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A Través del Fin de los Tiempos por MidNightFlower

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III

 


Entre más fría la estación, más precaria era la salud de Draco. Por más que lo revisaban medimagos privados a los que visitaron o que ponía su mejor cara de que nada pasa, Harry no podía seguirse engañado. Algo muy malo pasaba con su dragón y no sabía que era, sólo que parecía un fuerte afán del destino de alejarlo para siempre de su lado. Dolía tanto que no podía pararse.


¿Si no tenía la noción de que iba mal, como podía ayudarle?


-Estoy bien Harry- dijo con media sonrisa incorporándose en la cama. Sus manos más pálidas que de costumbre sostuvieron su barbilla buscando que entornara la mirada -no es como si estuviese muriendo- soltó un bufido orgulloso casi considerando aquello como una tontería -así que deja de calentarte los pocos sesos que quedan en esa temeraria cabeza tuya y tráeme mi desayuno-


No era propio de Draco ocultar su sentir a menos que se tratase de algo sumamente delicado. Se enrollaba cual serpiente no dejando ver aquello que le importunaba y se escondía tras la efusividad que para nada sentía.


"¿Qué es lo que está mal?"


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Negándose a quedarse en San Mungo cual niño chiquito alegando que ahí se enfermaría más, Harry optó por comprar la azotea del edificio en el que habitaban para acondicionarlo de una agradable manera para que Draco tuviese descanso, paz y tranquilidad. Ahí pasaba gran parte del día contemplando las plantas y enredadera que brindaban sombra en su camastro acojinado, dejándose consentir al por mayor por Harry.


Entrelazó sus dedos besando sus nudillos con cariño como si temiese que se rompiera y este solo se dejaba hacer, recibiendo su amor y protección. Quería hacer más de lo que había hecho hasta ese momento; lo que sea para aliviar el mal que le aquejaba tan silencioso como una sombra, tan letal que iba consumiendo lentamente su vida.


Miró la correspondencia y maldijo entre dientes sin soltar a Draco.


-¿Malas noticias?- cuestionó el rubio que intentaba dormitar, disfrutando de la suave brisa de ese día soleado.


-No es nada…- mintió pues no quería que su malhumor se le transmitiera. La carta que hacia solo dos días atrás mando en dirección de la campiña francesa de los padres de Draco, le fue devuelta sin abrir por cuarta vez. “¡Por todos los santos que es su único hijo!” peleaba en su interior sin comprender la crueldad que planteaba la idea de ignorar su mensaje sobre la delicada situación de Draco.


“¡Que les den!” murmuró exasperado para sus adentros apretando más contra sí el menudo cuerpo.


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Llevándose la mano al pecho contorsionando una mueca por el dolor. Harry que estaba cerca lo sostuvo para que no cayera de lleno contra el suelo. Estaba muy delgado que Harry prefirió llevarlo cargando de regreso a la cama compartía que era su lugar de reposo y donde pasaba la mayor parte del tiempo. A Draco aquello no le gustaba pues denotaba su debilidad que quería que pasara inadvertida aunque fuera como querer tapar el sol con un dedo.


Hermione y Ron solícitos con el mayor tacto por parte del segundo apoyaban a Harry en el cuidado de Draco. Este como si no fuera suficiente ser dependiente de su esposo, aún estaba resentido por dejar de lado su trabajo en Gringotts, pero Harry le aseguró que era temporal, en lo que se mejoraba, cosa que con reticencia ambos veían muy lejano.


-¿De quién es?- preguntó al ver la carta que una curiosa lechuza con pelaje moteado y enormes ojos pardos, depositó en su regazo.


-De mi compañera de correspondencia- Draco sonrió enigmático. Harry lo dejó ser pues aunque no se lo hubiese contado, ya sabía que su amiga de carta era nada menos que Luna Lovegood; en verdad una peculiar costumbre que suponía adoptaron después que la chica fue encerrada en la mansión Malfoy, pero que le alegraba que aun mantuviera pues generalmente después de leer el sinfín de ocurrencias de la ex –Ravenclaw tenía una sonrisa pintada en su boca.


-¿Estas de humor?- los ojos grises resplandecieron, dejando de lado su carta recién recibida a medio leer. Mirándolo de arriba abajo chasqueó la lengua.


-¿Tienes algo en mente, travieso?- Harry sonrió acariciando las manchas oscuras bajo sus ojos.


