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LO QUE YO MEREZCO (Gafou) por LILITH_HIWATARI

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Capítulo 4: Días de sol.

 

“Una bestia hay ahí y no hay duda pero veo otra bestia surgir.”

 

 

Cuando Gastón era apenas un joven un poco antes de convertirse en capitán había un hombre cuya experiencia lo habían hecho merecedor del grado de Capitán, lamentablemente para él y afortunado para Gastón nuestro héroe no solo demostró una completa e innecesaria valentía  que opacaba a todos los soldados del regimiento, aun cuando su buen amigo le pidió, suplico no hacerse el héroe en cada ocasión Gastón le ignoro a favor de subir en las esferas del poder.

 

No es que fuera un título mal merecido o que simplemente fuese el deseo de un chico malcriado, no, Gastón demostró con creces ser capaz de llevar esa responsabilidad y conducir a sus hombres a victorias y batallas donde salieron parcialmente librados, el problema era que su triunfo pudo ser visto por algunos pocos como el arrebato de la única oportunidad para aquel hombre cuya vida la había servido por completo al ejército.

 

Un hombre experimentado que paso a servir al joven egocéntrico cuyas tácticas para su mala fortuna era muy buenas, con el paso de las batallas y los años este buen hombre llego a admirar a dicho capitán, a seguirlo como muchos otros con fe ciega y formar parte de aquellos que defendían sus logros.

 

Su hija una joven y amable jovencita no llego a verlo así para cuando la guerra llego a si fin y todos los valientes soldados regresaron a casa, ella solo pudo ver en el capitán  Gastón aquel idiota presuntuoso que robo la oportunidad de su padre, le vio llegar al pueblo montando su caballo orgulloso, vestido de escarlata y dorado brillante y sobre todo completamente ileso o al menos lo más ileso que varios de sus hombres, mientras su padre regreso mutilado, cojo sin la visión periférica y con una pensión miserable serian días duros que ella y su madre vivirían, si su padre fuera un capitán como debería ser tendría el respeto que se merecía y los fondos necesarios para sobrevivir, si su padre fuera un capitán tal vez sería él quien estuviera totalmente ileso y no ese presumido arrogante.

 

Eleonor el nombre de esta jovencita ingenua creía fielmente que todas las historias sobre la valentía el gran capitán Gastón eran falsas y al verlo podía decir que el hombre se escondía en la seguridad de su tienda y mapas mientras sus hombres morían en el campo de guerra, no la culpen ni resientan de ella, una chica pueblerina apenas si sabía de la guerra mucho menos del verdadero suplicio que es estar en una, no sabía que Gastón lucho codo a codo con sus soldados, que se arriesgó miles de veces para mantenerlos a salvo, ella no fue testigo de las largas recuperaciones, de los terrores nocturnos con los que despertaba o de lo doloroso que era en ese instante para Gastón mantenerse erguido en su caballo y lucir triunfante para mantener el ánimo devastado de sus soldados tras perder una guerra,  cuando las heridas bajo su ropa le impedían respirar a la perfección, Eleonor solo miro a Gastón, la máscara que mantenía por su imagen y le culpo de todo.

 

Hubiera sido fácil simplemente culparle desde lejos, pero su padre un buen hombre y fiel soldado le invito a quedarse en su casa, ahí conoció a Lefou, el chico que había sido su mano derecha, el amable hombre regordete que parecía deshacerse en atención del hombre arrogante y para ella no fue difícil ver lo importante e imprescindible que era para Gastón, tal vez si hubiera visto mejor hubiese notado que así de imprescindible era para Lefou.

 

Ellos no se quedaron mucho tiempo, los soldados partieron a la siguiente aldea y ahí a la siguiente viajando en grupos aun costumbre tras la guerra finalmente Gastón y Lefou regresaron a casa, una taberna atendida por su madre encontró gasto su padre ya muerto hace tiempo, una casa en ruinas para Lefou, los suyos perdidos hace años, si vida se derrumbó mientras estuvieron en la guerra y solo dos meses más tarde la madre de Gastón también los dejo.

 

Su fácil, simplemente fácil que ellos se mantuvieran unidos, que Gastón se sintiera solo en su propiedad y Lefou dejara a posada para vivir con él, nadie lo vio mal pues escucharon de soldados de la guerra que nunca volvían a ser los mismos, que entraban en depresión y algunos simplemente terminaban lo que el enemigo comenzó, era simplemente más fácil que dos hombres rotos se apoyaran uno contra el otro que simplemente sucedió, para cuando ambos podían seguir adelante era tan normal para ellos seguir en su rutina que simplemente continuaron.

