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Bendita Maldición por chibigon

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Bendita Maldición

Por Ladygon

 

Capítulo 3: Aprendiendo los cuidados.

Lo que vio, lo horrorizó, Dean chillaba en el suelo, cubriendo su rostro con ambas manos. La paila en el suelo humeaba con aceite quemado. Castiel actuó tan rápido que apenas se vio lo que hizo. Dean estaba calmado y bien en los brazos de Castiel. Al bebé lo había dejado a un lado en el piso, mientras él tomaba a Dean y lo sanaba de las quemaduras en su rostro y manos.

—Ssssh, sssh, mi niño, estás bien —le susurró en su oído.

Luego, volvió a aplicar su mojo en él, y lo puso a dormir. Tomó también a Sam con un brazo mientras en el otro tenía a Dean y se teletransportó hasta la habitación del niño donde lo dejó con cuidado. Volvió para arreglar el desastre de la cocina.

Las quemaduras eran horribles y Dean hubiera quedado desfigurado, sino fuera por los poderes de Castiel. Castiel se culpaba por ser tan inútil y no saber cuidar a un par de cachorros humanos.

—Quizás debería entregárselos a alguien —murmuró cabizbajo.

Sam, quien todavía estaba en sus brazos, comenzó a balbucear de forma molesta, como si lo estuviera regañando por lo último que dijo.

—¿No quieres que los deje, Sam? ¡Pero soy un desastre! —exclamó Castiel.

—Ba, ba, ba —protestó Sam.

—Sí, esta vez lo arreglé, pero la próxima, ¿y si no puedo?

—Gu, Aguuuu —arguyó Sam.

—No lo sé, Sam, ¿tú crees que pueda aprender?

—Ba, ba, ba, ba.

—Está bien, lo haré. Solo espero hacerlo bien.

—Agu, gu, agu.

—Gracias.

Entonces, se animó a cocinar otra vez los huevos, pero esta vez, no descuidando, ni al bebé, sentado a la mesa en su nueva silla de bebé, ni la paila, sin dejar de revolver. Le echó un poco de sal, tal como decía en el video y luego apagó el fuego. Cuando fue por las rebanadas de pan se quedó congelado en su puesto y luego volteó, rápidamente, donde el bebé, quien estaba entretenido con un juguete, el cual golpeaba, sin descanso, contra el borde de la silla.

—Sam, ¿entiendes lo que digo?, ¿verdad? —le preguntó al bebé.

El bebé lo quedó, mirando.

—Aguuuu.

Castiel sonrió.

—¿Sabes cómo puedo quitar la maldición sobre ustedes?

—Ba, ba, ba.

—El dios está muerto. Tendríamos que encontrar una bruja para que replique el hechizo ¿Qué tal Rowena?

—Aguuuu.

—¿Te parece bien? ¿Dónde la buscarías?

—Ba, ba, ba, bu.

—¿En internet? ¿Fenómenos relacionados con brujas? ¡Oh, gran idea!

Agarró el laptop que estaba encima de la mesa y se puso a teclear, “fenómenos relacionados con brujas”, pero salieron historias, leyendas y cosas parecidas que no le sirvieron de nada. A todo esto, Dean despertó y apareció en la puerta de la cocina con su carita de puchero.

—Tengo hambe —dijo el niño.

—¡Dean!, ven, tengo un sándwich para ti.

Lo tomó en brazos y lo sentó en la silla. Le dio el sándwich de huevo y un jugo. Al menos el chico parecía bien y comió sin problemas.

Mientras tanto, Castiel siguió investigando en la laptop, pero con pocos resultados plausibles. No sabía cómo encontrar una bruja por internet y el buscador de Google no estaba funcionando.

—¿No que este buscador encuentra todo? —reclamó Castiel frente a la pantalla.

Golpeó las teclas muy fuertes y volvió a abrirse la página de las bellezas asiáticas. Castiel frunció el ceño molesto y cerró el laptop.

—Lo intentaré más rato ¿Dean, quieres algo más?

—Pay.

—¿De limón?

Dean movió su cabeza repetidas veces con una sonrisa adorable en su rostro. Castiel sacó un trozo del refrigerador y se lo sirvió en un plato. Le pasó una cucharita, porque un tenedor le pareció peligroso. Dean comenzó a comerlo con entusiasmo.

—Dean —llama Castiel— ¿Tú sabes dónde puedo encontrar una bruja?

Dean lo quedó mirando como si fuera un extraterrestre y siguió comiendo su pay.

