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Vinculados por koru-chan

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Capítulo cuarenta y uno:

 

Inicio imperfecto

 

 .

 

Había idealizado un poco la situación…

 

Pensé que después de que terminara con Yune correría a los brazos de Takanori, pero no terminé con Yune―él terminó conmigo―y luego me di cuenta que había pasado más de una semana donde, simplemente, había pospuesto el momento en el cual me iba a plantar frente a Matsumoto para decirle que ya estaba libre y que, sin problemas, podríamos intentarlo. En su lugar, sólo había pensado en escenarios nefastos de nuestro futuro y… me acobardé. No entendía porque especulaba tanto últimamente. ¿No sé supone que yo actuaba y luego pensaba? Maldición, ¿por qué le daba tantas vueltas al asunto?

 

¿Era… miedo?

 

Comprendía aquella emoción. Sentía temor porque había deseado con tanto ímpetu a Takanori que, cuando se fijó en mí, no creí que aquello fuese real. Pero, luego vi su sonrisa y aquellos mismos ojos con los cuales, anteriormente, habían mirado a mi padre, pero que ahora lo hacían para mí. Lo había conseguido. No era un sueño… Y, entender eso, me hizo aterrar.

 

No titubeaba de mis sentimientos. No. Era completamente claro que estaba enamorado hasta la médula. Amaba a aquel hombre; tanto así que en un par de ocasiones pasadas me había noqueado y, aquel dolor se sintió como si algo en mi cuerpo se desgarrara. La dolencia era casi indescriptible y curiosamente, el mismo que lo había ocasionado, había logrado despejar aquel vacío que en algún punto se había quedado instalado. Por ello lo necesitaba; era mi antídoto de todas mis mierdas. Además, lo único que tenía determinado en mi vida―no era la música―era Takanori Matsumoto.

 

Pero eso no implicaba que la inseguridad me podría golpear con un pensamiento recurrente: ¿Y si echaba a perder todo? ¡Demonios! Era el típico sujeto que terminaba arruinando las cosas aunque no lo quisiera hacer; la circunstancia se daba de igual forma.

 

Tenía una lista larga de cagadas pasadas por ello, aún no iniciábamos esto y yo ya veía todo yéndose por el caño.

 

.

 

Inspiré armándome de valor una vez que llegué frente a su puerta y, mientras oía un par de personas deambular detrás de mí y los ascensores trabajando, toqué la madera. Nadie salió. Lo hice una segunda vez y nada ocurrió. Pensé, quizá, por ser viernes en la noche y un día festivo, Takanori no estaría en casa. Bufé junto a una mueca divertida. La probabilidad más factible era que, posiblemente, Matsumoto estuviese acostado leyendo alguno de esos libros densos de historia. Aunque, realmente, ni siquiera era tan tarde.

 

Toqué una tercera vez y junto al eco de aquel sonido oí como se quebró algo de cristal al interior. Alcé una ceja con suspicacia y coloqué atención percibiendo como se movían muebles, después hubo silencio y la puerta fue abierta. El dueño del departamento me miró extrañado y yo lo imité percibiendo como su rostro estaba algo somnoliento, sus mejillas rosadas y sus ojos pequeñitos.

 

¿Realmente estaría durmiendo?

 

Ordenó sus prendas―las cuales no eran de dormir―y, tras analizar sus ojos, se me vino la idea de que parecía algo… ¿ebrio? Alcé una ceja viendo como se frotaba el rostro intentando despabilar su adormilado semblante. Di un paso hacia el interior de la morada y acerqué mi boca a la ajena robándole un beso escueto. Sus labios entintados en rojo sabían a alcohol y olí a el. Éste, con su sistema nervioso lento, echó su cabeza hacia atrás, aunque la acción ya había ocurrido. Su actuar me hizo pensar que, quizá, no me reconoció.