-Tonto- besó su nariz respingada admirándolo por su fortaleza y solemnidad que incluso en su estado aun hacia bromas –no es nada de eso, te tengo preparada una sorpresa- la rubia ceja se arqueó con incredulidad.


Harry estaba feliz pues al menos alguien le contestó una de sus cartas y acababa de llegar para ver a Draco.


Su boca formó una gran "o" cuando vio a entras a un hombre alto y espigado a su cuarto cuyo cabello oscuro estaba acomodado firmemente con gomina y lucía una costosa túnica de viaje.


-¿Theo?- preguntó antes de reconocerlo. Harry asintió. Sabía que su adorado esposo no tenía muchos amigos cercanos y siendo el más íntimo Theodore Nott esperaba que el pudiera alegrarle un poco.


-Hola Draco, te ves radiante- el hombre sonrió suavemente antes de inclinarse a abrazar a su amigo.


-Idiota- contestó su ironía sin dejar de sonreír.


-Bueno, los dejo para que platiquen, estaré en la sala si me necesitan- ambos asintieron y Draco alargando su mano para que la tomara, Harry la sostuvo como si apenas cayera en la cuenta de su delicadeza. La apretó con fuerza y murmuró apena audible para él un tímido “gracias” que lo reconfortó.


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Días después de la visita de su amigo Draco comenzó a hacer anotaciones mentales sobre los problemas que lo aquejaban. En parte fue un bálsamo saber que aun podía contar con su único contacto de su vida pasada, pero por otro lado, le ayudó a esclarecer las ideas dispersas que tenía en su cabeza haciéndolas más claras; entre más lo pensaba más tenía sentido, pero no por ello era fácil de digerir y asimilar.


-Es la única explicación...- se dijo mirando sus manos temblar haciéndolas un puño en un pueril intento de detenerlo –Quien me hizo este hechizo fue mi… p…fue…- intentó decir pero era como si algo cubriera su garganta con una piedra impidiéndole seguir hablando. Jadeó agitado tosiendo con fe esos hilos sanguinolentos que tanto le desagradaban y desgarraban por dentro.


Apretó con fuerza sus parpados tratando de recuperar el aliento. Estaba en lo correcto con su deducción, eso era lo peor que podía esperar y abatido recargó su cabeza contra la pared. ¿De que servía saber el origen de todo el mal que atormentaba su salud si no podía hacer nada mucho menos decirlo en voz alta?


-Eres un miserable…- gruñó entre dientes esperando que incluso después de que su vida terminara, ese infame personaje viviera su vida maldita por cometer ese crimen atroz contra la sangre de su sangre.


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Cerró los ojos tras regresar recordando con pesar su última consulta programada por el medimago en quien Harry más entusiasta depositó su esperanza.


"Tiene que estar preparado" fue lo que dijo con voz afectada como si realmente le importase si vivía o moría. Esa fingida empatía prefería que se la metiera donde le cupiese pues no quería lastima de nadie, incluso prefería que en un momento como aquel le hablasen con ese profesionalismo indolente.


"No puedo mentirle y no lo haré señor Malfoy. Su salud no está bien y va en declive a pasos alarmante. Sólo Merlín sabe que es lo que pasa pues por más pruebas que se le realicen, el resultado siempre será ambiguo. Tiene que tener todos sus asuntos resueltos y estar lo más tranquilo posible"


Cuanto agradecía que Harry lo estuviese esperando en la sala de espera cuando recibió ese lúgubre dictamen. No quería deprimirle más. Su cuerpo ardía y la temperatura incrementaba al igual que las arcadas que lo amenazaban a todas horas. Volutas rojas teñían él agua y su estómago dolía atormentado.


Casi podía decir que se arrepentía de arrastrar a esa vida de miseria a Harry. No por su propia felicidad puesto que fue su decisión y mandato enlazarse con él; esos doce meses de enlace podía considerarlos los más felices de su vida entera, sin embargo el problema radicaba en Harry. No quería dejarlo si lo que estaba en su interior terminaba con su vida, pero ¿qué hacer ahora? Estaba desahuciado y eso era decirlo con delicadeza.


No se oía bien ni un poco; se lamentaba por su querido consorte y por lo que le estaba ocasionando sin proponérselo. Aunque le amaba con todo su corazón como jamás amó a nadie y adoraba ver el anillo plateado con dorado en su anular, comenzaba a arrepentirse de haberle pedido que se vincularan.


