— Vitya, aléjate de la ventana. —torcí la boca, esta ventana era mi única distracción.
— Viktor, obedece.
Me separe de la ventana, molesto, mi casa era tan aburrida que mi única opción quedaba siendo ver los copos de nieve que se amontonaban. Lo peor era que como aquí en Rusia está helando, no me dejaban salir muy a menudo, y como nos mudamos a Norilsk hace todavía más frío. Es toda una maravilla.
Cuando estábamos en San Petersburgo y mis padres tomaron la decisión de mudarnos, me emocioné, creí que iríamos a alguna ciudad como Moscú o Krasnodar (con eso de que mamá se la pasaba elogiando esos lugares) pero en vez de eso, vinimos a dar a una de las ciudades más frías del país.
Me senté en el sillón color vino de la sala, prendí la televisión con la esperanza de que no me reclamaran por ello.
— Apaga eso, Viktor, este es un momento familiar.
— Déjalo ver televisión, Sergei. —pidió mi mamá. A pesar de eso, el reclamo siguió.
— No, Lyuda, debe aprender a obedecer. No quiero que se descarrile.
La apagué, de todos modos no había nada que ver.
Los momentos "familiares" consistían en estar los tres en la sala, en silencio y "disfrutando" de la presencia del otro. No es que no me gustará estar con mi familia, pero nunca hablábamos mucho y resultaba siendo incómodo.
El teléfono de la casa comenzó a sonar y papá fue a contestar. Cuando regreso, sentí el alivio.
— Yakov vendrá en breve. —mamá asintió.
Yakov era muy amigo de papá y me agradaba mucho, solía ayudarme en situaciones complicadas como ahora. A Yakov no le gustaba quedarse encerrado en medio de una visita, lo que significaba que saldríamos a pasear. Estaba a salvo por hoy.
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Para mi sorpresa, Norilsk no era tan malo como pensé, era hasta bonito si te detenías a ver. Ya llevábamos un buen rato caminando, deteniéndonos en las tiendas donde mamá veía algo que quería comprar para la casa o para ella.
— ¿Y cómo te va con Lilia, Yakov?
— Pues ya no se siente como al principio de nuestro matrimonio, pero no me quejo.
Mientras ellos hablaban de sí duraría su matrimonio con Lilia o no, llegamos a un mercado. Estaban vendiendo joyería artesanal, ropa y comida. Me adelanté un poquito para ver más, me fijé en una muchacha alta y de cabello rubio, tenía las mejillas rosadas (supongo que por el frío). Estaba vendiendo comida en su pequeño puesto de carpa rosa.
—Vitya —me llamo Yakov, tocando mi hombro—, ¿quieres Smokva? —caminamos al puesto de carpa rosa.
La chica vendedora nos sonrió.
— ¿Qué gustan llevar? —su voz era pequeña y delicada, dulzona.
— Seryoga, ¿vas a comprar algo? —le preguntó a papá, quien negó con la cabeza,
La que si compro algo fue mamá, ella pidió Pastila, Yakov blinis y yo el Smokva. Esperábamos a terminar los postres para tirar la basura y reanudar la caminata.
— ¡Ahí está la anormal!
Di un pequeño salto por el susto, ¿quién gritaba tanto? voltee al creciente escándalo. Vi a un trío de chicos con una muy mala cara y apuntando a la vendedora que nos había atendido. Vi a esa misma vendedora poner una cara de espanto y comenzar a temblar. La vi tratando de alejarse. Escuché a esos chicos gritar más cosas y correr hacía ella, y también escuché a las personas de nuestro al rededor murmurar de la vendedora rubia.
— Por dios —susurró mamá y llevarse una mano a la boca— Vitya, deja de comerte eso.
No reaccione, no estaba entendiendo que sucedía del todo, pero antes de preguntar, mamá me quito el Smokva de las manos. Luego ella también tiró su postre. Yakov fue el único que se quedo con sus blinis.
— Que asco, seguramente quería enfermamos con esa comida. —papá hizo caras de asco, una tras otra.
Se escuchó mucho ruido. Gritos especialmente. Caminamos hasta el lugar.
— Mila, no hace falta que vayamos a ver eso. —dijo Yakov.
— ¡Claro que sí! es buena oportunidad para enseñarle valores a Vitya, ¿o no, Sergei?
— Estoy de acuerdo con Lyuda, Yakov, Viktor debe aprender a ver que es bueno y malo para él. —No hable en el camino, quizá pensando en mi Smokva caído o el por qué acusaban a la chica que vendía en la carpa rosa.
Cuando llegamos, me volví a asustar. Mis padres solían decirle que lo malo era lo que nos dañaba, lo que dañaba a otros. Por eso me era confuso que nadie dijera nada de...eso.
Los chicos que habían llegado contra la vendedora, ahora estaban encima de ella, estaban lastimandola y parecían divertirse haciéndolo.
— ¡Por desviada y asquerosa!
— ¿Ves a esa chica, Vitya? —me murmuro mamá, señalando la escena. Asentí.— ella está enferma y nos contagiaría si alguien no la detenía, ¿comprendes, amor?
Observe los ojos de mi madre por segundos, buscando en sus ojos azules algo para decir que estaba bromeando.
Pero no, había total seriedad. Yakov suspiro.
—Nunca debes acercarte a ellos, Vitya.
Los gritos de la chica que buscaba ayuda me mareaban un poco y a la vez sentía lástima por ella, por esperar algo que no vendría.
Ahora me pregunto si terminaré como ella en algún momento.