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Un día de verano. [ONGNIEL] por godsanddemons

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Notas del capitulo:

Espero que les guste.

 

 

 

 

Era verano y afuera se escuchaba la llovizna ligerísima característica de la temporada, haciendo en consecuencia un poco más bochornoso el clima. El sudor apenas perceptible hace que las prendas se peguen al cuerpo y Seongwoo tiene que intentar abanicarse con cualquier cosa, con el periódico que leyó en la mañana, con los folletos publicitarios que ofrecen descuentos y pagos sin intereses que él ni siquiera se toma el tiempo en leer por sí hay alguna buena oferta. El día está insoportable, las lecturas para sus ensayos universitarios las dejó a un lado, descolgó el teléfono y apago el móvil por si se le ocurre a la madre –aburrida de un fin de semana como el de hoy, telefonearle para hacerle las preguntas de siempre, las mismas que responde con el guion aprendido desde hace un par de años en el que deja al terminar la llamada despreocupada a la progenitora. Está sentado en un banquito mal trecho en la terraza con un cigarrillo entre los dedos, el viento le pega fresco sobre el rostro, se cuela entre sus cabellos revueltos, negro amargo, el humo se le escapa de la boca entreabierta despacio, haciendo el intento de sacar donitas ahumadas por mero aburrimiento. Está esperando, está atento a la llega del muchacho que vive al lado, lo espera secretamente ansioso llegar en su auto, nada espectacular pero para Seongwoo le pega bien, con su aire de medio intelectual y al mismo tiempo sensual. Lo esperaba con misma excusa de siempre, miraba el reloj en su muñeca y sentía como los minutos se alargaban, pero el mismo tiempo lo acercaban. Desde que se vino a mudar aquí a Busan en busca de quien-sabe qué, o mejor dicho, en busca de apartarse de la familia, no ha querido marcharse de este cuartucho al que a veces se le rompe el grifo del baño o el que lo despierta a media noche por culpa de una puerta rechinante, no ha querido desde que ve ese lunarcito debajo del ojo, esa boca rosada medio esponjosa o esa mirada que parece verle hasta lo más profundo con su sonrisa medio simpática. Seongwoo no sabe su nombre verdadero hasta hace unas semanas cuando de nuevo el cartero viene a dejarle unos paquetes a la puerta de su departamento, sin escuchas de que se equivoca, los paquetes se vienen quedando en su casa y solo un día, medio curioso se atreve a ver el nombre en cada uno de ellos, Kang Euigeon, pero aunque trate de pronunciarlo, se avergüenza un poco con la idea de llamarle así, y sí se equivoca, y sí hace el ridículo, entonces prefiere recordarlo en su mente como él le pide que le llame, Daniel. Y Daniel se escucha entre sus susurros de media noche mientras cuela la mano debajo de las sabanas, para tocarse el pecho e ir descendiendo poco a poquito, sintiendo las formas de su cuerpo hasta la pelvis, los dedos metiéndose debajo de la ropa interior y en su mente implorando, Daniel, Daniel, Daniel, tocándose con la imaginación de él, con una mano que es la suya, pero parece la de otro, la del vecino que dormita a un lado y que ni se imagina ser el objeto de las alucinaciones de este muchacho enloquecido de éxtasis desde que lo ve por primera vez.

 

Seongwoo lo espera entonces, re-mira el reloj varias veces, se levanta medio ansioso del banquillo, hoy el cartero volvió a equivocarse de puerta, o quizá no, porque al revisar el domicilio, es exactamente el de su apartamento, no hay manera de echarle la culpa al cartero, esto es obra de Kang Daniel, pero cuándo va a darle un puto beso, un roce de agradecimiento, Seongwoo tiene el palpitar del corazón a mil por hora cuando el auto negro aparca frente al pequeño edificio a las afueras de la ciudad, sigue lloviendo ligero, pero a Seongwoo no le importa inclinarse un poco hacia delante de la barandilla de la terraza para sonreírle de lo más normal, mojándose con la brisa húmeda un montón de cabellos y el rostro. Parece que volvieron a dejarme unos paquetes para ti, le gritaba por encima de la lluvia y qué divina sonrisa recibió al instante. Que enloquecedora la imagen de Daniel mojándose la camisa, marcándosele el ancho pecho y su cabello revuelto, diciéndole que subía enseguida con un su sonrisa infantil, a veces se preguntaba que tanto tenían estos paquetes, pero la curiosidad se le esfumaba cuando escuchaba claramente el tock, tock, el sonido hueco en la puerta.

