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Sentimientos por contrato por AcidRain9

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Capítulo 20: Comerse al monstruo

That's the price you pay
Leave behind your heartache, cast away
Just another product of today
Rather be the hunter than the prey
And you're standing on the edge, face up 'cause you're a...

Natural
A beating heart of stone
You gotta be so cold
To make it in this world
Yeah, you're a natural
Living your life cutthroat

Imagine Dragons; Natural

El burdo concepto del amor patético; ese fue el que se le enseño —y el que con creces entrego—, aquel que apresa y lleva al borde. Podía verlo entre el sexo, las medusas de cariño, la familia y la imagen de felicidad típica y preformada.

Acción de gracias y cenas de navidad a lado de ejecutivos, sonrisas plásticas y miradas incómodas, contestaciones obedientes que solo lo ponen peor diciéndole que, aunque todos sus hermanos estuvieron expuestos a la misma bacteria, solo él se contamino y todavía se siente sucio.

Solo si Katakuri dijera que está limpio él podría creerlo, pero ya le había dado suficiente de su asfixia que entendía, tenía que creerlo por sí mismo, aunque fuera el camino más difícil. Al paso que estaban siguiendo, solamente lo haría enloquecer y él enloquecería junto a Katakuri, pensamiento que casi lo hizo hipar de la risa.

Las lágrimas —el reflejo de una tristeza y un llanto— no se veían bien en una cara como la suya, pero aun así les daba la libertad de fluir cuanto querían.

Había una imagen en la laguna de su cabeza, una mujer muy guapa en la habitación de su padre observándolos desde el barandal. Ella siempre los miraba desde el mismo sitio.

Yonji dame tu pelota, la mía ya no tiene aire— agito la mano, haciendo al nombrado fruncir el ceño. —¿Vas a llorar como Sanji? Pensé que eras fuerte.

Volteo el rostro hacia Niji, quien acababa de estampar su propia pelota en la cabeza del rubio.

Ni, tú también pensabas que Yon era fuerte, ¿verdad? Vaya decepción.

No seas llorón Yonji, suficiente tenemos con Sanji, solo dásela, es una simple pelota.

— ¡Entonces dásela tú! — San rugió. —Tal vez él haga algo más productivo con ella que solo arrojármela.

No me la pidió a mí y tampoco te la pidió a ti, así que ni lo intentes. —flexiono las rodillas y giro la cadera, fingiendo una pose de jugador de béisbol, pero le arrebataron la bola antes de lanzar el tiro.

— ¡Oye! ¡Reiju! Devuélveme mi pelota, tu no estas jugando.

—Ni Sanji juega contigo, Niji.

Ichiji miro con hastió a sus hermanos comenzar a discutir, rodó los ojos y volvió a concentrarse en el niño de cabello verde.

No, Yonji, tú eres fuerte, no necesitas que Reiju te defienda como a Sanji, ni que Niji te de órdenes, por eso me darás la pelota, ¿no? Ya que eres valiente y yo me equivoque al dudarlo. —sonrió estirando la palma con más ahincó. —Vamos hermano, enséñame cuan equivocado estoy. No me gusta enfadarme.

De pronto la bola estaba en sus manos y él la miraba feliz, pero rápidamente descubrió que la pelota de Yonji se sentía igual que la suya y poco le faltaba para desinflarse, se sintió engañado; la sonrisa de su cara se volvió una mueca temblorosa y deforme, lanzo el juguete con rabia y escupió un improperio.

Ara, ara, cinco niños. La niña es bailarina, ¿a que sí? Reconoces a una por la manera en que se mueve, es como si tuvieran una delicadeza involuntaria en la punta de los pies.

Es solo un hobby, no pueden tomar muy en serio las artes.

Ella se encogió de hombros y lo abrazo por la espalda, pegándole sus pechos sin sostén, miro al frente sin dejar de masajear los brazos del hombre.

El rubio es idéntico a su madre, es como verla...—entorno los ojos y su voz se hizo más aguda. —El rojo y el azul son unos malcriados, pero el verde...—mordió sus bastos labios. —Podría comérmelo, será todo un galán cuando crezca.

Alzo los brazos y la enorme camisa masculina se extendió permitiendo una probada de la diminuta lencería blanca que apenas y cubría sus redondos glúteos bronceados.

Necesitan un ejemplo materno.

— ¿Cómo tú? — Judge enarco una ceja con gesto frívolo.

—Tengo de madre lo mismo que tú tienes de padre.

Baccarat jamás quiso hijos, la única bendición que había tenido en la vida era precisamente esa, no tenerlos y hacerle culto a su cuerpo, huir de criaturitas como esas cinco fue una de las decisiones más inteligentes que tomo, sonrió astutamente mirando al rubio.

Aunque los conozco, nunca platicamos, iré a saludarlos.

— No — él apretó la quijada, agarrándola del codo —Tienes que irte ahora, no quiero que te vean aquí.

— ¿Por qué? ¿No quieres que sepan que salías conmigo aun cuando su madre estaba en un hospital pudriéndose?

Sora no se pudrió, se fue rápido, en un parpadeo. De pronto no estaba, se marchó siendo hermosa.

La mujer se zafo de su agarre y corrió escaleras abajo, cuando menos se lo espero ya estaba plantada frente a los niños.

— ¡Pero si todos ustedes tienen unos rasgos demasiado exquisitos! —suspiro emocionada. —Y sin duda que no los sacaron de su padre.

Judge agarro su brazo y la jaloneo, ella se enfadó y endureció la cara.

— ¡Estamos conociéndonos idiota, suéltame!

Reiju sintió la presión de Sanji en su vestido, sujeto su mano y después fue por la de Niji, miro a sus otros hermanos. —Vamos adentro, y ni una palabra. — ellos se quedaron pasmados, así que tuvo que levantar la voz. — Ahora Ichiji, Yonji.

Baccarat le dio una palmada en el pecho a su padre y recrimino histérica.

— ¡Después de todo este tiempo lo menos que deberías de darme es todo! No tus migajas Judge. No tus malditas llamadas cuando estas desocupado ni tus malditos hoteles. ¡Todo!

Ichiji sintió las lágrimas y los temblores empeorar, se aovillo en el suelo, llevo las manos a su boca y apretó con fervor mientras su cuerpo humillado y patético seguía sintiendo a Katakuri tocarlo.

El niño atravesó los pasillos, su padre azotaba las puertas gritando como un loco, sus tres hermanos varones se encerraron con Reiju, aceptando el confort de sus brazos enclenques y su pecho, en ese entonces y sin rechistar, la bailarina de apenas cuarenta y un kilos supo que tenía que tomar toda la mierda y comérsela.

Al entrar a su habitación encontró a la figura femenina en el suelo, escondida, sus manos estaban sobre su cara y el maquillaje corrido creaba ríos negros que hacían que verla fuera espeluznante.

Mi padre te está buscando, quiere que te vayas, están asustando a mis hermanos.

Ese vil idiota piensa que con su aliento a ginebra y sus escasos tres minutos puede hacer lo que se le da la gana conmigo. — aparto el cabello de su frente, mostrando enormes y hechizantes ojos verdes. —Ven aquí, niño.

