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Vinculados por koru-chan

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Capítulo veintiocho:

 

Decisiones [Parte tres]

 

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Yo iba un par de pasos adelante y Akira me seguía de cerca en completo silencio. Ninguno entonó vocablo después de aquella nula charla en el local. Era mejor así después de todo...

 

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Sabía el piso y el pasillo donde estaría mi hermana. Kathy se había encargado de darme los detalles cuando la llamé una vez que pisamos el estacionamiento del centro hospitalario.

 

Cuando llegamos al área de espera en la zona de obstetricia, pude ver a Kiyoharu sentado junto a una mujer. Asumí que era la madrastra de las chicas. Ya la había visto—aquel día que fui a la vieja casa de mi abuela donde habité hasta mis diecinueve años—. Ella llevaba el mismo traje marrón de aquel nevado día. Seguro era su uniforme. Kathy no estaba ahí. Seguí a paso lento y la mirada hosca del mayor se posó sobre mí. Desvié mi vista y seguí mi camino para salir, al menos, del campo visual del hombre. Contuve el aire hasta que lo perdí de la perspectiva tras transitar por el pasillo que formaba una especie de “L” reflejada. Me senté frente a unos asientos incómodos de plástico y suspiré mirando la esquina de la muralla de cerámica rosada pensando que aquel hombre que aterró mis días de infancia y adolescencia, estaba a menos de un metro de mí. Cerré mis ojos. Esto era algo que iba a ocurrir y me había mentalizado el verlo, pero era inevitable palpar la realidad.

 

Mi atención fue interrumpida cuando unas suelas picotearon la loza del brillante piso. Mis ojos captaron a dos sujetos doblar en la esquina en aquel largo corredor. Ellos se dirigían a mí posición y en aquel transitar, los reconocí. Akira, quien silencioso se había situado junto a mí, gruñó al reconocer al dúo y yo resoplé alzándome del asiento. No esperaba que viniera realmente.

 

—Lo llamaste—reafirmó lo obvio.

 

—Tenía que hacerlo—dije viendo como el pelinegro se apresuraba siendo seguido de Yutaka: Su infaltable acompañante.

 

—Tenías que hacerlo—refunfuñó entre dientes dirigiéndose hacia la pared fronteriza a la hilera de asientos donde yo me encontraba. Se afirmó de la muralla enlozada observando a los recién llegados. El moreno analizó al rubio teñido de reojo y éste únicamente se limitó a cruzarse de brazos con fastidio. Yuu se adosó a mí para abrazarme dulcemente terminando por deslizar sus manos por mis brazos hasta llegar a mis manos. Me preguntó si estaba bien y yo únicamente asentí soltándome de sus ingenuas caricias con un regusto impropio por sus acciones excesivas de afecto.

 

—¿Aún no nace?—cuestionó mientras nos sentábamos. En frente, Akira nos examinaba de forma lacerante y Yutaka estaba en segundo, no, cuarto plano; completamente ajeno mirando su teléfono, pero siempre a un lado de Yuu.

 

—No todavía…

 

—Me apresuré entonces—me sonrió.

 

—No tenías que venir. Yo te iba a tener al tanto—lo miré cálido y éste se atrevió a decir:

 

—Es mi nieta después de todo—y Akira bufó audible.

 

—Bueno, entonces Habrá que esperar al parecer. Su hermana debe estar con ella…—cuando la mencioné vi su silueta aparecer. Me alcé de la silla viendo como la nombrada habló con sus padres escuetamente para luego entregarles una credencial de acceso. Al parecer, sólo un familiar podía entrar porque, solamente, la mayor se alzó desapareciendo del área. Kathy me vio y se acercó. Notó la presencia de Akira y observó a los dos sentados; a estos los ignoró.

 

—Aún no es momento. La examinaron, pero aún falta para que dilate lo suficiente y la lleven a pabellón. El médico dijo que iba a ser larga la espera—abrí mis labios, pero no me dejó preguntar si estaba bien su gemela porque, como si leyera mi mente, respondió—. Está bien. Aún soporta todos los dolores—negó—. Veremos si más tarde logra tolerar lo que vendrá—dijo con algo de pesar al ver a su igual en aquella situación.

