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Sentimientos por contrato por AcidRain9

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Capítulo 19: Las púas del erizo

It hurts to love you
But I still love you
It's just the way I feel
And I'd be lying
If I kept hiding
The fact that I can't deal
And that I've been dying 
For something real
But I've been dying for something real

Lana Del Rey; 13 Beaches

«Katakuri tiene manos grandes, dedos largos y anchos; pero sostiene el bolígrafo de forma paciente y lo amolda a sus manos.

Su mirada es dura, y posee la capacidad de hacerte sentir el ser más grande, o en su defecto el más pequeño.

Él sabe hacerte sentir valioso, pero también sabe ser cruel.»

—Eres un cretino. — Ichiji susurro, su cara descansaba sobre sus brazos, levantó el rostro, estudiando al hombre. —Un absoluto, absoluto cretino.

Los árboles rasguñaban la casa, el viento golpeaba las paredes, y la ligera lluvia apenas era un toque famélico para el suelo, sopló en la ventana empañándola con el vaho de su respiración y trazó líneas flojas.

—Ve a dormir. —La voz de Katakuri era suave, levanto la vista, su cara era hermosa, muy masculina y sin pizca de cansancio.

«A veces te sostiene como si te quisiera, y en otras pareciera que quiere transmitirte su odio.

Te hace pensar que eres tú el demente.»

—Estoy bien...

—Te llevare a tu habitación, tienes que dormir, ven aquí.

—Tú también tienes que dormir, al menos un poco.

«Te hace creer que lo conoces, después no tienes ni la menor idea de quien es él.

Y lo odias, y lo quieres, entonces lo desprecias porque te encanta.»

—El ensayo, hice tu parte.

— ¿¡Por qué lo hiciste?! ¡Tenías fiebre! Estaba por encargarme, lo habría hecho completo yo solo, incluso si no fuéramos pareja de proyecto, haría todos tus deberes.

—Deja de gritar Vito, ya no estoy enfermo. Además, redactas horrible y no vamos a tomar tal riesgo. Richard Cantillon, La naturaleza del comercio en general, cuatro mil palabras, más la interpretación, si quieres pagarme tráeme un espresso doble. —murmuro con petulancia.

— ¡Servirte me da placer!

—Iugh.

«Llegas al grado de preguntarte si eres tú el foco defectuoso, o lo son los dos.»

Flampe hablaba y hablaba, e Ichiji no sabía cuantas palabras por segundo decía. Cuando pensaba que ella por fin terminaría, hacía una pausa, inflaba el pecho y comenzaba de nuevo. Galette pensaba que eran amigos, por eso no dudaba en traerla cada que había posibilidad y la niñera se encontraba indispuesta.

La niña continuaba formando oraciones —que parecían sutiles insultos—y él no respondía, no le importaba, así que mientras bebía jugo, mirando desinteresadamente el barniz rosa mal puesto en sus uñas, o el desastroso delineado sobre sus párpados de adolescente que apenas comenzaba a jugar con las brochas y los pinceles, ella sonreía como una piraña.

Su mueca se deshizo rápidamente, se escuchó como un crack, cuando Katakuri entró a la cocina y lo pego a la barra, lo beso fuerte y rudo, con devastación y lujuria, la niña no debería de ver, incluso Ichiji estaba sonrojado y sorprendido por la forma en que su lengua entraba en su cavidad y le exploraba de manera intensa —detonaba cada poro de su piel—, solo para después mirarlo penetrantemente y decir:

—Hey.

—Hey— respondió respirando con trabajo.

El moreno volteo hacia su hermana, —sus manos todavía encima de las caderas de su esposo— ella brinco pensando que había sido atrapada, pero él solo estaba fingiendo.

— ¿Encontraste la jalea?

—N-No.

—Arriba. — Ichiji asomo la cara, preso en los brazos del gigantesco hombre. —En el último gabinete.

«Katakuri es como una sinfonía clásica durante una guerra.»

—Encontré un gato.

Lo escruto con curiosidad, sucio de lodo incluso en la diminuta nariz negra, era pardo y tenía ojos grises, a simple vista pesaba al menos tres veces menos de lo que Gordo Nyasha fue.

—Anana déjalo libre, podría tener pulgas.

—Nosotros también podríamos tener pulgas, además está muy delgado, es callejero. —agito a la criatura frente a sus narices, quien levantó la pata y sus garras brillaron osadamente. —Le damos un baño y ¡Whoala!

—No voy a tocarlo. —formo una cruz con los brazos.

—Tienes que tocarlo, vas a quedártelo, mamá no me dejara llevarlo a casa, entonces es tuyo.

—No puedes imponerme algo así, o llévatelo, o suéltalo.

Arrugo la frente, pero ella lo acercó otra vez, articulando el por favor más largo que Ichiji había escuchado en su vida, dejó al gato en el pasto e inesperadamente no huyo, solo se acomodó perezosamente y rodo sobre sí mismo, Anana lo abrazo con tanta fuerza que Ichiji emitió un quejido, rodó los ojos y arrastro la oración:

—Dale un baño. — desatoro las manos de su cintura, y se inclinó a su altura, acunando el redondo rostro en sus palmas. —Un buen baño, sin trampas y lo pensare, pero si no está limpio se va, y yo fingiré no escuchar tus quejas. —sonrió cual piraña. —Y si Katakuri pregunta, le diré que querías dejar entrar una rata.

—No puedo bañarlo yo sola, podría asustarse y lastimarme. —replico.

— ¡Anana! — el pelirrojo susurro autoritariamente.

— ¡Por favor!

Ichiji maldijo aceptando a la bola de pelusa subir a sus brazos, vio el destello malva del cabello de Katakuri cuando se acercó lo suficiente a la puerta de vidrio, y se dirigió apresuradamente hacia él, —con la niña otra vez colgando de su cintura y sin intención de despegarse— se plantó frente de él y le mostró al animal.

Los ojos rojos conectaron con los azules.

—Tenemos un gato. Cuando tome un baño será nuestro. —se lo enseño.

Katakuri únicamente levanto una ceja y regreso al interior, el gato maulló e Ichiji lo apretó en su pecho.

—Cállate, ¿quieres? —le susurró frunciendo el ceño, pero el animal maulló otra vez.

Anana halo de su suéter, así que bajo la mirada para verla.

—Ahora oficialmente sabe que son padres, debe de estar conmocionado por la sorpresa, ser primerizos seguro es toda una aventura.

—Seguro que es eso...— su voz fue un bordoneo afligido.

«Él sabe cómo hacer que te mueras de frío.»

—¿Te duele mucho?

—No, ¿Se ve muy mal? —pregunto curioso.

Entrecerró los ojos, Katakuri contorneo su pómulo, aplastando una cinta sobre el enorme rasguño que abarcaba la mejilla, sus manos pasearon por la piel de forma delicada.

—No, se quitará pronto, no tendrás ninguna marca. —le prometió.

—No importa si queda una.

