Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Recuperado. por PinketDiana

[Reviews - 9]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

♥            ¡Advertencia! Como ya sabeis, trata temas delicados. 

 

Gracias por leer. 

Empieza lentamente.

 

La primera vez es cuando él quiere entrar al equipo de fútbol de la escuela. Está emocionado, dando saltos por todo el campus mientras espera a que llegue su turno para la prueba, porque él ha practicado desde que tiene seis años, y ahora, con doce años no hay otra cosa que quiera más en el mundo que entrar en el equipo de fútbol.

Su entrenador es robusto, alto y con el pelo encrespado, en una maraña negra que es difícil de dejar de mirar. Naruto sacude su cabeza mientras escucha a su futuro –espera- entrenador que dé un paso al frente, justo a la mitad del campo. No le pregunta cómo se llama, pero está bien, porque el rubio está tan nervioso que posiblemente se podría olvidar hasta de su propio nombre. Le dice que corra hasta la otra punta del campo, donde se encuentra la portería y también algunos de los balones que los del curso siguiente han estado usando la hora anterior. La voz de su entrenador se escucha lejana ahora, pero aún así Naruto puede escuchar claramente como éste le dice que vuelva de nuevo. Así tres veces.

Y aunque está sudoroso y apenas llega el aire a sus pulmones, se encuentra feliz de alguna manera. Quizás vaya a entrar verdaderamente al equipo. Quizás pueda jugar al fútbol.

El siguiente ejercicio, por alguna razón, es golpear la pelota una y otra vez. Y Naruto está tan concentrado que cuando el entrenador empieza a hablar de coordinación y otras cosas que Naruto realmente no escucha, ni siquiera puede prestar atención. Pero aún así da todo lo que tiene, y empieza a hacer cada ejercicio que el entrenador manda.

Corre, salta, golpea, chuta, e incluso tiene que ponerse de portero por más de veinte minutos para ver si vale para ello.

Cuando todo acaba, Naruto quiere tumbarse en el césped y dormir hasta el día siguiente, porque está tan cansado que apenas y puede respirar. O pensar. O hablar.

Pero es entonces cuando las palabras le golpean.

—Lo siento mucho. Tienes bastante  resistencia, pero tus piernas son demasiado anchas. Podrías correr mucho más si fuesen más delgadas. —Las palabras del entrenador se quedan en el aire durante un tiempo, sin que nadie diga nada más. Y Naruto, con su cabeza palpitando, simplemente asiente, a pesar de que el entrenador le ha dicho que de igual manera mañana debería mirar la lista para ver si ha sido convocado.  Se va a los vestuarios y es entonces cuando un chico –Naruto está seguro de que es el capitán- empieza a hablar.

—No era tanto por las piernas, creo. Era más por sus dedos… son demasiado rechonchitos para ponerlo de portero. — Y de verdad que Naruto tiene que salir de allí, porque todo se le está echando encima.

Tiene ganas de llorar, pero no lo hace, sólo sigue intentando salir del vestuario con paso recto, la cabeza alta y sus manos apretadas en puños de pura frustración. Cuando llega a casa se promete a sí mismo que se va a demostrar a sí mismo que todos están equivocados. Él se va a esforzar todo lo que pueda. Él va a practicar tanto tiempo como pueda.

Y con el tiempo, unos meses más tarde, finalmente está en el equipo.

Empieza como suplente, jugando en algún que otro partido, pero para la segunda temporada, ya es un fichaje fijo y juega en la mayoría de partidos.

Pero no importa el tiempo que pase, o que ya sea parte del equipo. Cada vez que se mira al espejo, solo ve sus piernas demasiado gordas y sus dedos tan, tan rechonchos.

 

(…)

 

Cuando Naruto tiene dieciséis años, finalmente ha crecido. Tanto que hasta su padre dice que ha superado la altura que él tenía a su edad. Ya no tiene mejillas de bebé –aunque tiene esas marcas que él ha empezado a detestar años atrás-, y su cuerpo finalmente está formado. Más músculo que otra cosa. Es delgado y eso está genial.

A excepción de sus dedos y sus piernas.

Es horrible porque él puede ocultar las piernas debajo de unos pantalones largos –usualmente negros-, ocultar su estómago con camisetas anchas y chaquetas de gran tamaño, pero no puede esconder sus puñeteros dedos. Sus dedos rechonchos.  Está atrapado con ellos, junto con sus piernas. Y claro que él hace todo lo que puede para ocultarse. Ropa ancha y larga. Los puños de las mangas ocultando sus manos y nunca, nunca, ponerse el uniforme de verano, incluso si eso significa sudar demasiado durante los entrenamientos.

