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Vinculados por koru-chan

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Capítulo veintisiete:

 

Un último intento…

 

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—¿Te puedes quedar tranquilo? Me estás  poniendo nervioso—de tuve el movimiento repetitivo de mi pierna diestra mientras lo miraba indignado pensando que la actitud de cero comprensión de mi “supuesto” mejor amigo no estaba ayudando. Estábamos situados en el amplio hall de aquel céntrico entorno comercial. Nos habíamos sentado en unas bancas de diseño bonito, pero de material y forma incómoda.

 

Me alcé junto a un jadeo exasperado de su lado. Estaba aburrido y, como excusa, miré la hora por décima vez en mi teléfono cuando, en realidad, sólo esperaba un mensaje, algo que me dijera que no acudiría a este encuentro pactado hace un par de días porque la espera me estaba matando.

 

Observé al delgado sujeto que me acompañaba y quien se había estacionado en ese lugar hace media hora. Su estado era completamente desinteresado; tenía sus brazos posados sobre sus muslos inmerso, completamente, en el juego online del cual no apartaba sus ojos por ningún motivo. Había sido una pésima idea sentarnos en el área de internet gratis.

 

—Mierda. Él no lo hará—exhalé mirándolo a la espera de alguna palabra de aliento o algo que me hiciera creer que tenía una oportunidad aunque sea mínima como una molécula—. No vendrá—murmuré nuevamente y con desespero froté mi cabellera sin ninguna clase de producto en el.

 

—¿Quién?—cuestionó ajeno a la realidad mientras murmuraba improperios mientras se escuchaba como disparaba en aquella plataforma virtual.

 

—Takanori—dije entre dientes viendo como chistaba. Seguro había perdido o estaba a punto de hacerlo.

 

—¿Según tú, por qué no vendría?—hizo contacto visual conmigo por escasos segundos, pero rápidamente volvió sus ojos hacia su teléfono celular. Con ese sujeto no se podía hablar. Estiré mis hombros adoloridos girándome hacia el tumulto de personas; la iluminaria y las tiendas me estaban agobiando. Me voltee hacia el castaño y posé mi trasero sobre la cerámica pulida casi como espejo y tras un suspiro contesté a su interrogante la cual no parecía tener interés en la respuesta.

 

—Porque como siempre la cagué, Uruha. A veces no sé por qué no me coso o pego la maldita boca—exhalé arrepentido—. Le dije que… quería que esto—a lo que TÚ te invitaste solo—hubiera sido una cita. Una autentica cita—fruncí mi mandíbula viendo como alzaba su cabeza y entre cerraba sus ojos negando con esta de forma molesta. Sabía que prefería que yo no viera más al profesor y que, de una vez por todas, terminara con aquella obsesión que tenía hacia él—. Además le recalqué lo que siento de una forma muy MUY patética—cubrí mi rostro con mi palma diestra mientras apoyaba mi codo en mi rodilla en el instante que recordaba la escena dramática donde le declaraba mi amor a aquel hombre. Al instante después, su mirada se posó sobre la mía. Esta estaba afligida; como si lamentara mis bochornosos sentimientos  y no fuese capaz de decirme que parara, que era vergonzoso todo esto, pero, al parecer, no quería lastimar al ridículo idiota—. Mejor vamos. Arruiné todo—terminé pesimista alzándome del suelo brilloso. Uruha bloqueó su teléfono y lo guardó dentro de su pantalón. Se cruzó de brazos y me miró sin intenciones de levantar su culo de aquel sitio.

 

—Punto uno: Yo no me invité solo. Él lo propuso y, ante una entrada gratis, yo me apunto—entonó con aburrimiento mientras percibía como su mirada parecía entretenida mirando hacia las puertas abatibles de la enorme entrada las cuales estaban tras mi espalda—. Punto dos: Deja esta pose dramático/pesimista porque me estás sacando de quicio y no dudaré en darte un golpe en el hocico si no dejas de lamentarte—alcé una ceja y me reí por lo bajo rodando mis ojos. Jamás había visto a Uruha alterarse por alguien o algo—. Además—captó mi atención—, posiblemente… tu cita no se arruinó. Al menos pueden estar junto… y lo puedes olfatear para luego llegar a la casa y pajearte. Pero por favor, no dejes tus fluidos sobre la cama—me miró con un toque de burla entremedio de su gesto facial mientras se colocaba de pie y cogía mi antebrazo para arrastrarme hacia el frente donde estaban las escaleras eléctricas.