—Pero no quedara. — aseguro con firmeza, inconsciente o no, nunca dejo de acariciar la zona.

«También sabe encontrar la forma de que te sofoques de calor.

Mientras más tiempo pasas a su lado menos quieres irte.

Un día descubres que ya no tienes a donde regresar.»

—Hoja.

Abrazo sus folders contra su tórax, una de sus cartillas se escapó, pero Katakuri la atrapo antes de darla por perdida, —si se hubiera ido con el viento, allí irían dos horas de deberes frente a la computadora— el aire pululaba grácilmente, y en el suelo, con cada paso que él daba se escuchaba un crap, crap.

—¿Qué?

Miro a Katakuri y su ceño repleto de suaves líneas refulgentes que daban tumbos entre las copas de los árboles, llevó la mano hacia sus ojos para que la hierba, la tierra o las diminutas ramas no los picotearan.

Las hojas trepidaron por todos lados en sus colores ocre, naranja y verde.

—Aquí—el moreno bufo tomando uno de los remolinos de su cabello, sostuvo la hoja y la bajo para que pudiera apreciarla.

Tenía un color similar al de su melena, quiso tocar la mano de Katakuri y entrelazar sus dedos, no lo logro.

«Incluso si tuvieras un lugar, no volverías.»

—El abuelo es un idiota, Sanji y Usopp pierden el tiempo conversando, se tardan con la comida, o las listas. ¿Y a quien culpa él? Por su puesto que a mí. No, no, eso no es todo, la gente hace su pedido...—Niji choco el puño sobre su palma, malhumorado. —Y espera que cinco minutos después el platillo mágicamente ya este sobre la mesa, así que insisten levantando sus manos y diciendo "Mesero esto, mesero aquello, mesero esto otro, mesero, ¿puede masticar mi comida por mí?".

—Cuanto estrés. —dijo tratando de sonar empático.

—Lo sé, además si les respondes que estás ocupado con la porquería de otras personas te exigen el nombre de tu supervisor, ¿Puedes creer que piensan que te asustarán con la amenaza de que pondrán una queja? ¡Por favor!

—Hay personas a las que sí, sobre todo cuando el supervisor no es su abuelo.

—Como sea, comen como...— Niji suspiro dejando salir el aire. —Ensucian todo, todo, Ichiji. Y si digo que no tiren las servilletas al suelo, porque sé que lo hacen apropósito, se quejan.

— ¿Y realmente te han acusado con Zeff?

—Dos veces si, Ichi...—sonrió socarronamente, poniendo un brazo alrededor del hombro de su hermano y atrayéndolo a él, sincronizaron sus pisadas. —Por eso le escupí a sus ensaladas, y solamente estoy detallándote la mejor cosa que hice.

—Eres asqueroso.

—No es todo, cuando estamos en el piso de arriba Yonji pone a los Red Hot Chili Peppers mientras que Sanji en la otra habitación está escuchando a los Black Eyed Peas, o incluso a las Pussycat Dolls. Pussycat Dolls maldita sea! —saco la lengua con disgusto. —Se que Zeff está a nada de quedarse sordo, pero yo aún no, ¿Por qué nadie puede pensaren mí?

Ichiji se liberó, y se colocó enfrente de él, e instintivamente el de cabello azul retrocedió de sus ojos grandes —Supongo que es mi turno de contar algo, así que, bueno, tenemos un gato.

De los labios de Niji escapó un sonido similar a un carraspeo.

— Ichi, ¿ustedes ya están bien? cuando le reclamaste a nuestro padre te veías muy dolido…No estarás evadiendo los problemas, ¿verdad?

—Y no es estúpido como el bobo de Nyasha, ¡Es un gato con carácter! También es inteligente, Ni, la hermana de Katakuri prometió que va a cuidarlo conmigo, y el hace esa cosa rara cuando está en el pasto, se retuerce, le gusta nuestro hogar.

«Katakuri te hace querer regresar a casa rápidamente, simplemente porque deseas verlo. Él se vuelve tu momento favorito del día.»

.......

El Baratie;

205 East Thomson Street

??? Horas después de la masacre.

Usopp miró fijamente por la puerta mientras entregaba un plato de mariscos a la mesa dos, un hombre de cabello verde, ojos miel y cara desagradable se mantenía a una distancia prudente. Era el mismo del que Sanji solía hablarle, el rubio se negó a salir.

El Baratie;

205 East Thomson Street

??? Horas después de la masacre.

— ¿Vas a pedir algo? — el narizón pregunto, pero Zoro continúo mirando el menú minuciosamente, fingiendo que le importaba la variedad.

—Quiero otro vaso de agua, sigo haciendo mi elección. —murmuro con la seriedad de un crítico.

—Si no consumes me temo que no puedo servirte más agua.

— ¿Hay algún problema de que quiera asegurarme de escoger la comida correcta?

Sanji salió de la cocina, usaba una enorme filipina blanca, una pañoleta negra alrededor del cuello y un mandil atado a la cintura.

—Ya que no planeas comprar tú cena, retírate y dale el lugar a otros comensales que si estén interesados.

Zoro aprecio sus rasgos, Sanji le regresó una mirada fiera, no como la de aquel joven que parecía pender de un hilo si él no estaba cerca, ese era un ser fuerte. —No sabía cómo estaba por dentro—; el mismo que hubiera deseado fuera el día que le pidió alejarse antes de terminar descubriendo la paria que en realidad era.

—Hay suficientes mesas vacías, Sanji. —miro de manera directa sus orbes fríos sin inmutarse. —Tampoco tienen muchos clientes, el lugar parece un desierto. —entorno los ojos. —Pero si para hablar contigo tengo que comprar un maldito sándwich de pavo entonces anótalo. —señaló a Usopp. —Y una cerveza fría.

—No vamos a hablar hoy.

— ¿Entonces cuando?

—Cuando quiera hacerlo. —Sanji frunció los labios con desprecio.

El Baratie;

205 East Thomson Street

??? Horas después de la masacre.

En el loft superior Niji discutía con un hombre calvo y sus malcriados y regordetes hijos; el abuelo se encargaba del inventario, Usopp entregaba albóndigas suecas y pasta, Yonji ensalada suiza, Carne y Patty lavaban verduras y hablaban de fútbol.

Los sucesos del día anterior se repitieron con la misma exactitud, Zoro se fue después de pedir unas simples croquetas de queso que prefirió no comer.

El tipo de cabello verde, el menor de los hermanos de Sanji, odiosamente dejo caer el plato y alzó las manos, sacudiéndolas y serpenteando, sonrió mostrándole los dientes. —"Disfruta, poli…" — y le regaló una disimulada seña obscena, fue extraño, pero lo hizo perder la confianza en el platillo.

Sanji lo observó salir, lanzó una maldición y se encerró en el baño, se sentó en el suelo y revolvió sus cabellos ahogando un alarido, no salió durante veinticuatro minutos, una vez que lo hizo, no dejo de llamarlo imbécil.

Nami hizo una llamada anunciando la visita de Kohza a la ciudad.