 

Gastón empezó a cazar de nuevo y Lefou alabo sus victorias inmortalizándolas en canciones, animando al pueblo a mantener la llama del héroe viva del recuerdo de una guerra perdida que debería ser olvidada.

 

Años más tarde aquel viejo hombre  por fin murió y en su última voluntad pidió que su capitán estuviera para despedirlo, Gastón quien estaba orgulloso de cada hombre en su batallón accedió con verdadera seriedad, Lefou le siguió sin dudarlo, vio entonces a Eleonor la joven hija ahora era una bella mujer encantadora y olvidando la cordura Gastón trato de ganar su favor, de consolar una hija doliente como años atrás hizo con las viudas, pero las mujeres son seres rencorosos, al menos hay muchas que son así y cada año que paso Gastón viviendo su vida con plenitud Eleonor la paso incrementando el odio y rencor a ese capitán, ella lo rechazo y cuando noto que su simple rechazo no parecía importarle, cuando vio como parecía apoyarse en su pequeño amigo se decidió.

 

Ella esperaba que Gastón entrara en cólera contra su pequeño amigo, que lo molestara saber que escogió a otro en lugar de a él y así fue el rostro llamante de ira cuando ella le hablo de su encuentro con Lefou valió totalmente la pena, costo cada minuto de trabajo en seducir al pequeño hombre que la esquivaba, cada gota de alcohol que empujo por su garganta.

 

Meses después se arrepintió pero el orgullo era más grande a admitir su error y simplemente ella manejo a su pequeña, le hablo de su padre y el idiota capitán al que sirvió, le hablo de lo amable que le había parecido y durante años se negó a decirle de su existencia, entonces ella enfermo y temiendo que su niña quedar desesperada finalmente acepto decir la verdad.

 

En el lecho de su muerte ella se preguntó si tal vez solo tal vez la existencia de su hija afectaría de alguna forma al capitán Gastón, negó con un suspiro sabiendo que para entonces el idiota narcisista ya estaría felizmente casado y con hijos pues nadie parecía negarse a sus encantos, solo esperaba de forma muy honesta no arruinar la vida de Lefou.

 

Ella nunca llego a saber que efectivamente la revelación de su hija llegaría como un torbellino para la vida de Gastón.

 

 

**********************

 

-          Es una locura esa niña no puede ser tu hija – Gastón nuevamente saco el tema tras una larga mañana de silencio que su mejor amigo parecía darle, estaba harto de que Lefou no solo le ignoro el resto de la noche si no que ahora apenas si le miraba, simplemente exploto.

-          Tú no puedes saber eso – Lefou finalmente le hablaba otra vez tras darse cuenta que no podía seguir enojado con su amigo -  si Eleonor lo dice…

-          Esa arpía mentirosa solo busca fastidiarme – lo interrumpió por que las palabras hirientes de la mujer, la sonrisa triunfante antes de montar su caballo le persiguieron toda la noche.

-          Por supuesto que eso debe ser – dijo con sarcasmo, Lefou no podía creer que Gasto fuera tan egocéntrico - antes de morir decidió confesar que su hija de siete años es en realidad mía con el único fin de molestar al gran Capitán Gastón – rodo los ojos mientras hablaba -  una verdadera bruja.

-          Exactamente lo que yo digo – asintió pero Lefou le miro incrédulo soltó los brazos al aire en un gran suspiro y se metió a una habitación ignorándole - ¿Lefou? – llamo pero no recibió respuesta alguna – ¡Lefou! – grito cada vez más molesto pero nada paso, soltando una maldición y un gruñido se puso de pie y camino hasta la habitación donde Lefou le ignoraba - ¿Qué diablos haces? – pregunto notando como el hombre terminaba de cargar lo que era una pequeña bolsa y cerrarla.

-          Me voy – se encogió de hombros y si no hubiera estado de espaldas hubiera visto el pánico en los ojos de su mejor amigo.

-          ¿A dónde diablos? – gruño para esconder la ansiedad en sus palabras.

-          A buscar a mi hija Gastón – suspiro girándose con el bolso en su hombro.

-          No vas a traerla aquí – trato de cortarle el paso – de hecho no iras a ningún lado – gruño amenazante pero apenas si podía mantenerse en pie, Lefou le miró fijamente por un largo minuto.

-          Es mi hija – finalmente dijo empujando una mano sobre su pecho, sobre las vendas que el mismo cambio es mañana – no puedes detenerme.

