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Sentimientos por contrato por AcidRain9

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Notas del capitulo:

Como siempre, muchas gracias por sus comentarios y por su apoyo <3

Capítulo 4: Taza de café

Una de las primeras cosas que Sanji pensó cuando despertó era que odiaba las resacas, la cabeza le zumbaba como si hubiera un nido de abejas dentro de ella, sentía los labios agrietados y la garganta seca, además de una molesta pesadez en sus extremidades, recargó su peso sobre el colchón y se sostuvo con los codos.

Apenas y podía recordar los sucesos acontecidos el día de ayer, era como si su memoria estuviera cortada en partes —luces titilantes, canciones pop y cerveza—, pensó en cubrirse el rostro con la almohada y dejar reposar su cuerpo al menos cinco minutos más, pero el hecho de que esa no era su habitación y la cama sobre la que había dormido tampoco era suya fueron suficientes motivos para hacerlo ponerse de pie.

Restregó sus ojos con las manos y se quito las lagañas, su primer instinto mañanero fue poner la mano en la cadera y buscar su celular, y fue un peso menos descubrir el aparato guardado en la bolsa de su pantalón, lo encendió y se dio cuenta de que eran las nueve de la mañana, no tenía ningún mensaje nuevo, solamente notificaciones de facebook de Luffy etiquetándolo en un video de animales haciendo hazañas asombrosas.

Aquella habitación era pequeña, las paredes estaban revestidas con vinilo de color gris, la cama abarcaba prácticamente todo el cuarto y había un armario espacioso con las puertas abiertas; solamente la mitad derecha tenía camisas colgadas y la otra estaba vacía, el rubio siguió observando a su alrededor, en el mueble de cabecera había un montón de papeles arrugados y también fotografías en blanco y negro.

Agarro una y miro directamente la imagen granulada, el hombre en ella mantenía una mirada muy seria, la boca apretada en una línea recta y el cabello rapado casi de forma completa. Era Zoro.

Repitió el nombre en voz alta, no era difícil de olvidarlo dado que su madre se llamaba Sora y la pronunciación era muy parecida.

Dejo la fotografía en el mismo lugar y busco con la mirada sus zapatos, uno estaba a lado de la pata de la cama, pero el otro debajo de esta, por lo que tuvo que arrastrarse para llegar a el y una vez habiéndoselos puesto asomo la cabeza por la puerta en busca del dueño de la casa.

— ¿Hola?

Camino hacia la sala y encontro al moreno durmiendo sobre una silla, su cabeza caía al aire en una incomoda posición y un periódico cubría su rostro.

Hizo una mueca esperando que no se hubiera torcido el cuello o algo, en el sofá que había estado destinado a cumplir la función de su cama improvisada, había una franela y un spray con olor a limón, casi se sintió mal cuando se percató de la mancha removida sobre la piel sintética del sillón. Asqueroso.

Zoro estaba descalzo, usaba una camisa blanca y pantalones de pijama marrones, tenía un expediente sobre su regazo con una foto engrapada a el.

Sanji había visto las noticias hace unos días y reconocía al hombre plasmado en la imagen, se dijo que era un distribuidor de drogas perteneciente a la pandilla de Don Krieg, su nombre era Gin pero en el bajo mundo se desenvolvía como El hombre demonio.

El presentador había dicho que el cuerpo policiaco de la ciudad lo había atrapado exitosamente, y según rumores, después del fallecimiento de Krieg durante una intervención del equipo en uno de los sitios clave, sería Gin quien planeara redirigir a la organización.

—Oye...— le tocó el hombro tratando de levantarlo, pero el hombre siguió sin reaccionar.

Inspecciono un poco más el lugar, la alfombra sobre la que había hecho su pequeño desastre estaba enrollada a lado de la puerta principal, en la rendija habían cartas y sobres acumulándose, y en un rincón una planta cuyas hojas se veían más muertas que vivas y lo hizo sentir con la obligación moral de regarla.