Usopp dijo: —Pésima idea.

El Baratie;

205 East Thomson Street

??? Horas después de la masacre.

No hubo señal de Roronoa Zoro.

Su ausencia se reiteró durante los días siguientes.

;u;

Día de la masacre

—Sanji...— Zoro pasó los dedos a través de su cabello, su mirada estaba confundida, trato de poner la mano en el hombro del rubio, pero él se apartó.

—No digas nada— ladro guardando la polaroid en el bolso, giro hacia el complejo, dispuesto a pedirle los horarios de camiones a alguna persona de la reserva, el policía lo siguió. —No vuelvas a hablarme Zoro, de hecho, finge que no existo.

—Sube al auto. — le pidió.

—No es necesario, regresare yo solo.

—No seas inmaduro y sube al auto. —el policía estaba frustrándose.

—¿Qué no sea inmaduro? ¡Acabas de decir su nombre!, ¡Estabas pensando en ella! — apunto su pecho con el dedo. — ¡Quien sabe si también estabas pensando en ella durante...! Me voy solo, que te den, no soy capaz ni de pronunciarlo.

—Te prometo que no diré ninguna palabra mientras regresamos, solo déjame llevarte, discute todo lo que quieras, pero no te voy a dejar regresar por tu cuenta. —lo retuvo del brazo. —O cooperas, o te llevo como a un maldito costal de harina.

—Idiota— Sanji le dio un golpe en el hombro, miró a un grupo de ancianos y levanto las manos., —¡Su playa es genial! — volteo hacia Zoro. —Sirve para refrescar la memoria de los idiotas.

A Tash— Tashigi, nunca la trajo ahí.

;u;

— ¿Qué carajos sucede contigo? — Smoker grito con fuerza y Zoro lo observo con los ojos filosos, no apartó la mirada. —¿Es que eres un estúpido?

— ¿Y qué cosa tan grave hice ahora? — levanto una ceja, recargando la espalda en la pared de forma desafiante e indiferente.

—No juegues conmigo hijo de puta, le quebraste las muñecas a un civil.

—Ese bastardo...— siseo, acercándose a su superior hasta rozar su nariz. —Vendía cocaína, y tenía una puta pistola en la sien de su esposa— sonrió. —¡Oh! Y ¿adivina qué? Su dulce niña vestida con un bonito vestido de Minnie Mouse lo miro pegarle a “mami” en la frente con el arma con tal de que yo me fuera.

—Arruinaste la operación todo por qué quien sabe que ocurre en tu cabeza. Cuando te digo, sigue el protocolo. ¡Tú sigues el protocolo!

—Y de no ser por tu perro faldero...—Zoro busco en la dirección de sus compañeros que curioseaban la escena de forma morbosa, la persona que había dicho que las mujeres eran más cotillas que los hombres, seguro era un hombre. — ¡Si Fullbody!, sabes que estoy hablando de ti, no finjas. —regreso a mirar a Smoker. —¡Le habría partido el cuello!

— ¡Vete a la mierda Zoro, que si no fuera por mi lo hubieras jodido todo! — el aludido grito, y cambio su tono redirigiéndose a su mayor. —Señor, sugiero que pase una noche en la comisaria o algo, era un vendedor de droga, sí, pero también tiene derechos humanos, Zoro casi le abrió el cráneo contra el pavimento.

— ¿Y tú qué sabes imbécil? —lanzo un vituperio contra su compañero. —Te la pasaste todo el día diciendo lo mucho que te gustaría darte un polvo con la suboficial. ¡No moviste un dedo ni cuando ese tipo se le fue encima a la chica! Una bola con sobrepeso contra apenas unas libras de piel y hueso, ¿y soy yo a quien le estas pidiendo explicaciones, Smoker?, ustedes están jodidos.

—Cuidado con la manera en que estás hablándome.

—¿O si no qué?

El de melena cana lo jalo del cuello de la camisa, enterrando sus nudillos. —Si vuelves a hacer algo así antes de que yo de una indicación, Roronoa...— le dio dos golpecitos en la cabeza, como si fuera un tonto. —Habrá problemas.

Zoro se volteo, sacudiendo las costras de sangre de su nariz, había recibido buenos puñetazos, lanzo una risa al aire y apretó la quijada: —Te admiro Smoker, además de mi superior también te considero un amigo, pero si vuelves a tocarme voy a romperte la cara.

—Reconsidera esa manera de hablarme. —trastabillo. —Sabes que te puedo joder el doble.

Zoro también jalo de su camisa. —¿Crees que sí?

—Hey, hey, hermano, es mejor que te calmes, ¿por qué no salimos por un poco de aire? — Marco intervino poniéndose entre ambos hombres.

Zoro soltó a Smoker y lo miro amenazantemente, pero siguió al rubio.

—Mañana a las cinco, Roronoa, si llegas tarde me va a importar una reverenda mierda si eres mi amigo, mi hermano, mi padre o el obispo, hare que te amonesten.

—¡Púdrete cerdo imbécil! ¡Salúdame a Hina! Y dile cuanto la compadezco por vivir con un descerebrado como tu— vociferó volteándose, pero Marco lo jaloneo de manera tosca.

— ¿A dónde crees que vas, Zoro?

—Con la archivista.

—Tomate el día libre, yo me encargo.

—Tú no tienes ninguna autoridad para decirme que hacer.

Marco lo miro severamente.

—Bien, entonces quédate aquí, peléate con alguien y ocasiona que te despidan. —se dio la vuelta, pero regreso, ambos sabían que no se iba a ir. —Escúchame, yo también quiero joderme a esos bastardos ahora mismo, pero piensa con el cerebro, hombre, no vas a perder tu trabajo por ellos.

Zoro pasó las manos a través de su cuero cabelludo y observo a su amigo. —Lo siento Marco, yo estoy un poco...carajo.

El rubio suspiro y señalo la salida con el pulgar, era su forma de decir Compra un hot dog, una cerveza y vuelve a casa, solo descansa, Ace y yo te llamaremos más tarde.

Zoro dejo salir el aire de sus mejillas, y puso las manos en los bolsillos de su chamarra, estaciono el auto en Pretzel, y camino algunas calles hacia el bar, bebió tres cervezas y escucho a un anciano hablar de lo mucho que quería vender su viejo auto o de lo harto que estaba de escuchar a su esposa roncar cada noche, antes de pensar que era suficiente, entonces pago su consumo y cruzó la avenida, pero un rostro conocido lo hizo hiperventilar.

Camino a grandes zancadas, quitando a los transeúntes de su camino, se acercó al muchacho que estaba parado frente a una estantería mirando los libros, el cristal reflejaba su simétrico perfil, enterró las manos en su cintura y lo volteo raudamente, atrapándolo entre su pecho y el vidriado, extendió sus huesudas muñecas, no lo dejo escapar.

— ¿Tuviste suficiente tiempo, o aún no podemos hablar? —respiro en su cuello. —No puedes seguir evadiéndome.