Se va a enojar con nosotros si le hablamos al abuelo, Sanji quiere llamarlo, mi padre dijo que nos compraría un todoterreno, no cumplirá. —se acercó lo suficiente y ella lo tomo de los brazos y lo hizo caer al suelo, de rodillas, le hundió la cara sobre su prominente busto y acaricio su nuca.

—Él no va a comprarte ningún todoterreno.

— ¿Por qué?

—Porque no tienes la edad para conducir uno, y jamás cumple lo que dice.

Ichiji no respondió y ella continúo acariciando.

— ¿Sabes que es horrible? Los hombres y su ponzoña. —su voz era conciliadora y entonada. —Estoy asqueada de que solo amen a las rubias de cara de ángel y alma de monja —lo apretó con el filo de sus enormes uñas postizas, lastimando y abriendo la piel.

Una vez amo al dueño de un crucero, Gild Tesoro, —el emperador de oro, le decían, pero ella solo lo vio convertir lo que tocaba en carbón y piedra—, el maldito se fue detrás de Stella, y después conoció a Judge, el mismo cuento, mujeres apenas diferentes.

Se pego contra el niño al grado que pudo escucharlo dar una fuerte bocanada de aire y retroceder por inercia, le levanto el mentón y unió sus frentes; los cabellos rojos de los dos hicieron bonitos bucles, los de él oscuros borgoña, los de ella un precioso color ladrillo.

Estoy enojada cariño, con la vida y con el mundo, y lo único que puedo hacer es hablar con uno de los hijos de la mujer que tuvo todo lo que yo quise, pero tú, amor— deslizo los dedos por el borde de sus ojos. —Tienes esa mirada insatisfecha, debe de dar miedo darte cuenta de que te pareces más a la mujer de turno de tu padre que a tu verdadera madre, estas enojado también, ¿Verdad?

—No, no siento nada.

—Mentiroso, todos sentimos, somos humanos.

Ichiji le dio un manotazo y ella se río.

Existimos personas a las que simplemente nunca nos van a querer, tal vez somos nosotros, o son ellos, tú mismo lo sabrás cuando crezcas, a veces pretendemos que nos amen de la manera en que nosotros no podemos amarnos porque no sabemos.

Lo miro penetrantemente, haciéndolo ser capaz de contemplar su propio reflejo dentro de esas pupilas negras y reducidas.

No. A mí me esperan cosas mejores. — le aseguro.

Pequeño idiota. —Baccarat beso su sien, arrullándolo. —Cuando vayas a cama, piensa en tu todoterreno y tu maravillosa vida, yo estaré riéndome de ti, o probablemente bebiendo vodka y llenándome de diazepam.

Se carcajeo y sollozo sin dejarlo ir, dejo caer la cabeza en su hombro y rodeo la infantil cintura de manera dolorosa, él temblaba como una hoja al sentirla reírse, llorar en su piel, besuquear y salivar su carne con sus labios húmedos y gruesos hasta que la puerta se abrió y ella no pudo comérselo.

Judge entro como un huracán, lo empujo sin cuidado y se la llevo. Ichiji miro el eterno pasillo negro, no se sintió seguro ni cuando coloco el seguro.

Las siguientes noches espero que regresara.

No lo hizo. Solo se quedaba rezagada en el mismo balcón cada que se volvía a encontrar con su padre, y lo observaba hasta el día en que dejo de visitar su casa.

Al recordarla tuvo que cubrirse la boca y contener los gritos, no deseaba parecerse a esa mujer, ni tampoco a Sora.

Él siempre apunto alto, y tenía lo que merecía, no lo que quería.

Apretó las manos en puños, tenía la seguridad para decir que ese maldito hombre tal vez no era lo que necesitaba, pero lo quería, anhelaba las mañanas a su lado, y las noches en su pecho, y así hubiese cien personas que lo hicieran sentir mejor, las rechazaría de una en una.

Pero estaba quebrantado hasta el esqueleto, pego la frente al suelo y sintió el corazón latiéndole erráticamente; no era agradecimiento, ni admiración, tampoco algo ilusorio o un capricho, pero ya le daba lo mismo y permitiría que cualquiera le restara importancia a lo que sentía y lo categorizara con un sinfín de nombres distintos.

Y podría recibir a Katakuri con su cuerpo de nuevo intento y caer más bajo de lo que había hecho —se conocía y siempre se superaba—; pero tenía miedo a permitir que siguiera jugándolo así, le daba miedo conocerse a sí mismo, le daba miedo ser rechazado, le daba miedo la certeza con la que podía afirmar amar a Katakuri y le daba muchísimo miedo Baccarat.

Seguía pensando que Katakuri lo quería, pero tal vez su padre, Flampe y Donquixote Crocodile tenían razón, no le correspondía de la misma forma, y esperar —por no decir exigir—una retribución era demasiado...no había palabras.

Le permitió ver una parte deplorable y patética de su persona, se arrancó la piel de lobo y le enseño a un necio y demente borrego, pero si en algo se había equivocado Katakuri había sido en enfurecerlo.

Respiro lentamente mirando el suelo hasta que sintió unas manos diminutas tomar sus mejillas y levantarle el rostro, aplastando sus lágrimas, una alucinación autoscópica, la persona que tenia de frente era él mismo.

Un niño fastidiado del mundo, de su gente y de quien era, su doppelgänger (1) con el ceño fruncido y los ojos molestos, quien trono la boca con hartazgo.

Maldición, ¿Siempre nos vimos tan patéticos?

Se acerco a él de la misma manera en que Baccarat lo hizo y sonrió desgarradoramente.

—Parece que sí, pero shiiss, no le digas a nadie. —lo abrazo enroscándole lo brazos como una serpiente. —No arruines nuestro secreto, será peor.

Solíamos estar tan alto, tan alto...

—Nunca fue así. —se río con suavidad, cepillándole los mechones lisos, buscando que le diera un poco de calor con su temperatura, pero estaban igual de fríos. —No fueron épocas buenas, lo sabes, había mucho ruido y no podíamos ni queríamos pararlo.

—A veces me das tanto asco...— el doppelgänger susurro.

—No lo puedo evitar, lo siento.

;u;

Brook era un hombre errante que venía de aquí y de allá, tenía a Ray Charles y a Stevie Wonder en la punta de la lengua y en sus manos cada que tocaba la guitarra o el saxofón, carismático por excelencia, siempre tenía historias de jovencitas de cuerpo firmes y faldas cortas, de groupies con trenzas y flores en el cabello.

Katakuri lo encontró en el pasto con su ropa tirada y una maleta vieja.

Tiro su motocicleta descuidadamente y se quitó el casco.

Un día muchacho, retar a la suerte en esa cosa te va a salir muy caro—meneo la cabeza. — ¿En dónde has estado? Espero que no en medio de otra pelea, no entiendo ni cómo te metes en ellas para empezar, ¿de verdad allá afuera hay alguien lo suficientemente loco para desafiarte?... —guardo silencio unos segundos, después levanto una ceja —Oh...