Pero cuando está con el ordenador, jugando o haciendo alguna otra cosa, no puede evitar quedarse mirando sus dedos durante varios minutos, con una expresión de desagrado digna de una fotografía. Y no importa cuánto él quiera evitar eso, porque aún así, ocurre muy frecuentemente.

Igual que mirarse al espejo, tan solo en ropa interior, y quedarse mirando sus piernas con una mueca de repulsión total. Y de nuevo, no importa cuánto quiera esquivar esos pensamientos, porque siempre están allí. Es como un imán del que no puede escapar.

Un pensamiento horrible y repetitivo en su cabeza.

Claro que al principio no se preocupa particularmente por su peso, no es como si estuviese gordo, él sabe que está en su peso saludable y está bastante fuerte, pero quizás, si él bajase unos kilos, esa grasa de las piernas y de los dedos, esa que sobra –¡sobra tanto!- desaparecerá. Quizás entonces no se verá tan desagradable. Quizás deje de poner esa expresión de asco cada vez que se ve.

Así que lo hace.

Come sano y empieza a hacer dieta. Deja la comida chatarra de lado y empieza una dieta variada.

Funciona. Más o menos.

Su cuerpo se ve mejor, incluso. Su estómago se tonifica un poco, se siente mucho más sano y lo agradece. Recibe elogios de sus compañeros de equipo, de sus amigos e incluso de algunos familiares. Se ve más delgado, más tonificado, más saludable.

Pero nadie dice nada acerca de sus piernas y sus dedos.

Todavía tienen tanta grasa como antes.

Y lo odia.

Empieza a odiarlo demasiado.

 

()

 

Tiene diecisiete años, casi dieciocho, cuando besa a un chico por primera vez. Es nuevo, extraño, pero se siente bien. No es un gran problema, de verdad que no, porque él siempre ha estado cómodo con su sexualidad. Nunca se ha fijado demasiado en las chicas, nunca ha estado interesado en escotes que muestren demasiado y faldas cortas. Y está bien.

Vale, es solo por un estúpido reto de “la botella”, pero aún así el chico, ¿Lenni? ¿Lon-algo?, ha sido delicado, y besa bastante bien. Por lo que cuando desaparece escaleras arriba con otro chico dos horas y media después, él siente que eso sí es un problema. Esa es la primera vez, posiblemente, que conoce lo que son los ‘celos’. Y no le gustan para nada. Porque de alguna manera, viene con la pesada sensación de que él no es suficiente. No para ese chico. No para nadie. No para sí mismo.

Y aún come sano, y ha perdido más peso que durante todo el año pasado, pero en algún momento se detuvo y empezó a tambalearse. Pero estaba bien. Porque él estaba delgado, y entrenaba cinco días a la semana y todo… ¿estaba bien?

Ahora quiere que inicie de nuevo, se dice, mientras está en el rellano de la entrada, mordiendo su lengua y su cabeza dando vueltas, sin poder apartar la mirada de sus piernas, de sus dedos, de cualquier parte que está demasiado mal en él. Que ahora mismo es todo.

Cuando llega esa noche a casa, a las cuatro menos cuarto de la madrugada, abre su ordenador y sin duda alguna escribe “cómo perder peso”, y coge la libreta que tiene al lado –quizás sea de clase, pero no le importa- y escribe todo lo que piensa que le puede resultar útil.

Decide que comerá 1.200 calorías al día, y aunque es difícil al principio, con agua y refrescos ‘de dieta’ se le hace mucho más fácil. Y prácticamente, después de dos semanas y pocos días, su estómago no hace ruido alguno y cada vez es más sencillo saltarse las comidas. Va perdiendo más peso que anteriormente y todo va muy bien.

Hasta que meses después, todo se detiene. Por más que haga, no pierde más peso. Solo se mantiene.

Y claro, él ha leído de eso. Es como encontrarse en un terreno plano, para que luego siga llegando el descenso. Es como una advertencia, o un descanso que su propio cuerpo le está pidiendo. (Ha leído todo eso en internet, pero no le dio demasiada importancia por lo que no lo apuntó en el cuaderno). También sabe que eso va a pasar pronto y que en algún punto va a seguir perdiendo peso. Pero necesita que eso pase rápido, porque empieza la Universidad en poco más de un mes, y para entonces, él no quiere unas piernas gordas y unos dedos rechonchos. No. Él quiere estar bien. Quiere estar delgado. Quiere entrar en el equipo de fútbol de la Universidad y poder ser feliz sin preguntarse si está engordando de nuevo.

Así que, de alguna manera, con lágrimas de impotencia corriendo por su cara, y abrazándose a sí mismo con miedo de no ser suficiente, decide que 1.200 calorías no son suficientes. Así que él mismo se baja esa cantidad a 1.000. Las carnes rojas, mayormente, quedan totalmente suprimidas.