— ¡Suéltame! — La capucha de la sudadera cayó revelando los ojos que ya conocía a la perfección, pero los mechones eran rojos y largos, no rubios. — ¡No te atrevas a tocarme! ¡¿Qué te sucede, enfermo?!

La mueca del moreno se descoloco, y levanto las manos inofensivamente, alejándose de él, retrocedió un paso y le lanzo una mirada que decía Mira cómo me alejo, estoy caminado hacia atrás y te estoy dando tu espacio, respeto tu espacio.

—No tocar, no tocar, solamente cállate. —una señora los miro con desprecio. —Te confundí con otra persona, tenías la cabeza cubierta.

—Primero te aseguras, después actúas. — fue reprendido por una mirada furiosa y ofendida.

Zoro se encogió de hombros, reconociendo a Vinsmoke Ichiji, el chico que había visto enloquecer en su propia boda, la ciudad no era lo suficiente grande, por lo visto.

Estéticamente no había mucha diferencia con Sanji más que el cabello, ahora notaba que el rubio era cuatro o cinco centímetros más bajo que su hermano, pero no era nada exagerado, y él no estaba para buscar detalles.

Se inclino a recoger las cosas que el pelirrojo había tirado por la impresión, sobres de harina, un frasco de vainilla, ralladura de chocolate y una delgada revista sobre preparación de postres básicos, metió todo en la bolsa de plástico y se la extendió de regreso.

—Parece ser que nada está dañado, pero si necesitas que reponga algo, te daré el dinero. —Se percato de la mirada sospechosa hacia su uniforme, por lo que prefirió persuadirla. —¿Así que te gustan las cosas dulces?

—No, de hecho, desprecio las cosas dulces, nunca han sido lo mío.

—Tampoco lo mío. — Al menos no era el único de peculiares gustos.

—Esto no es para mí. —dijo pegando la bolsa de compras en su estómago.

El hombre de ojos miel asintió, y levanto el mentón en despedida, pero se dio cuenta de que el otro hacía lo mismo, estaba justo a su lado, dándole una ojeada juzgona.

—Estoy casado y me gusta estar casado, para que lo sepas— murmuro de repente haciendo que Zoro casi se atragantara con su saliva. —En el primer instante que vuelvas a tratar de poner una mano en mi cuerpo, vas a lamentarlo.

—Felicidades, pero mi auto está en esa dirección— señaló el cruce. —Y ya te dije que no fue apropósito, supéralo.

—Oh.

A una distancia cercana los dos avanzaron sintiendo ese pitido incomodo de tener una persona extraña a unos centímetros y seguir un sendero con ella.

—El clima de hoy es bueno.

—No es algo de todos los días. — Ichiji asintió concentrándose en la cara del mayor, tenía algunos golpes. —Tuviste un mal día, ¿cierto?

—De hecho, pésimo, al menos me han dado la tarde libre en el trabajo.

—Lo supuse, no deberías de beber con el uniforme puesto, hueles a cerveza.

Oh, si Smoker lo viera seguro terminaría partiendo el puro a la mitad de una sola mordida y diciéndole que le daría una sanción disciplinaria y lo enviaría a otra sub-unidad, giro hacia el callejón del disco center en que una canción de Bowie flotaba en el aire.

Ichiji levantó una ceja. —Pensé que habías indicado el sur.

—Si, solo quería preguntar por un elepé de Johnny Cash...

—Creí que nadie compraba elepés actualmente, ¿Cuántos años tienes?

—No tantos. —Zoro frunció el ceño, su sentido de dirección apenas y estaba desarrollado, era pésimo, por eso prefirió aferrarse a su mentira. Le gustaban los elepés, si, no al grado de Shanks, claro, prefería comprar cd's. —Todos los días se aprende algo nuevo. — dijo soberbio.

—Seguramente no podría vivir sin saber ese dato tan relevante, ¿no?

Pararon, esperando que el semáforo cambiara de color, cuando comenzó a ponerse amarillo, antes de que todos los autos frenaran y se detuvieran, Ichiji camino distraído y Zoro jalo su gorro haciéndolo retroceder.

— ¡Harás que te arrollen!

— ¡Estaba en rojo! ¡Y no me toques!

—No, ahora si está en rojo, de nada, por cierto.

Al llegar a sus vehículos —el deportivo de Ichij y el trasto gris de Zoro—el sol era cálido, producía nubarrones en sus pupilas y asteriscos en un extremo de la retina si se quedaban viendo fijamente algún punto, el calor entibiaba sus sienes, se sentía bien.

— ¿Prepararías un postre para tu esposo? —era una conversación sencilla.

—Él ama las donas, su rutina alimenticia es horrible, me saca de mis casillas— Ichiji sonrió, fue gesto pequeño que no pasó desapercibido para Zoro, estaba lleno de orgullo, había visto esa cara en Sanji en más de una ocasión, pensar en él lo hizo sentir como si tuviera un hueco en el estómago.

— ¿Cocinas? — ¿Igual que Sanji?

Él no conocía a Charlotte Katakuri, sabía de las opiniones sobre el voraz empresario, nada del humano, intercambiaron miradas cuando se llevó lejos al pelirrojo, mientras Sanji temblaba sin saber qué hacer después de llenar a su hermano de vino.

La voz de Ichiji era tan baja que Zoro tuvo que ir a su lado y sostener los codos en el cofre del auto.

—Para nada, ni un poco, pero me sentí valiente.

Había cierta melancolía en su tono, que turbaba a ras igual que el aguardiente, lo vio bajar la mirada.

—¿Unas donas te hicieron sentir valiente?

—Se que suena extraño, él logra volverme extraño, incluso si solo roza mi mano, yo pierdo. — callo inmediatamente con sus mejillas rojas, Zoro lanzó una carcajada.

—No te avergüences, puedo ver todo lo que te gusta, así que ¡vaya! — chisto la lengua—, ese tipo grande, te tiene.

— ¿Lo conoces? — Ichiji lo miro curiosamente, acababa de soltar una característica. —Estas consiguiendo perturbarme, no te ofendas.

—Tu ceja— se rasco la frente. —Eres un Vinsmoke, y estas con un Charlotte, ¿Quién no lo sabría?, tuvieron su propia columna en el periódico después de la boda. —forzó las palabras. —Pero por como hablas...— "Acaricias las palabras antes de soltarlas". —Espero que él te corresponda de la misma forma.

Zoro percibió algo inquietante en su mirada.

Ignoraba la manera en que había empezado esa relación, él solo fue una escolta y ni siquiera por voluntad propia, Smoker dijo que así tuvieran que llevar tutus, una orden de alto mando se cumplía si o si, pero ante sus ojos, no sospecharía de las dobles intenciones de tal unión, y Sanji tampoco las dijo, pero la nostalgia que él transmitía fue lo que lo hizo desear ir otra vez al bar a convertirse en el hombre torturado y dañino de siempre.

El cielo comenzó a tornarse rojo, y sus reflejos cayeron en la melena del chico, dándole un destello claro que lo tenía pensando en un cabello de trigo y de grano.