Se río con complicidad al ver la marca de beso en el cuello moreno, Katakuri maldijo limpiándose el labial grasoso con la manga.

— ¿Por qué estas afuera?

Me voy, llego mi hora—el músico se estiro, era tan delgado como una varilla. —A la buena Linlin le ha aburrido mi música, y me lo acaba de decir.

Brook no pertenecía a ningún lado, y seguro era la soledad de su alma antigua —anudada a la tremenda comodidad de esa casa y su extravagante gente— lo que lo había traído allí, aguantando a una enorme mujer que lo trataba como a una pelusilla.

Era el más curioso de todos los hombres que Linlin había presentado, sonreía incluso con los ojos y su alma bohemia siempre trataba de calar en quienes lo necesitaban. Recogió sus cosas y se acomodó la funda de la guitarra en el hombro, Katakuri encendió un cigarro y aspiro el humo, la voz del músico lo llamo.

Pensé que habías dicho que te ibas— refuto.

Brook lo vio intensamente, con esas pintas el muchacho parecía un forajido, no dudabas del poder de esas mortales manos, pero tampoco te imaginabas que más que solo violencia, había astucia; subestimarlo era una perdición. Ese chico era capaz de poner los cabellos de su magnífico afro, —Herencia de una madre rechoncha y saludable—, de punta.

Charlotte tenía visión, sabía mandar y conducir, alejar y atraer, sería un líder en la contienda y pobre de aquel que creyera lo contrario. Tenía la agresividad de una bestia en perfecto contraste con la civilidad humana.

Sintió el sol zambullirse en su pelo y el agradable calor en su piel oscura.

— ¿Puedo hacerte una pregunta? Y disculpa si te sabe pretenciosa, pero me haces sentir muy intrigado.

Katakuri se encogió de hombros, indiferente.

— ¿A ti te han amado?

Se sorprendió por la naturaleza de la pregunta, y volvió a darle una calada al pitillo, el tabaco abrazo sus pulmones y se deslizo fuera en un respiro.

Es lo que han dicho al menos— a su corta edad había robado suspiros y palabras de amor, tenido diferentes cuerpos que pretendían más de él.

— ¿Y tú has amado?

Se quedo pensando, silencioso.

No— fue sincero, en ningún momento hubo soberbia ni ego en su boca que estaba tan quieta en una línea transversal. Brook sintió pena.

Lo supuse, y también lo vi, pero quería comprobarlo. ¡Pobre chico! ¡No sabes de lo que te has perdido! Y mira que soy yo el que se va sin nada, pero tú has estado vacío. — se río entre dientes. —Hace mucho un amigo me enseño un diario, en el decía que el sexo era la cura de todos los problemas y entre más gente tuvieras, más cerca estarías de saber quién eres. Te veo a ti, y pienso en lo equivocado que estaba.

Yo no atribuiría el encuentro sexual como una experiencia casi espiritual. Mucho menos lo haría la base de mi vida—apago el cigarro con la suela de su bota y alzo la palma, su voz salió atiplada. —Hasta nunca, Brook.

Llegara el día muchacho, cuando menos lo esperes, y no te podrás zafar, si de la lascivia. De ella eventualmente todos salimos, pero de una conexión, no. —alzo las manos. —En palabras simples, el amor es una perra muy testaruda.

Sonrió torcidamente. —Ustedes los artistas tienen una percepción muy interesante de las cosas.

;u;

A los nueve juega frente a su jardín, trepa uno de los árboles para molestar a una ardilla y cae. Su padre le dice que si por asomo se le ocurre llorar va a darle verdaderas razones para hacerlo, su madre come compulsivamente, y él esta tan asqueado de los huesos de pollo, la grasa y los merengues que apestan toda su casa, así que atraviesa la sala apretándose el brazo, se encierra en su habitación y pasa la noche entre calambres y fiebre, no duerme, mucho menos llora.

A los dieciocho le han dicho Te amo, fue una mujer mucho mayor que él con la que durmió durante varias noches. Stussy.

A los dieciséis regresa a casa con los nudillos llenos de sangre que no es suya, la efervescencia de una pelea y una mirada de muerte, sus hermanos entienden que habrá que temerle, es un monstruo.

A los diecisiete tiene a un esbelto rubio besándolo y a una despampanante castaña descansando la mejilla en su muslo, los ha tomado a los dos; ella quiere bajar el dobladillo de sus bóxers y meter su miembro en su boca, él levanta una lata de cerveza e interrumpe el beso y la caricia, prefiere beber mientras el dúo comienza a tocarse mutuamente para encantarlo, embarran sus caras y pelean con sus lenguas como su último recurso, Katakuri no les da la atención que piden, se pone de pie, sube los pantalones de cuero, abrocha su cinturón y se marcha.

A los veintiuno discute con su madre —ella discute, él escucha— su Harley Davidson acaricia la grava, hay un zumbido en sus oídos y el viento en su piel cual alfileres microscópicos, muchísimas luces, escucha un pitido y todo se apaga. Su cara deja de ser la misma.

A los veintiuno Linlin esta escondida en un ala del hospital después de mirarlo, maldice como un marinero y de pronto vomita cada grumo del pastel de nueces que desayunó esa mañana.

A los veinticinco Belo Betty cuelga de su brazo igual que una reina.

Ella se maquilla mirándose en el espejo, él apresa las gruesas caderas, pasea la mano hasta su seno y lo estruja, sube la tela transparente del baby doll, Belo jadea.

«—Solo me entregas tu lujuria Katakuri, y aun así podría enamorarme. Voy a envidiar a quien lo haga, voy a envidiar a quien tenga más de ti que solo sexo.

A los diecinueve Brook sale por la puerta llevándose sus blues y sus souls.

A los diecinueve compra su propia casa.

A los veintiséis su padre, del que comienza a olvidar hasta el color de sus ojos, muere; entierran su cadáver en Liverpool.

A los veintiséis tiene sexo en un baño sucio con una mujer que ha entrado al bar, su descolorida camiseta de cuadros destaca entre los vestidos cortos y los escotes, su actitud en privado sorprende aún más, ella se quita disimuladamente su sortija y lo besa, tiene enormes anteojos de armazón rojo y cabello negro azulado, se aprieta sus pechos y rompe la cadena de su cuello, en ella hay una Z, él no siente remordimiento por el pobre imbécil que la espera en casa.

A los veintiséis Neptune celebra la mayoría de edad de su primogénito, Fukaboshi. Invita a la gente con la que está en negociaciones o ve como potenciales colaboradores. Oven hace una broma misógina sobre la silicona de su antigua esposa, Katakuri gruñe llevándoselo a rastras, a través de la columna dórica vislumbra a un chico pelirrojo en una de las mesas del lobby, sentado alrededor de un grupo de viejos buitres que hablan de estudios y transacciones, y aunque son discretos, uno de ellos tiene una erección.

A mediados de los veintisiete ha estado entre las piernas del mismo chico; se siente limpio, siente que tiene una casa.