-          Te recuerdo que esta es mi casa – sonrió ganado, sabía que su amigo no lo desafiaría en eso.

-          Regresare a mi antigua casa – eso no se lo esperaba, Gastón estaba tan sorprendido que no noto como se hacía para atrás  dejándole pasar -  no quisiera ser una molestia para el gran Gastón – y aun que las palabras lastimaron como una flecha ardiente en su pecho Gastón se llenó de rabia.

-          Lefou no te atrevas a salir por esa puerta – ordeno pues sabía bien que no podría llegar a tiempo para detenerle no en su actual condición.

-          Quiero ver que intentes detenerme – respondió mirándole aportando la correa en su mano, Gastón no entendía de donde venía toda esta valentía, estúpida valentía y Lefou temblaba por dentro temiendo el momento en que todo el valor se esfumara de su cuerpo, aún estaba molesto pero esto era el colmo, Gastón no abandonaría a una niña a su suerte y esperaba que Gastón comprendiera eso, parecía que se había equivocado.

 

Se miraron desafiantes, la terquedad contra decisión y finalmente Lefou finalmente se dio media vuelta y salió de ahí, tomo el carro el cual ya tenía preparado con su caballo y salió de ahí, dejo el caballo de Gastón intento no tomar nada más que el carro pues lo necesitaría para traer a su hija pero por lo demás salió de ahí totalmente molesto y decepcionado, esperaba que Gastón recapacitara, que le acompañara a conocer a su hija y juntos  enfrentar este nuevo obstáculo, Lefou pensó ingenuamente que después de esto Gastón finalmente lo viera como algo más que su sirviente, no es como si esperaba que lo amara de la misma forma que él lo hacía pero en el fondo de su ser esperaba, ansiaba que ellos finalmente fueran una familia y que ambos pudieran criar a esa pequeña, Lefou aun esperaba convertirse en Gastón si no en un amante al menos un hermano.

 

Pedía mucho, lo sabía pero a veces la familia no es aquella unida por la sangre, esperaba que Gastón pudiera ver eso, que lo eligiera así como Lefou lo hizo, Gastón por su lado estaba furioso, todo ese tiempo Gastan se vio rodeado de gente si, las personas vitoreaban su nombre pero nadie realmente lo veía a él, Lefou era el único, era su mejor amigo, su hermano de armas, el hombre que lo había visto destrozado, que vio la bestia dentro de él y aún seguía al pie.

 

Jamás dejo que alguien lo viera tan vulnerable como lo hizo Lefou, nadie vio al capitán llorar en el campo de batalla, aferrarse a su amigo tras una larga pesadilla en la oscuridad del su habitación, nadie estuvo velando su sueño jamás mientras los fantasmas de su trágica vida le perseguían, nadie limpio tan cuidadosamente su frente con la suavidad de una madre, nadie rezo tan sinceramente como él lo había hecho.

 

Gastón estuvo inconsciente todo el tiempo pero aún recuerda fragmentos, pequeños momentos en los que podía escuchar esa voz, la suave voz que le decía regresar, la única familia que le quedaba a Gastón era ese hombre y ahora le seria arrebatado. Un hija, una pequeña niña parte de la sangre de Lefou y otra mujer, alguien que le llamaría padre y lo llenaría de felicidad, Gastón no podía competir con eso, mucho menos ahora que solo era un triste roto, mucho más roto que tras llegar a la guerra.

 

Gastón Legume se encontraba finalmente solo.

 

****************

 

Con un solo caballo tirando de su careta, su viejo y fiel amigo Lefou tardo mucho más tiempo de lo necesario en llegar a su destino, tardo mucho más por el arrebato de Gastón esto y tras asegurarse de que sus amigos, los pocos que tenían prometieran vigilar al viejo capitán Lefou salió de ahí,  no pudo evitar sonreír tras recordar como Dick golpeo su espalda felicitándole por su nuevo estatus de padre, o Stanley que le empujo a la carreta asegurándole que cuidarían del gruñón auto recluido, la promesa que le obligo Tom de ir a celebrar a la taberna su nueva paternidad, tenía buenos amigos, lástima que Gastón se sentía cada vez más lejos que estos.

