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De Ruso a Japonés por ZessChan

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[Bienvenidos al Aeropuerto Internacional de Púlkovo]
 
El de gafas azules suspiró dando su mejor sonrisa al sentir sus pies sobre el limpio piso del aeropuerto de la ciudad de San Petersburgo, Rusia. 
 
Después de dedicarse a estudiar durante cinco años como intérprete, y haber trabajado para Japón otros dos años, su amigo, Phichit Chulanont, había recomendado su currículum a una de las empresas multinacionales más grandes, donde su origen se habita en Rusia. 
 
Antiguamente, Chulanont ya había ejercido su trabajo en Tokio junto a Katsuki, pero por mandato del superior de la empresa nipona, el de origen tailandés fue removido de su puesto hasta en Rusia; Phichit se tomó el atrevimiento de hacer uso de su poder, y enviar una carta de recomendación para Visionary Corporation, la actual empresa donde trabaja, y donde muy pronto Yuuri lo hará. 
 
Al principio, el pelinegro estuvo totalmente en desacuerdo cuando se enteró de la imprudencia de su amigo, pero muy prontamente se dio cuenta que aquella era una especie de oportunidad, una que no podía tirar a la basura. 
 
Fue duro haberse despedido de su familia, fue duro decirle adiós a sus comodidades japonesas, pero ese es su trabajo; un intérprete está enlazado con las culturas, y tradiciones de la lengua o idioma que profesa.
 
El elegante aeropuerto emanaba un limpio aroma a limón, los pasillos estaban llenos de los recién llegados de diferentes destinos, faltaban quince minutos para las ocho de la mañana; justo el tiempo para llegar a su entrevista de trabajo. 
 
—Visionary Corporation, por favor—dijo en fluido ruso. 
 
Había tomado un taxi desde St. Petersburgo hasta la pequeña pasarela unas calles después, ahí es donde se dirigía. La noche anterior se había hecho un ramillete de nervios, pues él sabía exactamente que lugar para quedarse no tenía, fue gracias a Dios que Chulanont le llamase para decirle que vivirían juntos mientras Yuuri encontrara un apartamento nuevo que se ajustara a sus necesidades y alcances. 
 
Al pagar su servicio de taxi, sus ojos cafés se elevaron para encontrarse con un edificio enorme hecho de algún tipo de cristal azulado, arriba de la puerta de la edificación, el brillante nombre de la compañía en letras gigantes estaba; en la cúspide del edificio un tragaluz lo terminaba. 
 
Con pasos decididos (aunque algo inseguros) se adentró a la airosa y lujosa recepción, donde una señorita con cabellos largos negros y unos gigantes ojos púrpura la atendía. 
 
—¿En qué puedo ayudarlo?—habló la muchacha en tono formal, usando el inglés como el idioma universal que es. 
 
El japonés se ajustó sus gafas y se llenó de oxígeno antes de continuar—. He venido por la entrevista—informó en voz suave. 
 
—Su nombre por favor. 
 
—Yuuri Katsuki 
 
La de ojos púrpura tomó el teléfono marcando tres números en específico, y dos segundos después ella entabló una pequeñísima conversación en ruso. 
 
—Pase adelante, lo están esperando—la pelinegra le indicó un elevador un metro de distancia de ellos, y por último se despidieron con una sonrisa. 
 
Antes de que el pobre nipón pudiese subirse al elevador, había chocado con alguien de no sólo imponente mirada, sino de presencia también. 
 
"Lo siento" había dicho él en su idioma natal (un propio actuar de su cuerpo), mas al parecer esa persona le había dicho 'ten cuidado' en otro idioma. 
 
Yuuri por fin había llegado al elevador presionando el piso dos del edificio.
 
"Un coreano" había pensado. Lo último que logró ver fueron las curiosas miradas de la recepcionista y de aquel que provenía de Corea. 
 
Las puertas se abrieron, un corredor bastante extenso, y alguna que otra puerta fue lo primero que divisó. Como el pobre no sabía para dónde agarrar, decidió caminar al escritorio más cercano, el cual estaba custodiado por un tipo de cabellos negros hundido en su trabajo. 
 
—Disculpa—utilizó el inglés como mediador, de inmediato la mirada azul del chico lo ató, y una sonrisita de casanova lo acompañó—. ¿Sabes dónde queda Recursos Humanos?—preguntó tragándose la vergüenza. 
 
—Hola, mucho gusto en conocerte...-el tipo de cejas gruesas hizo un intervalo para que le diera el nombre.
 
—Yuuri Katsuki.
 
—Yuuri Katsuki, mi nombre es Jean Jacques Leroy, pero puedes decirme JJ—él se levantó de sus aposentos tomando al japonés para entrelazar sus brazos. 
 
—¡JJ! Deja de jugar con el nuevo—una pelirroja de cabellos cortos tomó a Katsuki de un brazo para que, bruscamente, saliese de los de Jean. 
 
Demonios... ¡Qué casi se le caen las gafas! 
 
La chica tomó a Yuuri como antes estaba con Leroy; ésta lo guío a una puerta en la cual se dejaba ver una placa con lo que parecía ser un apellido.
 