Se sentó en el sillón vacío sin hacer ningún ruido, no podía simplemente irse y no darle tan siquiera las gracias a Zoro, así que paso los siguientes treinta minutos sentado enfrente de él hasta que la batería de su celular se acabó y comenzó a aburrirse.

Desde su lugar podía ver la cocina a través de la pared moldeada en forma de arco, miro al adulto y al no tener mas reacción de él que el movimiento de su pecho en cada ronquido, —o admirar como de forma inconsciente se limpiaba la saliva— se dirigió hasta ahí.

En el refrigerador había latas de cerveza y un cartón de leche que cuando agarro, se dio cuenta de que estaba vacío, lo mismo ocurrió con el recipiente de jugo de naranja.

Agarró una olla limpia y la llenó con agua, encendió la hornilla de la estufa y la puso a calentar. No sabía si el moreno vería como una grosería que se tomara tal atrevimiento con sus cosas, pero en dado caso de que se molestase ya buscaría la manera de solucionarlo o huir.

Su estómago hizo un sonido hambriento y Sanji abrió la alacena en busca de algo para calmar a su pequeña bestia, encontró una caja de cereal, catsup, un empaque de galletas saladas y almendras dentro de un frasco de cristal, estiró más la mano para ver si en el interior podía hallar algo medio decente, pero todo su cuerpo se contrajo cuando sus dedos se enterraron en el fondo de una telaraña.

— ¡Mierda!— bramó sonoramente mientras sacudía la mano para quitarse el tejido. —Asco, asco, asco...

—Así que sigues aquí— Zoro apareció bostezando y estirando los brazos de lado a lado. — ¿Tienes hambre? —miro la alacena abierta.

—Pensé que sería un gesto desagradecido si me marchaba así sin más, por lo que pensé hacer el desayuno pero veo que no tienes mucho. — explico con rapidez, levantando las manos como si buscara probar su inocencia.

—No hay problema— Zoro se agacho abriendo el mueble que estaba debajo de la garrafa de agua, el dobladillo de sus bóxers negros salto a la vista y se rasco la espalda con pereza, mostró presumidamente por lo menos veinte sopas instantáneas formadas en hileras.

Sanji espero que fuera una broma.

No lo fue.

—Tengo sopa, solamente tienes que llenar el vaso con agua, la pones en el microondas por tres minutos y ¡Whoala!, tienes un desayuno listo y mucho mejor de los que hacen en El Cortez.

— ¿Has estado en El Cortez? —levantó una ceja, solamente hacer una reservación ya era algo muy difícil.

—Por supuesto que no— Zoro le regaló una sonrisa de lado que lo hizo ver muy atractivo, después volvió su atención a las sopas. —Hay de diferentes sabores... camarón, camarón con picante, carne, pollo, curry y también queso. No recuerdo haber comprado de queso, son un asco.

— ¿Tu te alimentas solo de esto? — hizo una mueca, dándose una idea de cuantas sustancias químicas bailaban break dance en su sistema.

—A veces suelo comer en la calle, tengo un calendario pegado en el refrigerador con todos los números de tiendas de comida cercanas a aquí.

Sanji agarro dicho calendario y entrecerró los ojos mientras lo leía.

Sushi Feliz, Las Costillas de Cerdo de Yutta...Pizza's Gi...Se nota que eres un hombre saludable. — susurro mirando de reojo a Zoro en busca de una pequeña panza o kilos de más que delataran su mala alimentación. —Demonios, a simple vista de verdad se nota.

Podría pasar por entrenador personal si no abría la boca y se delataba.

No había piel floja en ninguna parte, todo era puro musculo, por un momento se imaginó caminando hasta él, subiéndole la playera y dándole pequeños golpes con sus nudillos en el abdomen solo para asegurarse de que esa firmeza era real y no cosa de su imaginación, pero sacudió la cabeza quitándose esa loca idea.

¿Cómo es que una persona podía estar en increíble forma viviendo solamente de comida basura?

—Yo paso— declinó la oferta y miró la olla de agua que había puesto a hervir hace unos minutos, ya estaba lista. — ¿Te importaría si...?

—Adelante— respondió Zoro, sentándose.