 

―¡¿Akira, en qué quedamos?!―pero aquel hecho sólo había sido idea mía. Sabía perfectamente que era yo. Le sonreí divertido. Él aún pensaba que no había terminado con Yune. Tomé su nuca con libertad y estampé su boca con la mía sintiendo como ambas cavidades humedecían la contraria en un acto rápido; fugaz, pero caliente. Me alejé saboreando mis labios sintiendo como estos quedaron con un regusto a un conocido brebaje el cual se me antojó. Me iba a volver a acercar al rostro ajeno, pero éste me frenó interponiendo sus manos en mi pecho. Bufé con una carcajada en medio. Me gustaba este juego…

 

―¿Se te pasaron un poco las copas?―lo cuestioné con mofa. Éste me miró dubitativo y su gesticulación facial contrariada me respondió mientras me aventuré a ingresar al departamento―sin invitación previa―tras haber visto como el más bajo caminó hacia la cocina situada junto a la entrada.

 

―Bebí un poco. La botella estaba abierta y pensé que podría estar malo… ―vi como tomó un rollo de papel secante y caminó hacia la sala. Lo seguí con mis ojos y terminé adosándome del mesón de la cocina donde me apoyé descubriendo el reguero del piso. Este estaba manchado con aquel líquido borgoña que lo había embriagado.

 

―Y veo que no estaba nada de malo―me miró serio y yo me reí observando al más bajo deambular con lentitud por su hogar. Botó el resto del papel usado en el basurero y, en aquel instante, vi como había una botella vacía dentro del fregadero junto a una copa de pedestal rota.  Tomé el envase reconociendo de inmediato aquel licor. Era el mismo de aquella vez en casa de Kaolu donde, al final, el hombre había terminado desmayado dentro de la bañera. En aquel entonces, él no estaba atravesando un buen momento. La ruptura con mi padre, en aquel instante, estaba pasando a un estado tóxico y mi personalidad impulsiva había enredado un poco las cosas. Hice un mohín con mis labios recordando aquel momento agrio mientras, de soslayo, observé el semblante del castaño. Beber sin razón aparente, no era su estilo. Algo había ocurrido porque su cara se veía seria y un regusto preocupado, rondaba su estado anímico.

 

―Haré café―murmuró tomando el hervidor para llevarlo al fregadero. Con disimulo, miré cada una de sus acciones. Sí, algo le había pasado; había un dejo sutil de tristeza en sus ojos adormecidos por la bebida.  Vi como llenó demasiado el artefacto eléctrico y como salpicó de agua sus ropas. Chisté acercándome a él.

 

―Déjame hacerlo. Yo lo preparo―tomé su lugar antes de que terminara electrocutado. Observé como, junto a mí, limpiaba con sus manos su torso para quitar, un poco, las gotas de agua que se habían posado sobre su sudadera.  

 

Agarré el artefacto y lo llené de agua para luego situarlo en su base. Saqué dos tazas colocándolas en la barra; adosando a estas, el café, el azúcar y la crema mientras veía como el profesor se sentaba con cuidado frente a la mesita comenzando a juntar unos documentos que estaban esparcidos sobre la madera para meterlos en sus respectivas carpetas. Seguro estaba intentando mantener a raya aquella torpe borrachera porque, de vez en cuando, se frotaba el rostro. No podía evitar sonreír por lo bajo. Debía admitir que Takanori se veía adorable en ese estado.

 

―Perdona―murmuró―. No esperaba tener visitas hoy y sólo bebí para después ir a la cama. Pensé que me iba a costar conciliar el sueño así que encontré aquella botella que me traje de casa de Kaolu después de mi cumpleaños. Imaginé que sería un buen somnífero y que me relajaría. Hoy no fue un buen día―contó escueto.

 

―Ya veo―con mis brazos cruzados sobre la encimera lo analicé cuidadosamente. Sin mirarme y, como si aquella tarea simple de meter papeles en carpeta fuera difícil, frotó su frente repetidas veces. Su mente, indudablemente, estaba bastante nublada―… ¿Me contarás qué pasó?―vi como alzó sus ojos adormilados hacia mí―. ¿Tuviste algún problema en tú trabajo?―intenté averiguar ―… O, no me digas que viste a Yuu, porque…―fruncí mi mandíbula, pero éste negó sutil. Tomó entre sus extremidades superiores aquel conjunto de documentos y libros para llevarlos hacia el mueble de la televisión. Los situó en las ranuras vacías en forma vertical y luego suspiró acercándose al sofá grande donde, provisorio, se sentó en el reposabrazos mirando hacia mi dirección―. Entonces, ¿pasó algo con Lucy?―hizo una mueca de medio lado posando su brazo en el respaldar mullido.