Suave entre sus dedos, oro sedoso.

— ¿Has escuchado hablar sobre el dilema del erizo? —se rasco la mejilla.

—No.

—Mi padre me platico de el hace algunos años. — puso una mano en su mentón, pensativo. —Era algo como...Durante un día de invierno, dos erizos se encuentran y sienten simultáneamente la necesidad de entrar en calor. Para satisfacer tal necesidad buscan la cercanía corporal del otro, sin embargo, mientras más cerca están, más daño se causan con las púas de sus cuerpos.

Levantó un dedo en la dirección de Ichiji.

—Pero, si se alejan el frío aumenta, así que enfrentan un dilema, o aceptan la cercanía y se flagelan el uno al otro, o se alejan y de todos modos ambos mueren por la temperatura.

Ichiji miro los ojos miel, el policía meneo el rostro, y aunque pensó que había terminado, volvió a hablar.

—Existe una tercera posibilidad, acomodarse lo suficientemente cerca, hallando una distancia que no pueda lastimarlos, así que los dos adquieren una oportunidad de vivir, no demasiado cerca, ni demasiado lejos.

Zoro observo al chico adquirir un gesto reflexivo y meditabundo.

—Es una parábola de las relaciones; el amor, cuando se da de la forma en que lo damos, se pudre. — volvió a decir.

Era una cosa patológica.

Mas no había uniones perfectas, absolutamente todas tenían sus grietas.

Ichiji —aprecio Zoro— era diferente a Sanji, poseía un encanto melancólico y atemporal. No quemaba ni enceguecía como el rubio, daba la sensación de ser una persona perdida, como un foco fundido o una luciérnaga en sus últimas, Sanji era un astro, y queriendo o no, te impresionaba, deseabas tocarlo, querías desesperadamente de su calor así este estuviera en llamas, y él ni siquiera lo sabía.

Le dio un pequeño golpe al auto y alzo la palma.

—Gracias por escuchar. —Busco sus llaves en el bolsillo —Sobre la 8th encontrarás una pastelera, es ridícula y rosa, pero me han dicho que tienen los mejores postres, le gustaran a tu esposo, y si tú quieres correr el riesgo, hay pastelillos especiales con jarabe y tocino, quien sabe, tal vez ese sabor no sea tan dulce, suerte...en lo que sea que estés pasando.

Puso la mano en la manija del auto, pero se detuvo en seco cuando escucho la voz de Ichiji.

—Nunca volveremos a contratar sus servicios, son un asco, fui atacado en mi propia boda.

—No somos una escolta privada, ver a ricos moviéndose como pavorreales es demasiado desgastante, a la próxima pídele a tu hombre te pague un verdadero guardaespaldas, nosotros tenemos mejores cosas que hacer.

— ¿Pensaste que yo era Sanji no es cierto? —enarco una ceja. —Que poco observador eres.

Zoro no quería preguntar, después de lo que vio en la boda, de lo que Sanji le dijo una vez —triste como un pajarillo roto—, él sabía que la relación con su hermano no era la mejor, —uno es un cuerpo traslúcido, el otro está lleno de color—, se atrevió a tomar el riesgo.

— ¿Cómo esta él? ¿Se encuentra bien?

—No tengo idea, tal vez está llorando por ti ahora mismo —Ichiji alzó las manos. —o le importas un bledo y se lía con algún perdedor, como casi siempre hace, siendo sincero, nunca supe cómo trabajaba su cerebro.

—Si lo ves, ¿podrías decirle que arregle su maceta? También compre una begonia para reponerle la otra. —hizo una pausa, rascándose la cabeza. —La vendedora me dijo que es una begonia, en realidad no estoy seguro, para mi puede ser una hortensia, maldición, si me hubiera vendido un nopal le hubiera creído, Sanji lo sabrá, sabe todo, solo díselo.

—Nop, no lo haré, no me interesa decirle nada. —bostezo. —Es tu erizo con complejo de jardinero, sus púas son tu asunto— Ichiji se burló y Zoro frunció el ceño, lo vio estirarse suavemente y lanzar un largo suspiro. — ¿Arreglaste una maceta?

—Hice lo que pude, era terracota y difícilmente pude con todas las fisuras.

—¿Piensas poner una flor en ella?, compra otra, hombre tonto, si vuelve a abrirse lastimara el tallo.

—Es por eso que necesito su ayuda, chico tonto, sin embargo, comienzo a dudar que me la de, creo que lo he hecho odiarme. No es como si pudiera culparlo por hacerlo.

Ichiji suspiró de manera teatral y Zoro vio la forma en que se balanceaba por el suelo a pasos pequeños. —¿Quieres saber en qué se parece mi hermano a una cucaracha? —parpadeo en frente del moreno. —Es muy resistente, las pisas, la pisas y la sigues pisando, pero lo asombroso es que no se muere. No te confíes tanto, su mundo nunca entra en pausa, cuando crees que lo destruiste, entonces él te da una sorpresa.

;u;

Tonto.

Muy tonto.

Estúpido.

Muy estúpido.

Detente y no lo hagas.

Da la vuelta.

Ichiji, da la vuelta, ahora.

Se movió robóticamente, mirando sus manos —llenas de cintas y cortes—, y vislumbro el caos que había creado, harina, platos, crema, azúcar y aceite por todos lados, como una batalla campal, después clavó los ojos despectivamente en los círculos perfectos, redondos y cremosos que estaban dentro del paquete de cartón que había comprado por sugerencia de Zoro.

Mordió sus labios y camino sinuosamente hacia el umbral, en donde todo estaba vacío; sin testigos, tomo la cuchara y el chantillí, y lo esparció sobre las donas ya hechas, volviéndose menos perfectas, pego la frente en la mesa y lanzó un alarido, ni por asomo se veían caseras.

Él, —Vinsmoke Ichiji, primogénito de los varones, admiración de algunos, inalcanzable para otros, completo asno según muchos— se veía como un idiota al ser vencido por una simple comida, sostuvo la bandeja temblando, y se dirigió a la habitación de Katakuri, que miro de mala forma, puso el traste en el pupitre y se dejó caer en su cama ocultando el rostro en la almohada, enredándose en los cobertores.

Lo imagino sonriendo con su forma salvaje, atiborrando sus mejillas de esas estúpidas bolas de azúcar hasta atragantarse; lo recordó desinfectando el rasguño que el gato todavía sin nombre, le había hecho, cargando a Anana en sus hombros, acariciándole el cabello.

Estaba aterrado.

Amaneció con Ichiji solo y hecho un ovillo.

Mientras el alba se despertaba desde el vídriate, el sonido de las rejillas cerrándose lo alerto, él se paró rápidamente, dando tropezones por las escaleras, apoyándose del barandal hasta llegar al último piso, la charola estaba en su mano izquierda.

