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La Belle Et La Bete por Ale Moriarty

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Notas del fanfic:

Advertencias: Posible Ooc. Adaptación de un cuento de hadas muy reconocido. FairyTale AU.


Anime/Manga: Daiya no Ace


Pareja: RyoKura (Ryousuke x Kuramochi) & MiSawa (Miyuki x Sawamura)


Palabras: 7,035 –OS-

Notas del capitulo:

Notas: Versión 2.0 de mi idea original, esta vez los papeles se invertirán y la bestia será Kuramochi. De igual forma espero que esta versión también guste, esta pareja es mi favorita del anime. Este reto fue hecho por Millenium, Laura & yo.


Película de Disney usada en la adaptación: La bella y la bestia

La Belle Et La Bete

[Él era una bestia bondadosa y pura pero aun así era odiado por su exterior. Y él era un humano completamente hermoso que detestaba ser amado por su apariencia por lo que su corazón se oscureció. Estás dos criaturas completamente opuestas un día cruzaron caminos. En un mundo donde las apariencias son lo único importante ¿qué es una bestia en realidad? ¿Y qué es la fealdad y la belleza?]

En los viejos cuentos siempre se ha dicho que las bestias son seres oscuros, malvados, quienes odian y devoran humanos. Criaturas que han nacido en este mundo para traer dolor y sufrimiento a cualquier ser vivo. Por el contrario, se afirma que las personas hermosas son una bendición del Cielo y poseen una bondad que se iguala a la de los ángeles.

Es por ese motivo que una persona bella y una bestia jamás pueden estar juntos… porque son como el agua y el fuego, el blanco y el negro, la pureza y lo enfermizo, el Cielo y el Infierno.

Un mundo donde las apariencias juegan un papel importante en cómo eres percibido y juzgado. En esa clase de planeta es donde vivía Kuramochi Youichi, un ser marginado por aquellos que se consideraban humanos.

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

Este ser nació en un día cálido, donde los pájaros cantaban con alegría y su madre se ocultaba en el bosque debido a su pecado. Ella se había enamorado de una bestia y había sucumbido a su amor por él, aquello conllevó a que engendrará a un niño mitad bestia.

Youichi tenía la apariencia de un humano pero poseía orejas de gato que eran del mismo color verdoso de su cabello, una larga cola, uñas y dientes tan afilados como la espada de un samurái y unos ojos de estilo gatuno.

Aun si todos los aldeanos consideraban a su hijo como un monstruo para su madre era el ser vivo más hermoso del mundo. Estaba hecho con amor y se parecía a aquella bestia gatuna de la que se había enamorado profundamente.

Kuramochi creció aislado de la gente, su progenitora por miedo a que fuera asesinado por la ignorancia de los pueblerinos decidió vivir en una pequeña cabaña que su amada bestia le ayudó a construir. Youichi se hizo amigo de las criaturas del bosque desarrollando una sensibilidad y bondad que no fue manchada por los prejuicios humanos. Pero, en el fondo de su corazón… deseaba conocer a aquellas criaturas que eran iguales a su madre, aquellos seres que miraba a la lejanía desde el árbol más grande del bosque.

Aquellos humanos que le producían demasiada curiosidad.

“Nunca debes de acercarte a otros humanos, te lastimarán Youichi”

Y con esas palabras su madre siempre le asustaba por lo que el chico reprimía sus deseos egoístas de ver más allá del bosque.

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Ryousuke Kominato fue bendecido con muchos dones que lo hacían “perfecto” ante los ojos de los habitantes del reino. Una belleza andrógina que flechaba los corazones de todos los que posaban sus ojos en él. Incluso su hermano menor quien era una copia casi idéntica de su persona, no competía con su encanto hechizante.

Era alabado, amado y malcriado por cada una de las personas, por lo que desarrolló una personalidad torcida. Se hartó de aquellos que le creían delicado y solo se fijaban en su apariencia así que decidió convertirse en un humano odioso.

Se hizo sarcástico, egoísta, manipulador y más fuerte que los demás. No dejaría que alguien le dijera qué clase de persona debía de ser solo por haber nacido de tal forma. A pesar de intentar ser la más persona más horrible, aquellos ciudadanos a los cuales solo les importaba el físico jamás dejaron de llamarle la belleza del reino.

Ryousuke se resignó y se amargó la vida decidiendo alejar a cualquiera que dijera que le amaba, porque no tenía sentido ser amado por su exterior… si nadie aceptaba su verdadero yo.

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Un frío día de invierno Kuramochi sufrió uno de los mayores dolores que su pequeño corazón de bestia soportó. Su madre enfermó.

Los pequeños espíritus del bosque buscaron cualquier hierba medicinal que fuera de ayuda, pero al final nada fue suficiente, la mujer falleció en los brazos de aquella quimera por la cual había renunciado a su especie.

El pequeño corazón de Youichi se rompió al ver como su padre, quién siempre le pareció el más fuerte, sollozaba y gemía como un animal moribundo. Las lágrimas brotaron de sus ojos como la cascada que fluía hermosamente en el río y por primera vez descubrió lo que era la tristeza.

Ese día Kuramochi pensó que tal vez de esa forma se sentían las flores a las cuales los humanos le arrancaban sus pétalos como si fuera algo nimio. La Muerte le había arrebatado el único contacto humano que Dios le regaló.

 

 

El tiempo pasó y su padre disminuyó sus visitas, aquella cabaña que edificó junto al amor de su vida ahora era un objeto de pesar, aquel hijo que era fruto de su pasión le recordaba lo que le hacía falta, por lo que dentro del corazón de ese “monstruo” todo se fue marchitando lentamente.

