¿Cuántos días llevaba ahí dentro? Era difícil asegurarlo a ciencia cierta. A veces Yinsen intentaba convencerlo que el tiempo pasaba más rápido de lo que él pensaba pero comenzaba a desestimarlo, hundiendo su mente en armas que seguirían lastimando más gente inocente, atado a un motor de automovil con el cuerpo sucio y los músculos en continua tensión. La luz escasa y la falta de alimento le mantenían en un sopor profundo que solo se disipaba cuando algún soldado de los 10 anillos entraba para gritarles o amenazarle con sus armas, presionando la punta de sus armas contra sus sienes. Continuaban impacientándose cada vez más pero Stark se negaba a entregarles su conocimiento a ellos.
-¿Hay alguien afuera que espere por Tony Stark? –Yinsen era un hombre brillante. Tony ya se había dado cuenta de la suerte que tenía de haber sido capturado con él. Le recordaba un poco a Jarvis y las tardes de ociosidad cuando el mayordomo lo ocultaba de su padre. Y Howard tampoco había sido un mal tipo, incluso podría admitir que lo extrañaba un poco, pero Jarvis era la figura paterna presente en cada una de sus memorias y nadie podría evitar eso.
Yinsen allí dentro le había dado otra clase de cuidado. Recomponer el cuerpo era una cosa, pero recomponer el alma de alguien cuando sabes que al otro lado hay al menos cien hombres dispuestos a matarte era algo totalmente diferente. El anciano parecía mantenerse sereno incluso ante los gritos en esa lengua extranjera que a Tony comenzaba a producirle náuseas y aguantaba cualquier castigo físico estoicamente, sólo para mantener el espíritu del genio en alto.
¿Si había alguien esperándolo allí afuera? No podía negarse a contestarle algo a él.
-Espero que sí.
Pero no podía dar fé de ello. No se había preocupado antes de dejar raíces, de ser una mejor persona y estaba consciente incluso de lo que Industrias Stark producía a nivel mundial.
El mercader de la muerte no era un título difícil de cargar hasta que la realidad lo golpeo en aquella cueva donde por lo bajo había permanecido cuatro semanas. Y quizás la única realmente preocupada de su seguridad había sido Pepper.
-Te sacaremos de aquí- Prometió Yinsen dejándolo descansar por esa vez.
***
Aun así la calma duró un suspiro. Los diez anillos se dieron cuenta de que demoraba mucho más en entregar las armas de lo que debería y no sólo lo amenazaron y lo golpearon sino que también se llevaron a Yinsen. Tony podía escuchar los gritos desde su lado de la cueva y su cuerpo maltratado intentaba llegar de alguna forma para protegerlo aun cuando su pierna lastimada y los golpes en el abdomen dolían como el infierno. ¿Si lo querían a el porque se llevaban al otro hombre?
Se aferró a la puerta de metal y la golpeo hasta que de sus nudillos brotó sangre, mientras los gritos del anciano comenzaban a disminuir. Siguió golpeando y gritando con insistencia, su voz rompiéndose en un sollozo intenso, deseando algo como nunca antes así le costara toda la fortuna Stark. No podía quedarse solo en ese lugar. No iba a sobrevivir y aun faltaba un poco para que aquella armadura estuviera lista… Lo que era más importante, no podía perder a otro padre.
Yinsen no volvió a su lado de la cueva. Tony permaneció en aquella misma posición por unas horas, volviendo a su lugar de trabajo moviéndose mecánicamente. Iba a salir no solo por él, sino también por el hombre.
El caos comenzó unas horas después. Grito, disparos… Incluso una explosión más allá. Tony siguió su trabajo sobre su creación cuando la puerta de metal se abrió y un hombre gritando incoherencias, muerto de miedo, le apuntó.
Sus ojos miraron sin verdadero sentimiento al otro hombre. Si iba a matarlo estaba incluso listo para eso. Lo lamentaba por Yinsen quien había dado su vida por la suya aun cuando sabía perfectamente quien era él y lo que había hecho. El hombre levanto el revolver contra él, apuntando directamente a su frente y Stark cerró los ojos sintiéndose en paz. Pepper sabría darle un giro a su compañía.