 

Llevando ya  tres días de retraso  y dos más para llegar a su destino su preciada hija había estado demasiado tiempo  sola, no podía saber cuándo fue que su madre murió y ella tuvo que pasarlo sola, el simple hecho de imaginar de pie frente a una tumba recién cubierta le causaba una angustia tan grande que no sabía cómo describirla, Lefou trato de apresurar el paso lo más que podía para llegar pronto y recuperar a su niña, le preocupaba el hecho de que tal vez esta no tuviera una cama caliente, un plato de comida, la idea de que estuviera abandonada le hizo estremecerse.

 

No fue así para su fortuna la madre de su pequeña tenia buenos amigos, si no bien ninguna familia luego de su difunta madre muriera y ella con una niña sin padre fue repudiada por esta, pero había buenas gentes a su alrededor amigas que la consideraron una buena madre y cuidaron de la pequeña hasta que el padre llegaría.

 

Así la encontró Lefou en el cementerio  velando la tumba de su madre, no fue difícil hallarle así como arreglar todo para su traslado, lamentablemente la casa de ella había sido vendida para pagar las deudas que llegó a acumular en sus últimos días de enfermedad y otras más de esas que aparecen cuando alguien muere dejando a una niña desamparada y no hay quien cuide de sus posesiones.

 

Nada de eso le importo, Lefou no pensaba encontrarse con nada, nada salvo su pequeña, la dulce niña que sentada en el barro recién mojada miraba la cruz donde su madre se hallaba, era algo triste verla así, su corazón se encogió un poco y se preguntó qué hubiera pasado con ella de hacer caso a Gastón, negó con la cabeza, empujo los pensamientos de ese hombre a un lado y se dijo que aunque no fuera suya, aunque esa niña realmente no le perteneciera la tomaría y le daría el amor que merecía.

 

Cuando la pequeña le miro sintió ganas de llorar, un cumulo de emociones pasaron entonces por Lefou, porque ahí esa pequeña niña tenía los mismo ojos azules que su madre, el mismo azul penetrante  y frio que observaba en sus sueños, la razón por la que se dejara llevar aquella única noche, la expresión, la carencia de emociones fue como si Gastón le mirara aquella noche que le amenazo en la plaza del pueblo.

 

“¿Quieres ser el siguiente?”

 

Las palabras resonaron con un eco fantasmal en su mente y se obligó a mantenerse en pie bajo la mirada de la pequeña mientras lo estudiaba.

 

-          Hola  - saludo finalmente tratando de empujar el pánico muy dentro de él - mi nombre es Pierrot Le Fay – sonrió con suavidad acercándose un par de pasos más pero de igual manera manteniendo su distancia no queriendo incomodarla -  ¿sabes quién soy yo no? – pregunto cuando el nombre pareció empujar un poco de emoción en el rostro de ella -  ¿tu madre te hablo de mí? – pero la niña pareció perder su  interés volvió entonces a mirar la tierra recién removida y mantuvo un largo silencio.

-          Sé quién es usted – hablo finalmente pero sin mirarle -  eres mi padre, mi madre me hablo constantemente de usted – su voz estaba tranquila fría, un sentimiento vacío que ningún niño debería usar nunca, ella se levantó entonces con sumo cuidado sacudió su viejo vestido que tal vez fue de color rojo en algún instante ahora deslavado, levanto la cabeza para mirarle a los ojos cuadro los hombros y se presentó -  mi nombre es Elizabeth Florretta Le Fay y yo soy su hija – pero no había emoción, no felicidad por conocer a un padre perdido, más bien parecía como si la niña estuviera lista para ser ordenada, lo que sea que Eleonor le dijo sobre él, Lefou temía debió haber sido algo realmente horrible.

-          Mucho gusto Elizabeth – sonrió cálidamente quitándose su sombrero en un saludo cortes – vengo a llevarte a casa.

-          Esta es mi casa – respondió con igual frialdad tal vez un poco más fuerte, sus pies firmemente plantados en el suelo y Lefou supo que esto no sería fácil.

-          Ya no más – respondió con suavidad - vendrás conmigo a Villeneuve.

 

No fue con él, Lefou ya se lo esperaba, la pequeña niña frunció su nariz tras escucharle decir eso y volvió a sentarse en el suelo ignorándole, siempre la mirada fija en la tumba de su madre, no queriendo obligarle a despedirse apresuradamente de ella le dio espacio, se alejó un poco y espero, espero toda la tarde y al empezar la noche se preocupó un poco, pues la pequeña niña no vacilo de vigilar ese lugar.