Los seres mágicos del bosque ayudaron a enterrar a su madre cerca del río, ya que ese era su lugar favorito. Le hicieron un altar con piedras brillantes y miles de flores coloridas. Kuramochi saboreó la soledad por primera vez pero, aprendió a levantarse por sus propias garras.

Youichi se percataba que con el pasar de los días las flores que más abundaban eran los crisantemos morados que su padre dejaba, junto a las hendiduras en la tumba producto de la tonelada de lágrimas que expulsaba día a día.

Y entonces un día, casi en su cumpleaños número 16... La Muerte volvió a ser su invitada y encontró el enorme cuerpo sin vida de aquella quimera de pelaje verde.

“¿Se puede morir de tristeza? ¿Se muere de amor? ¿Se muere de soledad? ¿Tendré el mismo final?” se preguntó afligido y lloró, y lloró… y lloró hasta que su pecho dolió y perdió el conocimiento.

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Ryousuke recibía propuestas de matrimonio cada día, incluso se las ingeniaba para rechazar a los pretendientes de la forma más despiadada. Ya ni les preguntaba a las personas por qué le amaban, él sabía la respuesta:

Eres hermoso.

Y de esa forma su corazón humano se fue pudriendo hasta tornarse negro, aquello solo se curaría con el tan aclamado amor verdadero que te enseñaban en historias antiguas.

La magia más poderosa que hay en este mundo. El poder que cura lo incurable.

— Que tontería más grande—se mofaba el bello humano de cabellos rosas, jurando que jamás sucumbiría en una cosa tan ficticia.

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La vida de Kuramochi tenía días de paz, sus mejores amigos eran dos yokais que crecieron a su lado, un Tanuki muy burlón y egocéntrico y un Inugami algo torpe y demasiado enérgico. Los nombres que poseían les fueron otorgados por la madre de Youichi, eran Miyuki Kazuya y Sawamura Eijun, respectivamente.

— No entiendo tu obsesión por los humanos, Kuramochi… son realmente aburridos— se quejaba eternamente el pequeño mapache, Kazuya prefería adoptar esa forma ya que a Eijun le parecía tierna.

— Y yo tampoco entiendo tu obsesión por Sawamura, estamos a mano—contratacaba la bestia con audacia.

— E-E-Eso…

—Sí, eso creí…—se burlaba Kuramochi mostrando sus afilados colmillos.

Desde la copa del árbol más alto del bosque él los observaba, caminando, charlando, sonriendo, riendo… enamorándose.

Y entre todos los peculiares humanos que capturaban el interés del felino… existía uno en especial, uno que tenía la sonrisa más encantadora, las facciones más hermosas, el cabello más reluciente, la complexión más perfecta y el cual reflejaba lo que era la belleza en cada sentido de la palabra.

— Es perfecto—suspiraba sobre las fuertes ramas, arrullándose con la simple vista de aquel humano—Me pregunto ¿cuál será su nombre?

— ¿Por qué te interesa Kuramochi? ¿Una bestia enamorada de un humano? ¿Quieres ser como tu mamá? —y Miyuki no comprendía lo que sutileza significaba.

— ¡Eres un maldito! ¡No entiendo como Sawamura se enamoró de un imbécil como tú!

— Es porque soy lo mejor que hay en este bosque

— Eres lo peor…—suspiraba cansada la bestia, volviendo a ver como Ryousuke sonreía cuando estaba con su pequeño hermano. Debía de sentirse cálido tener aun a tu familia.

— Kuramochi-senpai… si tanto te gusta ese humano deberías de cortejarlo, se nota que es popular—aparecía entre las hojas el Inugami con su apariencia humana-dios, un chico de ojos dorados brillantes, cabello castaño, orejas y cola esponjosas y unas garras algo más cortas a comparación de las de Youichi, vestía ropas blancas similares a las de una sacerdotisa.

—Para ustedes es sencillo, pueden cambiar su apariencia porque son criaturas mágicas totalmente puras… pero yo, solo soy mitad bestia y tendré esta apariencia hasta que muera… los humanos me consideran un monstruo, nadie se acerca a este bosque por temor.

— Ellos son ignorantes y estúpidos, eso es todo… no entiendo tu cariño por criaturas tan insípidas y prejuiciosas… estás mejor sin ellos—comentaba enfadado el mapache transformando su pequeño cuerpo, ahora tenía apariencia de humano al igual que Sawamura aunque sus orejas y cola eran mucho más esponjosas y una pequeña hoja verde adornaba su cabello castaño, junto a unas gafas.

— Al final tienes razón Miyuki… ¿quién se enamoraría de una bestia como yo? No soy una criatura mágica y no soy humano… tal vez solo vine a este mundo para no ser amado nunca.

—Senpai…—comentaba Eijun con voz lastimera, viendo como el felino bajaba con habilidad del árbol y se esfumaba a su cabaña.

— Es tan sensible…—rechistaba el Tanuki

— ¡Y tú eres un idiota, ya no te amo! ¡Eres insensible Miyuki Kazuya! ¡No me hables!

— ¡Eijun espera!

— ¡Y no me digas por ese nombre, para ti soy Sawamura Eijun el Inugami del bosque del reino de Seidou!

— ¡Estás idiota si crees que diré todo ese nombre!

— ¡Ahora soy un idiota!

— ¡Desde que naciste lo has sido!

— ¡Bastardo!

— ¡Tú lo eres más!

Y aquellos enamorados reforzaban su cariño a base de insultos que los humanos catalogarían de infantiles. Pero Sawamura había pensado en un plan. Quería ver a Youichi feliz a cualquier costo.