 

—Entiendo. Gracias por avisar—froté sus brazos.

 

—No te preocupes, claro que lo iba hacer. Además, sería mejor que fueras a casa. Nosotros nos quedaremos. Por ahora descansa. Te avisaré cualquier cambio que ocurra a la brevedad—asentí entendiendo mientras recibía un beso en la mejilla en forma de despedida de la muchacha.

 

Miré a Akira con una mueca y éste observó a la universitaria quien se acercó a hablar con su padre nuevamente.

 

—Entonces, sí que fue apresurado mi arribo—habló Yuu a mi lado. Yo suspiré bajando la mirada mientras me debatía si debía irme o no.

 

—En estas situaciones es difícil saber cuándo va a ocurrir.

 

—Bastante. ¿Recuerdas qué tengo cuatro hijos?—alcé la vista observando a Akira quien parecía ajeno a todo su alrededor mientras, completamente absorto, texteaba en su teléfono.

 

—Estoy al tanto—exhalé con una mueca que no salió como una sonrisa definida. Y en aquel mismo momento, vi como Yutaka se levantaba del asiento plástico e incómodo con un resoplido hastiado de por medio.  

 

—Nos iremos, supongo—su voz se oyó al fin. El moreno me miró. Yutaka se veía algo reticente a todo lo que estaba ocurriendo.

 

—Creo que será lo mejor—entonó pensativo el mayor mirando al hombre a su costado diestro.

 

—Ve... Cualquier cosa te avisaré. La verdad es que creo que también debo irme. Mañana tengo clases… Como Katherine me tendrá al tanto, estoy tranquilo. Cuando vaya a nacer estaré acá lo más pronto posible—aclaré distraído mirando hacia donde se encontraba Kathy y mi padrastro, pero como no escuché palabras de vuelta, busqué aquellos ojos negros encontrándome con un rostro inquieto el cual me observaba detenidamente como si quisiese leerme de alguna forma.

 

—Te ves tan… ido—murmuró—. Es como si tu mente estuviese en otro lugar.

 

—Yuu, ¿vamos?—interrumpió impaciente la pareja de mi exnovio.

 

—Dame un segundo—entonó sacando de su chaqueta un juego de llaves—. Espérame en el auto—éste examinó el ramillete titilante y luego nos miró a ambos con molestia. Resopló y las tomó.

 

—No te tardes—fue lo último que dijo antes de recorrer el mismo pasillo por el cual habían llegado. Yuu miró su senda y luego me observó a mí.

 

—¿Estás así por Kiyoharu? Debe ser difícil estar cerca de él después de todo lo que pasó y te hizo—bufó rabioso—. O, ¿acaso te habrá dicho algo?—negué

 

—No he interactuado con él. Y, al parecer, tampoco quiere hacerlo conmigo. Todo este revuelo de su hija embarazada lo tiene muy nervioso y yo no quepo en sus pensamientos; y eso es un alivio, la verdad—exhaló un: “Ahh” sin una gota de satisfacción por mi respuesta. Aún no entendía lo que me ocurría y era lógico. Mi hermana iba a tener a su bebé, y yo parecía como si hubiese cometido alguna clase de crimen y estuviese esperando que descubriesen mi delito.

 

—¿Akira te dijo o hizo algo?—volvió a intentar con la indagación. Inconscientemente miré al chico quien estaba al frente a acuclillado. Negué otra vez.

 

—No—suspiré he hice una mueca de medio lado—. He estado pensando sobre… una situación y, posiblemente, tenga una solución a ella, pero no sé si deba tomarla ahora.

 

—Explícate mejor—esbozó un sutil carcajeo mientras yo hacía una línea tensa con mis labios.