—¿Te importaría prepararme un trago, también?

Perospero abrió los ojos exageradamente, pero hizo lo indicado. —Es raro en ti.

—Solo es whisky— hizo una mueca. —No bebo en casa, creo que a Ichiji lo incomoda el alcohol. —se quedó callado, su hermano alzo una ceja.

—Seguro que Judge fue el alma de las fiestas en más de una ocasión— bufo acomodándose el largo sombrero fedora, cada que se movía su ridículo abrigo agitaba un montoncillo de monedas doradas. —Y hablando de Ichiji, ¿en dónde está él?

—En la universidad, tal vez.

Perospero asintió sentándose frente a él, sumió los hombros y lo miro discretamente antes de alargar la oración.

—¿Todo está bien?... —enderezo su espalda y le dio un ligero golpe a la mesa con su larga uña. —Pensé que estabas durmiendo mejor y que eran algo así como, ¿una pareja solida?, estas aquí a primera hora y te vas a la ultima hora también.

—Ahora manejamos las cosas de la manera correcta.

—Oh— abrió la boca y cruzo las piernas. —Creí que te agradaba.

— ¿Tienes los memorándums, Perospero? —levanto lentamente los ojos carmesíes, su voz era ominosa.

—No trates de intimidarme, Katakuri, te vi siendo el muchacho que rompía huesos a cada lugar al que iba y se vendaba las heridas por sí solo. He visto peores miradas en ti. La que más miedo me daba era la que tenías cuando llegabas lleno de sangre en las madrugadas, y a la mañana siguiente seguías como si nada.

Él había sido, según prefería decir, espontaneo; había visto a compañeros suyos nunca pegar el ojo, consumir café como enfermos, incluso atiborrarse de adderall o vyvanse solo para tratar de ocupar los mejores puestos académicos, mirándolo con ojos juzgones sin entender cuál era su secreto. Su andar atraía problemas por si solo e incitaba a que las peores calañas quisieran probar si Charlotte Katakuri era el verdadero animal que aparentaba ser.

No, él era mucho peor.

—Estamos manejando las cosas dentro de su curso, compre a Ichiji, le di la opción de retroceder a pesar de saber que no podría hacerlo. No tenía opciones, regresaría a mí, y creo que él ha confundido mis sentimientos.

Perospero suspiro largamente. —Supe que esto no se trataba de mamá y sus patrañas de sociedad cuando fuiste tú el que sugirió involucrarse con la familia Vinsmoke. Era sospechable, pero sé que también estas dándole algo.

Los ojos de Katakuri se volvieron filosos.

—Hay anormalidades en Germa, que pronto solo será una matriz fantasma, madre no indaga porque sabe que te tiene, y cuando sepa que lo que has hecho no es más que caridad enfurecerá.

—Estamos hablando de mi esposo, ¿Por qué no habría de ayudarlo?

—Por qué esa criatura se convirtió en tu prometido en un parpadear, ni siquiera lo conocías, era cuestión de estatus, beneficio para nosotros, no sacarlo del fango. —acuso con seriedad. —Mamá pensara que nos vieron la cara.

—No le he robado a Whole Cake, si es que te estas refiriendo a irregularidades, eres libre de hacer una audición para comprobarlo, verifica con contabilidad.

— ¡De eso no se trata! ¡Y tú lo sabes!, ni siquiera hace falta enfatizar en que te diferencias de Oven y Daifuku, y todos lo tenemos más que claro. Esto es algo más personal, si ella cree que a quien le han visto la cara es precisamente a ti...

—A su fiel sabueso, dirás—ironizo. —No me importara que ella lo sepa— sus ojos eran crudos. —Sabe mi posición aquí, y que nunca le he tenido miedo.

—Entonces asegúrate de que valga la pena desafiarla, tienes un chico en casa que espera por ti con los brazos abiertos. No justifico tus medios, pero conoces a Judge, si no hubieras sido tú, sería otra persona. ¿No crees que la vida de ese chico ya estaba escrita? Siendo realistas lo que le esperaba era rezarle a su suerte, una vida de ser el juguete de otro hombre.

—¿Y no es eso lo que le estoy dando?

—En ningún momento le has quitado su dignidad.

La mirada que recibió de Katakuri lo estremeció.

—Pongámoslo así, tienes un perro que está demasiado acostumbrado a ti, y cuando te vas, rompe cosas y hace desastres porque quiere tu atención, están molestos por una tontería de ese tipo, ¿no? Que más podría ser.

—No uses esa analogía con Ichiji, él no es un animal, así que llámalo por su nombre o abstente a hablar de él. Tampoco asumas las cosas basándote en lo que crees.

Perospero refunfuño y retuvo el aire.

—Es un idiota, no un perro, ya lo sé. Katakuri, ¿Qué ocurrió? La forma en que lo tratabas sé que no era una actuación, y él te quiere.

El moreno apretó el mentón. No diría que el primer orgasmo que Ichiji le permitió otorgarle se realizó bajo la presión de Judge, sus ojos carroñeros supervisando incluso los suspiros, tarareando los pasos.

—Si es que me quiere, lo hace por la simple razón de que soy lo más cercano a su ilusa idea de felicidad, es simple Perospero, dale cinco centavos a alguien que nunca ha visto una moneda, dile que es oro y se creerá la persona más rica del mundo.

—Volvemos con el perro—carraspeo la garganta. —Y estoy siendo retorico antes de que empieces, pero si ese perro ha sido abandonado antes, temerá a volver a serlo, esa es la razón de su desplante y rebeldía, pero el trauma no priva los sentimientos y su capacidad de querer. Quiere sanar y necesita quien le tienda la mano.

—Seguro que sí, lo mejor que puedo hacer es desearle suerte en su camino.

La mirada de Perospero se estrechó— ¿Esa es tu conclusión?

—¿Mi conclusión? Para nada, quisiera tener una, pero aún no la tengo. Él está equivocado porque yo lo alenté y eso es todo.

— ¿Y tú estás equivocado también?

—Probablemente—dijo decisivo, mirando el tráfico a través del ventanal. —No estoy redimiéndome, hice lo que hice porque tenía mis razones, pensé que él podría soportarlo y aunque tal vez lo haga, odio sus maneras.

— ¿Y las tuyas? Entras y no dejas entrar, te cierras a ti mismo.

Partió al día en que llevo a Flampe a la habitación de huéspedes, y en Ichiji vaciando un plato de cereal para Anana justo después de ser interrumpidos en el jardín.

No quiero esto— la niña hizo énfasis mirando con reproche el contenido.

Es ligero, no debes de cenar como un tanque, es demasiado tarde. —Ichiji recargo el peso en una de sus piernas.

— ¡Katakuri! — ella gritó, el ojiazul chasqueo la lengua.

«— Enana mimada.

Katakuri le regreso la mirada y sonrió torcidamente.

En realidad también tengo hambre, y no quiero cereal.

Cenaran cereal. — Ichiji replico de manera demandante. —Eres un pésimo modelo a seguir.

—¿Tuviste infancia Ichiji? — Anana bufo.