— ¿Quieres un café también?

—Si.

Sanji agarro dos tazas limpias que estaban sobre una pileta azul y se mordió los labios, mirando de lado a lado en busca de azúcar y de café.

—Arriba de tu cabeza— Zoro señaló el modulo alto, Sanji asintió y abrió las pequeñas compuertas sacando de ella los recipientes.

— ¿Cuántas cucharadas de azúcar?

—Ninguna, me gusta amargo.

Le entregó su taza y pasó las manos sobre la suya para calentarlas, un ronroneo de felicidad escapó de sus labios, Zoro levantó una ceja y el atisbo de una sonrisa divertida estaba en su boca.

—Soy una persona intolerante al frío, ¿Esta bien? — gruño indignado, le dio un sorbo a su bebida mientras apreciaba los rasgos de Zoro con un ojo fisgón.

Su cabello era verde como el de Yonji, solo que más corto y de un tono ligeramente más opaco, sus ojos eran cafés pero dependiendo de la iluminación adquirían un pequeño brillo entre verdoso y avellana, de mandíbula cuadrada y fuerte, su nariz era de puente alto y ligeramente arqueada, también habían tres pequeños orificios en una de sus orejas que indicaban que se había quitado sus perforaciones hace poco, el hombre indiscutiblemente era demasiado guapo.

— ¿Y bien? — De la misma manera lo escruto con la mirada, Sanji sonrió nervioso. — ¿Haces cosas así seguido?

— ¿Cosas así? — parpadeo.

—Ya sabes, beber hasta perder la conciencia y terminar durmiendo en la casa de un extraño.

—Por supuesto que no, no de forma inconsciente al menos, ayer fue la excepción, fue un día difícil, la gente normal tiene días difíciles.

La gente normal no subía a carros ajenos en medio de la noche, Zoro quería burlarse, pero recordó que también había sido él quien decidió llevárselo a su hogar, así que la responsabilidad era compartida.

Le dio una mirada profunda, y aprecio la forma en que con natural elegancia paso los dedos entre sus hebras doradas y ambos ojos fueron descubiertos hasta que los delgados mechones volvieron a acomodarse como de costumbre.

Zoro se aclaró la garganta y respiro por la nariz.

— ¿Quieres hablarle a alguien? Tu familia debe de estar preocupada.

Un bufido divertido escapó de la boca del rubio haciendo que el café ahora frío se filtrara por la comisura de sus labios y las gotas salpicaran la mesa, Sanji sonrió mostrando los dientes, se puso un poco rojo y limpio de forma discreta la superficie de madera con su chamarra, de todos modos ya estaba sucia.

—Apuesto a que esos idiotas ni siquiera se han dado cuenta de mi ausencia, lo más probable es que sus holgazanes traseros sigan reposando en la cama aún y si la notan, créeme que les dará igual.

—Así que esa es la razón, ¿eh? — Zoro sonrió. —Tu historia gira en torno a una familia disfuncional— puso su mano sobre la mesa y dio pequeños pasitos con dos de sus dedos, simulando unas piernas corriendo. —Eres de esos que corren y corren para huir de los problemas.

Sanji puso su mano sobre la del moreno, aplastando sus dedos. —Si lo que estás pensando es que quiero llamar la atención o algo así, estás equivocado, me resigne hace mucho.

—Bien por ti— se encogió de hombros y los ojos azules de Sanji bajaron otra vez hacia su mano, exactamente al anillo de su dedo.

— ¿Y qué hay de ti?, estás casado pero, ¿en dónde está tu esposa? — pregunto, no había visto ninguna presencia femenina en esa casa, de hecho era lo que más faltaba, el orden de Zoro no era un total desastre, pero no estaba muy lejos de serlo.

—Soy divorciado— admitió con un poco de pesadez en su lengua y se quedó callado por unos segundos. —Firmamos los papeles hace una semana y entre todo eso, he olvidado quitarme la sortija.