Lo diviso atravesar el pórtico, cruzar una capa de neblina—su aire de renegado, su aura intimidante y la mirada de piedra— usaba una camisa negra, los primeros botones estaban abiertos, la gruesa cazadora de cuero colgaba en uno de sus hombros, las franjas fucsias en su piel robaron su atención, quería ver el tatuaje completo, el pecho, el brazo, la espalda, los fibrosos músculos.

La luz natural todavía no era suficiente para darle claridad al interior de la casa, así que prendió una lámpara, que más que nada parecía una vela alumbrando un mediocre tramo.

— ¿En dónde estuviste? ¡Ha sido toda la noche! Podrías avisar al menos.

—Whole Cake, después de todo quiero que mi esposo tenga todo lo que se merece. — sarcasmo. —Y te lo dije, ¿revisaste tu celular?

No, lo había dejado todo el día en la guantera del carro.

Ichiji se acercó premurosamente, respirando para contenerse, Katakuri también se detuvo y parpadeó mirando sus mejillas, deslizó el pulgar por su grueso labio y limpio la mancha blanca, después la lamió.

— Vaya, ¿Ahora también cocinas?

—Cuando se me da la gana. —le enseño los dientes.

—Estas volviendo esto estremecedoramente real— Katakuri sonrió.

—Es real. —su voz bajo unas octavas y suspiro. —Como sea, me alegro de que estés aquí.

Katakuri paso saliva, negó con la cabeza. —No ahora, ¿de acuerdo? — entro a la cocina, observó el caótico panorama y se sirvió un vaso de agua, avanzó por el hall.

—Hablemos, escúchame de una vez por todas.

—Ya hablamos, lo hicimos, tú y yo juntos no podemos ser personas racionales, ¿Te das cuenta? —sí, hacía que Katakuri sintiera una rabia incontrolable. — ¿Aportaras una solución o es más de lo mismo?

—Solución— afirmo sonriente —¡La mejor! Para empezar, olvidarnos de este melodrama estúpido y aceptar las cosas de la manera en que son.

—Te aconsejo pensar en otra, dado que tu manera en que las cosas son y la mía no coinciden del todo, y no lo harán hasta que te canses del espectáculo. Si necesitas la oficina para tan arduo labor. —apuntó hacia el pasillo. —Adelante, no te detengas por mí, iré a darme un baño.

Ichiji retorció los dedos cuando el mayor retomo su camino, apretó la quijada fuertemente y sacando la energía bélica que vivía dentro de él, sostuvo las rosquillas y se las arrojo a la espalda, vio la crema deslizarse infinitamente lento y desprenderse, fue un golpe bajo para Katakuri, quien siempre atacaba de frente.

El vaso que sostenía se hizo trizas en sus enormes manos, lo estrujó en su piel y no mostro ningún atisbo de dolor mientras las esquirlas de vidrio caían al suelo junto a su sangre.

—Estas cansándome Ichiji. — lo miro de arriba abajo. —De verdad estás haciendo que...

—¿Qué? —lo reto.

—Que me arrepienta de esta decisión.

—Lo lamento por ti, vivamos con eso—Ichiji repitió las mismas palabras que había utilizado contra él. —Dulce o agrio, podemosCharlotte, nosotros podemos, ¡¿Qué importan unas simples púas?! —su sonrisa altanera nació, logrando que Katakuri hirviera, que quisiera borrarla.

—La idea siempre fue que tú y yo ganáramos algo, estás haciéndolo.

—No.

— ¡No te amo! —dio un paso hacia él, acorralándolo entre la encimera, sintió el aire gélido rozarlos y el olor a clorofila ahondar en las aletas de su nariz, su esposo apretó las manos y lo contempló atento. —Me preocupo por ti porque es mi obligación, físicamente me atraes, no lo niego, pero no te amo, ni tampoco te quiero, o te aprecio.

—Tratas de que te odie. — alzo las manos hacia su rostro, su toque fue suave. — Quieres que sea más fácil para mí desprenderme de ti, pero no tienes que seguir haciéndolo.

Katakuri le dio la vuelta y apretó la espalda del pelirrojo en su pecho, cerniéndose encima suyo, su brazo rodeo sus hombros, su mano agarro sus muñecas desaforadamente, estaba atrapado, su corazón se desboco frenético, lo obligo a doblarse contra el mueble y sostenerse de el, no le dio la oportunidad de moverse ni un milímetro, estaba tan cerca que el pequeño trasero se burlaba de su zona pélvica.

Ichiji suspiro agradablemente, sin inmutarse por su brusquedad, un escalofrió recorrió la espina dorsal de Katakuri. —No trates de asustarme, no seas ridículo, conmigo no funciona.

—Eres tan narcisista, siempre.

—¡Y ciego, y masoquista, y estúpido! —canto, riéndose cínicamente, se oscilaba por su toque. —Maldita sea, Katakuri. —bramo molesto.

Sostuvo su cadera, sus dedos se enterraron en ella, dolía, su sangre seguía arremolinándose, Ichiji se retorció, girándose, y contorneo una vez más su rostro de manera frágil. —Y él prefería que no lo hiciera, no de esa forma, cuando se veía como su esposo— Katakuri lo beso con agresividad, mordiendo sus labios, aprisiono su espalda baja y apretó su trasero de forma vulgar.

—No querías esto, no deberías de estar viviendo así, no debí traerte aquí.

—Esto es lo mejor que he tenido.

—¿Lo mejor? ¡Es patético! — Los dos hombres en él sentenciaron, aquel que dormitaba como un drogadicto entre la fantasía conyugal, y él otro, —siempre ganador—, que desde el inicio planeo hacer de lchiji su boleto de pase rápido contra sus hermanos. —Tú me lo dijiste Ichiji, un hombre sin orgullo es...

— ¡Me da lo mismo si me juzgas! ¿Crees que a estas alturas lo que dije o no cambia algo?

Katakuri conocía la historia, Ichiji retaba, él contestaba y retaba el doble, entonces ganaba, lo acorralaba, lo olfateaba, tal vez lo besaba, gritaban otra vez y se dejaban.

—¿Por qué sigues haciendo esto?

—Me importas.

—Créetelo primero tú.

—Nunca tuve la necesidad de mentir porque otros lo hacían por mí. Contigo no podría.

—¿Debería enternecerme? —su áspera voz bailoteo cerca de su oído. —En mi caso prefiero encargarme personalmente de mi trabajo sucio, esconder la cara detrás de otros te hace un cobarde, ¿no te importa verdad? — Ichiji lo sintió sonreír. —Estás demasiado malcriado, sigues siendo un niño, solo un mocoso al que malcriaron dándole todo cuando lo pedía.

Espero el contraataque, en cambio el ojiazul escupió una maldición y levantó el rostro, un mechón de cabello despeinado soplo en su frente, sus ojos relampaguearon.

—Dame una oportunidad, déjame entrar a tu vida.

—No te gustara hacerlo, no sabes lo que pides.

Lo estrelló en la pared de nuevo, respiro sobre su cuello antes de besarlo, presionar su carne, morder su garganta y su mentón, lo acaricio lento —Muy lento, pegándolo a los diques—, era tan delgado y microscópico a lado suyo...Si, le daría la oportunidad que tanto quería, pero no habría más, sus ojos azules, vítreos y sombríos regresaron a él.

