Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Vinculados por koru-chan

[Reviews - 125]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

.

 

Capítulo cuarenta y cuatro

 

Pasado, presente y futuro

 

.

 

Me giré entre las cobijas cuando la ruidosa alarma me alertó. Me removí sintiendo como si sólo hubiera dormido un par de minutos y que, por consecuencia, aquel sonido estaba siendo demasiado destructivo.

 

Gruñí en protesta percibiendo, en aquel mismo instante, como el dueño de aquella morada, después de un par de minutos, se revolvía con lentitud sobre el colchón junto a un suspiro adormilado; alcanzó el estridente teléfono y lo apagó. De inmediato, todo se hizo silencioso e incluso, volví a retomar aquel sueño hurtado. Mas, el sonido de la ciudad despertando a las afueras, me indicó que sí o sí un nuevo día había iniciado y yo no podía hacer nada para ignorarlo. Resoplé frunciendo el entrecejo con mis párpados tercamente cerrados.

 

El cuerpo a mi lado se mantuvo inmóvil como si estuviese mentalizándose que debía levantarse en aquel momento; sino, se le iba a hacer demasiado tarde. Luego, en un arrebato, se destapó y se sentó sobre el colchón. Pensé que se iba a voltear y me iba a reprender―otra vez―por estar ahí sin su debido permiso. Observé su espalda quieta y como acarició su cuello. Suspiró. Parecía adolorido o como si no hubiese dormido bien. Se alzó y direccionó sus pisadas hacia la puerta.

 

Me erguí apoyándome de mis codos mientras pestañaba al ver como su figura se perdía tras atravesar el marco de su habitación. Me recosté pesadamente sobre el colchón esbozando una risilla. Jamás se percató de mi presencia.  

 

Froté mi rostro y me levanté de aquel cómodo lecho. Junto a un bostezo me puse las mismas prendas del día anterior y me dirigí hacia la cocina.

 

Puse agua a hervir y coloqué la mesa para dos mientras decidía que podría preparar aquella mañana. Al final opté por algo rápido: Tostadas con mermelada y un poco de fruta; yogurt y cereal.

 

Cuando le di un mordisco al pan recién tostado vi como el mayor emergía con presura hacia aquella ala. Como no se había percatado de mi presencia―nuevamente―, quizás el aroma a “tostado” del pan lo alertó. Su rostro preocupado y algo confundido me lo reafirmó. Esbocé una sonrisita divertida―sin ser captado por el mayor―mientras comprobaba la hora en el reloj de pared situado en el recibidor. Corroboré como recién iban a ser las siete de la mañana.

 

Takanori me miró sin entender que hacía ahí. Y claro, ¿cómo no hacerlo? Jamás le mencioné que volvería en la madrugada.

 

―¿Qué haces aquí?―dijo sin aliento mirando, en el proceso, la mesa recientemente servida.

 

El agua hirvió y mientras le daba otra mordida a mi pan, tomé el mango de aquel recipiente con mi otra mano para dirigirme a la mesita sabiendo que aquel hombre me seguía atento con su mirada.

 

―Preparando el desayuno―contesté jocoso. Éste, ligeramente, frunció su entrecejo. No estaba satisfecho por mi respuesta.

 

―No, espera. ¿Cómo es que entraste a mi departamento?―de inmediato cuestionó aquel detalle que había obviado. Se acercó a la mesa mientras terminaba de verter agua en mi taza. Lo miré de soslayo percibiendo como tomaba una bolsita de té y la introducía en la cerámica humeante frente a sus ojos.

 

―Tomé tu llave―revelé.

 

―Podrías haberme dicho, ¿no?―vociferó con una pizca de reproche. Me dio la impresión de que no deseaba verme ahí. Debía admitir que, prácticamente, me había ido a vivir con él sin ser invitado. Los días posteriores no había regresado a la casa de Uruha y entendía, también, que estaba siendo algo intenso.

