El dolor en su cabeza había empeorado. Ahora era tan insoportable que se había quedado sin voz de tanto llorar. En esos dos dias, al no tener vendas ni un botiquín, había utilizado el papel higiénico del baño portátil tratando de reemplazar las vendas pero eso solo sirvió para detener mínimamente la hemorragia. Tenia que cambiárselo cada cinco horas, ya que se empapaba de sangre con facilidad. Y ni hablar de sus otras heridas. La mejilla seguía hinchada haciéndole ver como una pelota en su lado izquierdo. Por lo menos, el labio partido había logrado cicatrizarse un poco y ya no sangraba.
Se sentía muy débil desde el dia anterior. Había perdido bastante sangre y no consumía nada de comida. Se moría de hambre. Cada vez que se levantaba su visión se tornaba borrosa por lo que no se molestó en intentarlo y se dejó caer al suelo de madera. Estaba agotadísimo porque no había dormido en esos días y no tenía pastillas como para hacerlo. Por otro lado, su garganta estaba destrozada por los gritos que lanzaba en cada ataque de rabia y además, se había secado por la falta de líquidos. Aún asi, su voz fluía con normalidad a la hora de hablar, con ese tono dulce y aterciopelado que heredó de su difunta madre.
En resumen, estaba hecho un asco pero el orgullo que le quedaba y el miedo impedían que bajara a la mansión. Ya no quería que lo lastimaran de cualquier manera y tampoco quería volver a ver ese odio y desprecio en la mirada de SeHun hacia él.
Estaba roto, tanto por dentro como por fuera. Y nadie vendría a repararlo. No existía un salvador para él ¿A quién le importaba un simple esclavo del amor como él?
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Si, estaba loco. Literalmente, se daba ánimos a si mismo para no tomar el cuchillo viejo y cortarse las venas. Según su conciencia, si debía morir no seria con sus propias manos sino porque Dios asi lo quiso. No seria un cobarde como todos, dejaría que la muerte llegara a él por si sola.
Entonces escuchó unos casi inaudibles gritos detrás de la puerta y agudizó sus oídos.
- ¿LuHan? - y tal como decía antes, la mismísima muerte había vuelto por él ¿Qué mas daba? Si ya no tenia nada ni a nadie. Estaba solo.
- ¿S-SeHun? - susurró finalmente.
- ¡LuHan! Por favor abre la puerta ¡Ábrela!
Rendido al destino, el nombrado se dispuso a abrir la puerta pero habiendo olvidado por completo el mareo, apenas se puso de pie, cayó al suelo. Y esta vez, no se levantó.
- No puedo - Su cuerpo ya no respondía por él. Para empeorar las cosas, la herida de su cabeza se abrió y comenzó a sangrar. Pero el ya no sentía dolor ¿En verdad iba a morir asi? - Me voy a morir ¿Verdad? - dijo. Su voz se quebró al final y comenzó a llorar otra vez. Estaba asustado, la idea de que antes hubiera querido suicidarse, desapareció por completo. Él aún tenía posibilidad de encontrar el amor. Quizás SeHun no era la persona indicada, y todo este tiempo había estado persiguiendo algo que en verdad no le pertenecía. - Todavía no... - susurró cerrando los ojos. Cada vez se sentía mas cansado y el miedo invadía cada parte de su cuerpo - ¿SeHun?
- Aquí estoy - lo escuchó decir - Tranquilo, Lu, yo te sacaré de ahí. No te vas a morir. Yo no lo voy a permitir ¿Me oyes?
- ¿Tu amas a Krystal?
- ¿Por qué me preguntas eso ahora?
- ¿La amas? - preguntó esperanzado. Si él decía que no, quizás tuviera una oportunidad.
SeHun suspiró - ¿No es obvio? Estamos casados... - Y entonces, algo dentro de LuHan se rompió por décima vez ¿Cuántos corazones tenía? ¿Por qué no dejaba de ilusionarse con algo que nunca iba a suceder? ¿Por qué él era el único que sufría? ¿Por qué se hacia estas preguntas cuando estaba a punto de morir? Quizás, era tiempo de que dejara de perseguir lo imposible y de recuperar el tiempo perdido.
- Esta bien - dijo sonriendo tristemente. SeHun no lo merecía, y él tampoco merecía a SeHun. Ya estaba todo claro, si lograba salir de aquel ático con vida, empezaría de cero. Y, esta vez, haría las cosas bien.
Los gritos de SeHun le comenzaron a parecer cada vez mas lejanos hasta el punto de dejar escucharlos y un zumbido agudo en sus oídos lo remplazó, dejándolo aturdido.
Lentamente, sus párpados le comenzaron a pesar y se fueron cerraron de manera involuntaria. La oscuridad se hizo presente y un rayo de luz se asomó por ella, dejando que los sueños y nuevas esperanzas sanaran su deplorable corazón.