Zoro no podía dejar aquel anillo en el fondo de un cajón todavía, aun recordaba cuando compro las sortijas, era un viernes de marzo y Smoker, su jefe de departamento y buen amigo lo había acompañado por el, su esposa Hina también había ido insistiendo que no podía dejar que tanta testosterona junta arruinara la compra del anillo para Tash. La sensación de la plata sobre su piel se sentía demasiado familiar como para quitárselo después de cuatro años enteros.

— ¿Y tu haces cosas así seguido? — Sanji sonrió mordiéndose el pulgar.

Zoro hizo un gesto de no haberlo entendido a lo que el ojiazul levantó las cejas.

—Sales a beber...solo, todo para olvidar por un momento que tu esposa decidió dejarte y le pagas la cuenta a desconocidos con tal de tener compañía nocturna. —levantó un dedo. — Eso es espeluznante.

—Pedí tus datos, hubiese sido más fácil llevarte a tu casa en lugar de tenerte de "compañía nocturna" — hizo comillas con los dedos. —Estás aquí porque obviamente no me dijiste nada.

Sanji ignoró su mirada molesta y siguió presionando. — ¿Por qué se divorciaron?, honestamente, voy a terminar pensando que el matrimonio duele mas de lo que hace feliz.

—Tomas confianza muy rápido, ¿no te parece? — Zoro respondió tajantemente, su tono era amargo.

Sanji aguanto la respiración ante su cambio de semblante —y los ojos especialmente filosos—, a veces solía tocar fibras sensibles en la gente sin que esa fuera su intención.

—Lo siento, creo que fui imprudente.

—Y te equivocas.

— ¿Eh?

—Sobre el matrimonio, como todo tiene sus momentos, pero no es tan malo, te das cuenta de que tienes la oportunidad de convivir con una persona que conoce absolutamente todos tus defectos y aun así te acepta con ellos, pero pareces bastante joven para comprenderlo.

—Tengo diecinueve años—aclaró aliviado de que el hombre no parecía habérsela tomado en contra de él.

—Entonces soy muchos años mayor— Zoro pensó en voz alta con cierta nostalgia, como si se sintiera viejo, lo cual era un poco cómico teniendo en cuenta que apenas tenía treinta. —Tienes suerte, solo preocúpate de hacer que tus años dorados valgan la pena y de siempre llevar dinero en el bolsillo— bromeo.

—Hablas como si fueras un fósil a lado mío— Sanji se carcajeo.

Zoro se dio cuenta que la taza de Sanji al igual que la suya ya estaban vacías así que se levantó y las puso sobre el fregadero, pero el ojiazul negó con la cabeza, mientras se paraba rápidamente.

—Deja que yo las lave, ¿de acuerdo?

Zoro hizo caso, regresando a su asiento otra vez, Sanji entonces combinó agua con jabón en un pequeño recipiente y abrió el grifo.

—Mi abuelo perdió a su esposa después de 48 años de haber estado casados— miró de reojo a Zoro, no quería ser demasiado agresivo metiéndose en la vida del mayor. —No se divorciaron, ella murió— aclaró. —Quiero decir, he visto lo que perder a alguien importante le hace a las personas, no te digo que de la nada te sentirás mejor, porque no será así, a Zeff le tomó demasiado tiempo.

Cuando su abuela murió, su abuelo comenzó a pasar más tiempo con sus nietos, siempre discutía con su padre por dejarlos la mayor parte del día solos por ir a sus viajes de negocios, los hacia sentarse alrededor de la mesa y jugar domino, el anciano no permitía que ninguno de sus hermanos lo hiciera menos o lo molestara, no tenía ningún problema en darles un coscorrón en la coronilla cuando sucedía eso.

Ichiji solamente lo saludaba y desaparecía hasta que llegaba el momento de despedirse, Niji jugaba los primeros diez minutos —o menos— hasta que se aburría e iba a encerrarse a su habitación para estar con el celular, Yonji hacia un esfuerzo por quedarse mas tiempo, pero perdía la concentración y prefería jugar algún videojuego, mientras que Reiju siempre estaba muy ocupada con sus ensayos del club de baile.