Su cerebro no deja de repetir que eso está mal. Que algo está empezando a ir realmente mal. Porque lo mínimo que una persona debe comer es alrededor de 1.500 a 1.200 calorías, y que una cantidad por debajo de esa puede ser verdaderamente peligroso. Y él lo sabe. Naruto es plenamente consciente. Pero aún así lo hace.

“Solo va a ser hasta que empiece la Universidad”—Se dice, sin apartar la mirada del espejo. — “Solo hasta entonces”.

Después de una semana, puede contar casi diez veces que se ha mareado.

Pero está bien.

Porque se está quedando más delgado, y entonces, quizás sea suficiente. Para sus padres. Para el equipo. Para la Universidad. Para los nuevos amigos. Para sí mismo.

Para no sentir esa inseguridad que se lo estaba comiendo vivo… nunca más.

(…)

El tercer día, conoce a Sasuke, quien vive a dos habitaciones contiguas a la suya. Y bueno… Sasuke es Sasuke. No hay otra forma de describirlo.

Se lo encontró en mitad del pasillo, cada uno caminando hacia su habitación. Sasuke era un curso mayor que él, y de alguna manera accedió a darle clases de la asignatura que compartían.

—Eres un Usuratonkachi.—Había dicho, con un suspiro de resignación, pero después de tanta insistencia -y Naruto está seguro de que su cara de ‘cachorrito perdido’ también ayudó algo, pero nunca lo dirá en voz alta-, Sasuke accede a darle una clase semanal. Así que después de un mes, van juntos a clase, se pasan notas y comparten todo tipo de ‘trucos de estudio’, como a Naruto le gusta llamarlo.

Y de alguna manera, tres meses después, eso pasa a una amistad  real. Quedan la mayoría de las tardes en la habitación de alguno, ven películas juntos,  juegan a videojuegos e incluso Sasuke le enseña a Naruto cómo tocar el piano. Al principio, Naruto es reacio a esto, porque, bueno, él tiene unos dedos demasiado gordos, pero en el segundo día de ello, un veinte de abril, ambos sentados frente al piano de Sasuke, éste susurró a Naruto:

—Me gustan tus dedos. Son suaves y agradables al tacto del piano. Si quisieras aprender, serías realmente bueno. —Y si su estómago hace algo extraño, si sus mejillas se pinta con pequeños tonos de rojo y se siente un poco menos inseguro, Sasuke no tiene que saberlo.

Y gracias a eso, con las palabras de Sasuke en su cabeza, el segundo año se apunta a las pruebas del equipo de fútbol.

Pero aún sigue llevando ropa ancha.

(…)

Naruto ha estado pensando últimamente qué sería besar a Sasuke. Cómo se sentiría. A qué sabría. Si sería tan mágico o increíble cómo él mismo se lo imagina. Quiere que sea así.

Así que cuando Sasuke lo invita un viernes por la noche a hacer un ‘maratón de películas de miedo’, Naruto dice que sí. Preparan la comida y los aperitivos, ponen a su lado al menos cinco películas, y se sientan en la gran cama de Sasuke, ambos completamente pegados, hombro con hombro, y tapados con la fina sábana de color oscuro del mayor.

Naruto no puede decir quien empezó, por mucho que intente recordar la escena, no puede. Pero es el final de la primera película, y ellos se están besando. Es suave, dulce y apenas dura unos pocos segundos. Pero está pasando. Y es tal y como Naruto lleva imaginándoselo por meses. Produce fuegos artificiales en su estómago, hace que su piel sienta un hormigueo agradable y el rubio no puede ser más feliz. Él es consciente de su sonrisa amplia y brillante cuando mira a Sasuke con esperanza en su mirada. Y éste le sonríe de vuelta -solo unos segundos porque es un Uchiha, eso es algo que ha aprendido en todo este año- , y de nuevo, ambos terminan en la cama, recostados, acurrucados y mirando la tercera película.

 

Con las piernas entrelazadas con las de Sasuke, y su brazo alrededor de sus hombros, con sus besos dulces en su frente y en su cabeza, Naruto se siente pequeño, seguro y querido. Y aunque el pensamiento de que no es suficiente, sigue latiendo en su pecho, pero durante unos segundos, al menos, sale de su cabeza. 

 

Notas finales:

Este es el inicio, como va empeorando, hasta que finalmente, llega a un punto muerto. 

En la próxima parte veremos el declive final, y cómo entiende que él necesita ayuda y que eso no está bien. Nada lo está.

¡Espero que os haya gustado! ♥ Nos vemos muy pronto. 

 

P.D: Realmente me gustaría haber expresado bien los sentimientos de Naruto, porque es un tema que es bastante personal y que por desgracia, muchas personas -a escalas mayores o menores- lidian con ello. 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).