Él también merecía conocer el verdadero amor.

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Entonces un caluroso día el Inugami decidió tomar forma de cachorro y al haber dejado al mapache de su novio tomando una siesta, puso en marcha aquel plan del que tanto se jactaba en su mente.

Se marchó a la ciudad y fue directo a la gran casa de los Kominato. Atraería a aquel humano hermoso al bosque y haría que se topara con su senpai, entonces se mirarían y enamorarían al instante, de esa forma Youichi no se volvería a sentir solo nunca más. TODO ERA PERFECTO (al menos en la mente del Inugami).

Cuando llego a la vistosa casa se percató de que Ryousuke había rechazado a otra muchacha de manera grosera, esta vez optó por tirarle a las gallinas (quienes parecían perros entrenados para asesinar). La risa malvada del peli rosa le provoco escalofríos al canino. Tenía un presentimiento, ese chico de apariencia bella parecía tener un lado muy sombrío.

¿De verdad le gusta a Kuramochi-senpai?” se cuestionaba seriamente mirando desde el portón como la chica huía con las aves picoteando sus talones. Sawamura sintió lástima por aquella fémina que corría despavorida.

— Mira Nii-san… eso es un ¿perro? —Haruichi, el hermano menor, señalo a Eijun y este soltó un ladrido asustado.

— ¿Qué hace esa pequeña cosa peluda en nuestra casa? ¿A quién mierda se le perdió? —y entonces ese humano de apariencia frágil mostró su verdadera esencia, impactando al cachorro de raza Akita.

Eijun pensaba que sería una mejor idea abortar la misión y que Youichi viviera de sus fantasías donde esa criatura agraciada era buena, porque la realidad era totalmente tétrica.

— Que cachorro tan… interesante—decía desdeñosamente el mayor de los hermanos tomando a Eijun entre sus brazos cuando este estaba hundido en sus pensamientos.

El Dios perro se alteró y comenzó a ladrar desesperadamente, sentía el aura negativa de Ryousuke y comenzó a temerle, entonces hizo lo impensable y mordió suavemente la mano que lo sostenía. El peli rosa lo soltó después de un quejido, el Inugami cayó al suelo y se preparó para correr lo más rápido que sus patas se lo permitieron.

Hubo un pequeño lapso de segundos hasta que Ryousuke reaccionó, incapaz de creer que ese pequeño perro peludo se hubiera atrevido a herirlo. Lo torturaría, le haría llorar y se vengaría.

— ¡No lo persigas! ¡Es el bosque de Seidou! ¡Es peligroso! ¡Nii-san!

Pero ya había sido demasiado tarde, Ryousuke solo tenía en mente jalarle las mejillas a ese Akita hasta desfigurarle su linda carita.

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Kazuya había buscado a su novio por los lugares que frecuentaba pero no daba con él. Entro en tanto pánico que fue a pedirle ayuda a Youichi. El felino hablaba con cada uno de los seres mágicos y animales que habitaban el bosque de Seidou.

Algunos le temían, otros le respetaban, muchos lo querían y unos pocos le odiaban, entre los últimos se encontraban los kitsunes, sobre todo el que gobernaba a todos ellos y el cual era el más sabio… el de nueve colas.

Después de preguntarle al Kumakami o Dios oso, llamado Furuya Satoru (quien también fue nombrado por su madre) se dio cuenta que el pequeño Eijun no estaba en el bosque y comenzó a tener pavor.

¿Y si algún humano lo había robado creyendo que era un perro común y corriente? ¿Y si se lo comieron? ¿Y si lo mataron?

— ¡Tengo que salvarlo!

Tras esa afirmación escuchó un pequeño chillido que reconoció como el de Sawamura y se apresuró a llegar al lugar de donde provenía el ruido.

Llegó al centro del bosque y vio como Eijun estaba transformado en un pequeño cachorro de Akita y a su lado estaba el humano que tanto acosaba desde lo alto de los árboles. Estaban rodeados de kitsunes que les miraban disgustados.

— ¡Es un humano!

— ¡¿Qué haces aquí? ¿Quieres ser devorado?!

— ¡Es ese maldito Inugami devórenlo!

— ¡Vas a morir!

Los zorros gruñían y reían al ver el pánico reflejado en los ojos de Eijun. Ryosuke por el contrario miraba tranquilo a los pequeños animales que se burlaban de su suerte y le maldecían por su especie.

Kuramochi jadeo al ver a su “humano favorito” en semejante situación y dedujo rápidamente que tal vez esta era una “grandiosa idea” del estúpido perro que temblaba como un pandero. La bestia tragaba saliva y contenía las ganas de soltar un grito exasperado.

No quería que él lo viera. Le dolería ser rechazado y más si era por aquel ser humano al cual le había dado un afecto especial.

Clavó sus garras en la corteza de un árbol y sus dientes crujieron ante la tensión. Uno de sus mejores amigos estaba en peligro ¿era necesario toda esa clase de pensamientos?

Era un estúpido que vivía en una fantasía demasiado dulce, de cualquier modo nunca sería amado por un humano… y menos por uno que tenía la cualidad de ser bello.

Escuchó como un zorro chillaba y Sawamura gritaba asustado usando como escudo al peli rosa ya que se había ocultado detrás de él. Las risas de los kitsunes eran similares a las de las hienas.

— El perrito tiene miedo~

— ¿Vas a llorar para que ese estúpido mapache venga a salvar tu culo?

— ¿A qué hora nos cenaremos a este humano?