 

Éste parecía molesto, pero en Takanori eso era tan extraño. Posiblemente estaba renuente a mi presencia tan insistente e invasiva. Hice una mueca de medio lado. Me senté viendo como colocaba una tostada sobre su plato y untaba aquella mermelada de durazno la cual fue la única que había encontrado en el refrigerador.

 

―¿Perdón?―dije mirándolo con un ceño fruncido completamente contrariado por su actuar. El sujeto suspiró y suavizó sus facciones. Luego me miró como si se disculpara. Su rostro estaba ligeramente… ¿triste?―. No tenía ganas de irme con Takashima; no cuando tengo la posibilidad de dormir contigo―tras mis palabras, intenté descifrar su cara, pero no obtuve ningún ápice que me indicara su emoción actual. Al menos esa fugaz mueca tristona se había esfumado. Pero luego rió sutilmente avergonzado y yo me sentí aliviado junto al entorno que volvió a ser sereno. Capté, al final, que sólo se veía cansado. Parecía que, su mente no lo había dejado dormir con tranquilidad y, más encima, tenía que ir a trabajar…

 

―Hurtaste mi llave…―entonó juguetón mirándome de reojo mientras tomaba café.

 

―Culpable―hablé llevándome una cucharada de aquel cereal con yogurt, pero éste no inquirió más y sólo se limitó a comer mirando por los cristales detrás de mi espalda―. No dormiste bien―recalqué captando su atención ida. Éste afirmó con un movimiento de su cabeza. No parecía estar durmiendo bien últimamente. Ya me lo había mencionado, de hecho, se había excusado algunas ocasiones de aquella forma. Era consciente que Takanori tenía periodos de mal dormir, pero siempre había algo detrás de aquello...

 

―Desperté varias veces en la noche. Normalmente me pasa bastante―contó en medio de un suspiro.

 

―¿Estás así por tú madre o… ―me detuve pensativo. No quería nombrar a ese... sujeto. En definitiva, sólo deseaba sacarlo de mi vida de forma completa y permanente.

 

―No―dijo firme―… Ella está mucho mejor. El lunes me llamaron del centro y el martes hablé con el médico. Está estable dentro de todo y ya volvió a su cuarto. No la he podido ver. Por el momento, no puede recibir visitas―asentí. No era ella, entonces. Su estado intranquilo me inquietó más...

 

Mi nuca se erizó. Apoyé mi espalda contra el respaldo de aquella silla viendo como picoteaba la fruta del recipiente individual junto a su taza. Parecía ignorar mi penetrante escrutinio. Chisté. Él me observó y ambos mantuvimos nuestra vista fija encima del otro.

 

Le quería dar tiempo, sobre todo por el delicado diagnóstico de su madre. Quería que las cosas se calmaran. Y, a pesar que me consideraba una persona ansiosa―que quería todo en el momento exacto y sin excusas―, había sido cauteloso porque no quería ser inoportuno. Así que, aquella plática nunca llegó; el profesor calló y yo hice lo mismo―a pesar que el hombre parecía batallar con su mente―; no mencioné a mi padre después de aquel día sábado e intentamos continuar con “normalidad” los días siguientes… pero todo se sentía tan… frágil.

 

Carraspeé mi garganta. En aquel instante, y tras considerarlo bastante, entendí que había pasado tiempo y que, este mismo, se nos estaba escapando de las manos y aquello era peligroso.

 

Mordí, inquieto, mi labio inferior. Mi padre era un maldito grano en el culo.

 

―Entonces… ¿estás así, por la visita de mi padre?―solté percibiendo como Takanori apartó sus ojos de mi mirada.

 

―¿Qué dices?―entonó en un delgado hilo.

 

―Por dios―rodé mis cuencas mientras cruzaba mis brazos sobre mi pecho―, no soy estúpido. Vamos habla―inquirí calmo cuando por dentro temblaba. Detestaba a mi padre porque siempre arruinaba todo a su paso.