Así que solamente quedaban el viejo y él, mirándose fijamente a los ojos, permanecían en silencio por un largo rato y Sanji notaba lo demacrada que se volvía su cara, las arrugas que se hacían mucho más grandes con el pasar de los días y el manto de melancolía que cubría sus ojos desde que las dos mujeres de su vida se habían marchado muy lejos.

Al principio Zeff nunca hablaba de sus sentimientos, no había mencionado el nombre de su abuela durante meses y se hacía el fuerte, pero conforme pasaba el tiempo había accedido a contarle anécdotas de cómo la había conocido y de lo mucho que la había amado, después era como si ese dolor se hubiera transformado en el motor que lo mantenía adelante y la fuerza que lo obligaba a no dejarse morir sin su esposa ni su hija.

—No hay ninguna solución mágica para superar, solo se trata de afrontar las cosas, no estancarte en tu pérdida y simplemente tratar de dejar ir. — susurro consiente de que sonaba mas fácil de lo que en realidad era.

No podía comparar el fallecimiento de su abuela con el divorcio de Zoro sencillamente porque eran diferentes tipos de pérdidas —no minimizaba ninguna—, pero esa luz en los ojos del moreno la reconocía y dolor era dolor sin importar de qué tipo fuera.

—Suenas como un chico maduro, ¿eh?

—Que tenga diecinueve años no quiere decir que tenga la mentalidad de un caracol.

Zoro recargo el mentón sobre su muñeca, observando a Sanji limpiar.

—Hace poco me asignaron a cargo de un oficial de policía de prueba, tiene tu edad pero lo único de lo que habla es de lo mucho que le gustaría tirarse a una de nuestras oficinistas.

Sanji se volteo, interesado. —Así que eres un policía.

Asintió con la cabeza de forma humilde.

— ¿Entonces es verdad que los oficiales viven de rosquillas y café?

—Solo el cliché del café es cierto— Zoro sonrió y Sanji reparó en que, el moreno era un hombre de naturaleza atractiva.

Zoro cerró los ojos unos momentos, escucho a Sanji acomodar los platos, sabía que tenía razón, pero no era la primera persona que le decía algo parecido; él no tenía la actitud del típico esposo dejado y sufrido, ni se la pasaba contándole a medio mundo lo mucho que le dolía no tener a Tashigi a su lado, pero las personas cercanas a él lo notaban en pequeños gestos que para otros pasarían desapercibidos.

Continuaba trabajando, pronto recibiría un ascenso por la captura de Gin, era un miembro respetable del departamento de policía de la ciudad, Smoker había hablado de transferirlo, pero se negó; su unidad contaba con una amplia gama en cuanto a servicios especializados, pero su mayor prefería asignarlo junto con Marco a investigaciones de casos criminales, anti-pandillas y anti-crimen organizado, podía decirse que su vida seguía igual que siempre, pero lo único que lo hacia tener en cuenta de que ya no era más la misma, es que ya no estaba ella.

Una risa pequeña salió de la boca de Zoro y Sanji lo miró sin entender mucho.

—Quizá algún día te invite a beber algo, me caes bien cejas de sushi— sonrió, sus ojos ligeramente rasgados se veían mas pequeños, el gesto lo hacia trasmitir una serenidad impresionante y le provocaba a Sanji ganas de acompañarlo a sonreír.

El rostro se Sanji se oscureció entre fuertes tonos de rojo y sintió un extraño calor en la boca del estomago.

—Si me pagas un desayuno decente probablemente acepte, cabeza de marimo...


 

Al regresar a casa Sanji tenía tatuada en la cara una sonrisa tonta, —y un nuevo número registrado en su agenda—, una sonrisa emocionada que encubrió tan pronto como sus pies atravesaron el vestíbulo, otra vez el aire volvía a cambiar, se hacía irrespirable y espeso, como si el mundo afuera de estas puertas fuera otro.

Los gritos de su hermano mayor mezclados con los de su padre hacían eco por todo el lugar, la puerta del despacho de Judge estaba cerrada, así que Sanji pensó en ser sigiloso, subir hacia su habitación y que todo lo que pasara entre esos dos no lo involucrara.