Seguían mofándose de la situación y Eijun se quedaba callado frente a las criaturas anaranjadas. Justo antes de que Kuramochi saltará al ataque escuchó un sonido aterciopelado que lo hechizó… era la risa de aquel humano.

Una risa que sonaba agria pero al mismo tiempo, dulce.

— ¿Qué es esto? Dejen de asustar al pobre perro, bola de zorros estúpidos…—mencionó el hombre con una amplia sonrisa que mostraba una faceta malévola, algunos de los kitsunes se estremecieron ante aquella vista, ese humano tenía un aura sombría— ¿Qué? ¿Les comió la lengua el gato? Solo son unos malditos animales rastreros… dejen de intimidar con palabras vacías y lárguense de una vez, tengo asuntos que solucionar con este maldito perro.

Youichi estaba tan impactado ante el contraste de la personalidad del peli rosa con su apariencia exterior, así que parpadeó varias veces, incrédulo de lo que presenciaba.

— ¡Humano ¿Cómo te atreves?! ¡Sufrirás las consecuencias!

— ¡Muere!

Y de entre los arbustos emergió la figura de Youichi soltando un zarpazo contra el zorro que se dispuso a atacar a Ryousuke.

Los ojos del humano (los cuales permanecían entrecerrados la mayor parte del tiempo) se abrieron en sorpresa al ver a la bestia que lo defendía. Las orejas verdes se movieron y su cola se sacudió frente a él, las garras tenían sangre goteando debido a la herida que le causo a ese zorro descortés.

— ¡Aléjense del humano, escorias!

Los kitsunes mostraron los dientes y su pelaje se erizó al ver como Kuramochi defendía a la criatura humana. Eran alrededor de 12 zorros los que los rodeaban y les miraban con furia y diversión.

— ¿Te crees muy valiente, maldito imperfecto? —le insultaban por su condición de bestia mitad humano.

Entonces la pelea inició con aquel sonido peculiar que aquellos kitsunes emitían, estos comenzaron a atacarlo en conjunto, se trepaban encima de él encajando sus colmillos en su piel, Youichi tenía algo más de fuerza y los jalaba de las colas lanzándolos contra las cortezas de los árboles, incluso ante los tirones que les propiciaba terminaba separando los dientes que aún permanecían hundidos en su carne.

Sonidos guturales salían de su boca producto del enojo, la desesperación y el dolor. El Kominato permanecía inmóvil mirando la escena frente a él, analizando a aquella bestia de la que todos en el pueblo cuchicheaban.

No era tan terrorífica como la describían en las noches de fogata.

Los alaridos de la bestia lo hicieron volver a la realidad y miro con el ceño fruncido a los patéticos zorros que se arrastraban y volvían a atacarlo con una rabia notoria. Ya se había hartado de aquellos animales.

Se despegó a Sawamura de su pierna ya que empezaban a calarle las garras que el pequeño can le clavaba en su tobillo y caminó hasta donde estaba Kuramochi gimoteando con los zorros que lo agredían sin descanso, uno tras otro, tras otro, tras otro, como alimañas, pensaba el Kominato.

Y entonces le dio una patada a uno de los zorros que estaba prendado del hombro de Kuramochi, el animal salió volando y gimoteó como animal desahuciado. La bestia mitad humana alzó la vista y miró como ese chico de hermosas facciones le sonreía levemente de lado.

— Debilucho…

Le murmuró dejando perplejo a la agotada bestia. Entonces como si fuera una película que pasa escenas en cámara lenta, aquel humano que parecía tan delicado como el vidrio comenzó a golpear hábilmente a cada zorro que se lanzaba contra él. Algunos terminaban con el hocico fracturado y otros ya no podían levantarse debido al dolor causado en sus estómagos.

Ryousuke aplastó sutilmente las colas de uno de los kitsunes que más le habían insultado, era el más peculiar de todos porque tenía nueve colas esponjosas adornándolo. Clamaba por el perdón y todos sus lacayos le veían petrificados.

— ¿A quién iban a comerse? —ante la pregunta las criaturas mágicas chillaron con miedo y Youichi solo pudo observar la espalda de aquel hombre mucho más pequeño que él. Era tan fuerte que estremecía a las montañas.

— ¡Piedad! —clamaba el zorro de varias colas lloriqueando bajo su pie, recibió una leve patada y salió volando hasta caer frente a los demás zorros malheridos.

— ¡Lárguense de aquí, sabandijas asquerosas!

Tras aquellos insultos los zorros se fueron con las colas entre las patas cargando a su líder en sus lomos.

El bello humano suspiró con fastidio y se giró para observar a la bestia que sangraba. Era demasiado peculiar. Parecía algo avergonzado ante su inutilidad durante la batalla. Sus garras estrujaban el barro del suelo, Ryousuke lo observo detenidamente y se acercó lentamente hasta quedar a unos centímetros de distancia.

Notó el intento de la bestia de querer huir pero su bajo gruñido lo delato. Estaba muy estropeado. Pobre bestia, pensaba el Kominato con lástima burlona.

— ¡Kuramochi-senpai! —ladraba asustado Sawamura al recibir una mirada llena de desdén del peli rosa.

— Kuramochi… ¿una bestia como tú tiene nombre? Qué atrayente—le sonreía como un demonio seductor.

— Youichi…—musitó el felino después de un largo silencio y agachó la cabeza al pronunciar su nombre, esperaba la risa, el desprecio, la negación de que una criatura como él poseyera algo que era completamente humano.

Youichi… eso suena mejor.