 

Me voltee sin entender su actuar encontrándome de golpe con aquel castaño bajito. Éste venía hablando con el dueño de su dirección actual hasta que su mirada chocó con la mía. Me quedé sin aire un segundo y él, que parecía sonreír ameno, petrificó su rostro, pero rápidamente volvió a tener ese color dulzón en sus gestos. Uruha se acercó y yo lo seguí algo cortado viendo como él saludaba y oía como se daban las presentaciones correspondientes sin mucha efusión.  

 

—Vamos al tercer piso, ¿no? La película comienza en quince—informó Kaolu quien no esperó debate caminando hacia las escaleras. Mi amigo fue el primero que subió a la eléctrica máquina seguido del mayor de lentes. Podía ver el perfil del castaño haciendo frunces extraños mientras la verborrea del deportista arremetía para no perder el tiempo. Parecía como si tuviese un cuestionario aprendido de memoria, no paraba de preguntar sin pausas aunque recibiera monosílabos o murmuros vacíos. Negué con mi cabeza viendo como nos alejábamos de la primera planta mientras observaba al silente profesor dispuesto a mi derecha.

 

—Eres bastante disimulado Kaoru—entoné bajo, pero lo suficientemente audible para que el de menor estatura oyera. Este rió sabiendo como su amigo no perdía oportunidad alguna a la hora de conquistar a alguien. Pero esta vez no le iba funcionar.

 

—No conoce la palabra discreción—inquirió divertido. Observé como se carcajeó y ambos nos terminamos riendo cuando el deportista le preguntó si tenía pareja porque él estaba MUY soltero.

 

—No pierde su tiempo—el mayor negó y no pude evitar mirar su bonito perfil y detenerme en sus labios los cuales hoy parecían más rosados que de costumbre.

 

—¿Compremos las entradas?—me pilló de sorpresa mientras lo veía apuntar hacia los módulos de venta. Éste bajó las escaleras dirigiéndose hacia la boletería—. Kaolu dijo que iba a comprar golosinas—asentí torpe siguiendo al hombre que me tenía embelesado.

 

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Nos ubicamos a la mitad de la sala. El cine estaba lleno y tuvimos que sentarnos separados. Kaolu empujó a mi amigo hacia un par de puestos en medio del recinto mientras que Takanori y yo nos tuvimos que sentar atrás tres butacas hacia la derecha.

 

De reojo podía ver como Uruha parecía harto. Y Kaolu no ayudaba mucho con su mareador parloteo. El castaño menor descansó su quijada sobre su puño mirándome de reojo desde su posición. Suspiró perdiéndose en la amplia pantalla que mostraba trailers como su única y válida alternativa.

 

—Hey, Kaoru—me erguí hacia delante sin importarme si incomodaba a los sujetos dispuestos a nuestro costado diestro. Cogí su hombro con bastante fuerza a propósito—. Cálmate un poco. Se nota lo necesitado que estás—el tipo se volteó levemente mientras terminaba palmeando aquella zona donde tenía adherida mi mano mientras escuchaba la risa divertida del profesor junto a mi tras ver al rostro sorprendido de lo que le estaba revelando.

 

—No estoy haciendo nada—se defendió mirando al alto chico para que lo validara, pero este estaba en su mundo observando la pantalla.

 

—“Con el pene”—murmuré entre dientes regresando a mi lugar oyendo como Takanori decía:

 

—Kaolu, Uruha no está interesado—con esa forma tan calmada y propia suya.

 

—No lo estoy—respondió el afectado—. Así que deja de insistir—emitió serio mi amigo de rasgos ambiguos los cuales le traían bastantes problemas.

 

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Nuestras pláticas se silenciaron  cuando las primeras imágenes del film comenzaron. Y mi atención fue truncada cuando terminé con los ojos pegados en aquella silueta tranquila. Vi como se llevó una roseta dulce a los labios y masticó esta con parsimonia y al terminar,  bebió el contenido de su baso: Una soda de jengibre.

 

Tragué duro y exhalé por mi nariz desesperado. Quería estar así con Takanori. Quería salir, compartir, platicar banalidades como cosas intensas, bromear y reír por estupideces. Lo podía hacer, pero siempre quería más y ahí estaba mi error.

