Por la mañana…
Son las 7 justamente cuando los ruidos acompañados de risas secretas despiertan al chico de cabellos ondulados.
Soltando un gruñido les tira a quemarropa cojines y almohadas disponibles de su cama; tanto James como Remus se ríen despavoridamente, Peter en cambio permanece en una esquina junto a su cama agarrando fuertemente su túnica temeroso del chico Black.
Sirius se da cuenta de eso sonriéndole en respuesta para tranquilizarlo junto al más alegre
-Buenos días-
“Es extraño” reflexiona al mirar sus mantas, esos tres se ha ganado gran parte de su vida en sólo 6 años, dado el caso podría morir por ellos.
Una vez ya bien vestidos bajan al gran comedor llevando a cabo una entrada típica del Hollywood muggle: avanzando tan lento y petulante que un grupito femenino de Ravenclaw cuchichea al pasarles al lado.
Potter, que va en medio le guiña un ojo a Lily Evans quien almorzaba tranquilamente y, después de tal atrevimiento termina por escupir su jugo de calabaza. Llevan 6 años en ellos sin embargo ella aún no se acostumbra de la manera cavernícolamente galante de su pretendiente por demostrarle sus sentimientos.
Por fin ha llegado a sus lugares habituales en la mesa Griffyndor, todos comiendo apresuradamente pues su “Gran” entrada les ha costado tiempo, nada es gratis en el universo, la entropía se los cobra.
El mayor de los Black simula con especial cuidado tomar una malteada a la par que visualiza a su pequeño hermano en la mesa enemiga: Slyterin.
Es un secreto que ni el mismísimo James se jacta de saber: Sirius se preocupa por su hermano, pues vaya que se tan sumiso en una familia como la de ellos…
El joven Regulus giraba su varita hacia la derecha, su hermano no puede escuchar el encantamiento que lleva acabo, un pajarillo entre verde y azul aparece por arte de magia sobrevolando la mesa a unos cuantos centímetros de sus cabezas. James le cuestiona acerca de su sonrisa e instintivamente los 3 merodeadores le siguen la vista, la pequeña ave se ha posado sobre un hombro de Severus Snape que increíblemente emite una sonrisa tímida a Regulus.
Lupin impresionado dice nunca haber visto a Snape sonreír, James hace una mueca de asco ante el acto provocando que Peter se ría, Remus niega concentrándose en su plato y Black aunque debía celebrar la graciosidad de Potter le mira recriminatoriamente.
Por la tarde…
Severus reposa debajo de un árbol junto al lago en compañía de un grueso libro forrado de cuero negro mientras Lucius acompañado del menor de los Black emprenden una amena charla entre aristócratas unos metros más cerca del lago.
Sirius ha fingido estar enfermo para no asistir al entrenamiento de Quiditch con James, por otro lado Peter permanece fuera de los baños para invitar a alguna chica a Hogsmade por San Valentín y Remus ojea un libro de leyendas marinas muggles en la biblioteca.
En un suspiro Snape cierra su libro preparándose para marcharse y Sirius que los observa a todos entre unos pilares puede jurar que tanto Black como Malfoy le siguen simulando su charla. Ha estado por 30 días siguiendo a Regulus, pues sospecha se involucrará en algún asunto de “sangres limpias”.
Y por adquisición como si fuesen intereses por meter su nariz en asuntos ajenos hoy en día no puede apartar su vista del murciélago “Snivellus” como le encanta llamarle, ahora no le tiene en mal sino al contrario se siente agradecido por cuidar siempre de al menor de su familia.
-Estúpido Snivellus, qué diantres haces en mi radar- se dice a si mismo al perderlos de vista, sorprendido por lo extraño que se siente.
Por la noche…
Él es un Black (a regañadientes, pero nada podía hacer para cambiar sus genes y la sangre que corre fieramente por sus venas).
A veces necesitaba un espacio de soledad para no mostrar su hastío a sus magníficos amigos. Cierra sus ojos permitiéndose saborear el exquisito viento contra su piel.
La duda le venía asaltando desde hace unas semanas.
¿Por qué simplemente no robaba unas cuantas reliquias valiosas de su casa, las vendía y desaparecía por el mundo muggle, donde jamás le encontrarían?
El plan comenzaba a tomar forma. Tal vez lo hiciera ese verano, no mejor dicho, lo haría, ¡sí! Al demonio con todo.
-Black- escucha las palabras más ásperas del universo en su apellido.
-Snape- devuelve con energía.
-¿Qué haces aquí?- inquieren al unísono.
-A veces salgo por las noches a tomar aire fresco-
-No tengo porque proporcionarte información-
Sirius le observa atento con gracia su postura a la defensiva, brazos cruzados y esa mirada llena de desprecio.