 

—Creo que me está comenzando a gustar alguien… Digo, no sé si me guste realmente. Es algo complicado porque lo quiero mucho y no quiero que esto se enrede más de lo que está—conté simple sin detallar todo el trasfondo que conllevaba aquella “persona”—. Por otro lado obtuve una contestación a una solicitud que hice—realicé una breve pausa y continué—… Me llegó una respuesta de un trabajo que había postulado hace meses y… bueno aún no sé si me darán el puesto, pero con todo “esto”—dije refiriéndome a “éste chico” con un deje de intranquilidad—… deseo que lo del trabajo se dé en realidad—suspiré—. Lo malo es que nada depende de mí. Debo viajar a Osaka para una entrevista que no sé si será válida porque tuve un problema con mi computador y vi el correo recién hoy cuando este fue enviado hace un par de semanas—verbalicé en un murmullo bajito. Yuu se quedó un segundo callado y, en el transcurso en que el hombre junto a mi digería lo que había soltado, vimos como Akira se levantó de su posición  y se acercó a Kathy quien estaba solitaria unos asientos más allá en la misma línea de sillas en la cual nos encontrábamos. Se acercó y se sentó. De inmediato comenzaron a interactuar mientras yo miraba al par muy discretamente.

 

—¿Qué?—entonó en un gritito histérico en bajo tono seguro más sorprendido por mi viaje que por lo de mi sorpresivo “enamoramiento”. Hice una mueca de medio lado observando como parecía pensar en lo que le acababa de soltar así sin más—. ¿Huir porque te está gustando alguien? ¡¿Qué locura?!

 

—Sinceramente, me quería ir cuando nosotros… terminamos—le sonreí buscando su rostro, éste estaba pasmado—. Pero al parecer ese no era el instante porque no resultó. Pero ahora, con todos estos acontecimientos, ¿será un buen momento?—froté mis sienes como si pensara en voz alta. No entendía porque estaba ahí explayándome con aquel hombre que se suponía que había sacado de mi vida hace bastante por difíciles razones. Al parecer los ocho años pesaban y siempre había disfrutado hablar con él sobre lo que me aquejaba así, sin pretensiones y en cualquier parte.

 

—No será Kaolu, ¿cierto? Pensé que el vivir con él iba a provocar que ustedes dos al final…—estupefacto moví mi cabeza de forma negativa, pero inevitablemente recordé como el profesor, al inicio de nuestras primeras interacciones—con los mismos pésimos dotes de conquista que había expresado con Uruha—, intentó alguna clase de relación sexual conmigo. De inmediato—algo cortado recuerdo—, le dije que estaba con Yuu hace varios años y que no me interesaba su propuesta tan… directa. Al tiempo después me dijo que realmente se arrepentía el haber comenzado de esa forma tan poco profesional conmigo. Y que, sobre todo, no tenía ninguna clase de intención sexual hacia mí. Fue un alivio para ambos y una forma bastante divertida de iniciar una relación de amistad. Inevitablemente le terminé contando a Yuu lo que provocó una creciente desconfianza hacia el promiscuo maestro de deportes.

 

—No intentes adivinar, por favor. Si querías saber que me tenía en este estado cabizbajo es eso, no te puedo dar más detalles—su gesto facial me mostró lo interesado que parecía estar en ir más allá—.  Kaolu es mi amigo. Nada de nada podría pasar ahí.

 

—Entonces, ¿no lo conozco?—miré al rubio que ahora parecía acercarse hacia nosotros para luego mirar a Yuu. Despegué mis labios para esbozar alguna clase de vocablo, pero su teléfono interrumpió nuestra plática. Éste tomó el tecnológico aparato y tras chistar contestó; era inevitable saber quién era.

 

—¿Te irás?—busqué al rubio dueño de aquel timbre. Asentí alzándome de mi asiento. Escudriñé la mirada de Kathy para señalizar que me iba, mas ésta ya no se encontraba en la sala de espera. Y, en su lugar, había vuelto la madrastra quien pasó frente a nosotros con presura. Me miró un par de segundos y luego siguió su andar. Con la mujer no habíamos sido presentados, pero estaba seguro que sabía quién era.

 

—Takanori, te iras, ¿no?—articuló el mayor de los Shiroyama.

 

—Sí—contesté viendo como el moreno miraba a su hijo. Esos dos no habían interactuado desde que se habían peleado a golpes en la vía pública. El ambiente era tenso, pero que el mayor se encontrase acá a la espera de su nieta y la futura hija de su primogénito menor era, objetivamente, un gran avance; aunque debía admitir que dudaba de sus reales intenciones. Suspiré.