— ¿Cuál es tu nombre? —se atrevió a preguntar, alzando sus ojos y mirando al adonis directamente al rostro, volvió a ver aquella sonrisa que le detenía el corazón con el más ligero movimiento y contuvo el suspiro que amenazaba con salir de sus labios.

— Kominato Ryousuke… mi nombre es Ryousuke.

Ryousuke—saboreó el extraño nombre en su lengua, repitiéndolo en voz baja como si fuera un encantamiento, uno que había capturado su corazón. Sintió las delicadas manos (que habían rompido los huesos de los kitsunes) sostener su mentón con algo de fuerza.

— Eres demasiado familiar conmigo Youichi—se mofó suavemente con autoridad, como si fuese el rey que gobernaba la Tierra y exigiese algo de respeto.

—Ryo-san…

Y el demonio sonrió.

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El Inugami guío al humano a la pequeña cabaña de Kuramochi. La bestia estaba demasiado lastimada como para mantenerse en pie por sí solo. Estaba apoyado en aquel humano mucho más pequeño que él y la sangre que brotaba de sus heridas manchaba sus ropas.

Incluso teñido de rojo la belleza del humano resaltaba, de seguro sería algo digno de burla ver a una bestia y una persona bella caminando como iguales. Que vista tan desagradable para los demás, pensaba deprimido el felino.

Cuando entraron a su pequeña cabaña Kuramochi se alejó de Ryousuke como si su piel quemara y se tiro al suelo, respirando con dificultad debido al dolor que lo embargaba.

— ¿Eres la bestia de este bosque? El encargado de alejar a los humanos que intentan dañarlo ¿cierto? —preguntaba con tranquilidad Ryousuke mirando cada objeto que adornaba la acogedora casa de madera.

Solo recibió un “jum” afirmativo de parte del felino y siguió caminando en la pequeña habitación.

— ¡Humano! ¡Es de mala educación fisgonear la casa de otra persona! —regaño el yokai (escondido detrás de Youichi) con voz demandante.

— ¿Mala educación? — Volvió a sonreír lúgubremente el encantador humano—Eso me recuerda… tú y yo tenemos asuntos pendientes, perrito~

— Ryo-san… lamento cualquier cosa que el idiota de Sawamura hizo—se disculpó con dificultad Youichi, intentando levantarse del suelo, sin mucho éxito—Yo… te llevaré de nuevo a tu aldea humana… lamento las molestias que…

— ¿Volver? Pienso quedarme aquí… me lo debes Youichi, salve el trasero de ese perro inútil y el tuyo… no quiero volver a mi casa… estoy harto de todos—se quejó entre risas caminando hasta la pequeña cama hecha con hojas y otros materiales, a pesar de su apariencia tosca era suave al tacto.

— ¿Entonces piensas quedarte en el bosque? ¡¿En mi casa?!

— Ahora es MI casa

Ese humano afirmó con tanta soberanía que Kuramochi se quedó cabizbajo ¿acaso era alguna clase de Rey? Pero lo más impactante era el hecho de que no se podía negar a sus decretos.

Y de esa forma comenzaron sus días juntos.

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Las criaturas del bosque se acostumbraron a la presencia de aquel hombre que tenía una personalidad lúgubre y siniestra, era como Lucifer… hermoso como decían las leyendas pero maligno en el interior (al menos de esa forma lo veía Eijun).

Ayudó a sanar las heridas de Youichi poniendo nerviosa a la pequeña bestia que se estremecía de dolor en cada momento que le aplicaba las hierbas curativas de forma descuidada.

— ¿Vas a volver a llorar? —reincidía el Kominato riendo suavemente.

— Eres demasiado cruel—lloriqueaba el felino volviendo a gritar al recibir más de ese tratamiento de su amado humano.

Los animales se alejaban de la casa con esmero ya que temían ser los próximos en ser torturados.

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A pesar del carácter difícil que Ryousuke tenía… Kuramochi aun podía ver una dulzura oculta que aquel Diablo escondía en lo profundo de sus entrañas, en un lugar cerrado y reforzado con miles de cadenas y candados para no ser lastimado: se hallaba una sutil bondad que fungía como su punto débil.

Con el pasar de los días descubrió facetas de Ryousuke que llenaban su necesidad por saber cada mínima cosa de él.

Ryousuke tenía un sentido del humor algo oscuro y le encantaba contar historias de terror y fantasmas para hacer llorar a los seres mágicos más sensibles (como Sawamura) y era el cómplice de burlas de Miyuki, ellos se habían llevado bien desde el instante en que se conocieron, algo horripilante, pensaban todos los animales que se exponían a sus jugarretas.

Le encantaba comer cosas picantes por lo que siempre terminaba ordenándole a los kitsunes (quienes desde el día donde les dio una paliza se hicieron sus súbditos) robar alimentos picantes del pueblo.

Ryousuke tenía una apariencia delicada en su exterior pero tenía mucha más fuerza que el dios oso, quien se la pasaba durmiendo en su cueva la mayor parte del tiempo pero aun así era uno de los más fuertes.

Pero lo que más adoraba Youichi eran las pequeñas cosas que el Kominato realizaba sin que los demás se dieran cuenta.

Un día a Eijun se le perdió una roca brillante que era su favorita porque Kazuya se la había regalado, lloro por días aun cuando el mapache le consiguió miles de rocas mucho más hermosas. Y en la madrugada cuando todos dormían siguió a su pequeño Luzbel solo para darse cuenta que se escabullía en el río para seguir con la búsqueda del preciado objeto del Inugami. Incluso fue capaz de encontrarlo y dejarlo cerca de la madriguera de los dos dioses sin que se dieran cuenta que él había sido el causante de la felicidad de Sawamura.

