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Vinculados por koru-chan

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Capítulo siete:


Solo


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Bufé sintiendo como la lluvia empapaba mi cabello mientras corría hacia aquel pórtico conocido. Jadee tocando la madera añosa con énfasis hasta que la puerta se abrió revelando a una chiquilla enana de larga cabellera recta en un tono marrón oscuro y lustroso. Portaba un uniforme de enseñanza media; uno que conocía demasiado bien, ya que, en mi adolescencia, asistí aquel claustro educacional y arcaico. Sonreí chocando con su rostro con algo de melancolía al recordar aquellos días, pero apresuradamente salí de mi ensoñación al sentir una gota fría caer sobre mi nuca. Templé volviendo a la realidad; estaba solo, mojado y molesto. Resoplé cambiando mi semblante rápidamente recordando donde me encontraba ahora. Me afirmé del marco de aquella entrada y le sonreí divertido viendo como, melindrosa, cruzaba sus brazos con lentitud al verme. Siempre mostraba un grado de desagrado en sus gestos, mas sus mejillas coloradas me transmitían otras ideas; le gustaba, pero era menor. Y no me gustaban las niñas chiquitas; menos las hermanas de mis amigos.


—¿Sí?—murmuró haciendo mohines con sus labios. Recordé porque le gustaba y me odiaba a la vez. Siempre le mortificaba la existencia a la pobre muchacha.


—Hola. Buenos días, pequeña dama—sonreí jubiloso al verla  titubear. Cerró sus ojos y luego me miró lacerante.


—No te burles de mi—entonó haciéndome sonreír pletórico.


—Dijiste, la otra vez, que debía saludar de forma correcta cuando viniera, ¿no? Sino, no me ibas a dejar pasar— toqué mi pecho solemnemente haciéndome el ofendido tras mis nada irrespetuosas palabras.


—Eres irritante—alcé una ceja oyendo de fondo como su madre la llamaba para que terminara de ordenar sus cosas para el colegio.


—Y tú también—dije tocando su nariz lo que la hizo gruñir. Suspiré viendo como soltaba la madera dejándome al fin pasar mientras la veía darse media vuelta. Su perfume dulzón me acarició las fosas nasales y dada las náuseas que poseía producto mi reciente borrachera, sentí deseos de vomitar. Acaricié  mi estómago cerrando la puerta detrás de mí observando como sus pequeños pies hacían rechinar la vieja madera del piso. La vi entrar a una habitación, que si mal no recordaba, se trataba del baño de la planta baja. Y antes de ir hacia a la habitación de Uruha, guie mi vista hacia la dueña de casa; la madre de aquel pequeño monstro escolar que se encontraba sentada en medio de la cocina bebiendo una taza de café y, posada sobre la pequeña mesa redonda, se podía apreciar un periódico el cual estaba hojeando. Con un movimiento informal de mi cabeza junto a mi palma saludé a la mujer viendo como me fruncía el ceño. Sabía que no era bien venido a esa casa; su obvio semblante me hizo rodar las córneas.


Subí las escaleras de madera vieja y ajada sabiendo el camino a la perfección. Caminé por el corredor y la puerta, con rastros de pegamento de posters arrancados, era mi objetivo. Al entrar me encontré con un castaño apestoso de cuerpo cubierto por las mantas hasta la mitad de su torso. Arrugué mi nariz. Su habitación estaba más ordenada que la mía, pero apestaba peor que la mía.


—Huele alcantarilla aquí—entoné arrojando mi húmeda mochila, y mi chaqueta a los pies de la cama para luego aventarme al colchón de escasas mantas.


—¿Qué mierdas haces acá?—bruñó cubriendo su cabeza con aquel cobertor que me hizo estornudar—. Y, ¿dónde mierda te metiste ayer? Pensé que te habías quedado dormido borracho tras el local que tocamos—dijo con la voz ronca mirándome con los ojos entre cerrados aún sin acostumbrarse a la luz de aquella mañana.


—Ni siquiera te preocupaste por mí, idiota. ¿Qué pasaría si me violan en un callejón?—teatralicé aventándole un almohadón en la enmarañada cabeza.


—¿Quién te podría violar? Más me preocuparía por las  chicas que te llevas a la cama o mi integridad—rodé mis ojos carcajeándome.


—¿Me tienes miedo?—erguí mi torso con ayuda de mis codos acercándome a su rostro a escasos milímetros de él. Este se alejó mirándome con suspicacia.


—Después dices que no eres gay.


—Maldición—me reí


—Además ni loco me acercaría a tu boca. Apestas alcohol—entonó el dueño de casa.


—Eso no dijiste la otra vez—alcé una ceja mirándolo analítico viendo como apoyaba su espalda contra el colchón.


—Estaba borracho y tú no dejabas de insinuarte—me golpeó el abdomen con el dorso de su mano. Me quejé sobándome la zona espetándole un par de palabras mal sonantes.


—Caíste en mis redes—declamé lascivo.


—No. Me gustan las curvas, un buen par de pechos y un respingón trasero, amigo—me carcajee—. Pero, ¿y a ti…?—insinuó dubitativo—. La verdad estoy dudando de tu sexualidad—entonó haciéndome revolver el estómago. Esta vez no estaba con mi grupo de amigos, por ende me ahorré las escasas energías que tenía en alardear de más. Sólo éramos los dos y estaba cincuenta porciento ebrio. Mi mente era clara y confusa. Era un asco. Humedecí mis labios mirando el techo mohoso de la casa de Uruha.