"Giacometti" 
 
—¡Chris!—exclamó la mujer en forma cantarina, eso hizo de que un rubio de pestañas largas le pusiera su máxima atención—. ¡Te he traído al chico nuevo!—finalizó.
 
El rubio agradeció, y la pelirroja se despidió muy enérgica. 
 
El tipo llamado Chris le ofreció a Yuuri donde sentarse, éste como mero acto de protocolo sonrió e hizo caso.
 
—Soy Christophe Giacometti, y he tenido el honor de hacerme cargo de tu entrevista, Yuuri Katsuki—se presentó. 
 
El pelinegro asintió un tanto cohibido. 
 
—Excelente currículum—detalló maravillado mientras leía los datos, mientras tanto el de ojos cafés sonreía con esperanza. 
 
—¡Vaya! Treinta idiomas, uso de programación en computación; eres perfecto para él—susurró aquello para sí mismo. 
 
—Dime, ¿por qué renunciaste a tu antiguo trabajo?—cuestionó. 
 
—Nuevas metas—su respuesta fue tan simple que de inmediato se puso nervioso—. ¡Digo! Siempre he tenido grandes expectativas en cuanto la realización de mi trabajo, y deseo dar el cien por ciento de mi capacidad en algo que me gusta. 
 
Giacometti sonrió bastante conforme con la respuesta—. ¿Tienes alguna conexión dentro de la empresa?
 
Vaya... Eso sí que lo puso nervioso; mayormente es imposible que obtengas un empleo en una compañía donde no sólo ejerces tú, sino también familia, amigos, e incluso conocidos.
 
¿Debería mentir o decir la verdad? 
 
—Un antiguo compañero de trabajo—optó por una respuesta sencilla sin mucha información. 
 
—¡Genial! No le veo problema a tu actual currículum, ni a tu petición como remuneración; tienes bastante de lo que necesitamos. 
 
—Eso significa...
 
—Felicidades, estás dentro—ambos se colocaron de pie para un apretón de manos en signo de pequeña celebración. 
 
—Desde mañana temprano empezarás a trabajar, yo estaré capacitado para enseñarte todo lo que necesites saber. 
 
—Muchas gracias—dijo con una sonrisa gigante que mostraba alegría.
 
Yuuri pensó que quizás él no sería contratado, de hecho, él no se tomó la molestia de pensar en qué hubiera hecho si no hubiese sido admitido el mismo día; lo que más quiere es ir, y decírselo a Phichit.
 
—Déjame acompañarte—se ofreció el rubio ya ambos saliendo para el elevador.
 
Mientras esperaban a que éste abriese las puertas, un par de hablante en ruso se acercaban. 
 
—¿¡Cómo quieres que me tranquilice!? Georgi, ¡Irina me ha dejado... ¿por qué la despediste?!—exclamó enojado un tipo de cabellos plateados. 
 
El que sería Georgi suspiró dejando ver su frustración—. Viktor, entiende, no podía dejar que Irina trabajara mientras esperaba por un bebé; tendrás que arreglarte solo. 
 
Ambos se acercaban para tomar el elevador y salir temprano; parecía que la empresa (más bien Viktor) pasaba por una etapa difícil. 
 
—No puedo estar tranquilo, son los negociantes de China, y mañana precisamente vamos a cerrar el negocio. Préstame a tu mediador. 
 
—¿De qué hablas? Por si no sabes, todos los traductores, y mediadores están ocupados por lo mismo; será mejor que saques el mandarín que llevas dentro.
 
Los ojos de Viktor brillaron cuando visualizaron al jefe de Recursos Humanos—. ¡Chris! ¡Necesito que me des a Mila!—ordenó, bueno... sólo provocó una sonrisa burlona en sus subordinados.
 
Hasta Yuuri quiso reír cuando vio que ninguno de los dos ayudaba al ruso. 
 
—Georgi ya te lo dijo, todos estarán ocupados por la junta directiva con los negociantes de China; anda y ve a buscar tus cuadernos de mandarín. 
 
El de ojos color cielo suspiró exhausto, él no podía darse el lujo de posponer a tan importantes accionistas de su empresa. Yakov lo mataría. 
 
—Bueno, muchas gracias por todo señor Giacometti—Katsuki agradeció antes de tomar el elevador. 
 
Por primera vez, el ruso de pelos plata se dio cuenta de la existencia de un cuarto, y por inercia de su alocado sistema corporal, detuvo al pelinegro. 
 
—¿¡Cuál es tu nombre!?—le gritó, y en ése preciso momento en que iba responder, el tipo ése no le dejó.
 
—¡Chris! ¿¡Qué es lo que hace!?
 
—Es el nuevo intérprete; empieza maña...
 
Viktor lo interrumpió—. ¡Bien! ¡Me sirve!—mientras decía aquello, el peliplata empujó al pobre nipón dentro del elevador yéndose con él. 
 
—¡Viktor! ¡Espera... Él!
 
La voz de Chris se apagó cuando las puertas metálicas de aquel elevador se cerraron.
 

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