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En otros días escuchaba a varias criaturas mágicas charlar sobre lo mucho que sufría la familia de conejos por no tener alimento suficiente ya que el padre de ellos estaba enfermo, a la mañana siguiente de aquellos comentarios aparecía comida frente a la madriguera y Youichi podía darse cuenta de las heridas en las manos del Kominato y del olor a la tierra donde se conseguían las verduras en ese bosque.

Esos pequeños detalles lograban que su corazón palpitara con energía cada vez que pensaba en ese humano que intentaba “deformar” su verdadera belleza.

Incluso un día se le quedo observando por varios minutos mientras este leía los viejos libros de su madre y el demonio, harto de aquel análisis meticuloso, suspiró cansino y comenzó a leer en voz alta para que Youichi disfrutará también de la historia.

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Con el pasar de los días Youichi sintió como la armadura que protegía esa parte que Ryo se esforzaba por encerrar iba cayendo firmemente.

Un día, en el río, cuando visitaba la tumba de sus padres notó unas hermosas rosas que él nunca había dejado y sonrió, no eran necesarias las preguntas, ya sabía a quien pertenecían.

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Después de meses de convivencia la bestia ya era capaz de acercarse al Kominato sin miedo al rechazo, había días en los que incluso dormía a su lado.

Otros días era acariciado en su cabeza con la excusa de que a Ryousuke le gustaba la suavidad de su pelaje.

En las noches donde el frío se hacía presente… era abrazado y el felino se quedaba petrificado debido a la proximidad de aquel demonio, hasta escuchaba la risa del peli rosa y sus burlas por la rigidez de su cuerpo y el latir apresurado de su corazón.

También había días en donde iban a pescar al río y la hermosa criatura terminaba lanzando a Kuramochi al agua ante lo aburrido del asunto, después de varios incidentes similares la bestia había obtenido la confianza para tirarlo también y terminaban llenos de barro.

Inclusive asistió al casamiento del Tanuki y el Inugami, en ese instante el hombre mitad bestia vio una sonrisa genuina en el bello rostro de su amado humano, y tuvo envidia de sus mejores amigos… porque ellos eran de la misma raza, podían ser felices juntos y amarse mutuamente.

Ese día la bestia se deprimió y se dio cuenta que su atracción se había convertido en amor.

Un doloroso amor que solo sería unilateral.

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Ryosuke se había dado cuenta de que aquella bestia a la que todo mundo en el pueblo temía tenía más humanidad que los humanos. Desde el primer día que lo defendió (a pesar de su torpeza) no pudo alejar su interés de la bestia de la que todos hablaban.

Es horrible, su mirada es tan fría que sentirás como la sangre se congela en tus venas, una criatura que solo vive para asesinar y comerse a los humanos, una bestia que no tiene empatía, un monstruo asqueroso.”

¿Horripilante? ¿Sin humanidad? ¿Un monstruo? Había pensado el hermoso humano cuando sus ojos chocaron. Era como un enorme gato peludo y amaestrado que buscaba afecto.

En ese instante instantemente lo supo, quería pasar más tiempo con esa quimera que poseía un brillo que no había visto antes. Era como si estuviera cubierto por un manto de amabilidad que le incineraba tanto los ojos como la piel.

Pero aun así… quería incendiarse en su resplandor.

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Youichi era amado por todos a pesar de su apariencia. Para las criaturas que vivían en el bosque era como su Rey y aunque los zorros le repudiaban y hablaban mal de él cuando estaba cerca, el Kominato había descubierto que a sus espaldas alababan todas las cosas buenas que el humano mitad bestia hacía por los demás.

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Por más maldades que aquel Belcebú desarrollaba junto al mapache, el felino solo se disculpaba por ellos con los demás o les tenía paciencia, incluso Ryousuke pudo notar como había noches en las que lloraba por las desgracias ajenas en lugar de las suyas.

Hubo momentos donde notó como prefería quitarse la comida de la boca para que otros comieran antes que él.

Y poco a poco… la oscuridad en el corazón de Ryousuke se fue manchando de pureza a causa de las acciones de Kuramochi.

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¿Cuándo había sonreído desde el fondo de su alma? No lo recordaba ni cuando era pequeño.

Pero desde que decidió vivir en el bosque cada día era divertido. En este pequeño mundo mágico donde las apariencias no importaban y tu esencia era tu verdadera belleza, se sintió avergonzado.

Y lentamente fue cambiando.

Gradualmente sus murallas fueron tiradas con gentileza por aquella bestia de sonrisa sincera.

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El Kominato se hizo una promesa cuando vio como los dos estúpidos yokais se casaban en ese bosque. Miro de reojo a Youichi y sonrió genuinamente después de largos años.

Yo me encargaré de hacer feliz a Youichi”

Fue su juramento.

No comprendía esa cosa del amor verdadero, pero si ese sentimiento era la felicidad inexplicable… entonces eso era lo que tenía por aquella bestia.

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Pero ese día llegó… aquel donde su pecho dolió y se estrujó.

— Regresa a tu aldea Ryo-san…—Kuramochi le dijo lo más firme que pudo.

El de cabellos rosas se quedó atónito por segundos que parecieron años y su única reacción fue echarse a reír de una forma desabrida, no podía creer que esas palabras salieran de la boca de la bestia y pensó que por primera vez el felino intentaba “bromear.”

— Que broma tan estúpida… no funcionará conmigo, anda, vámonos… tienes que cocinarme algo.

— Te dije que te fueras—refutó la bestia siendo imperativo por primera vez. Las verduras que sostenía el hermoso humano cayeron al suelo ya que las soltó, impactado de lo que escuchaba.