Sonríe de lado ¡Si el supiera! ¡Si se enterara que conoce su lado oculto!
-De acuerdo, pero informaré a Remus sobre un alumno de Slyterin deambulando fuera del castillo después de las 10- le restriega en la cara con tal suficiencia.
-¿Así? Puedo hacer lo mismo con Malfoy- el tono neutral de Severus le borra la sonrisa.
-Vaya que dilema- se recupera a punta de burla.
Snape le ignora con honores mirando unos segundos la luna antes de seguir su camino, como si no fuera nada importante hablar con el heredero de la noble y ancestral casa.
“Ah no, eso no” ruge su can interior.
-Ser o no ser, he ahí el dilema- usa ese tono especial reservado para situaciones de humillación.
Snape se gira encrespado, “tal vez sea legemerente y ha visto lo del domingo pasado” sacude la cabeza y deshecha la idea absurda, ese imbécil tiene la habilidad de un cacahuate.
Black se reverencia gustoso, el otro intenta tranquilizarse, es imposible que lo sepa.
Por la madrugada…
Black se retuerce en su cama ansioso, siente de nuevo esa abrazadora y escalofriante sensación ocupando cada célula de su cuerpo; es mejor que hacer travesuras, compartir un secreto con James, incluso que contradecir a su familia, mejor que cualquier cosa.
La ha experimentado dos veces, el domingo pasado y hace unas horas, ambas al lado del grasiento Snape.
Debe reconocerla, a esa idea desbaratada que le acosa día y noche desde hace unas semanas. Se da varias vueltas en la cama, James se queja en sueños por el ruido. Finalmente se sienta al borde pensado en que si se levanta al baño sus pies le traicionaran llevándole a las mazmorras para comprobar si es verdad.
-¿Estas bien?- las palabras de Remus son susurros hechos para no despertar a los otros.
Sirius asiente, luego le apunta al baño, Lupin entiende a la perfección dejándose caer de nuevo en Morfeo.
Por la mañana de un domingo…
Son las 5:30 a.m.
Como de costumbre Severus ata las cintas de sus zapatos manualmente preparándose para salir de su dormitorio. Medio adormilado, medio despierto cruza el hueco del cuadro luchando con no dormirse al caminar. Aun de esa forma logra distinguir a escasos 5 metros de distancia al gran perro negro de la semana pasada.
Le ha dejado tan intrigado que él estuvo investigando durante toda la semana en vano, pues no es ningún imbécil siendo obvio que el animal de enfrente no es un perro común y corriente sino un animago.
La vez anterior pensó se trataba de una coincidencia mas esa mañana casi de madrugada no lo era, el perro le esperaba estableciéndose en territorio de serpientes para dar con él antes de ir a la torre de astronomía.
“De acuerdo” piensa al acercarse. Ambos jugarían.
Fingiendo no verlo sube las escaleras a paso decidido seguido por un perro muy sonriente.
Minutos más tarde antes de la aparición del astro sol Snape batía su varita entusiasmado provocando un falso aurora boreal. Sirius disfrutaba el espectáculo por segunda ocasión devorando la belleza ofrecida.
Cada semana Severus Snape el domingo por la mañana antes de la total aparición del sol, produce ese pequeño espectáculo para su deleite sobre la torre de astronomía.
“Esta vez se ve feliz” piensa Black de lo más contento puesto que la semana pasada se notaba triste y melancólico incluso soltó una que otra lagrima al no percatarse de su presencia canina. Él no pudo contra sus sentimientos encontrados echándose a correr dispuesto a obligarlo a no llorar a base de lengüetazos llenos de baba, no fue necesario ya que el pelinegro le abrazo instintivamente en busca de consuelo, soltando algo que golpeo su pata y por el rabillo del ojo visualizo un libro titulado:
“Hamlet”
Cuyo libro fue buscado después en la biblioteca por el mismo Sirius pues llego a la conclusión de que esa era la razón del lamento de Snape. Sus esfuerzos casi fueron en vano, sino fuera por la bibliotecaria que viéndole tan interesado accedió a relatarle el libro muggle.
Al terminar el hechizo Snape se dirige al perro
-¿Se puede saber quién eres, y por qué me sigues?-
“Demonios” Sirius piensa seriamente el salir corriendo pero cree que de esa forma solo aumentará la curiosidad de la serpiente. Gira su cara en ese gesto tan característico de los perros.
-De acuerdo. Sigamos éste juego, si te interesa se otros tantos igual que ese- señalo los restos de aurora. Y sin más se fue. Sirius se quedó un par de minutos más. Al menos podría pasar más tiempo con él, así y solamente de aquella manera lograba calmar esa sensación de adrenalina que le acosaba. Pero estaba bien, muy bien.