Pero el sonido que le hizo abrir los ojos no tenía nada que ver con una bala. El aullido de dolor del terrorista no solo le hizo fijarse en él sino en el hombre de uniforme negro que estaba tirando del brazo que mantenía aun el revólver. A aquel grito le sobrevino el sonido de los huesos quebrándose uno tras otros hasta que la posición antinatural le pareció suficiente a su captor. Llorando de dolor cayó al suelo, retorciéndose e intentando escapar pero estaba claro que el rubio no iba a permitírselo. Aplastó los huesos de sus dedos de la mano que aún le quedaba buena y soltó una risa divertida cuando logro sentarse en sus caderas. Tony no necesito ver la escena, con los gritos, el sonido de los huesos quebrándose y la sangre chapoteando le fue suficiente.
Pronto la cueva volvió a sumergirse en un tenso silencio, roto apenas por su respiración errática.
-Tony Stark- Esa voz profunda le hizo sentir una corriente de puro terror en la columna vertebral. El pulpo de ocho tentáculos, símbolo más que conocido de Hydra le dio un saludo desde el pecho de su dueño cuando se decidió a levantar la vista. Frente a él, el hombre antes conocido como Capitán América lo observaba con analíticos ojos rojos, lamiéndose descuidadamente de la mejilla una gota de sangre. Y no era necesario ser un genio para darse cuenta que el desgaste en su uniforme y las manchas de sangre en sus pantalones y botas se debían a que había repetido ese procedimiento con todos los hombres que se había topado en su camino.
Temblando acerco sus manos al pecho del rubio, soltando un profundo sollozo desde el fondo de su garganta. El Capitán no hizo ningún intento de sostenerlo cuando comenzó a golpear su pecho ni su rostro.
-¡Te tardaste demasiado imbécil! ¡Hijo de puta! ¡Se llevaron a Yinsen! ¿¡Dónde estabas tú!?- Preguntó lanzándole golpes y manotazos, cansándose al cabo de un rato y dejándose caer frente a sus pies, llevando luego ambas manos al su rostro. Steve no hizo ningún esfuerzo especial al levantarlo contra su pecho. Tony no pudo ver la mueca molesta al sentir sus huesos ni mucho menos la sorpresa al ver su pecho.
-Invadiendo Hydra. Ganándola para ti- Admitió en voz baja. Si Tony Stark le pedía la cabeza del presidente de los Estados Unidos no habría fuerza norteamericana que lo detuviera. Porque su relación se basaba en puro instinto animal. En entrega. Tony Stark era suyo y si tener el poder de una de las organizaciones más peligrosas del mundo lo hacía feliz entonces él iba a tomarla para el genio. No contaba con que había otros interesados en su juguete. Hydra hizo una mueca, volteándose hacia la salida. Afuera un montón de cuerpos decapitados o cercenados le esperaban.
-Steve. –Llamó secándose el rostro y consiguiendo la atención del rubio. Los ojos carmesí volviendo a fijarse en su rostro cuando este dejó de mostrarle los sentimientos desalentadores de hace unos minutos atrás. Hydra sonrió reconociendo la maldad en sus facciones. Maldad que el mismo había inoculado dentro de su alma.
Se lamió los labios anticipadamente.
-Dime.
-Quiero que los destruyas. Que no quede ningún hombre vivo. Que recuerden hasta el último segundo de vida que se atrevieron a meterse con Tony Stark-
Rogers asintió, sacándolo de la cueva con facilidad. Tony miro sin real interés el paisaje que sería una perfecta ofrenda para la muerte, apoyando su rostro en el cuello del rubio. Estaba cansado y herido y lamentaba aun la muerte de Yinsen. Quizás el anciano no aprobaría su modus operandi pero cuando encontró a Steve siendo controlado por Hydra supo que el que ganaba allí solo era el más fuerte. Y ese iba a ser él. La paz iba a extenderse por el mundo bajo su tutela. Se lo demostraría a toda costa.
-Dalo por hecho.