—Acepta lo que te doy, vas a estar bien, te prometo que lo estarás y si él trata de hacerte sentir mal, lo demoleré, sin contemplación. Si lo hace lo destruyo, no me importara que sea tu padre.

Ichiji lo contradijo meneando el rostro. —No Katakuri, dije que lo quiero todo, y si no piensas dármelo entonces no me ofrezcas nada.

El rostro firme del chico, —la cara gótica, vampírica y a la vez ingenua— sus labios brillantes y sin color; alimentó su fuego, su alma de luchador, de ganador, de guerrero, al hombre despiadado y al bárbaro.

Katakuri sonrió.

Ichiji pensó que lo había comprendido, que lo entendía, regreso la sonrisa.

El moreno se sentó en el sofá descansando una pierna sobre la rodilla —con gesto desprolijo y casi apático, desgarradoramente viril, intimidante y atractivo como solo él podía ser con su mórbida capacidad de hacer sentir a otros afortunados de respirar su aire— este se hundió ante su peso, después dejó caer las manos y abrió las piernas, tocando su muslo para hacer al chico avanzar.

Tiro de Ichiji, el perímetro de su fina cintura podía ser rodeado a totalidad solo con sus manos, cerraba e incluso dejaba espacio y lo incitaba a presionar más fuerte.

Ichiji se colocó encima anudándose a sus caderas con las piernas flexionadas, dejó que le arrancara la camisa y desnudara sus hombros y su pálido torso, Katakuri beso la curvatura de su cuello, lo hizo suspirar y contornarse; mordió sus pezones frotando con brusquedad la areola, rodándola maliciosamente por sus dientes y prensándola, Ichiji abrió los ojos con desmesura y temblequeo.

—Cada cosa venenosa que has dicho...— lamió su pecho, enterrando la nariz e inhalando en medio de sus pectorales. —Haría que te las tragaras, que las sintieras...—lo oprimió llevándolo al borde del delirio. —Eres imposible y todo lo que te digo entra por aquí... —sopló en su oído. —Solo para volver a salir. ¿Por qué estás tan desesperado?, es lindo.

Él solamente se dedicó a respirar para no morir ahogado, cimbrándose por cada palabra suya o movimiento.

Toda causa tenía un efecto, si él pellizcaba, Ichiji temblaba, si él besaba, gemía, si presionaba, gritaba.

Lo puso duro, la tela de sus pantalones era lo único que impedía a su miembro de penetrar en medio de las nalgas de Ichiji, y lo agradeció, era la restricción que evitaba que lo tomara brutalmente, que lo pusiera boca abajo, —las rodillas en el suelo, las piernas abiertas, un respingón y bonito culo de durazno, la cabeza colgando, y él jalando de sus brazos, haciéndolo regresar una y otra vez, retumbando en su trasero sin culpa ni piedad. — Joderlo más fuerte de lo que había hecho alguna vez.

—Y por más que te mando al demonio, vuelves y vuelves, eres como la peste, tal vez peor.

—Peor. —le aseguró.

«—Me torturas, no me canso de tu narcótico, y quiero verte lleno de mí, y sudado, y enardecido. Pero no sé lo que piensas, ni lo que tramas.»

El pelirrojo miró con fascinación su tronco tatuado, quiso delinear los trazos colmados de misterio y de poder, sostuvo su mano y beso sus nudillos, la piel lastimada de sus palmas, lo acaricio contra su mejilla y después metió sus dedos a la boca y succino los rastros de sangre, mordiendo las yemas; salivando los bordes y atorando la lengua sugestivamente. —Y tu Katakuri, ni siquiera eres humano.

El mayor hizo presión en su sexo ásperamente y tomo su cabello, enredándolo en sus dedos y jalándolo de forma violenta, ocasionando que Ichiji se quejara y gimiera eufórico, más excitado todavía, mordiéndose la esquina de los labios, Katakuri halo de nuevo torciendo su cabeza hacia atrás, su cabello era suave y olía muy bien, lo reboto hacia arriba y empujo, verlo retorcerse y sofocarse hacia que vibrara.

Que a sus ojos viniera la imagen utópica de la hermosa casa, del jardín verde y los ciprestes, el olor a fresas, a dulce, a madera, a lluvia, Vinsmoke Ichiji esperando por él, esa noche en la que hizo algo muy parecido a el amor, a ciegas, sin luces, tocar suave, besar paciente, cubrir sus cuerpos en las sabanas y solo mecerse dentro de él, amanecer dándose cuenta que lo abrazaba con sus cansados brazos de rama, la mano yéndose de su cintura, salir de la cama, la luz morada en el cuarto acentuando todo el camino de huesos de su columna vertebral, prepararle café.

Sentía su peor parte florecer, de los dos.

Su nombre, la forma en que lo decía, lo gemía desmadejándose en el proceso, Ichiji lo miró intensamente mientras respiraba. —Teextrañotenecesitotocametocametocame— su voz comenzó a dejar de ser frenética, a ser un silbido delgado y exhausto. —Tócame...tócame, me estoy despedazando porque no lo haces.

Ichiji rodeo sus hombros, enterrando la cara con languidez en su garganta, su trasero seguía aplastando con lentitud el pene de Katakuri, resguardándolo en su rajadura, lo quería dentro, pero también necesitaba que se corriera de esa forma, atrapado entre su división.

Katakuri echo la cabeza hacia atrás, apretando los dientes, obteniendo placer cada vez que le restregaba su entrada y se la ofrecía, —caliente, pequeña, sofocante, adictiva— podía sentir como entre la delgada textura de los pants, su esposo estaba húmedo y resbaladizo, sus uñas rasguñaban su pecho así que gruño, el pelirrojo era un supernova.

— ¿Lo hago bien? — pregunto sin malicia. — ¿Si...te gusta?

No respondió, tomo su cara enterrando los dedos en sus mejillas crudamente, froto más fuerte, con posesión, haciéndolo retorcerse y suspirar —imaginando que lo tenía sin ropa, y él estaba enterrado hasta el fondo, igual a un maldito adolescente y sus fantasías con la pornografía.

Solo es sexual, motivación primaria, una necesidad primitiva por meter, sacar y eyacular, como lo fue con las otras caras, verte así, no es nada.

«— ¿Seguro chico anguila? ¿Solo es un espacio caliente o...?

No pudo contenerse y estrujó su espalda, deslizando la mano hacia sus pantalones, magreando uno de los glúteos en el ancho de toda su palma, apretujándolo al ritmo en que lesionaba su hombro, estuvo por aventurar un dedo, paseándolo por el camino de sus nalgas, y este —ambicioso y traidor— amenazó con calar en su núcleo y abrirlo.

—Vamos a nuestra habitación... —Ichiji se restregó más fuerte.

Una risa profunda abandonó la garganta de Katakuri, levanto una ceja. — ¿Nuestra?