—Estoy a nada de echarte de la banda por tus insinuaciones, bastardo—rió.


—Esta banda es tan tuya como mía. Soy inmune a tus arrebatos y a tus negativas al tema—argumentó—. Sinceramente me preocupas—chisté.


—¿Qué mierda? No soy maricón. Sólo me divierto. Molesto como siempre, ya sabes—torné mi cuerpo hacia mi izquierda  viendo mi bajo junto a su guitarra postrada en un pedestal doble. Me gustaría tenerlo en casa, en mi habitación. Gruñí. Ya no tenía casa.


—Entre broma y broma…


—Basta—verbalicé osco volteándome mientras le aventaba un cojín que tomé desde el suelo.


—Puta madre—se quejó mirándome de mala forma—. Y, ¿qué mierdas quieres, ¿eh? Pensé que estarías en casa durmiendo. O, ¿te fuiste a casa de esa chica de coletas? ¡¿Vienes llegando?!— entonó vivaz con una pizca de malicia jocosa en sus labios.


—No—bramé—. La llevé a la mía.


—¿No se supone que Shiroyama no te deja…?


—Sí, y que fastidio. Aun así lo hice, ya sabes, mi impulsividad mezclada con bastante alcohol…


—Debes controlar eso—arrugué mi nariz. Uruha era peor que una madre quisquillosa.


—Sólo quería hacerlo. La calentura pudo conmigo. Además, de tener la oportunidad de mortificar a la puta esa—lo vi rodar sus ojos.


—Eres tan putamente contradictorio, Reita—alcé una ceja—. Creo que enloqueceré con tus malditos arranques de amor/odio hacia el novio de tu papá.


—Tampoco te pases—golpee su hombro con mi puño—. Te mencioné una jodida vez algo bueno del tipo, un día que estaba mal y hecho mierda, pero nada más.


—¿Y bien?


—¿Qué?


—“¿Cumpliste el objetivo de molestar?”—hizo un par de comillas con sus dedos en el aire—. Eres tan infantil, Reita—rodeé mis ojos.


—Más o menos…—lo descubrí, por el rabillo del ojo, haciendo muecas al ir relatando de forma tan escueta. Sabía que le desesperaba que no le contara todo de una maldita vez.


—Armé un desastre en casa—me reí y mi amigo me miró asustado—. No exploté ni incendié nada. Cambia esa cara—resoplé continuando—. Yuu se despertó, seguro porque la loca entaconada le fue a contar al viejo que estaba con la tipa esa en mi cuarto cogiendo—gruñí recordando lo recién vivido—, discutí con el viejo, me golpeó…


—¿Cómo que te golpeó?


—Una bofetada—entoné con aburrimiento—. Insinuó que si no cambiaba, era mejor que me largara. Preferí irme de esa mierda—los labios de mi amigo se abrieron. Me miró con una mueca de medio lado—. Estoy en la puta calle.


—No seas imbécil, obviamente te puedes quedar acá.


—Gracias—exhalé.


—Pero, mi madre será un problema. No sé cuánto tiempo te puedas quedar…—informó preocupado.


—Sólo un par de semanas. Quiero conseguir más lugares donde tocar. Con el dinero espero alquilar un cuarto. No sé. Me las arreglaré.


—¿Y tu mamá?


—¿Quieres que me vaya al puto campo?—chistó.


—Buen punto… —suspiró—. Y si lo intentas, si cambias un poco, tal vez…


—No volveré. Estoy seguro que Yuu me tenía ahí para que no le reprochara lo ausente que fue conmigo siempre. Ni viviendo con él lo tenía presente.


—Y Matsumoto…


—Matsumoto nada. ¡Maldición, Uruha!


—Sé que no extrañarás a tu papá, pero y, ¿a él…?


—Tengo deseos de golpearte. Pero como me dejarás estar acá me aguantaré—lo observé molesto. Cubriéndome con la manta que le había quitado en medio de la charla. Jamás podría extrañar a Matsumoto, ver su puta cara de virginal me fastidiaba enormemente. Bostecé. Aunque estaba completamente seguro que lo volvería a ver. Sonreí.


—Debes admitir una cosa, Reita: Tienes una insana obsesión con el novio de tu padre—gruñí ignorándolo.

Notas finales:

¡Hola!

Estaba pensando en cómo narrar un P.O.V de “Reita”. En un principio pensé hacer un flashback. Escribí la mitad y lo borré; me pareció aburrido de leer. Quería mostrarles a ustedes este lado de “Reita” más ¿lúdico?, tal vez. Y que tanteen el personaje y su forma de actuar—que odio, debo destacar—, y quedó tal cual quería. Y eso me llenó el alma de satisfacción. Ahora, sé que este P.O.V no muestra más allá (sentimentalmente hablando); tenemos a Reita en esta situación de “calle” habla de forma superficial con Uruha y vemos pequeñas aristas. Así que decidí, que cuando sea necesario, haré P.O.V de este personaje. La verdad me gustó escribirlo y eso que estaba aterrada por el primer fallo (fallo/acierto puesto que obtuve un poco de historia mental la cual incluí en el capítulo anterior)

Espero que el capítulo les haya gustado <3

Por último. Gracias por continuar leyendo esta historia. Sus palabras siempre me inspiran a escribir. Amo leerlas. 

¡Nos leemos, bellezas!


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