 

―No realmente, pero está involucrada―hizo una pausa cabizbajo.

 

―¿Qué hizo?―dije entre dientes.

 

―Fue a ver a mi madre y llevo a Erika con ella―despegué mis labios confundido. ¿Qué podría haber hecho Lucy en aquel centro mental?―, pero no pidió autorización para ello…

 

―¿No pueden entrar con menores de edad?―cuestioné sin entender a donde iba.

 

―Mi madre tiene un problema muy profundo―intentó explicar, pero parecía que estaba limitando su información―… A ella le complica bastante la maternidad. El ver bebés o tener contacto con ellos la hace perpetuar malos recuerdos―ladee mi cabeza intentando entender.

 

―Lo último que mencionó antes de colapsar fue… “se parece a Takanori”―dijo con tristeza como si aquel detalle encantador fuera algo horrible―. La han mantenido controlada, sedada, sin visitas y aislada.

 

―¿Todo este escándalo por su nieta?―sabía que su madre tenía un trastorno de difícil diagnóstico. Takanori siempre se mostraba positivo al respecto, pero muchas veces me lo encontré afligido tras una visita o una llamada al centro. Por ello, nunca había preguntado más allá―. Además, ¿Qué tienes que ver tú en todo esto?―se encogió de hombros.

 

―Conmigo… tuvo un mal embarazo―acotó escueto―. Cuando tuvo a las gemelas tampoco lo pasó bien―se veía acongojado.

 

―Yo pensé que mi suegra ya estaba mejor―esbocé para distender un poco su agonía. El profesor me miró y bosquejó una leve sonrisa entristecida y luego negó mirando un punto sin importancia.

 

―Siempre tiene crisis; está estable, pero nunca se va a recuperar completamente. Puede estar “mejor” pero nunca se sabe. Su trauma es irreversible, pero lo que ocurrió, fue muy fuerte…

 

―¿Lucy no sabía de esto?

 

―Sabía que tenía que tener autorización para ingresar con alguien nuevo. En este caso, obvió a Erika por ser una bebé aún―suspiré.

 

―Sinceramente, me impresiona la preocupación que siempre tienes con tu madre a pesar de toda la carga que implica. Esto me hace sentir un pésimo hijo. Uno realmente malo… La última vez que fui a ver a mi mamá fue el año pasado y tras contarle sobre la existencia de Erika discutimos fuertemente―el mayor hizo una mueca de medio lado―. Lo sé, soy el peor. Pero, en mi defensa, no nos llevamos muy bien desde que decidí venir a la ciudad para vivir con “el enemigo”.

 

―Debes ir a visitarla nuevamente. Posiblemente, si le llevas a Erika, aquel gesto ablandará el corazón de tu madre.

 

―Posiblemente―dije acercándome al hervidor el cual había concluido con su tarea. Tomé el recipiente y antes de verter agua, eché una cantidad de café a ambas tazas. De reojo vi como el dueño del departamento se sentó frente a la mesita despejada al mismo tiempo que llevaba ambas tazas hacia la superficie circular y volvía rápido por el contenedor del azúcar. Me senté, esta vez, frente al maestro mientras lo veía revolver el contenido de su recipiente de cerámica blanca.

 

―… No me juzgues. Nunca hago esto―interrumpió mi escrutinio y yo alcé mis manos con mofa junto a una cara inocente mientras veía el contrario avergonzado.

 

―Te equivocas, no lo hago. El beber relaja, pero tú no te ves relajado. Emborráchate sin culpas―dije―. Al menos nada te va a pasar dentro de casa. Claro, a menos que se te ocurra meterte a la ducha y tomar un baño frío con ropa.

 

―No recuerdes eso―entonó mientras veía como apoyaba su puño contra su mejilla. Creo que estaba más ebrio que aquella vez porque en aquel entonces lo vi más compuesto que ahora, prácticamente se estaba derritiendo sobre la mesa.