 

Entonces la rutina se repetiría, Daniel le agradecería mientras revisaba los paquetes uno a uno, la mirada cansada después de otro turno de trabajo el fin de semana. Seongwoo no sabe muy bien qué hacer –como siempre, sí quedarse sentado sobre la cama que no queda tan lejos de la puerta u ofrecerle un refresco o una cerveza. Sin embargo, hay algo que le inquieta desde que Daniel entra por la puerta, y son sus miradas fugaces, sus ojos encontrándose un momento para luego desviarse por alguna parte de su cuerpo, siente un fuego quemándole por dentro, debe ser otra de sus miles de alucinaciones, pero es que se tienta, es el clima bochornoso o la mirada de Daniel la que empieza a subir un poquito la temperatura, a quien le importa. Seongwoo se levanta de la cama, ciego, esfumando la coherencia bien lejos cuando cierra la puerta del apartamento, sí esto no le gusta a Daniel está dispuesto a recibir un buen golpe y una humillación delante de todos esos inquilinos conservadores. Primero es un roce de su mano contra el hombro de Daniel, después acorta la distancia entre sus cuerpo, escucha como claramente le pregunta, Qué haces, y responde pegando sus labios torpemente sobre los otros, sintiendo como el cuerpo frente él se tensa tan magníficamente que tiene que acercarse otro más para sentir su pecho contra el de Daniel, volviendo a intentar otro beso, pero esta vez donde sus labios encajen como si estuvieran hechos a la medida y hasta parece que lo son, ninguno puede contenerse y se dejan llevar, se vuelcan en esa sensación violenta que les recorre el cuerpo poniéndolos a temblar.

 

Lo besa, se besan, no pueden parar. Daniel lo atrae desde la cintura y lo estrecha tan fuertemente que siente como el cuerpo de Seongwoo se amolda al suyo. Primero de pie y después en la cama, jadean ronco los dos sobre las bocas húmedas, hinchadas, porque parece que no pueden dejarse en paz ni un momento, las manos que dibujan los contornos del uno y el otro, la espalda ancha, desnuda, el abdomen marcado, Seongwoo no se lo hubiera imaginado así ni en sus mejores sueños. Daniel ni siquiera puede parar en devorar cada lunar que encuentra explorando sobre su piel, no puede dejar de besar cada rincón, cada tramo por el que pasa su boca y su lengua, se exploran como niños en un día de campamento, entre risas ligeras o un jadeo cuando uno encuentra el punto débil del otro. La habitación se vuelve tan pequeña para los dos, tienen que pegarse tanto para caber en la cama, tan cerca, el sudor cayéndoles a chorros por las sienes y cada poro de la piel que sabe salada, pero al mismo tiempo extrañamente dulce. Daniel lo adora, Daniel se endroga cuando lo prueba, cuando está moviéndose en su interior, viendo el rostro de Seongwoo contraerse y sonrojarse, y es endemoniadamente excitante, su voz haciendo eco por toda la habitación, pidiéndole por más mientras arquea la espalda de pura excitación, no hay manera de sentirse mejor que esta. Cuando se corren los dos, se sonríen, pero no pronuncian ni una palabra, se miran a los ojos en secreta complicidad, se besan largo y tendido la noche entera hasta caer dormidos en brazos del otro, húmedos, acalorados, pero felices.

 

Esto de los paquetes no fue más que una excusa para entablar una conversación con Seongwoo la primera vez y no sabe cómo es que se vuelve costumbre equivocarse adrede para verlo, para quedarse un rato ensimismado en esos tres lunares en su mejilla que lo enloquecen, sí él no lo hubiera besado, Daniel definitivamente lo hubiera hecho esa tarde en cualquier momento cuando lo encontrará con la guardia baja.   

 

 

Notas finales:

Hasta aquí acaba, no sé porque no pude ponerle como finalizado. 


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