 

Una mujer fue quien se acercó entonces, la vieja mujer que había cuidado de la niña desde la muerte de su madre, le explico cómo cada día la pequeña se sentaba ahí sola sin hablar solo mirando la tierra, le explico que esta niña se aferró a su madre hasta el último aliento y llorando le pidió no dejarla, de cómo no había llorado desde entonces y que solo cuando la niña se quedaba dormida ya entrada la noche ella la recogía para llevarla a una cama calienta, como se rehusaba a comer y a la mañana siguiente la pequeña ya estaba otra vez en su lugar, cuidado, vigilante tal vez un milagro.

 

Lefou agradeció entonces hablándole de quién era y como pensaba llevarle con él, la mujer le miro con desconfianza pero finalmente lo acepto, señalo que sabía de su existencia y aun que ella de corazón deseara tomar a la niña no podía hacerlo pues tenía sus propios hijos y aun así lo haría al verla sola, Lefou le recompenso con una sonrisa y agradecimiento por todo dejándole en claro que  la cuidaría.

 

La dejo quedarse, toda la noche y cuando finalmente se durmió Lefou la levanto y llevo a su habitación en la posada donde se hospedaba, a la mañana siguiente la niña volvió a escapar, asustado pues juraba levantarse  y verla en la cama justo antes de ir en busca de su desayuno la fue a encontrar en la misma tumba, solo estaba usando el fondo de su vestido y fue ahí donde finalmente obtuvo una respuesta de ella.

 

-          Lo lamento – finalmente le hablo tras verla nuevamente – siento mucho lo de tu madre pero no podeos quedarnos – suspiro poniendo una mano en su hombro, la niña de pie mirando la cruz llena de flores aun frescas – mi vida está en villenueve y ahora estará la tuya – le dio un apretón – sé que es difícil…

-          No sabes nada – le gruño ella soltándose de su garre – nunca le conociste, nunca nos visitaste, nunca hablaste con ella un solo día – recrimino finalmente la rabia en sus palabras y sus ojos húmedos a punto de soltar en llanto.   

-          Lo siento – susurro con suavidad.

-          ¡Eso no va a traerla de vuelta!  - grito furiosa - ella siempre hablo de ti,  de las historias de mi abuelo, de los fuertes soldados – siguió hablando enojada -   pero no estabas aquí, no estuviste cuando enferme – le empujo pues este se acercaba – cuando ella enfermo – golpeo con sus puños su pecho -  no estabas cuando yo  te necesite – susurro recia a querer admitir que necesito consuelo -  no estuviste – murmuro molesta – ¡no estuviste! – y finalmente empezó a llorar, soltó en llanto, la rabia y dolor finalmente liberado.

-          Lo siento  - Lefou le abrazo aun cuando ella le empujaba – realmente lo siento – y ella se aferró entonces a sus ropas, se dejó abrazar y consolar.

 

Ellos finalmente regresaron a casa, una pequeña bolsa con sus pocas pertenecías se agregó a la carreta y la niña en su mejor vestido uno gris con un viejo sombrero de regalo de la mujer que la cuido y juntos partieron de regreso, pero aun que Lefou prometió cuidar de la niña la verdad es que ni siquiera tenía una casa a la cual regresar.

 

-          Es mucho mejor de lo que aparenta – murmuro Lefou cuando finalmente se detuvieron frente a  la vieja casita de la infancia de Lefou, la niña levanto una ceja incrédula pero por lo demás no dijo nada, siguió en su interior, se quitó el sombrero dejando que sus rubios cabellos brillaran como el oro ante los rayos que se colaban por los agujeros del techo.

 

Ella camino hasta donde había  una vieja mesa y tomo un plato soplando el polvo acumulado.

 

-          No tuve tiempo para limpiar – se disculpó acercándose a la cama y empezando a sacudirle, era un casita tan pequeña que solo tenía una habitación, la cama en un extremo la mesa en otro y el viejo fogón que daría calor en el duro invierno – Salí tan rápido cuando me entere de tu existencia – murmuro sonriente pero la niña paso un dedo por la mesa y con una mirada pregunto ¿Cuánto exactamente hace que no vivía ahí? – no he vivido aquí desde hace años – acepto finalmente  - no tenía necesidad pero voy a repararlo – le sonrió – te daré el hogar que mereces.

-          Está bien padre – ella finalmente sonrió, dejo su sombrero sobre la mesa y con una gran sonrisa levanto sus mangas – te ayudare a hacerlo.

 

Lefou pensó que desde entonces todo estaría bien.