El pelirrojo rodó los ojos y se concentró en Katakuri. —Tendrás que hacerlo tú, no tengo idea de cómo se hace algo...— admitió avergonzado.

Katakuri suspiro poniendo detrás de él y acariciando sus brazos, coloco sus enormes manos encima de las de Ichiji y susurro en el lóbulo de su oreja. —Ven, intentémoslo. —rozo su plano estomago con el pulgar.

—¿Sabes cocinar? —preguntó interesado.

No, pero no permitiré que agonicemos de hambre. — enrosco las manos en su cadera y subió su nariz por la parte lateral del blanco cuello hasta encontrar una posición cómoda en el sobresaliente hueso de la clavícula, señalo discretamente a su hermana separando las hojuelas de maíz con molestia. — ¿Quieres que quede en tu consciencia?

No confió en mí— Ichiji admitió con pesadez y entrecerró los ojos, mirando a Katakuri acusadoramente. —Pero tampoco confió en ti. Mucho menos en ti.

Que poca fe.

Resulto ser más estresante de lo que Katakuri había creído, aunque no tan complicado. Al final pudieron presumir de un ridículo omelette medio quemado.

Cenaron con rapidez, lavaron sus dientes y pensaron en lo extraño que era hacerlo juntos, se desvistieron; Ichiji sentado en el colchón se ponía la pijama mientras hablaban de sus días, la época de exámenes y las reuniones con otras franquicias, al quitarse la camisa, encontró los ojos azules sumidos en su torso.

Se recostaron en la cama, terminaron besándose sin ninguna prisa, no como en el kiosco.

Ichiji estaba encima de él de forma perezosa.

No ha sido un desastre tan grande, si adoptamos algún día, — ni siquiera se dio cuenta de la gran implicación de sus palabras, era extraño, natural. —Serás tú quien se encargue. —se burló irónico.

Comida rápida, naturalmente. —Katakuri levanto la mano. —Si tienes a McDonald's o Kentucky en el bolsillo, lo tienes todo.

Qué asco— Ichiji hizo una mueca. —Es irresponsable y poco saludable.

Ya lo sé— Katakuri sonrió recorriendo un dedo por su espalda. —Iras a cursos de cocina.

Ja, antes muerto, gracias, o tal vez sí, ¿existen las donas de tofu? — pregunto maliciosamente, Katakuri puso los ojos en blanco e Ichiji sonrió. —O vegetales, deben de existir, estoy seguro.

Se miraron, la lluvia era más fuerte, Katakuri levanto su playera con suavidad, toco su columna y sus caderas muchísimo más suave, insinuante, Ichiji le acaricio los hombros.

En ese momento las alarmas estaban en la cabeza del Charlotte reclamándole lo rápido que estaban yendo, lo estúpidos que estaban siendo, y lo confundidos que estaban, las apago, no debió.

—¿Todavía quieres?... —pregunto rompiendo el beso, sus hermanas debían de estar dormidas. Ichiji estaba entre sus fuertes brazos. —¿O prefieres descansar?

Quiero hacerlo...— su voz le hizo sentir un estirón en las vértebras.

Coloco su corpulento cuerpo encima de él, se miraron avergonzados mientras apagaba la lámpara y estiraba la mano buscando a tientas el frasco de lubricante en el cajonero para prepararlo, lo ayudo a retirarse el pantalón, paciente, cuidadoso, ingreso los dedos y profano sintiendo las pequeñas pulsaciones cada que acariciaba los bordes de su interior, los músculos se contraían alrededor, nunca había sido tan personal con nadie.

No quiero lastimarte. — se atraganto sintiendo que sus acciones eran corruptas.

Ichiji parpadeo rodeándolo y abrazando su espalda debajo de la manta, aferrándose a sus músculos, cuando ingreso todo su tamaño el pelirrojo jadeo en su boca y lo apretó; el de cabellera granate puso los labios sobre su coronilla y susurro. — ¿Estas bien?

Se traspasaron con las miradas, pupila con pupila.

—Si sobreviví a la primera vez, ¿Qué te hace pensar que me mataras a estas alturas?

Estas enterrándome las uñas—sonrió viendo la desesperación con la que Ichiji trataba de mantener la compostura ante la intromisión de su brutal tamaño. Paro, lo hizo mucho más gentil. —Eres todo un sobreviviente, admirable— se burló aguantando un resoplido, cerrando los ojos y moviéndose despacio, Ichiji era muy estrecho, respiro en su oído, su voz era ronca. —De todos modos, esta vez lo haremos lento, no tienes que esforzarte, déjame encargarme. —salió y volvió a entrar todo lo hondo que podía, su esposo gimoteo. —Solo quiero que sientas...—beso su hombro. —Que me sientas.

Él aspiro fuertemente, vio una diminuta vena azul en su cuello, sostuvo su cintura y se enterró en su pecho, hablo sobre su estómago, el pequeño vientre se contrajo.

—I-chi-ji—sopló su nombre letra por letra, pasando la lengua en su ombligo, un sonido gutural, un timbre oscuro seguido de una diminuta risa y una profunda embestida.

Tu interior es tan cálido y apretado.

Golpe.

Hueles muy bien.

Golpe.

Me asfixias. Tú cuerpo me traga de vuelta. ¿No quieres que salga?

Golpe.

Los gestos que haces, me gustan.

Golpe.Retirada.Golpe.Golpe.Retirada.Golpe.

Perospero no se dio cuenta, pero la piel de su mejilla ardía, todavía tenía la mano de Ichiji invisible en ese lugar, seguía sintiendo su bofetada al rojo vivo.

El idiota y el estúpido juntos, eran una gran pareja.

Hay mucha juventud aquí— Betto sonrió aferrándose a su brazo, le quito un trago a uno de los meseros y lo balanceo. Era champagne. —Vaya, Stussy me mira como si quisiera matarme. ¿Qué es lo que tienes con ella? —hizo un falso puchero. —Estoy tan celosa. Estoy harta de todos tus amantes.

No tenía que estarlo, a Belo la conocía hace algunos años, nunca habían tenido un título, y ella había comprendido que él nunca la convertiría en su pareja.

Cabellos en altos recogidos, vestidos hermosos, perlas, trajes negros, gente estrafalaria, risas estruendosas, anécdotas estúpidas, autos costosos.

Cacería para algunos; de acompañantes, de dinero, de olvidos.

—¿Has saludado a la hija de Neptune ya? Es bellísima, su nombre es Shirahoshi. — se pararon frente al cristal oscurecido que tenía la forma de una redonda cúpula, ellos estaban en la segunda planta. La mujer de corto cabello purpura lo abrazo mientras miraba hacia el primer piso. —Que envidia, cuanta gente joven. — señalo con su perfecta mano. —Los Neptune, los Nefertari y los Vinsmoke.

Sonrió.

Quería que conocieras a Kohza, el chico tiene planes grandes, apuesto que un día superara a Cobra, pero parece más concentrado en portarse mal. — lanzo una mirada traviesa al visualizar al hijo mayor de los Nefertari.