 

―¿Estabas trabajando?―lo cuestioné tras ver como, a pesar que había recogido los documentos anteriormente esparcidos, aún habían papeles tirados en el piso.

 

―No realmente. Cuando me sentí algo ebrio dejé todo y creo que me quedé dormido sobre la mesa.

 

―Por eso no abrías―sorbí el líquido caliente murmurando aquel pensamiento.

 

―¿Estabas hace rato afuera?

 

―Un poco, pensé que habías salido o que estabas con otro―hice un fugaz puchero y éste me miró junto a una negativa extrañada. Posiblemente pensando que bromeaba, pero sus facciones serias me dijeron lo contrario.

 

―Yo… Te estoy esperando―soltó sin mucho cuidado provocando que mi corazón se alocara de sopetón.  Me quedé sin habla oyendo de fondo como revolvía aquel café el cual ni había probado y tras al cabo de unos minutos su cuerpo sucumbió aletargado sobre la madera. Lo miré desparramarse de a poco. Me paré haciendo un chirrido con la silla viendo, por el estruendo, como despertaba asustado.

 

―Vamos, te ayudaré ir a la cama―lo tomé de su cintura y llevando su diestra tras mi nuca caminamos lento a través de la sala y el corredor. El profesor parecía completamente perdido o intentando no perder la escasa lucidez que tenía.

 

¿En qué pensaría en esos momentos?

 

Apoyó su cabeza contra mi pecho y, con sus piernas a punto de ceder, lo acerqué a la cama. Lo despojé de su sudadera dejándome admirar su níveo vientre en el proceso, pero no me distraje ahí. Y tras halar su camiseta gris, retiré sus jeans para recostarlo y cubrirlo con el mullido cobertor blanco.

 

Lo miré unos segundos. Éste igual me observaba bajo sus pesados párpados mientras permanecía inmóvil hundido en medio de aquella cama. Al final mi visita no había salido fructífera; no iba a poder decirle que mi relación con Yune había acabado…

 

Me giré y me dirigí hacia la salida de aquel cuarto creyendo que, quizá, lo más sensato era marcharme, pero me giré antes de cruzar el umbral viendo como aquel cuerpo dopado por la bebida pestañaba algo atontado junto a un bostezo. Cerró sus ojos. Desde mi altura, parecía sumergido en una nube―. ¿Sabes?, opino que… debería quedarme a dormir. Así podría velar que no te metas a la ducha con ropa y que, por ese descuido, vayas a pescar una pulmonía―solté pensando que no me respondería.

 

―Supongo que no puedo refutar aquella noble acción―esbozó abriendo un ojo. Me quité la chaqueta y mis pantalones para situar mi cuerpo al otro extremo del colchón―. ¿Hoy… no tocas con tu banda?―murmuró procurando que sus frases tuvieran coherencia. Le gustaba conservar siempre el control e increíblemente, podía mantenerse cuerdo a pesar de que su cuerpo ya había sucumbido por el alcohol.

 

―No. Hoy y mañana cierra el local. Ya sabes, por los días festivos. Así que… estamos libre―sentí como acomodó su cabeza en mi hombro y como uno de sus brazos se posó sobre mi vientre. Controlé un poco mis ansias de tocarlo y simplemente me limité a deslizar suavemente mis yemas por aquella piel tan nívea e impoluta. Su cuerpo ardía. Su muslo apegado a mi pierna me lo delataba.

 

―… Nunca pregunté, pero ¿qué haces acá?―dijo como si su lengua estuviese anestesiada. Alzó su cabeza buscando mis ojos y, por unos segundos me perdí en ellos. Me giré, ambos quedamos frente a frente. Dios, que lindos ojos tenía Takanori. No eran color azul ni verde, eran café. Posiblemente era el marrón más común, pero eran tan brillantes y adorables que me derretí en ellos. Su forma adormilada y aquellas pestañas oscuras resaltaban en medio de aquella piel lechosa y casi traslúcida de sus párpados lo que le daba un aspecto casi mágico.