 

—¿Quieres que te lleve?—Akira, quien estaba tras mi espalda, esbozó una socarrona carcajada corta y sin gracia al oír la interrogante de su padre dirigida hacia mí.

 

—Que bella escena: El amante (que ahora, supongo, es tu pareja), Takanori, el de los cuernos y Yuu el mitómano. Hilarante, ¿no lo crees, padre?—dijo el menor entre dientes y el aire, de inmediato se terminó por viciar. Cerré mis ojos—. No normalices esto como si fuese lo más cotidiano, Shiroyama. El sujeto acá puede ser blando y dócil e incluso mi madre lo fue también, pero yo no. Estas cosas yo no las transo—resopló—. Llevaré a Takanori. Ni te molestes—terminó dando varios pasos hacia delante. Cuando se alejó y no oyó suelas detrás de él, éste se volteó. Me miró y luego observó a su progenitor quien tenía la mirada ensombrecida. Podía ver su perfil, el moreno se había molestado. Estaba serio, pero rápidamente soltó una carcajada como si todo fuese una ocurrencia más del chico.

 

—Sigues igual de mordaz, ¿no, hijo?—entonó con humor mal disimulado—. Son pasadas las dos de la madrugada. Transporte público dudo que haya, entonces, ¿en qué llevaras a Taka?—alzó su mirada hacia el rubio menor después de observar su teléfono celular adherido a su diestra.

 

—En mi moto—abrió sus ojos y luego frunció el ceño al oír aquella palabra que parecía crisparlo—. Las viejas costumbres no se pierden, ¿no, padre?—hablaban como si aquella plática fuese una banalidad, pero el tono era sarcástico y aquello me estaba poniendo los vellos de punta.

 

—Akira—carraspee sutil para que le bajara el tono. Sentía como si en cualquier minuto, ese par, se iba a enfrascar en una pelea a golpes. Mordí mi labio inferior mirando al músico quien no tenía intenciones de comerse sus palabras.

 

—Así veo—dijo el moreno tornando sus pisadas hacia su hijo. Me tensé imaginando que aquello no iba a terminar bien y que los dos, definitivamente, se iban a sumergir en un pleito a puños. Di un par de pasos volcando estos en un trote disimulado, pero me detuve con el corazón en la boca cuando lo vi pasar frente al bajista dando grandes y firmes zancadas.

 

Pensé, aliviado, que todo se había terminado, pero Yuu paró y se volteó. Observó a su hijo con aquellos oscuros y profundos ojos completamente sumergidos en cólera—. Lo que te molesta es que al final yo si terminé con alguien, Akira. Y Sí, fue horrible lo que le hice a tú madre y a Takanori, pero aquello es un tema bastante pasado. Nosotros ya hablamos de eso. ÉL Y YO solucionamos nuestros problemas. El punto clave de tu amargura, es que metiste tu nariz esperando sacar una tajada—apuntó con su dedo índice al rubio—… Siempre tuviste una extraña fijación por Takanori; una que preferí ignorar, pero con el tiempo esta se hizo enferma y, ¿qué pasó? Te quedaste con las ganas, hijo. Taka ni en cuenta te tomó porque él siguió con su vida normal e incluso dándose una oportunidad para conocer a alguien y, quien sabe, comenzar una relación a futuro—el músico me miró sin comprender lo que su padre decía. Éste entre cerró sus ojos unos segundos como si quisiese ver a través de mí y así descubrir a mi “enamorado”, pero volteó su rostro para acabar de escuchar el discurso de su padre—. Tú, en cambio, terminaste en el mismo lugar: Perdido, solo y con una chica embarazada a cuestas—el chico resopló cansino.

 

—Puede ser, padre. Pero yo no ando aún detrás de alguien que te rechazó—el mayor se mofó en una carcajada falsa—. ¿Dime, qué haces acá?—el moreno cambió sus facciones a una seria—. ¿Querías saber de Erika?, ¿de Lucy? O, ¿acaso sólo querías apoyarme en este momento como un padre real haría?—exhaló una mueca hastiada el bajista—. Tú sólo estás acá porque se te calentó el pene al escuchar la voz de Takanori al teléfono. Nunca estuve de acuerdo con el hecho de que te enteraras de esto. ¿Por qué?, ¿para qué? Yo no te intereso y agradecería que dejaras de fingir—el moreno frunció su mandíbula. Hasta yo me había dado cuenta de eso, pero quise dudar y pensar que estaba dando un paso para rectificar todo sus errores con el menor. Me sentí, nuevamente, decepcionado de él.

