15 de Noviembre 1766
-¡ahhhhhhh!, ¡ufff!, ¡ummm!, ¡AHHHH!
Las gotas de lluvia golpeaban las ventanas cual leones fieros y después se deslizaban por esta con la lentitud de un caracol, aquel había sido el día más frio del año, no había estrellas esa noche, el viento hacia chocar la corteza de los arboles que tiraban sus hojas ya amarillentas al suelo, las mucamas iban de un lugar a otro con agua tibia y paños calientes.
-¡Traigan paños frios!, ¡Zero está ardiendo!- grito la ama de llaves. –¡María sostén sus piernas no dejes que las cierre!, ¡¿Dónde está esos trapos fríos?! ¡¿y Thomas?!- la mujer estaba nerviosa y sudaba frio.
-Fue al pueblo por la partera- respondió la chica que luchaba contra las piernas de Zero.
-Vamos Zero tu puedes, puja bebe, puja
-¡AHHHHHH!, ¡AHHHHHH!- Zero apretaba los dientes y de vez en cuanto se mordía los labios para contrarrestar el dolor que estaba sintiendo en todo el cuerpo. –¡No puedo!
-¡Sí!, ¡Sí puedes!
-¡AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!, ¡MALDICIÓN!
26 de Noviembre 1766
Los rayos del sol brillaban más hermosamente que nunca, traspasaban las ventanas sin cortinas e iluminaban la preciosa habitación, Zero dio unas vueltas en la cama antes de despertar.
Miro a su alrededor tallando sus ojos tratando de evitar que los rayos del sol los lastimasen y después se levanto. Su cuerpo se sentía pesado, las ojeras eran cada vez más grandes, sus piernas y brazos más delgados, sus clavículas se resaltaban día a día cada vez más, el camisón blanco apenas y ocultaba su delgadez, su cabello se estaba cayendo ligeramente.
Sus pies se movían sin coordinar, tropezaba y chocaba con los muebles, salió de la habitación caminando como si fuera un muerto, no se encontró a nadie durante su trayecto, en la sala principal su nana colocaba rosas blancas que florecían en el jardín de atrás en un florero, pasaba el dedo por la mesa y verificaba minuciosamente que todo estuviera limpio.
-Nana- le llamó.
La mujer ya de unos sesenta años volteo a verlo con la mirada triste y cargada de lastima.
-¿Zero despertaste?- pregunto con voz calida
-¿Dónde está mi hijo?
Era el onceavo día en el que Zero se levantaba y seguía la misma rutina.
¿Cuántas veces tenía que responder la misma pregunta?
¿Cuántas veces tenía que ver a Zero en su peor estado?
¿Cuántas veces tenían que sedarlo para tranquilizar su dolor?
Negó con su cabeza dejando escapar unas lagrimas.
-Lo siento mucho Zero.
Y la rutina volvía a repetirse.
Cuando por fin entendió, Zero murió, estaba vivo pero estaba muerto.
12 de Mayo 1768
Zero despertó, no sabía qué hora era, no sabía qué día era, tampoco el año, al poner los píes en el suelo cayo por falta de fuerza. Aun tirado en el piso se miro en el grande espejo frente a él, no había cabello, ni labios finos, delgados y humectados, su piel se pegaba a los huesos de su cuerpo, las uñas estaban negras y otras en estado de pudrición, su piel se había vuelto pálida y negruzca en algunas partes.
Lloró, de Kiryuu Zero al que los nobles, condes, príncipes e incluso reyes deseaban, del que doncellas, donceles, cortesanas envidiaban no quedaba nada.
Kiryuu Zero estaba muerto.