—Dean —volvió a la carga Castiel— ¿Sabes qué es una bruja?

Dean movió su cabeza, negativamente.

—Una bruja es un monstruo que come niños.

Dean abrió grande los ojos y quedó con el pay a medio comer.

—Ba, bo, bo —reclamó Sam.

—¿No asustar a Dean? —le pregunta a Sam—, ¿pero cómo se va a asustar por algo así?

Milagrosamente, según Castiel, el pequeño Dean se puso a lloriquear, amenazando con estallar muy pronto. Castiel sintió un miedo horrible y fue donde Dean para tomarlo en brazos.

—No, no, pequeño, no debes temer a nada ni a nadie, me tienes a mí y yo te protegeré. —Besó su frente.

Dean sorbió sus lágrimas y lo miró con expectación.

—Es cierto —aseguró Castiel—. Soy un ángel y los protegeré a ti y a tu hermano Sam.

Dean lo miró sospechoso con el ceño fruncido. Castiel sabía lo que significaba esa mirada. Así que dejó al chico en el suelo y se separó unos pasos hacia la pared para quedar frente a los dos infantes. Luego, concentró su poder y sus alas se proyectaron al fondo, como la primera vez que se presentó ante Dean.

Dean saltó en el lugar, sonrió y chilló emocionado. Sam comenzó a aplaudir seguido de su hermano.

—¿Ven? ¿Ahora me creen?

Sam rio con una hermosa risa de bebé.

Castiel debía buscar a la bruja, pero el problema era, que dejaría a los niños sin supervisión, cosa que no podía hacer bajo ningún motivo. Era mejor tener a los niños “donde mis ojos te vean”.

Primero cambió los pañales del bebé. Metió unos juguetes en la bolsa y una mantita. Fue a la bodega con ambos niños y el corral del bebé. Instaló el corral con la mantita en el suelo. Puso al bebé dentro del corral, sentado y también metió a Dean, aunque el corral, no detendría a Dean si quería salirse. Había comprado el corral más grande de la tienda con la idea de meter ahí a los dos. Puso también los juguetes.

—Chicos, yo voy a trabajar aquí. Ustedes jueguen.

A Dean no lo vio muy entusiasmado con el trato por eso usó las palabras mágicas:

—Dean, cuida de tu hermano.

Santo remedio, Dean comenzó a entretener a su hermanito. Castiel sonrió, era bueno conocer tan bien a los Winchester después de todo.

Estuvo toda la tarde revolviendo papeles y viejos archivos. Quizás estaban en otro lado. Después, recordó que Sam llevaba un sistema de archivos, el cual desordenó al buscar. Mejor hizo una parada para darles de comer a los niños. Sam se quedó dormido después de tomar la mamadera. Castiel lo acostó en el moisés y lo llevó para la bodega donde volvió al trabajo. Dejó a Dean a su lado mientras el chico jugaba con los juguetes. Duró un rato no más.

—Cas.

—¿Sí, Dean?

—Juega conmigo.

—Estoy ocupado, Dean, debo encontrar a la bruja y quitarles a ustedes el hechizo.

—Juega conmigo —insistió el niño.

Castiel miró a Dean y este tenía los mofletes inflados. Por primera vez, lamentó que Sam estuviera dormido, porque al parecer, Dean se aburría cuando jugaba solo.

—¿Y a qué quieres jugar? —preguntó al infante.

El chico se puso feliz de inmediato.

—Papú.

—¿Papú?

—Papú, papú —dice Dean, moviendo su juguete.

—¡Ah! Ok, juguemos.

Estuvieron bastante rato jugando al “papú” juntos, haciendo carreras con el vuelo de los autitos de juguetes. Dean reía feliz cuando ganaba, pero cuando no ganaba, se ponía serio para ganar la próxima vez.

Castiel se sorprendía con la actitud del niño y la forma como disfrutaba del juego. Siguieron jugando un rato más, hasta que el niño se aburrió y quiso jugar otra cosa. Así estuvieron un buen rato hasta que despertó Sam y quiso salir del moisés. Justo a tiempo, para ponerlo a jugar con Dean mientras él seguía, revolviendo papeles.

Pasó la tarde en eso, hasta que a los niños les dio hambre. Fueron a la cocina y buscó alguna receta en YouTube para hacer de cenar, mientras le hacía la leche al bebé. Encontró unas verduritas picadas y eso encontró bueno para Dean, a sabiendas que solo hamburguesas no era comida saludable para el chico.