 

―¿Qué insinúas?―articuló. Su mirada se mostraba dolida.

 

―No sé, dímelo tú. Estás tan malditamente distante… ¡Y eso que aún no empezamos nada de esto!―dije con un regusto amargo en el tono. Ambos nos observamos. Al final, Takanori suspiró cortando aquel silencio mutuo.

 

―Estoy preocupado―articuló revelando una pizca ambigua.

 

―¿Por qué razón?―pensé un par de segundos―. ¿Acaso te preocupa lo que especulen esos dos sobre nosotros?―rodé mis ojos―. A mi me importa una real mierda lo que opinen todos sobre nuestra relación―negó.

 

―Nada de eso. Ya no me importa “el qué dirán”―articuló apagado. Alcé una ceja sin entenderlo―… No cuando los dos estamos en esto―sonrió sutil mirándome de forma efímera―. Posiblemente sólo esté siendo paranoico―parecía hablar consigo mismo. Quedé aún más confundido que antes. Pero cuando iba a abrir mi boca para replicar, éste se levantó excusándose que ya se la había hecho tarde. Dejó el desayuno a medias y, a mí, con la garganta apretada llena de interrogantes.

 

.

 

Mi cabeza se había vuelto un cultivo de incógnitas sin respuestas y temores varios. Y, sin querer insistir y arruinar aún más las cosas, nuevamente habían pasado los días y estos me enrostraban como, Takanori, se comportaba, cada vez, más incómodo con mi presencia. Decidí dejarlo sólo un tiempo―al menos hasta que yo ya no aguantase más―, pero era difícil. A veces, con mi pesimismo a flor de piel, creía que, quizás, nosotros no íbamos a funcionar por nuestro historial pasado; el presente pesaba y el futuro era incierto…

 

―¿A qué se refería con paranoia? ¡Cuál era el motivo, maldita sea!―murmuré mientras rasgaba mi bajo sin tocar nada en particular. Mi cabeza estaba tan atiborrada que había terminado teniendo el mal hábito de pensar en voz alta. A veces creía que era realmente estúpido; sí Takanori percibió algo que yo no, seguro debía serlo. Bufé con una risilla tristona colada entre mis labios.

 

―¿Reita?―alcé mi cabeza y busqué por el camerino a aquella voz conocida―. Te estoy hablando―dijo el batero. ¿Cuándo había entrado a la sala?

 

―Te estoy escuchando―mentí rasgando las cuerdas de mi bajo mientras lo observaba ahí parado en medio del lugar con sus brazos cruzados sobre su pecho. Éste bufó e hizo un espacio en la atestada mesita de madera ubicada en el centro para sentarse frente a mi―. No me escuchabas una mierda―susurró. Me reí. Me había pillado. Realmente no había oído nada de lo que había dicho. Ni siquiera sabía que estaba ahí.

 

―Como siempre, lo sabes todo y un poco más―canturreé junto a una carcajada dejando mi instrumento afirmado contra el sofá―. ¿Qué decías?―posé mis antebrazos sobre mis muslos prestándole toda la atención a aquel diminuto batero.

 

―Qué no pareces muy contento con tu nuevo romance―alcé una ceja. ¿Mi romance? Con Takanori, realmente, no estábamos teniendo nada... Todo podría haber ido perfecto, pero todo se arruinó tan rápido que ni cuenta me di. La visita de mi padre y la verdad soltada a ambos involucrados provocó que, hubiera un retroceso con aquel bonito hombre.

 

―Han pasado cosas―sinceré encogiéndome de hombros―… complejas―acoté viendo como sus ojos estaban clavados en mi―. Y no quiero ser tan invasivo. Tomaré las cosas con calma a pesar que quiero hacer todo lo contrario―afirmé mi zurda contra el respaldo del sofá desparramándome en este mientras con mi mano derecha frotaba mi rostro.

 

―Yo fui muy invasivo contigo―me carcajeé―. Y, después de todo, me resultó.