— ¿Qué estás diciendo Youichi?

— ¡¿Acaso estás sordo, humano?! — Bramó con tanta fuerza que varios animales salieron de su hogar y vieron aquella discusión con asombro, era la primera vez que Kuramochi se refería de esa forma a Ryousuke— ¡No perteneces a este lugar! ¡Mis heridas se curaron hace meses! ¡Es momento de que te vayas!

— ¡Tú no me ordenas a mí! ¡Recoge esa mierda y vámonos a…!

— ¡ESTA NO ES TÚ CASA! ¡DEJA DE CREER QUE PERTENECES A ESTE LUGAR!

Todos los seres mágicos que veían la pelea se estremecieron ante la furiosa voz de Kuramochi, su mirada estaba llena de determinación e incluso el Kominato que parecía invencible… tembló, con rabia.

— ¡¿Qué mierda te sucede?!

— ¡Vuelve a donde perteneces!

— ¡Te dije que no volvería, Youichi!

— ¡Vete de aquí!

— ¡¿Por qué?! ¡Dame una maldita explicación!

— ¡Lárgate!

La pared entre ellos se iba cimentando con rapidez y por primera vez ese Belcebú tuvo miedo de no ser lo suficientemente fuerte para derribarla. Solo podía ser sincero en esta situación.

— ¡Youichi yo te…!

— ¡Yo…!—interrumpió la bestia aquella confesión a medias y el peli rosa se quedó mudo, un dolor comenzaba a desarrollarse en su cuerpo, como si hubiera adivinado lo que se venía— ¡Yo te odio!

Ryousuke quien era un experto en las palabras dolorosas por primera vez sintió el poder que estás tenían. Aquello trabajó como si fuera un veneno y volvió a entintar de negro su corazón que apenas se curaba.

Él, quién podía contar con los dedos de una mano cuántas veces en la vida había sido herido, tenía ganas de llorar. Pero no le daría ese lujo a aquel que le había roto el corazón.

¿Estás harto de mí?, pensaba con cólera, apretando los puños hasta que sus uñas le cortaron.

— Já…—soltó y entonces la risa del Diablo rodeó todo el bosque, era tan ruidosa y tan árida que te secaba la garganta, los ojos del Kominato se abrieron y el hermoso iris rosa se mostró, con una seriedad que palideció a todos los espectadores.

Caminó hasta la bestia y sus miradas chocaron, aun con la diferencia de altura, el hermoso humano sonrió fríamente y soltó de nuevo una mofa mucho más burlesca.

— Tienes razón… no pertenezco a este lugar ¿por qué un humano como yo querría estar con un monstruo como tú?

Protegió su enorme orgullo, se dio la vuelta y caminó rumbo a la aldea… alejándose de aquella luz que solo le había mostrado el Cielo para volver a botarlo al Infierno donde pertenecía.

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La bestia enfermó, no comía, no dormía y estaba en cama todo el día… todos los dioses y criaturas mágicas se turnaban para cuidarlo, temiendo que pereciera en un abrir y cerrar de ojos.

— Si tanto lo extrañas no debiste de liberarlo… ¿acaso eres estúpido? —lo regañaba el Tanuki

— ¿No lo escuchaste? ¿Por qué un humano como él estaría con un monstruo como yo? No importa lo mucho que lo ame… él nunca podrá enamorarse de una abominación… no soy humano, no soy una bestia por completo… solo soy un maldito imperfecto… alguien que nació para morir sin ser amado y de forma patética.

— Senpai… Onii-san no quería irse y tú le dijiste cosas crueles… yo creo que él solo actúo de esa forma porque tus palabras lo lastimaron—dijo Sawamura tristemente— A pesar de que Onii-san era malo y se burlaba de mí… creo que, te quiere mucho.

— ¡Váyanse! —gruñó el felino con las pocas fuerzas que le restaban.

— ¡Kuramochi! —gritó exasperado el mapache pero vio el rostro herido de su amigo y se detuvo.

El enorme gato se miraba tan indefenso y las criaturas mágicas temieron que La Muerte visitara de nuevo esa casa.

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Una semana pasó y la enfermedad de Youichi empeoraba… comenzaba a tener pesadillas nocturnas y alucinaciones.

¿Cuánto tiempo me queda? ¿Ya no lo veré de nuevo? Si voy a morir… solo quiero verlo de nuevo…

Cada noche se la pasaba agonizando, sufriendo y llorando.

Pero finalmente lo decidió una noche… lo iría a ver, aun si era asesinado por los demás ciudadanos. Quería ver esa sonrisa que lo condeno a un amor imposible.

Solo deseaba que un día esa hermosa criatura también le dejara rosas en su tumba.

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Salió del bosque y se escabulló en las sombras, sentía la fiebre aumentar y sus ojos se cristalizaban, se mareaba y tenía que clavar sus uñas en las paredes de las casas para no irse de bruces al suelo.

Lo único que lo impulsaba a seguir caminando era el último deseo que tenía: mirarlo de nuevo.

No importaba si le odiaba, no le interesaba si no sentía lo mismo…

En esta vida… haberlo conocido era suficiente para Kuramochi, porque gracias a Ryousuke sabía lo que era estar enamorado.

Llegó a la vistosa casa y cruzó con la poca fuerza que le restaba el portón de metal, se arrastró por el verde pasto y logró llegar a una ventana que aún tenía la luz encendida. Se levantó con dificultad y pudo observar de nuevo el perfil de aquel hombre que cambió su vida por completo.