 

Pasaron la tarde entera limpiando lo indispensable,  sacudiendo la cama y todo el piso, quitaron telarañas y el polvo de las ventanas, sacaron las cenizas del fogón y aun que tosieron al hacerlo limpiaron cada parte del lugar hasta hacerlo habitable al menos por esa noche, cuando la oscuridad les sorprendió Lefou noto como su pequeña miraba el montón de flores silvestres que crecían en la parte trasera de la casa, como miraba ansiosa y con una sonrisa le dejo ir, fue ahí cuando el toque de su puerta lo alerto.

 

Suspiro alguien debió avisar que la vieja casa de Lefou estaba en movimiento y quizás serian algunos de sus amigos, listo para negar cualquier oferta para ir a beber abrió la puerta.

 

-          ¿Gastón que haces aquí?- pregunto sorprendido pues ahí estaba Gastón pulcramente vestido en su chaqueta beige, su cabello mucho mejor peinado de lo que esperaba, después de todo desde el accidente Gastón apenas si podía mirarse a un espejo.

-          Viendo como continuas con esta estupidez – gruño empujándole con su hombre para auto invitarse dentro de la casa, frunció la nariz mirando el lugar, vagos recuerdos de estar ahí en su niñez fueron sacudidos por cosas más importantes, se giró entonces para mirar nuevamente a su amigo que acababa de cerrar la puerta y sonrió -está bien Lefou te perdono ahora vuelve a casa conmigo – Lefou le miro incrédulo Gastón volvió a sonreír creyendo que ya tenía esto ganado, eso fue todo, esa sonrisa, esa maldita sonrisa que daba cada vez que sabía que ganaría, su maldita sonrisa socarrona que lo volvía loco en este momento le hizo hervir en ira.

-          ¿Tú me perdonas a mí? – pregunto lentamente respirando con suavidad  -  ¿tú? – y vio a Gastón asentir y todo la ira exploto nuevamente en él, que se creía Gastón, ese maldito hombre creyendo que solo podía presentarse aquí con su hermosa sonrisa y músculos perfectos y Lefou le seguiría, bueno si en el pasado funcionaria pero no ahora, tardo mucho para ponerse desacuerdo en que la prioridad ahora era su hija, la hija que Gastón le pidió abandonar a su suerte -  Gastón vete de mi casa ahora – gruño con los puños apretados intentando no gritar  de rabia.

-          No seas ridículo esto apenas si se puede llamar casa – desestimo frunciendo la nariz negándose a alejarse de aquí sin Lefou, fueron los peores días que pudo pasar, claro que se dijo que era solo porque necesitaba a alguien que limpiara e hiciera sus comidas no queriendo aceptar lo solo que estaba -  Lefou no seas necio no puedes quedarte aquí, el techo se está derrumbando – señaló pero el pequeño hombre no parecía entender, frunció el ceño dándose cuenta que la nueva terquedad de Lefou le era muy molesta entonces observo el sombrero, el pequeño sombre sobre la mesa de mujer y decidió apelar al lado maternal que siempre pareció tener - apenas si tienes espacio pará ti, menos para una niña.

-          Es la casa de mis padres Gastón, aquí crecí – le recordó peleando aun por no elevar la voz no quería que Elizabeth lo escuchara discutir.

-          Enserio piensas criar a una niña – dijo incrédulo -  ¿en esto?

-          No voy a ir contigo – Lefou se mantuvo firme en su decisión pero Gastón podía verle titubear, solo necesitaba empujarle un poco más.

-          Cuando el invierno llegue y esa pobre niña muera de hipotermia estarás satisfecho me imagino – sonrió para acercarse a la puerta contando mentalmente los segundos que le tomarían a Lefou darse cuenta de que tenía razón.

-          Espera Gastón – le detuvo con una mano en su brazo – yo – empezó titubeante mordiendo su labio, Gastón solo enarco una ceja mirando el lugar donde le tomo y de vuelta al rostro del hombre, Lefou entonces notando su agarre le soltó con rapidez -   voy a volver pero Elizabeth viene conmigo – termino decidido.

-          Si no se puede evitar – dijo con desdén como si fuera el mayor sacrificio que hubiera hecho nunca -  ¿Dónde está ella? – pregunto finalmente.

-          Atrás cortando algunas flores – señalo - llorando por su madre.

-          Ha tenido varios días para hacerlo debemos irnos pronto – gruño molesto - es casi hora de cenar y no has preparado nada – hizo un pequeño puchero, aquellos finalmente rompió la atención del momento, no debía hacerlo pero ver a Gastón en aquel infantil gesto Lefou decidió dejarlo pasar por ahora, tenía razón ya era tarde y ni siquiera había pensado que darle de comer a su niña no es como si tuviera mucha comida aquí.