— ¿Cómo te atreviste a avergonzarme de esa manera en frente de esa mujer y de Katakuri?

—El único que se avergonzó a sí mismo fuiste tu, teníamos un acuerdo Ichiji, tu ibas a obedecerme y mantendrías la boca cerrada en todo momento. — Judge alego, su grueso y ronco tono se alzaba contra el del pelirrojo.

— ¿Y cómo querías que lo hiciera si lo único que hiciste fue presentarme como a un inepto? ¿De cuando aquí le pides a alguien que me "asesore"? — su alarido se escuchó totalmente roto, quebrado por la ira y la indignación.

— ¡No me alces la maldita voz!

No te has perdido de nada, llevan toda la mañana así.

Sanji dio un salto cuando Yonji se apareció detrás de él, su hermano, que era menor a él solo por minutos llevaba puesta ropa deportiva y tenía la frente ligeramente perlada en sudor.

— ¡Trataste de ponerme una mano encima a pesar de que estaban ellos aquí! — Ichiji gritó de nuevo, todavía más fuerte que antes, también se escucho un ruido sordo que indicaba que acababa de estampar las palmas sobre el escritorio de su padre.

—...Como si no hubiera sido suficiente ese hombre tuvo que interferir, ¿tienes idea de lo humillante que fue para mí?

—Te humillaste tu solo Ichiji y también a nosotros con cada porquería que dijiste. Te lo advierto, si Linlin o Katakuri cambian de opinión te prometo que vas a estar en serios problemas conmigo, no seré condescendiente contigo y eso te lo aseguro.

Sanji sintió que casi se le caía la mandíbula al suelo, esta era una función que, sin exagerar, jamás se veía, se sentía tan atrapado entre la curiosidad y una pequeña chispa de incredulidad, que había olvidado que tenía que irse a su habitación cuanto antes, Ichiji salió del despacho, apretaba los puños con fuerza y los labios le temblaban, ese impostor no era para nada la persona que Sanji conocía.

Ichiji solía poner a otros en un estado catatónico, no lo contrario.

Paso a su lado dándole un grosero empujón en el hombro para moverlo y segundos después fue su padre quien atravesó la puerta.

En el instante en que los ojos de Judge se encontraron con él, su mirada volvió a retomar un brillo amenazante.

— Cancelaste mi tarjeta, pudiste haberme informado al menos.

—Tenía que hacer un recorte de fondos— el viejo siseo, poniendo una mano en su sien y masajeándola para aligerar su jaqueca, Judge estaba a punto de darse la vuelta para ir al almacén en busca de un trago —o dos, o tres— pero antes de hacerlo sus filosos luceros traspasaron al tercero de sus hijos.

—Escucha, no me interesa en donde te metiste toda la noche, pero no voy a permitir que regreses aquí a la hora que se te plazca, ¡En esta casa todavía mando yo y no ninguno de ustedes malagradecidos! — grito con tanta fuerza y furia para que todos sus hijos lo escucharan, las venas de su cuello saltaban y su rostro estaba rojo de la cólera. Parecía una bestia.

Sanji no hizo comentario alguno, ya estaba familiarizado con este tipo de escenas, ver ese carácter en su padre era común para él, sin embargo el agarre de Yonji sobre su botella se hizo más tenso, las pesadas pisadas de Judge resonaron por todo el pasillo mientras el hombre se alejaba.

El sonido de una risa venenosa se hizo presente, Sanji y Yonji levantaron sus cabezas, mirando a Niji, quien estaba recargado en el barandal de la escalera, tenía una sonrisa enorme y escalofriante en el rostro, similar a la del gato del cuento de Alicia.

Solo a él le divertía estar rodeado de caos.

—Últimamente esta familia parece una copia barata de Keeping up with the Kardashians— se rió, dándole un mordisco a la barra de chocolate que traía en la mano.

Notas finales:

  Keeping up with the Kardashian; programa de tv que relata la vida doméstica y frecuentemente caótica de la familia de celebridades Kardashian


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