La bestia sonrió y luego escucho al desastre tener voz.

— ¡Es una bestia!

— ¡Se comerá a Ryousuke!

— ¡Asesínenlo!

— ¡Monstruo!

— ¡Nos matará a todos!

Las voces de los pueblerinos aturdían la cabeza de Youichi, este giró solo para encontrarse con una infernal escena, varios hombres cargaban antorchas, palos y armas, lo miraban con tanto odio que se ahogaba.

— ¡Muere maldito monstruo! — un hombre gritó y se lanzó con un cuchillo en mano, el felino cerró los ojos y deseó que no tener una muerte dolorosa…

Pero el sufrimiento no apareció.

Escuchó los jadeos de sorpresa de los ciudadanos y abrió los ojos, viendo la nublosa espalda pequeña que merodeaba sus memorias cuando dormía.

La espalda del hombre más fuerte que había conocido… del amor de su vida.

Sangre goteaba de la palma de ese Lucifer hermoso y Kuramochi reunió la fuerza para levantarse del suelo, intentando examinar la herida, pero fue empujado de nuevo al pasto por la mano sana del Kominato.

— No te muevas imbécil… ¿por qué viniste a este lugar? ¿Acaso Sawamura te pegó la estupidez?

Ese tono mordaz… ¡ah, la dicha! ¡Como lo había extrañado!

— ¡Ryou-chan aléjate de esa bestia! ¡No es como nosotros!

— ¡Es una criatura horrible!

— ¡Los humanos como tú no pueden ser manchados con la fealdad de un animal como ese!

Cada palabra era una flecha que apuñalaba la piel de la bestia, porque compartía aquellos pensamientos despectivos que los humanos le decían. Él lo sabía… Ryousuke se merecía a alguien mejor, pero no podía evitar amarlo profundamente, al punto de preferir morir si no lo tenía a su lado.

— ¿Por qué viniste a este lugar Youichi? —y como si fueran los únicos en ese mundo, Ryo decidió ignorar a los iracundos habitantes, aun le daba la espalda a la bestia.

— Quería verte—le confesó.

— ¿Por qué?

—…

— ¡¿Por qué?! —cuestionó el adonis, y Kuramochi se preguntó qué clase de cara estaba haciendo el Kominato para asustar a los pueblerinos.

— Porque yo no te odio…

— ¿Entonces que sientes por mí? —inquirió, girándose levemente para ver el rostro enfermo de Kuramochi.

— Yo… yo… yo te amo… no importa si somos de dos especies diferentes, eso… es lo que siento por ti.

Y la bestia lloró, sintiéndose aliviado de que esas, quizás, fueran sus últimas palabras, no se arrepentía de nada.

Escuchó las risas de todos los humanos, pero aun así, su corazón estaba tranquilo.

— ¡La bestia se enamoró de Ryou-chan!

— ¡El bello y el feo! ¡Ese monstruo está loco si cree que un humano se fijaría en una cosa tan horripilante!

— ¡No te atrevas a tocar a Ryosuke con tus manos! ¡Alimaña!

— ¡Adefesio!

— ¡Horroroso!

— ¡Ingenuo!

— ¡YA CÁLLENSE ESTUPIDAS BASURAS! ¡NO LE HABLEN DE ESA FORMA! —Y la voz del Diablo acalló los insultos voraces de aquellos aldeanos con el corazón podrido—Já…—se burló secamente abriendo sus ojos y mirándolos con desprecio— ¿Un humano y una bestia no pueden estar juntos? ¿Quién mierda me va a ordenar lo que yo puedo hacer o no? ¿Quiénes son ustedes para decirle esas cosas a Youichi? ¿Qué necesito hacer para estar a su lado? ¿Ser un monstruo? ¡Lo seré! ¿Debo ser feo? ¡Lo seré! ¿Necesito renunciar a ser humano? ¡Lo haré! Así que cállense de una maldita vez o me encargaré de asesinarlos a todos ustedes… háganse a un lado, me iré con Youichi y viviré en el bosque.

Y tras ese mandato, todos los hombres obedecieron a aquel Rey sin corona.

El hermoso humano no podía renunciar a la bestia, pues, está logró lo que nadie creyó posible, había penetrado las grandes murallas que protegían el corazón del demonio y con su bondad había coloreado el negro corazón del Kominato.

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Las leyendas dicen que en el bosque de Seidou ningún humano se volvió a acercar pues una bestia de pelaje color rosa gobernaba ese lugar. Aquella bestia era malévola, sombría y despiadada.

Tenía una corona hecha de ramas de cerezos y su sonrisa era tan seductora que atraía a las personas para luego devorárselas.

Aquella bestia era el soberano de los kitsunes y como ellos, era demasiado astuto e inteligente, además de escurridizo.

Era respetado por todas las criaturas mágicas y tenía su propio castillo del tamaño de una pequeña cabaña de madera. Al lado de la criatura se encontraba otro trono forjado en piedra donde se sentaba el amor de su vida, una bestia de pelaje verde que era la más hermosa en el interior, tenía una corona adornada con miles de rosas, sus flores favoritas.

Pero esa bestia mitad humano incluso era más temida que el demonio rosa…

Porque había sido capaz de curar lo incurable, de transformar al Diablo en un ángel de nuevo, de salvar un alma de la oscuridad…

Sí, Kuramochi Youichi, era la bestia más poderosa de todo el reino de Seidou porque era capaz de hacer feliz al humano que se convirtió en una bestia por amor.

Fin.

Notas finales:

Gracias por leer.

Ame escribir este fanfic así que espero que de igual forma lo disfrutaran.

Espero sus review.


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