-          ¿Cómo llegaste hasta aquí? – pregunto mejor empezando a tomar las pocas cosas que ya había acomodado en la casa.

-          Caminado de que otra forma – gruño saliendo por la puerta - no puedo montar – le escucho murmurar, Lefou comprendió entonces que esto no había sido fácil, no como creyó, Gastón había admitido que le necesitaba un poco, lo suficiente para ir a buscarle, para finalmente salir de su casa desde de su accidente, de arriesgarse a las miradas curiosas o de odio de todo el mundo, si era de noche y la mayor parte del camino  su casa era solitario pero aun así Gastón odiaba salir últimamente, eso y tener que caminar con su obvia cojera debió tomar demasiado de Gastón, más aun al verse forzado a caminar.

 

Decidió esperar pacientemente subiendo a la carreta, el solo pensar en regresar era un martirio su pierna dolía horrores últimamente, su cabeza no era mucho mejor y solo recordarse lo inútil que era sin un brazo le fastidiaba, eso y que había tenido que venir de memoria, su visión parecía empeorar, aun cuando tenía en teoría un ojo bueno simplemente no pudo evitar golpear con alguna que otra casa en su camino hasta ahí, por lo que esperaría en el carro hasta que Lefou tomara a la mocosa y regresaran a casa, estaba pensando en lo buen que sería comer al fin algo caliente cuando la pequeña niña en la puerta le sorprendió, se congelo, Gastón no podía creer lo que veía una copia de aquella mujer.

 

Esto iba a ser más difícil de lo pensó, si esa mocosa era idéntica a su madre.

****************

 

-          ¿Padre? – pregunto la niña mientras era acomodada en lo que sería su nueva habitación, el lugar era mucho más agradable y definitivamente más grande que su última casa pero a ella no le gustaba para nada el hombre con el que se fueron, ese hombre que la miraba como si no existiera y gruñía  órdenes a su padre, incluso desde de la cena de esa noche.

-          Si Lizzie – pregunto con cariño terminando de cambiar la sabanas en la  pequeña cama, esa había sido la habitación de Gastón cuando niño y aun que el lugar estaba regularmente limpiado cambiar las sabanas no vendrían nada mal, él tenía la otra habitación al lado por lo que estaría cerca si llegase a necesitar de él, al final del pasillo donde ella sabia no debía ir estaba la habitación principal que era la de ese hombre extraño.

-          ¿Porque estamos aquí? – finalmente pregunto -  ¿quién es ese hombre?

-          Aquí es donde viviremos y ese hombre es Gastón – la niña finalmente pudo poner un rostro al ser cuyo odio se había ganado de su madre, el egocéntrico hombre vanidoso y le costaba creer un poco que efectivamente fuera el mismo, pues su madre siempre dijo que era apuesto e invencible y ella solo lo veía como un hombre viejo y amargado.

-          ¿Trabajas para él? Pregunto titubeante.

-          No,  somos  - suspiro Lefou empezando cepillar el cabello de su niña -  viejos conocidos.

-          ¿Gastón? – volvió a preguntar.

-          Gastón  - sonrió – mira sé que parece un poco gruñón – trato de tranquilizarle – pero es porque últimamente las cosas no han salido como el esperaba y – murmuro buscando como explicarle a su niña lo que sucedía.

-          Tal vez dios finalmente lo encontró – murmuro.

-          ¿Qué? – preguntó mirándole.

-          Madre decía que había hombres que lograban esconderse de dios, hombres malos que nunca obtenían su castigo – explico con voz plana – pero que un día no podrían esconderse más y Dios los castigaría.

-          No creo que Dios busque castigar  nadie Lizzie – sonrió con calidez terminando la hermosa trenza para que ella fuera a dormir – Dios es un ser amoroso no podría castigar a ninguno de sus hijos.

-          ¿Incluso si son hombres malos? – le miro confundida.

-          Es posible que sean ellos los que más amor necesiten – y tras decir eso la metió a la cama y arropo, pero su niña no estaba de acuerdo, esto tenía ser obra de Dios, castigar al hombre malo.

 

Para Lizzie cada herida en Gastón le era merecida.

 

A la mañana siguiente Gastón estaba molesto la chiquilla a la que tuvo que acoger en su propia casa estaba mirando ansiosamente por la ventana que daba a la calle,  dejando entrar las miradas indiscretas, era temprano si pero ya había mujeres caminando a la plaza, una de ellas miro en su dirección y Gastón pudo ver como la mocosa saludo levantando una mano, perfecto para la tarde ya el pueblo entero sabría de su existencia.