Se esmeró en cocinar las verduritas y se las sirvió con toda la alegría que podía tener un ángel que cocinó algo. Al menos no se le quemó. También sabían bastante bien, pero a Dean no le gustó.

—¿Qué pasa Dean? ¿No están cocidas?

Castiel fue al plato de Dean y pichó las verduritas con un tenedor. Todas estaban cocidas.

—¿Están desabridas? ¿Les faltó sal?

Castiel las probó, pero obvio que no lograba identificar si estaba con la cantidad exacta de sal o no.

—¿Te las muelo?

Castiel con el tenedor las molió e hizo un puré que no se veía nada mal. Dean lo quedó mirando algo extrañado.

—Ba, ba, ba —dijo Sam a Dean.

Dean tomó la cucharita y se llevó un bocado a la boca. Comió no muy convencido del sabor, pero se la comió. Mientras Dean comía, Castiel tomó al bebé y le dio la mamadera. Sam se la tomó toda con rapidez. De verdad, tenía bastante hambre. Después se llevó al bebé al hombro y le dio unos golpecitos en la espalda para sacarle los excesos como lo vio en un video de YouTube de “¿cómo alimentar a un bebé?”. Incluso, puso hasta el pañito en su hombro antes de poner al bebé.

Castiel aprendía rápido los cuidados de los pequeños y se esmeraba en cumplirlos lo mejor posible. YouTube era un gran maestro para un ángel sin ninguna habilidad humana, que ahora debía convertirse en padre y madre de dos niños inteligentes.

—Al menos crecerán rápido.

Calculaba unos catorce años más, ya podrían valerse por sí mismos. Dean tendría dieciocho años y Sam catorce. Dean sería mayor de edad para la sociedad y podría cuidar de su hermanito. Catorce años eran pocos en comparación a los miles de millones que tenía en el cuerpo. Pasarían rápidos, sino encontraba la cura antes. No veía las cosas tan mal después de todo.

También, podría pedirle ayuda a Crowley para encontrar a su madre Rowena, pero considerando que los chicos no eran santos de su devoción, lo más probable es que quisiera exterminarlos o criarlos a su antojo. No sabía cuál de las dos opciones era la peor. La única alternativa era encontrar una bruja, que quitara el hechizo, de lo demás, lo vería en el camino.

Así pasaron los días y las investigaciones de Castiel no daban resultados. Castiel, ya había revisado casi todos los archivos del  búnker sin encontrar nada. Dean jugó con todos los juguetes que tenía y quería otros. Salieron a comprar más juguetes y de paso víveres, porque estaban escaseando.

La segunda ida al supermercado fue mejor, porque ya sabía lo que debía comprar. La misma marca de pañales, biberones y comida para bebé. Compró también cereal para Dean, leche, juguetes, dulces, comida, en resumen, se abasteció bien para unas semanas más. Dean y Sam lo pasaron muy bien, se divirtieron mucho, jugaron con el carrito. Dean eligió los juguetes que quería, al igual que Sam.

Volvieron a la casa y Castiel continuó con sus investigaciones en el laptop. Los chicos jugaban, es decir, Dean jugaba, porque Sam solo se limitaba a chupar los juguetes.

Castiel pensó también en la escuela para los niños. Sabía que todos los niños iban a la escuela, pero no tenía idea a qué edad comenzaban. Buscó por internet y descubrió que Dean ya debía ir.

—¿Tan pequeño?, pero si él solo debería jugar.

Dean lo miró mientras jugaba con su autito de juguete. A Dean le encantaba los vehículos de juguetes de todos tipos. Tenía varios con muy buen gusto, muy lindos.

—Dean, ¿quieres ir a la escuela? —preguntó el ángel.

—¿Escuela?

—Es un lugar donde hay muchos niños con quienes jugar.

—¿Sam y tú también irán?

—No, nosotros no, pero Sam irá dentro de unos años.

—No, no quiero.

—¿Por qué no?

—Ustedes no estarán ahí.

—Pero habrán otros niños y podrás hacer amigos.

—No quiero.

—Yo nunca fui a la escuela. Debe ser lindo.

—¿No fuiste?

—No, me gustaría conocerla, ¿cómo será?

—¡Podemos ir juntos! —exclamó el niño.

—¿Crees que me dejen ir?

—No sé, pero podemos preguntar.

—Eso haremos, buena idea, Dean.

El niño sonrió satisfecho y Sam aplaudió la idea. Al día siguiente, partieron los tres a la escuela más cercana.

Fin capítulo 3

Notas finales:

Hola, gracias por los reviews. Ahora los chicos irán a la escuela XD


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