 

Varias veces pensé en renunciar de mis deseos. Eran sólo míos, ¿qué importaban?

 

En el pasado ya había desistido; en ese donde Yuu y Takanori parecían tan fuertes a pesar de toda la mierda que le enrostraba mí padre, pero cuando todo terminó vi un haz de luz. Debía ser realista, una cosa era Takanori soltero y otra muy relevante era ser correspondido. Y lo tenía claro: No lo era. Takanori rehuía cada vez que me le insinuaba y cada vez que daba un paso tenía que retroceder diez por mi forma impulsiva de ser. Ahora, en este  esfuerzo sobre humano de tomarme las cosas con calma sentía que me iba a desesperar y que no iba a poder controlar el tenerlo tan cerca y no poder hacerlo mío y jactarme de aquello. Dios, lo deseaba con locura y una bastante cegada; una que me costaba hasta pensar con claridad.

 

Humedecí mis labios viendo de soslayo como posó su izquierda sobre el posavasos. Llevé mi mano  navegando en medio de la oscuridad hasta que acaricié su piel; aquella tan suave e irreal. Rocé su dermis mordiendo mi labio inferior a la espera que éste alejada su extremidad, pero no lo hizo. Con mis ojos adheridos a la pantalla continúe con mi pulso disparado. Tragué en secó cuando oí su voz decir: ¿Qué ocurre, Akira? Lo miré, cerré mis ojos negando con un deje de disculpa y me impulsé hacia su rostro tocando su quijada. Y, sin esperar que sus ojos me expresaran un claro pánico y una notable negativa, uní nuestros labios. Su textura era tal como la recordaba: Terciopelo húmedo y suave. No lo profundicé ni fue brusco. Sólo los acaricié en un roce cargado de anhelos frustrados. Su aliento a caramelo inundó mis sentidos y la gula quiso que me comiese aquella gordita carne, pero Takanori se alejó de mí; lento y sin una mueca de desagrado, mas su gesto facial  me hizo sentir tonto. Pude leer como sentía lástima por mí y como no me quería herir diciéndome que aquello no era correcto y que tenía que parar o sino él iba a tener que tomar drásticas decisiones; las que consistían, básicamente, en alejarse de mí. No resistí su mirada de tono canela afligido y me alcé de la butaca para salir de aquella sofocante sala.

 

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En el exterior, quizá unos pasos más allá de la sala, afirmé mi espalda contra la muralla y me acuclillé frotando mis palmas contra mi rostro. Sentía frustración y, a la vez, un tibio cosquilleo tras haber sentido aquella boca rosa. Mi organismo era un sinfín de sensaciones y emociones mientras pensaba los escenarios futuros de la reacción de aquel hombrecillo. En medio de mi colisión mental vi como unos calzados blancos y simples se pararon frente a mí. Alcé la vista y me encontré con una conocida anatomía de menudas envergaduras. Estaba con esa mirada preocupada, con toques serenos completamente diferente a mi desenfreno interno. Me observó como si fuese un niño pequeño que se equivocó, pero él ahí estaba para darme una milésima oportunidad y con ello un sermón de tres horas. Fruncí mi mandíbula.

 

—Te parece… ¿Si mejor nos vamos?—preguntó. Por mi cabeza pasaron los dos restantes del grupo y éste, de inmediato contestó como si me hubiera leído la mente—. Le mandé un mensaje a Kaolu para que llevase a casa a Uruha—asentí alzándome de aquella posición demacrada viendo, en el mismo momento como el bajito daba un par de pisadas direccionadas hacia la salida.

 

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Salimos del centro comercial y caminamos hacia los suburbios con lentitud,  sin ninguna intención de tomar el transporte público; solos los dos sin interrupción y en completo mutismo, uno que me estaba carcomiendo los intestinos.

 

Cuando llegamos a un parque que dividía el área céntrica donde vivía Uruha y el área de villas donde habitaba Kaolu, Takanori se detuvo. Caminó hacia unos columpios para niños de fuertes colores donde se sentó; lo imité de inmediato sintiendo como si estuviese en una relación amorosa y él me fuese a cortar. Que hilarante. Sonreí hacia la arena surcada  bajo nuestros calzados.

 

—Sé que sonará raro, pero ¿me cortarás? Me refiero a esta “relación”—el mayor sonrió hacia el suelo arenoso.