—Huele a ti— un suspiro. —las sábanas, las almohadas, tu estela está en todos lados Katakuri, te pienso...en las noches. —Ichiji mordió el lóbulo de su oreja. —En lo que me haces falta.

El moreno resopló con fuerza, su dureza dolorosamente erguida latía con frenesí en la punzante entrada.

Ichiji lo miró, trataba de tomar aire, y sostuvo su cabeza hundiendo lo dedos en su corto cabello, él de cabello granate mordió lo pezones, masticándolos tanto como quería, cavando en sus costillas.

Si las rompes vas a encontrar flores.

Sus ojos se alternaban entre las luces y las sombras, creaban prismas que crecían hasta dispersarse. El ojiazul se movió frotándolo en zic zac al tratar de quitar sus pantalones y la ropa interior, pero Katakuri agarro sus muñecas deteniéndolo.

—¿Qué sucede? —le pregunto confundido.

—Aún no— la voz de Katakuri era ronca y firme. —Sigue moviéndote así.

«—No me dejes entrar, por favor.

Orquídeas, tulipanes, jazmines, ¡Katakuri, las tengo todas! Son tuyas, son nuestras.

—Vamos, puedo hacer algo mejor que solo frotarme en ti...— Ichiji susurro besándolo de manera tierna, su garganta y sus mejillas...—Entra ahora...— su frente, sus párpados. —No es suficiente para ninguno, me haces falta, por favor déjame sentirte, hazme saber que estoy contigo, que no estoy solo.

Schopenhauer afirmaba que todo acto tierno tenía como verdadero fin el instinto natural de los sexos, los individuos se unían por impulsos irracionales de la voluntad, no por el amor sentimental, era puro goce físico; fundirse en un único ser para después seguir viviendo en él, si no fuera por las relaciones sexuales las personas se odiarían, se despreciarían e incluso repugnarían.

Ichiji se movió hambriento, masturbándolo, haciéndolo palpitar y torturándolo bajo su insignificante peso, prometiéndole que, entre sus anillos, cuando se hundiera y se fusionaran lo haría desfallecer.

Embísteme...

Imploro por recordar cuanto lo despreciaba, lo hastiado que estaba de todas sus mentiras y su actuación de truhan.

—Tranquilo, shh.... —lo tranquilizo, bajo las manos hasta las bolsas de sus pantalones y saco su cartera.

—No necesitamos preservativo, córrete dentro de mí, estamos juntos, eres el único, el único.

Ichiji susurro finamente, su afecto oculto, muy bien guardado, fue desgarrador, lo más estremecedor, aterrador, extraño y etéreo que Katakuri había tenido entre sus brazos, fue una descarga eléctrica atroz y mortal.

Y es turbio, y es noche —nunca sol, jamás será sol. — El tigre ruge, y necesita morder, destripar a su presa, marcarla, germinarla —besarbesarbesar— largarse y maldecir hasta estar sin voz, esconderse del ruido como un niño.

—Katakuri, no se lo permitiría a nadie más. —afirmó serio, un suave rubor apareció en sus mejillas, paro el tiempo; únicamente podían escuchar las respiraciones de ambos, Ichiji se acercó tocando su barbilla con la nariz, subiendo a su boca entreabierta, apenas rozándola. —Solo quiero que tú me puedas tocar.

Una luz inusitada le cubría, y aunque sus ojos apenas estaban abiertos, tenían espectros nadando dentro.

Porque tu escuchas mis canciones, y aunque sean tristes, las cantas y te gustan.

«—No es verdad, lo habrías hecho con cualquier otro maldito, lo sabes, lo sé, te convencerías de que estas bien, y pensarías en arbustos de rosas muertas mientras toman tu cuerpo. Y por eso no me agradas, por tu falta de voluntad, por ser solo un seguidor de quien te lo pide.

—Solo Charlotte, Charlotte Katakuri. — apenas y se sintió como el viento en su oreja cuando lo dijo.

Para el Vinsmoke todo podía ser olvidado, —las caras, los gritos, los pasados, el contrato— podían ser nuevos, ser otros, y si no, podrían romperse lo suficiente, porque estarían ahí para levantarse.

Katakuri lo beso con lentitud —casi, solo un ápice de él titubeo en seguir tocándolo— e Ichiji suspiro sedosamente, separándose sin dejar de bambolear sus caderas.

—Te habías tardado tanto. —su voz salió entrecortada, y seguía sonriendo. Katakuri nunca lo había visto sonreír tanto. —Se que no soy él mejor, solo se paciente, solo...

—El tiempo se acabó.

Miró aturdido y desorientado lo que eran sendos de dólares, justo a la altura de su cara. No hizo falta que Katakuri dijera nada, la acción había sido suficiente.

El semblante de Ichiji cambió de manera radical, se volvió dolido, hubo una sola lágrima. —Difusa y casi imperceptible— que Katakuri siguió, turbado y confundido, por poco preguntándose si lo que había hecho era correcto, a esa solitaria gota le siguieron otras igual de silenciosas que pronto anegaron su faz, eran diamantes.

Las admiro con fascinación.

No llores cereza, tu piel es de hierro, nada la penetra.

No llores cereza, te han robado el alma, no puedes.

¡Deja de llorar maldita sea!

Lo tomó del cuello, sintió su pulso —y la vida— corriendo a través de sus dedos, lo volvió a besar, sus pestañas se batieron y más lágrimas cayeron.

Ichiji las limpio con rabia y pudor, su mano tiritaba con humillación y amargura, y cuando el pelirrojo le dio una bofetada llena de fuerza, tuvo que girar la cara. —Jamás nadie en su vida había hecho eso—, y se fue, todo era una película muda.

«Katakuri tiene esa habilidad, te hace sentir vivo y si él quiere, también te mata.»

Se quedó quieto en la oscuridad de la sala, una puerta azotándose cimbró por todos los rincones de la casa, asustando a las termitas, los ojos del gato lo taladraron, y juro, lo pudo ver sonreír mientras ronroneaba entre sus pies, saltó con agilidad hacia el sofá y se acurruco a su lado, ve con él, chico anguila, ve con él.

«Nunca ha perdido ninguna batalla»

 

 

 

Notas finales:

N O T A S D E A U T O R (2):

 

Richard Cantillon; es considerado el primer gran economista teórico.

 

Red Hot Chili Peppers; banda de rock alternativo y funk rock estadounidense

 

Black Eyed Peas; grupo de música estadounidense de hip hop.

 

Pussycat Dolls; banda de chicas de música pop

 

Elepés; Un LP? o elepé? es un disco de vinilo de tamaño grande

 

Johnny Cash; fue considerado como uno de los músicos más influyentes del siglo XX, el "rey de la música country" y un icono de ese género.???

 

El dilema del erizo; Parábola escrita en 1851 por Arthur Schopenhauer.

 

La filosofía de Schopenhauer que en algún momento llega a mencionarse pertenecen a : Arthur Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación (Madrid: Akal, 2005).


 


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