Lo veía sufrir en silencio, brindándole su fortaleza cual héroe de leyenda cuya piel volvió a adoptar solo por su bien estar. Ya no le quedaba mucho de su existencia y  solo podía ver como se esfumaba poco a poco. Si ya era una tortura para Harry, cuando llegará a faltar, sería aún peor para él… lo que menos deseaba ocasionarle dolor.


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Preparando bocadillos en la espera de sus amigos quienes aseguraban tenerle noticas trascendentales, Harry echaba un vistazo al voluble clima de afuera. Ya iba siendo hora de ir a checar a Draco en sus reposos matinales en su acoplado roof-garden; no quería que el aire traicionero deteriorara más su salud.


Estaba seguro que sus amigos le notificarían finalmente que Hermione estaba en cinta pues aunque no decían nada, era muy notorio. “Probablemente no quieran decir nada por cómo están las cosas…” se dijo con un suspiro. Quería creer con todas sus fuerzas que sus cuidados y atenciones estaban rindiendo frutos y que Draco ya se encontraba mejor. ¿Cómo convencerse de lo contrario si su alma se desgarraba de solo pensarlo?


Subió las escaleras con paso parsimonioso procurando que los vasos con limonada helada y las opciones de Draco no se tiraran en el camino. Esperaba verlo recargado en su asiento leyendo un libro, cubierto con su fino chal de lana favorito y un sombrero de paja que catalogaba como lo más horrendo que poseía en su guardarropas, esperándole con una disimulada sonrisa reprochándole como era su costumbre de que no era un minusválido que requería que lo cargara.


La charola resbaló de sus manos y su corazón se detuvo. Tan rápido como pudo llegó a su lado sin importarle mancharse con la sangre desparramada en el suelo justo donde yacía Draco inconsciente.


-¡No, no, no, no mi amor… por favor despierta…!- la nota del pánico ganando terreno le hizo temblar la voz –no Draco… ¡enervate!- murmuró moviendo su varita.


Su amado parpadeó un poco como si le costase horrores abrir los ojos. Tosió un poco y entornó sus grises ojos en él. Estaba tan débil y tan frio como un tempano de hielo que sus propias manos comenzaron a temblar presintiendo la fina estela mortífera que marcaba su piel y comenzaba a jalar a Draco lejos. Las lágrimas salían a borbotones de sus ojos sin poder contenerse.


Como pudo lo sostuvo en sus brazos, pero no podía levantarse, sus piernas cual gelatina débiles y temblorosas no lo aguantaban pese a que el tiempo era crucial.


-Perdóname Harry- dijo este tan débil que le costó trabajo entender que decía.


-No digas eso mi amor… te pondrás bien…- besó su frente en busca de esa valentía para sobre llevar cualquier situación que siempre hizo gala, pero que no podía encontrar en ese momento -vamos a San Mungo y…- intentó decir juntando todas sus fuerzas. Se negaba a perderlo a él también. “A ti no dragón, a ti no” dijo en su mente apretando sus parpados.


-Eres lo más importante que tengo...  No me dejes, no puedo vivir sin ti... Ya no… eres parte de mí que yo…-


-Shh… No digas eso, amor. Tienes que poder… hay tanto amor en tu interior para dar…- murmuró acariciando con cariño su mejilla. Había tanto que decir pero Draco parecía que ya no tenía fuerzas para luchar -Gracias por amarme tanto…-


-¿Quién te hizo eso?- cuestionó en voz baja sin dejar de sollozar. Con una mueca y un hilo de voz Draco comenzó a temblar.


-Pa… Dre... El...- parecía que algo en su garganta le impedía hablar y volvió a toser esta vez más violentamente -Yo... Ahhh... Harry... Mi Harry... perdón por no poder mantener la promesa de estar a tu lado...-


Besó con tremor sus labios mortecinos y con horror notó el último aliento que su amante daría en su vida.


-Draco… ¡Draco! ¡No! ¡No por favor, despierta!- chilló zarandeando el inerte cuerpo que ya no respondía –¡no me dejes, por favor Draco! ¡enervate!, por lo que más quieras ¡Enervate!-


Las lágrimas salían a raudales y gritó tan fuerte como pudo tanto que sus pulmones parecían romperse. Los aullidos taladrantes rasgaban su garganta hasta que se desvaneció y sólo pudo seguir llorando.


 

Notas finales:

Es todo por el momento pequeños! Nos vemos en el siguiente capi: "CAPITULO 4: ¿Cómo vivir sin él?" Espero poder actualizar pronto, pero pues si no, nos vemos dentro de 15 días :D

 

 


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