El joven cobrizo estaba en un rincón besando a uno de los Vinsmoke, susurrándole al oído y tomando galantemente su mano, entrelazo los dedos y los dos desaparecieron.

Ese se parece mucho a Sora— sus ojos siguieron los cabellos lisos y rubios. —La mujer era una picara, así que lo ha sacado de ella, la conocí hace un tiempo, cuando apenas y se había casado con el señor Vinsmoke. Una de las sonrisas más sinceras que he visto, por cierto.

— ¿Cuántos hijos son? — Katakuri pregunto, levantando una ceja.

—Cuatro o cinco, no lo sé.

Stussy se acercó a ellos, gloriosa en un vestido azul que resaltaba sus ojos, puso las manos en sus caderas y se inclinó, sus senos se balancearon apropósito. Belo sonrió de lado y se pegó al oído de Katakuri, ronroneando.

—¿Vendrás a mi departamento cuando esto termine? Se que detestas estar aquí. —bajo la voz, haciéndola sumamente delgada. —Vámonos ya.

—Te alcanzare más tarde.

— ¡Que maquillaje tan estupendo, Betty! — la rubia guiño un ojo poniéndose en medio.

— ¿A que sí? He pasado toda la tarde batallando con el. ¡No! ¿Dónde conseguiste ese bolso? Juro que he estado buscando uno igual hace meses.

— ¿Esta baratija? Nueva York querida, tuve que romper algunas costillas durante el Black Friday.

Se enfrascaron en una conversación superflua que Katakuri aprovecho para irse, volvió a encontrarse con el hermano rubio en la distancia, el adolescente miraba paranoicamente de izquierda a derecha hasta que le aseguro a su novio que estaba despejado y entraron en una habitación.

Escucho la escandalosa risa de Oven a la distancia.

Y después regresó al pelirrojo, quien seguía sentado en el mismo lugar, antipático, los adultos tuvieron que partir cuando uno de los catedráticos les pidió que lo acompañaran, así que solamente quedo uno de los viejos a su lado. —Era el dueño de una farmacéutica—; no le quito los ojos de encima, curioso por ese algo enigmático que él exudaba y que ponía sus sentidos agudos, aquel hombre no dejaba de hablarle mientras el muchacho bebía agua y lo ignoraba, su mueca era de impersonalidad y hastió.

Parece aburrido, ¿no crees? — una voz rasposa lo hizo voltear. Era un hombre robusto y sonriente, deseoso por relacionarse con Whole Cake a como diera lugar, sonrió guasonamente. —Tal vez debería ir con él y hacerle la plática.

—¿No es muy joven para ti? —enarco una ceja.

Para los planes que tengo, no. — siguió caminando, hasta que la voz del Charlotte calo profundo y lo detuvo.

Quiero proponerte algo en beneficio del consorcio.

— ¿Justo ahora? —continúo mirando al muchacho. —Si no me muevo, ese senil estropajo me lo ganara.

Katakuri sonrió recargándose en el vidrio. —Entonces apúrate, ve y has lo que quieras. Si atosigar a ese niño es suficiente para rechazar mi oferta no puedo hacer nada, ¿verdad? —levanto su copa, saboreando el vino.

Los ojos del hombre se abrieron con desmesura, lo vio temblar.

Oh, no, no, solo quería hablar con él, pero por supuesto que no es tan importante, así tuviera a Boa Hancock delante de mí, no podría ni ir. ¡Demonios, Katakuri! Si quisieras podrías tener al mismo diablo bailando para ti.

—Y, sin embargo, solo tengo a bufones como tú.

Su comentario causo una risa exageradamente forzada de parte del otro.

Charlotte Katakuri; hombre de hierro, joven —y con varios másters en la bolsa, más un doctorado—, había pisoteado el mundo, un tiempo en Inglaterra, otro en Grecia, IrlandaFranciaEgiptoFiladelfia, hasta regresar a la tierra natal.

Frunció el ceño cuando vio la mano del anciano en los cabellos rojos, quien bromeaba con tocar su cuello, el bulto en sus pantalones se hizo más grande, busco rozar sus piernas haciendo que el chico se alejara un poco al sentir el contacto y el aliento en su oído, pero volvió encima, impecablemente discreto, hipócritamente amigable, lo apreso de la cintura, acariciándolo de arriba-abajo con sus dedos llenos de hiel, enterró la nariz en su hombro y susurro algo.

El Vinsmoke lo quito, pero no pudo con las manos que lo tomaban como garras.

Katakuri tenía una mirada peligrosa y oscura, metió una mano en el bolsillo y se encontró apunto de bajar los peldaños de la escalera para interrumpir la escena, pero uno de los hermanos apareció y jalo al pelirrojo, y por suerte para el moreno, no lo hizo pararse enfrente del anciano y hacerlo besar la suela de su zapato. Realmente lo habría hecho.

— ¡Oye! ¡Estábamos hablando de esas cosas que aman tanto los jóvenes! — recrimino.

Nosotros haremos lo mismo, señor, hablaremos de biberones y otras ridiculeces, si nos permite.

Jovencito— repitió el mayor, incapaz de pararse y delatar su estado, extendió una mano arrugada y llena de paño. —No te vayas, no seas maleducado, siéntate conmigo, hazme compañía.

Le dije que no me dirigiera la palabra y que espere a mi padre, si quiere saber de Germa, no tengo mucho que decirle— lo miro despectivamente. — Yonji, ¿en dónde está Niji? Quiero irme de aquí, padre me dejo hablando con estos idiotas y ni siquiera ha regresado para dar la cara por su negocio.

Está vigilándolo junto a Rei, parece que realmente se enamoró de los cocteles. Todos queremos irnos ya, se ha puesto pesado...

Vamos por él, no, yo iré por él y tú por Sanji, que no tengo ni la menor idea en donde demonios se metió.

Katakuri apretó su copa cuando escucho el sonido de cristalería cayendo al suelo, giro la cabeza y encontró a Oven en el fondo del salón carcajeándose, la escultura de una sirena hecha de cristal estaba en el suelo, y una mujer le gritoneaba por algo que había dicho.

Arrojo una maldición y fue hasta él, pero antes le lanzo una mirada al chico que desaparecía entre la gente y espero que al menos para él, someter a un ebrio fuera más fácil.

Cuando su padre murió él realmente no lo sintió, fue un día cualquiera; había sido un hombre duro que viajo a Inglaterra siendo él muy joven, ni siquiera tuvo visitas esporádicas, si las llamadas necesarias, pero nada más. Tenía ojos atemorizantes y una voz fuerte que lo único que pudo grabar en él fue: —"Siempre prepárate para lo peor, Katakuri, no dejes que las adversidades te tomen distraído, no seas estúpido"

Le enseño a no dejarse sorprender, le enseño a desconfiar, a nunca detenerse.

En el momento en que le especificaron las cláusulas para disponer del dinero que el hotel dejo, casi le pareció cómico.

Si el tiempo y la lejanía hicieron a esa piedra tal vez —y decía tal vez, porque un hombre así difícilmente cuestionaba sus propias decisiones— creer que estabilidad y amor era lo que le faltaba a su vida, era un viejo equivocado.