 

―Tú consejo consiste en: ¿qué quieres que me tire encima de él? Y…

 

―No doy consejos―articuló el baterista mirándome altivo―, pero si quieres que las cosas avancen, a veces hay que ser acto de presencia. Dile la mierda que te molesta. Si sólo estás pensando y pensando, ¿qué sacarás al final?

 

―No des más concejos.

 

―Idiota. Sólo te quiero ayudar porque pareces nadando en mierda.

 

―¿En serio? Yo creo que, quizás, quieres arruinar esto para… ―acerqué mi rostro al suyo y éste se echó hacia tras y envolvió mi cara con su palma. Luego se alzó mirándome, fugazmente, dolido. Me sentí un imbécil. Posiblemente a mí no me afectó cuando Yune terminó con nuestra relación, pero para él todo era muy reciente y fresco.

 

―Cuando estés bastante consolidado, posiblemente, destruiré tu relación y eso será tan gratificante. Disfrutaré mientras tú te revuelcas en la mierda―inquirió malvado volviendo a ser el Yune cotidiano. Rodé mis cuencas mientras escupía una carcajada explosiva.

 

Tras un par de minutos en silencio mi teléfono vibró y lo volvió a hacer en intervalos cortos de tiempo. Quizá hubiese ignorado el hecho como siempre lo hacía, pero curioso, llevé mis ojos hacia la mesita de centro donde este llamaba mi atención. Me habían llegado un par de mensajes―. Por cierto, lo que te decía antes―habló nuevamente el músico que deambulaba en aquella reducida sala―… era que, el ensayo se retrasará un poco. Tengo problemas con los platillos, no los puedo ajustar―alcé una ceja llevando mi vista hacia la pantalla de mi teléfono.

 

[Takanori Matsumoto]

 

15:44

 

Hola…

 

15:47

 

¿Estarás ocupado, ahora?

 

15:58

 

Quería saber si te gustaría ir al cine…

 

16:03

 

Bueno, en realidad, eso es una excusa. Entiendo que estés algo enojado conmigo. Perdón. Soy consciente que he estado lejano; no te he puesto atención ni e intentado cuidar esta relación... Pero, jamás fue mi intención alejarte. Me disculpo. Si quieres salir o simplemente hablar, avísame.

 

Sonreí. ¿Había funcionado el dejarlo sólo unos días? ¡Ni siquiera había pasado una semana!

 

―¿Cuánto se retrasará el ensayo?―miré al moreno rebuscar en su maleta donde sustrajo unas llaves. Éste me miró y esbozó una sonrisa de forma ridícula. Asumí que me estaba imitando y yo ni cuenta me había dado que había trazado aquel gesto bobalicón en mi rostro.

 

―Asumo que, por tu cara brillante, todo va a bien con el profesor ese―lo dejé decir viendo como giraba la argolla del llavero en su índice observándome con una mueca llena de mofa―. Ensayáremos más tarde o cuando logre arreglar mi problema. Esa batería se está cayendo a pedazos―refunfuñó.

 

―Mejor avisa que nuestra prueba de sonido se retrasará para que alguien tome nuestro lugar―dije apresurado guardando mi instrumento en su caja.

 

Y sin esperar alguna pesadez típica del batero, salí corriendo mientras contestaba el mensaje. Éste corroboró el lugar de nuestro encuentro y yo le avisé a que hora aproximadamente podría llegar.

Notas finales:

Hola, ¿cómo han estado?

Espero que bien.

Sobre el capítulo, quiero mencionar que este está dividido y que, técnicamente, es el último capítulo de Vinculados. Estamos a un paso de que esto acabe y estoy feliz por ello; ha sido largo y agotador, pero al final, siempre fue gratificante ser leída, comentada y apoyada. Como siempre, gracias por estar acá hasta las últimas instancias.

¡Las adoro!

Disfrutemos de lo que queda.

Un beso.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).