 

-          ¿Qué haces? – gruño reprendiéndole causando que se asustara y girara a verle - vas a estar ahí parada o hacer algo de provecho  - le miro mientras se sentaba en su sillón, aquel adornado en astas su pierna mala estaba dándole un día muy difícil y solo quería descansarla – ve y búscame un cojín – ordeno pero la niña regreso su atención a la ventana -   hey tu como sea que te llames…  

-          Mi nombre es  Elizabeth Florretta Le Fay – lo interrumpió girándose otra vez parándose recta y con la barbilla levantada -  y no estoy aquí para servirle señor – murmuro lo último con los dientes apretados.

-          Elizabeth – llamo con falta cortesía - por si no lo has notado vives bajo mi techo por la bondad de mi corazón así que si yo te ordeno algo debes acatar mis órdenes – gruño molesto.

-          Por el contrario señor – dijo con una falsa sonrisa -  mi Padre es el que cuida de usted por la bondad de su corazón – continuo con desdén - usted no tiene ni pizca de bondad en su cuerpo.

-          Tú no sabes nada de mí – gruño molesto sabía que esa niña solo sería un problema.

-          Mi madre me ha hablado de usted Capitán Gastón LeGume – aquello le sorprendió -un hombre egocéntrico y egoísta  y por lo que veo ahora solo una sombra de lo que fue – sonrió con burla, con superioridad de aquella misma forma que su madre la última vez que la miro.

 

Lefou apareció entonces se acercó a Gastón y le ayudo como siempre, empujo la taza con té medicinal en su mano y se aseguró de acomodar el cojín en su pierna mala, la que empezaba a ponerse cada vez peor, le escucho decirle algo verlo pararse con las manos en los costados molesto de ser ignorado, pero Gastón apenas si le prestó atención toda estaba en la chica, en esa niña que se acercó lentamente a Lefou, en como llamaba su atención con suavidad y hacia estallar una sonrisa, la sonrisa más brillante que desde hace mucho no veía en Lefou, aquella sonrisa que creyó que siempre le pertenecería, él se alejó asintiendo con la niña, tal vez le grito algo sobre ir a la plaza no estaba seguro porque lo único que podía ver era como ella tomaba su mano con fuerza y le dedicaba una mirada de desdén.

 

Gastón había tenido que enfrentar a muchos enemigos, a los invasores que llegaron a su aldea a los 16 años, a los bravos soldados durante la guerra, a la bestia del castillo y ninguna de esas veces se acobardo, nunca pensó en renunciar, siempre vio una oportunidad sin importar que tan ruin fuera siempre supo que vencería, tenía esa confianza, pero al ver a Lefou salir por la puerta de mano de la niña, verle sonreír ante cada palabra de esta supo que había perdido la guerra más importante de su vida.

 

Lefou había escogido, y no fue a él, perdió contra una chiquilla de siete años de edad. 

Notas finales:

Así que como todos saben en las historias que eh leído Gastón es siempre el que se acuesta con todas y a veces con todos y pues el galán de galanazos fregón cien por ciento semental puro, ¿pues que acaso Lefou no pudo tener algo?, recordemos que en ese tiempo te colgaban si eras un sodomita y obviamente muchos Homosexuales renegaron de su naturaleza y siguieron “por el camino de Dios”, o sea se obligaron a casarse y tener hijos, si este no fue el caso de Lefou pero este si tuvo sexo con una mujer, tal vez si no comprendieron bien, él estaba algo ebrio, alagado de que una mujer guapa le hablara, estaba solo y ella una hija dolida se dijo que ambos podían estar menos solos juntos y zaz se acostó con ella y de ahí la hija, bien hecho Lefou, eso y que tal vez sus ojos eran muy parecidos a los de Gastón.

 

Simplemente quería variar un poco eso de que Lefou es casi siempre el que tiene que lidiar con las consecuencias de Gastón y sus aventuras, a veces salen hijos o cosas así.

 

Por si no se entendió Elizabeth es rubia como su madre, de ojos azules también de ella que curiosamente son muy parecidos a los de Gastón y prácticamente es idéntica a su madre menudita y de apariencia frágil con el mismo carácter lo único que se le parece a Lefou es su nariz.

 

Una galleta?

Un chocolate??

Un Lefou para Gastón??? 


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