 

—Dime, ¿qué debería hacer?—me miró con una sonrisa triste—. ¿Lo correcto o lo incorrecto?—acotó.

 

—¿Y qué es correcto y cual es lo incorrecto?—indagué

 

—Seguir insistiendo en una amistad que no se puede dar cuando los dos tenemos ideas diferentes del uno y del otro.

 

—¿Jamás seré correspondido?—negó.

 

—No se trata de eso, Akira…

 

—Soy el hijo de tu ex—terminé de decir sabiéndome de memoria sus repetitivas palabras.

 

—No es correcto—acotó con dolor en su timbre.

 

—No es correcto—repetí—. Hipotéticamente, si este vínculo no hubiera existido, ¿yo te podría haber gustado?—volteó su rostro para buscar el mío analizándome dubitativo de la respuesta que debía dar.  Le sonreí llevando mis ojos tristones hacia el cielo oscuro de aquellas horas.

 

—Ésta es la realidad, Akira. Y no puedo contestar aquello, porque no te veo así— tomé su zurda entre mis manos y me arrodillé frente a él.

 

—Mírame. Estoy loco por ti, ¿acaso eso no basta?—su gesto fue dudoso. Chisté alzándome mientras sostenía las cuerdas aceradas y algo oxidadas por el uso—. Déjame besarte por última vez. Una última instancia para poder transmitirte todo lo que siento por ti. Si después de ese beso me dices que no sentiste nada, entonces sabré perder y te dejaré en paz—me miró anonadado por mis decididas palabras.

 

Por un segundo se vislumbró inseguro, pero accedió con un nervioso asentimiento de cabeza mientras sus ojos me dejaban entre ver una clara contradicción junto a pavor en aquellos achocolatados ojos.

 

Pero no me amedrente. Cogí su mentón con sutileza intentando que el tiempo corriera lento para que aquella instancia única se dilatara más y más. Humedecí mis labios mientras observaba aquella boca entre abierta esperarme. Me acerqué rozando su labio inferior y luego el superior. Masajee ambos con lentitud para luego acoplar mi boca contra la suya en un gesto algo brusco y lleno de pasión. Agitado me alejé unos centímetros para mirar aquel rostro pasmado y, sin darle tiempo, rápido me atreví a profundizar aquel beso el cual se convirtió en uno húmedo y necesitado de mi parte. El profesor me seguía lento. Sin dejarse llevar más allá, intentando controlar la situación, algo muy propio de su personalidad, pero esta se desvaneció en el aire cuando sentí como sus dígitos se enredaron entre mis cabellos descuidados y oxidados—. Por favor, dime que sentiste algo porque dentro de mí hay un carnaval con pirotecnia incluida—murmuré extasiado llevando mis labios que ardían hacia su cuello intentando torpemente apagar aquel incendio que se había descontrolado dentro de mí.

 

—Akira—jadeo el hombre el cual se alzó alejándose de mí. Sentí que me lanzaban un balde de agua congelada cuando oí un: —. No puedo jugar a esto. Tú… me pones en aprietos—mordió su labio y retrocedió un par de pasos—. Tengo que… despejar mi mente. Esto fue una muy mala idea. Lo siento—fruncí mi mandíbula viendo como pasaba por mi lado mientras yo permanecía afirmado de las cadenas que sujetaban el columpio intentando no derrumbarme ahí mismo. Me giré viendo como aquel pequeño cuerpo se perdía entre la oscuridad y yo me quedaba con un regusto mezclado en mi pecho.

 

—Cobarde. Eres un maldito cobarde—emití dolido.

Notas finales:

Hola, bellezas.

Posiblemente este haya sido un capítulo no muy extenso, pero fue demasiado… intenso. ¿Esperaban lo que pasó?

Saqué a relucir mi cursilería otra vez en este capítulo. Reita me provoca eso.

Leí, en los comentarios, que querían que pasara algo con Kaolu y Uruha, pero Uruha es bien macho(?) en esta historia. Lo siento sé que es poco común. ¿Pero no los cansa leer siempre lo mismo? Igual Uruha se besuqueó borracho con Reita. Recordemos eso. xD

Les informo que desde aquí comienza el clímax y, con ello, el principio del fin de esta historia. No me digan después que no les avisé.

Las adoro con el alma. Gracias por continuar acá y no hacerme sentir una loca solitaria. Un beso.

Nos leemos para el próximo capítulo.


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