Más tenía un crédito, él careció de todo eso con Linlin y tal vez, su hijo-extraño-creación de su esperma, producto de esa unión, no sería su imagen espejo.

Al ver a Ichiji tuvo todo claro; no sintió amor, —si no lo hizo por aquellas otras personas, mucho menos por él—, si lo atrajo su cara, de lo que había observado de la herencia Vinsmoke, los jóvenes cargaban rasgos bastante atípicos y atrayentes, su figura de espaldas era elegante y equilibrada, pero fue en el instante en que lo vio ser manoseado de esa manera que lo supo, le esperaba una vida desgraciada y monótona.

De reojo vio a Belo y a Stussy, con sus saludables rubores y sus bocas maquilladas que formaban sonrisas leoninas, alzo la copa dejando que la uva y la fresa se mezclaran en la punta de su lengua.

Creo que te descubrí.

                                                           ;u;

Katakuri tenía una mirada espesa, Smoothie la noto, Galette también, a él no le gustaba estar cerca de su madre. —Respiraba su aire porque era necesario, compartían la misma atmósfera porque no era elegible— Linlin continuaba conversando mientras sonreía de oreja a oreja.

Al menos hasta que Smoothie menciono la lista de desafueros de Oven.

Katakuri se mantenía en silencio, sin embargo, la persuadió, germino en ella un apellido. —Vinsmoke.

Oh si, conozco al padre— Linlin refuto petulantemente. —Un lobo hambriento, más ego que otra cosa, la delantera de una prestigiosa y antigua familia, no como en antaño, claro, los propios padres de Judge fueron los que comenzaron a tirar todo el trabajo por la borda.

¿Qué cómo lo sé? ¡Los rumores vuelan! ¿Escuchaste que la hija de los Riku está embarazada? ¡Dios! ¡¿Cuántos años tiene?!

Moscas revoloteando en su lengua, subiendo por su garganta, en los orificios de sus orejas, de la nariz, gusanos en su cabello, migajas de pastelillos, hormigas.

Katakuri tuvo que parpadear, de pronto se habían ido, solo estaba la mujer del apretado vestido de lunares.

—¿Los hijos de Judge? Si, oí que tenía hijos, pensé que niños pequeños en realidadun niño y cuatrillizas. ¿Al revés, dices? Solo una niña.

Ese apellido tiene mucha fuerza en este país, aristócratas viejos, creo que el abuelo fue militar.

Ah sí, claro, la competencia directa de Vegapunk, ¿no? Bueno es todo lo que se, ¡Ah! A veces me siento un poco desactualizada.

El apellido se repitió semanas después, la obesa mujer miraba a la ventana, molesta pasaba una barra de labial rojo sobre sus labios, embarrando la pintura toscamente.

Si los hijos son jóvenes, entonces deben de ser figuras públicas y alguna buena influencia deberán de tenerseguro que son trascendentes y poseen notoriedad.

Katakuri comenzó a sonreír, ella había hecho lo que él quería.

Judge se arrastraría en fango si le prometes el mundo, y tu hermano.... —La sonrisa murió, se volvió una raya. —Seria la forma de encontrarle un balance, su reputación está siendo atroz para nosotros. Tal vez si lo relacionamos con uno…

Katakuri se quitó su bufanda y los ojos de Linlin se abrieron con inquietud, recorrieron apresurados la piel que había sido cosida, perturbada y turbada por la imagen. Su hijo podía leer su mente, quería que se la volviera a colocar, no le dio el gusto.

Madre, Oven no es ni remotamente opcional. Si quieres estabilidad, oblígalo a rehabilitarse— la miro con dureza —Y ningún padre estaría quieto cuando Oven trate a alguno de sus hijos como harapos, porque sabes que lo hará.

Ella se molestó, su rostro era impávido, chasqueo a lengua. — ¿Y qué? Que haga lo que quiera, déjalo ser.

Katakuri pensó que de haberse parecido a ella en algo más que solo el apellido, probablemente se hubiera dado un tiro.

— ¡Dios mío Katakuri!, esas son patrañas, sabes que hay cosas que merecen estar bajo el agua.

No te engañes, madre, porque terminaras lamentándolo. —Su voz era ecuánime—Tu empresa de seguir así, también estará bajo el agua.

Linlin apretó la quijada.

Si él fuera más expresivo hubiese sonreído abiertamente, en cambio solo la miro con desafío. Charlotte Linlin se sentó en su silla, el vinil relincho por su obeso peso. Él la vio perder su atlética figura, marchitar su belleza, su apariencia física cambio, pero su alma siempre fue igual de negra.

— ¿Entonces que propones?

Él quería que su madre mirara sus cicatrices, cada una de las costuras que tenía en el rostro, iba a sonreír.

                                                     ;u;

El segundo encuentro —por más burdo y poco elocuente que pareciera, fue casualidad. No fuerza centrípeta, no predestinación, no conspiración; si una caminata sin intenciones ocultas y si un pretzel en su mano.

Incluso pensó que estaba sugestionado cuando Ichiji —con las pestañas repletas de lluvia—choco con él.

Esa singular cara ya la había visto y al instante la reconoció. Había indagado sobre él, su escuela, su carrera, sus relaciones, cosas superficiales de la persona con la que habría que casarse.

La noticia tuvo que haberse discutido entre su madre y el padre de él la noche anterior, así que al verlo entre la lluvia caminando cadentemente y sin un rumbo aparente, tuvo que seguirlo, lo hizo porque era tarde, porque Ichiji deambulaba como si fuera inmaterial a pesar de que no lo era.

Dejaron tras de ellos a la barahúnda de gente, pasaron por la última joyería que tenía las luces encendidas y que estaba siendo cerrada, tuvo que evadir a una pareja y a sus molestos paraguas, el basurero de los restaurants, los puertos de comida y cualquier lugar prudente para pedir un taxi.

O por lo menos prudente para caminar con la seguridad de que nadie te robaría el reloj o los zapatos. Un grupo de hombres se codearon y sonrieron.

Vio sombras oscuras bajo sus parpados y el lánguido cuerpo desprotegido y mimetizado entre la falta de colores, en ese entonces y precisamente en ese instante debió de saberlo. No trataría con una persona convencional, ni con un chico sereno, serio y tranquilo con el que pasar desapercibido y vivir un tiempo tranquilo y sin percances sería lo ideal —y lo que había esperado— lo pensó como la perfecta zona de catarsis, quieta y necesaria. Termino siendo su zona bélica.

Era como si se hubiera engañado el mismo, esperando ir al Tíbet pero en su lugar terminar varado sobre un maldito volcán chiflado, que sin embargo complementaba su personalidad mucho mejor que todos a quienes había conocido en el pasado. No podía huir de su magnetismo, ni dejar de ver la forma en que su fina silueta se balanceaba.