 

—Yuu—murmuré mirando al joven músico para que con mis facciones mudas entendiera que debía callarse y que esto había llegado a un límite—… dejemos esto hasta acá, ¿sí? Sabes que me puedes llamar si realmente quieres saber sobre Erika. No tendré problemas en contarte los detalles, pero, por ahora, es mejor que te mantengas a distancia—exhalé buscando su mirada ónix. El hombre frunció su mandíbula y bufó negando con su cabeza. Siempre lo irritaba que estuviese del lado de su malcriado hijo. No hubo réplica, sólo se volteó desapareciendo de a poco a lo largo del lúgubre pasillo.

 

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Era tarde, quizás el reloj rondaba cerca de las tres de la madrugada cuando llegamos a la dirección de Kaolu. Con parsimonia me quité el casco y me  bajé de la moto como si quisiese retardar lo máximo aquel tiempo.

 

—. Gracias por traerme—dije mirándolo de frente mientras le tendía el único casco que andaba trayendo esta vez.

 

—Sé que estuvo pésimo lo que pasó con mi papá, pero me emputa tanto que haga cosas como si nada hubiese pasado. Es tan enfermizo—hice una mueca de medio lado. De cierta forma tenía razón, pero la verdad el pasado con él ya ni me inquietaba.

 

—Ya no me afecta. Sé que lo pasé mal, pero el pasado es sólo eso—suspiré—. Sabía que si le avisaba a tú padre sobre la bebé vendría con Yutaka. Después de todo Tanabe tenía razón, en realidad yo no quería tanto a Yuu. Míralo a él, siempre detrás a pesar que perpetuamente fue visto como el segundo. Y, en la actualidad, las cosas no han cambiado mucho; tú padre sigue ignorándolo—Akira bosquejó una carcajada y me miró aliviado con sus facciones suavizadas.

 

—Qué bueno oírlo de tu boca—sus ojos pardos se deslizaron de mis ojos a mis labios e inconscientemente mis mejillas se sonrojaron recordando aquel momento, aquel beso que distorsionó y volcó todo dentro de mi cabeza—; es bueno oír que toda esa mierda no significa nada ahora—dijo retrocediendo en su moto antes de volver a encenderla. Se marcharía.

 

—Akira, te avisaré cuando tenga noticias de mi hermana—negó.

 

—Hablé con Kathy. Le di mi número. Le dije que me tuviera al tanto y que estaría pendiente— inevitablemente lo miré triste y no supe que decirle—. No tienes que llamarme ni ir a buscarme porque estaré atento. La promesa de aquel día fue real. No te molestaré más y cumpliré mi promesa de ser un buen padre—tragué duro oyendo como encendía su vehículo.

 

—Pero—esbocé sin aliento creyendo que el rubio no me escucharía, mas éste lo hizo y me miró—... yo creí que aún podríamos ser amigos—le dije junto a una sonrisa afligida viendo como negaba.

 

—Eso no es lo que yo quiero y lo sabes—miré el suelo tragando duro—. Además, parece que tienes un enamorado por ahí—alcé la vista para negar aquello porque, en realidad no había un tercero—… Y está bien, mientras no sea el bastardo de mi padre—terminó sonriéndome sincero y con ello, echó  andar su moto. Bajó la visera de su casco emprendiendo marcha sin un: “Nos vemos” que me diera un implícito positivo que, aun así nos volveríamos a encontrar.

Notas finales:

Hola, ¿cómo están?

Como leyeron, esta es la tercera parte y final de este extenso capítulo. Esta parte fue una bomba. Sólo les queda a ustedes desglosarla y analizarla. Espero que les haya gustado. C:

El siguiente capítulo narrará Reita. (Posiblemente ese sea el último capítulo en el cual narre este personaje).

Un beso.

 


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