidad entre su abuelita y su padre –olvidarme de Ryou seria manchar su memoria. Estoy organizando los detalles para la próxima semana, digo, si es que aún tenemos la dicha de que te quedes con nosotros-

-Eres un…-

-Papá- la inocente vocecita de la menor de la familia le interrumpió -¿mamá estará conmigo el sábado en el partido de la escuela?- pregunto con un suave tono de voz, enterneciendo a Daiki.

-Por supuesto- aseguro besando la naricita de su hija –Ryou siempre está con nosotros, aquí- señalo el corazón de la menor, viéndole con cariño –no te preocupes, mamá siempre estará contigo en los momentos importantes de tu vida, al igual que la abuela y yo- siguió recibiendo un cálido abrazo por parte de la pequeña Aomine –ahora, ve a cambiarte, tenemos que ir a la escuela y al trabajo- bajo con cuidado a su hija la cual salió corriendo hacia su habitación, no sin antes despedirse de su abuela con un beso en la mejilla haciéndole jurar que iría a verla a su primer partido de baloncesto.

-No quiero admitirlo, pero lo estás haciendo bien Ahomine- comento la Sarita una vez su nieta había cerrado la puerta de su habitación –mi nieta es feliz y está creciendo como le hubiera gustado a Ryou verla crecer- agrego, golpeando con fuerza la espalda del moreno –pero eso no quita que eres un imbécil por permitir que unos estúpidos mocosos se atrevieran a hacerle daño a Evan, el vendaje en su mejilla es demasiado notorio ¿sabes?-

-Con o sin Ryou aquí ella es igual de impulsiva que yo. Es inevitable que no tenga algún daño físico si se los hace defendiendo a ella, su familia y la gente que le importa- explico el peli azul terminando de arreglar su camisa de la policía mientras servía el desayuno para tres personas en el pequeño comedor de su departamento –quédate a desayunar, hace mucho que no ves a Evangeline, le caería bien ponerse al corriente contigo-

-Gracias- el moreno alzo los hombros restándole importancia al asunto -¿has pensado en casarte? Sabes que para mí es una obligación estar al pendiente de mi nieta pero tú no eres capaz de cumplir con tus responsabilidades de la comisaria y con Evan. Necesitas a alguien que te ayude-

-Estoy casado ¿sabes?- le mostro su dorado anillo que se posaba en el dedo anular de su mano derecha –después de Ryou no tengo intenciones de relacionarme con alguien más. Además, te recuerdo que estoy casado con tu hijo- agrego, acomodándose la corbata negra en el cuello de la camisa.

-Desgraciadamente- lo dijo con un suspiro cansado –de haber sabido que el hospital tenía capilla y sacerdote ni de chiste te permitía dejarte a solas con Ryou- le reclamo –pero… gracias a eso y a la pequeña ceremonia mi hijo se fue de esta tierra con una sonrisa. Nunca te dije lo agradecida que estoy contigo por hacer de los pocos días que le quedaban de vida a mi hijo los más alegres que haya tenido desde el nacimiento de mi nieta- estaba agradecida con ese imbécil a pesar de todo.

-Es mi pareja y mi hija de quienes estamos hablando- contesto Aomine tomando un trago de su café amargo –y por ellos dos soy capaz de todo Sarita- agrego, haciendo una seña para que su suegra no agregara nada más al respecto, Evangeline había entrado ya la cocina con su uniforme limpio y su cabello desalineado, esperando a que su padre le cepillara y le ayudara a arreglarse.

Para Evangeline, su mami, su abuelita y su padre era tener un hermoso viaje a las estrellas en la tierra misma.

Notas finales:

Okey, me gusto el resultado final, asi que... no me quejo.

Estoy sacando todos mis pendientes xD

Espero les haya gustdo y me disculpo si les saque alguna lagrimita.

Cuidense y nos estraremos viendo pronto.

Luky :*


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).