 

―Te venía a contar que Yune terminó conmigo la semana pasada―hubo un largo silencio. Por un segundo creí que se había dormido. Pero, no fue así.

 

―¿De verdad lo hizo? Pensé que no hablaba en serio...

 

―¿Qué?―murmuré. Pensé que sólo estaba balbuceando―. ¿Cuándo hablaste con Yune?―me reí llevando un mechón de cabello detrás de su oreja. Éste cerró uno de sus ojos por aquel contacto.

 

―El viernes pasado me vino a ver… No creí que… de verdad terminaría contigo―hizo una pausa pensativo―. Cuando lo vi aquí pensé que, lo más probable, sólo quería advertirme para que me alejara de ti―lo miré preocupado. Así que… era verdad que había estado hablando con él.

 

―No te hizo nada, ¿cierto?―me miró extrañado―. Ese sujeto quizá te robó algo y está haciendo un muñeco vudú.

 

―Por favor―esbozó rodando sus cuencas mientras yo sonreía mirando como humedecía su boca.

 

Tras unos largos minutos de silencio acerqué el dorso de mi índice hacia su mejilla deslizándome hasta sus labios los cuales acaricié con mi pulgar. Aquella zona roja y gordita se veía tan apetecible…

 

Junté mi boca con la ajena y, a diferencia de un inicio, éste me recibió con docilidad y cuidado. Me separé levemente de él sintiendo su sofocado aliento temperar mis entrañas. Mordí mi labio inferior aventurándome hacia su cuello el cual olisqueé sumergiendo mis labios en aquella piel de aroma exquisito. Mordisqueé, chupé y lamí aquel punto específico y tras separarme levemente vi como aquella piel quedó roja. Observé al hombre adormecido y jadeante, esperando que aquella marca no se transformara en violeta al día siguiente.

 

Paulatinamente me inmiscuí en medio de sus piernas oyendo suaves jadeos tras el contacto de mis besos. Alcé su camiseta descubriendo su abdomen plano y aquellos huesitos de sus caderas sobresalientes. Fue como un déjà vu. Conocía ese cuerpo. Con curiosidad y sin permiso, ya lo había tocado en el pasado. Mordisquee con suavidad su cintura mientras subía hacia uno de sus pezones rosados y erectos.

 

Takanori respiró fuerte cuando mi aliento acarició aquella delicada zona. Provocando que, al fin, un gemidito se le escapara de sus labios entre abiertos cuando me aventuré a pasar mi lengua por aquel botoncito. Aquello incitó que mi ropa interior me comenzara a apretar—. Mierda―gruñí viendo como el hombre tenía su antebrazo sobre sus ojos. Volví a su piel descendiendo nuevamente hacia su abdomen; hacia su cadera, pero me detuve al no tener más reacciones de su parte. Observé el rostro de aquel cuerpo aletargado bajo el mío y me percaté que dormía; me convencí de aquello porque emitía un leve ronquido.

 

Deslicé su camiseta cubriendo su anatomía mientras me sentaba sobre mis talones viendo como mi “amiguito” estaba bien despierto. Cuando había decidido venir a hablar con Takanori, no se me había pasado por la cabeza el tener sexo con él―al menos, no tan pronto―. Jamás esperé que la instancia se iba a dar, era casi ilógico pensarlo cuando el hombre era tan correcto y formal para todo. Pero, claramente, esta no era una ocasión propicia. Lo quería sobrio; consciente y queriendo hacerlo… conmigo.

 

 Chisté alzándome del lecho. Lo arropé y me dirigí al baño para solucionar mi problema.

Notas finales:

Hola, ¿cómo han estado?

Se que-quizá-se habrán dado cuenta que no publiqué la semana pasada como correspondía porque he estado sobre analizando los capítulos. No quiero que ningún detalle se me escape porque la recta final de esta historia está demasiado cerca y quiero ir llenando los huecos que me podrían quedar. Probablemente las actualizaciones se retrasen; no se alarmen, nada raro pasa. Sólo soy yo intentando que todo transcurra como lo he previsto.

Gracias por el apoyo. 

Nos leeremos en el próximo capítulo.

<3


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