Al verlo girar al callejón casi tuvo ganas de gritarle qué demonios era lo que estaba haciendo alejándose de la luz de esa forma, quiso estamparlo contra la pared y decirle:

Hey, soy tu prometido y te exijo, pequeño gran tonto, dejes de caminar ciegamente hacia el peligro. ¿¡Y tu instinto de autopreservación?! No puedes ser así de idiota. ¿Puedes?

Si piensa en la actualidad, puede verlo dando tumbos hasta llegar a él. Brillando entre la penumbra, pegándose a su pecho y riéndose en su oído. —y su risa, ese ruido, es bonito— sus pestañas haciéndole cosquillas, un beso en su mejilla y un aliento fresco que lo incitaba a atrapar todas esas partículas de luz mortecina de las que estaba hecho.

Ah-ah, Katakuri, no seré el mismo hijo de puta que tú, nadie es como tú. Pero también puedo dar mucho miedo. Causo terror si yo quiero.

Uno de los hombres hizo un comentario asqueroso que otro alentó, y tuvieron que reprimir un grito al sentir unos brazos salir de la oscuridad y pegarlos sobre el ladrillo, Katakuri presiono sus tráqueas, cada uno en una mano.

Escuchen bien, enfermos— susurro cerca, ellos lo miraron como si fuera un espectro. —Toquen uno solo de sus cabellos y haré que rueguen por estar muertos y no tendré esa piedad. — los aplasto con gravedad hasta que sus pies se retorcieron y sus caras se pusieron moradas, solo entonces los dejo caer.

No íbamos a hacerle nada— un tercero dijo. — Le haríamos mucho.

Dejo a los otros dos en el suelo y camino hacia él, se inclinó con las manos en el bolsillo y su cara parpadeo por el farol apunto de fundirse. El hombre retrocedió, el valor que lo había hecho hablar no estaba más, solo unos ojos metálicos de depredador, su navaja se resbalo.

Entonces tengo que hacerte cambiar de opinión.

Él alzo las manos, intimidado. —Mira, hermano, es solo un chico, ¿sí?.

—Y tú eres solo una cucaracha.

Los atrapo y arrastro al escuchar las pisadas regresar, todo de mala gana.

Ichiji Ichiji. ¿Por qué le tienes tan poco interés al mundo? ¿Por qué actúas como si no te pudieran tocar? Ellos quieren.

;u;

Tomo un trago del alcohol.

Perospero volvió a hacer ruido sacándolo de su mutismo.

Lo cierto es que al conocerse nunca tuvo la intensión de lastimarlo o de curarlo, pero las cosas siguieron un camino muy diferente al que había esperado, —que él pudo parar a tiempo, pero no lo hizo— y bien sabía, lo habría dejado seguir, tal vez en el fondo Judge era la excusa perfecta para por fin despegarse.

Katakuri sabía que sería capaz de hacerle ver el infierno a quien lo lastimara, y aun así, si la mano de Ichiji no se hubiera estampado en su mejilla, él habría seguido haciéndole daño con sus besos y sus caricias.

Era un hombre sagaz que, sin saber, renegaba lo que se le entregaba. La entropía del amor era algo en lo que nunca quiso entrar a profundidad.

Había vivido entre damas de bronceados falsos, una vida de montaña rusa que ni lo avergonzaba ni lo enorgullecía, una madre histérica y sus nuevos amantes, un padre fantasma y paranoico, besos que comenzó a repudiar, cuerpos de diferentes volúmenes que comenzaron a dejar de gustar, solo para ver uno solo, pálido y delgado.

Un día le dijeron que solo él podría hacer al diablo bailar. Si, lo hizo con Vinsmoke Ichiji.

Su esposo, quien tenía el cabello más sedoso que había acariciado, que olía natural y no a colonias ni perfumes mareantes, que tocaba su cara y besaba sus cicatrices, quien lo volvía solo en un tigre quebrado y siempre alerta.

— ¿Hay algo más de lo que tenga que enterarme? — miro a su hermano.

—Si, que eres un hombre joven a solo esto— hizo un ademan con los dedos. —De perder la mitad de tu vida en una oficina, claro que mi residencia en Milán te lo agradece, pero nuestro otro Charlotte, no.

—Vaya, ¿Qué dijo para ganarte? — Katakuri alza las cejas.

Ganarte a ti— pensó. —No le digas nada de esto, no quiero un niño pomposo y presumido jodiendo por ahí.

Perospero tenía una cara molesta y un semblante pensativo, Katakuri era esa clase de persona, condenado a sí mismo, aislado desde niño, perdido entre sangre y humo, le gustaba ser la daga pero también la herida.

—Hermano, realmente no sé cuál de los dos es más estúpido, si tu o él, pero no haré presión ni te obligare a admitir algo; yo no sé lo que sientes, tampoco Ichiji, yo creo lo que creo, pero el único que lo sabe eres tú.

— ¿Qué sugieres Perospero? — pregunto a la nada, porque el larguirucho hombre había cerrado la puerta al marcharse. — ¿Aferrar hasta destruir y drenar? Es lo que hago, quito todo; a él no puedo quitarle nada, no tiene nada, y eso es lo peor. Y aun así no puedo detenerme. Desde un principio se trató de dinero para los dos.

Nunca debió de codiciarlo, y en su cabeza Ichiji era la persona más desesperante, maniática, interesante, estresante, idiota y fascinante que tenía.

Siempre prepárate para lo peor, Katakuri...—repitió mirando el techo—Gracias por nada, padre. Eres un imbécil.

Notas finales:

Notas: Antes mi más largo era de seis mil palabras y algo, ¿quejesto? ¿quejstoyhaciendo? Aiuda.

¿que les digo? Ustedes son las mejores, gracias por estar aquí.  

Doppelgänger; (En el fic, cuando Ichiji se ve a si mismo, es una ilusión producto de su estado mental) “Doppelgänger es una palabra alemana que significa “doble goer” y se refiere a un fantasma o aparición que no proyecta sombras y es una réplica o doble de una persona viva.”

Gild Tsoro; es el anterior propietario del Gran Tesoro y el antagonista principal de la decimotercera película de One Piece.

Stella; era una esclava de la cual Gild Tesoro estaba enamorado

Diazepam; El diazepam es un fármaco con propiedades ansiolíticas, miorrelajantes, anticonvulsivantes y sedantes, usualmente utilizado en pacientes con ansiedad y estrés.

Ray Charles; fue un cantante, saxofonista? y pianista de soul, R&B y jazz, ciego desde la infancia.

Stevie Wonder; cantante, compositor, productor discográfico y activista social estadounidense.

Belo Betty; Reciente personaje del manga de op, miembro femenino de la armada revolucionaria, comandante del ejercito del Este.

Adderall; fármaco extrapopular en estudiantes universitarios, profesionales en cargos ejecutivos y deportistas de alto rendimiento, también usado como tratamiento en el trastorno de déficit de atención y la narcolepsia

Vyvanse;  medicación nueva y estimulante del sistema nervioso central, autorizada por al FDA en el 2007.   

Black Friday; Se conoce como «viernes negro»? al día que inaugura la temporada de compras navideñas con significativas rebajas en muchas tiendas minoristas y grandes almacenes


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