Hermanos
¿Y eso con qué se come?
—¡Pete!
La voz de Pá resonó por la casa y Peter levantó la cabeza desde el interior de fuerte Rogers (hecho con las almohadas y los cojines de la sala). Se preparó para el ataque, se puso su casco y le dijo a su perro, Buddy, que guardara silencio y el can lo imitó cuando se agazapó en el piso.
—¿Dónde estás, Pete?
Peter vio a su Pá entrar a la sala, llevaba unos guantes y lentes de esos que le cubrían todos los ojos. De inmediato, encontró el fuerte y comenzó el camino hacia él. Pero antes de que llegara, Peter y Buddy salieron de su escondite de un salto y con un grito de guerra. Tony los vio venir, estiró los brazos para atrapar al pequeño, pero no contó con que Buddy se le enredara entre las piernas y cayó de espaldas contra la alfombra. Peter estaba feliz sobre el pecho de su padre alzando ambos brazos proclamando su victoria.
Tony no sabía si reír ante la alegría de su hijo o llorar del golpe que se había metido. Tumbado en la alfombra vio sobre la cabeza de Peter lo que estaba buscando. El casco se bamboleaba de un lado a otro, le quedaba demasiado grande pero se las arreglaba para ver por los hoyuelos de los ojos. Ante eso, la primera opción fue la que ganó. Rió y se incorporó tomando en brazos al travieso niño.
—Hey, te metiste a mi laboratorio de nuevo, ¿verdad?—Peter negó y el casco dio un giro completo alrededor de su cabeza. Tony sonrió—Por esta vez, no te diré nada, si tú me prometes que no le dirás a tu padre que tome su casco.
Tony le quitó el casco y descubrió así, su cabellera castaña revuelta como un nido de pájaros.
—¿Por qué te robaste el casco de papá? —Dijo el condenado, en lugar de prometer no decir nada—. Yo sólo lo recuperé. ¡Misión cumplida!
—No me lo robé—le dijo y frunció el ceño indignado, pero orgulloso de la inteligencia de su hijo, que bien podía tener sus genes con ese intelecto—. Lo tomé prestado, quiero darle a tu padre una sorpresa haciéndole unas cuantas mejoras. ¿Me ayudas a guardar el secreto?
Peter asintió y ambos estrecharon manos, porque así sellan los hombres los pactos, eso decían sus padres.
—Muy bien, Pete—Tony lo dejó sobre la alfombra y le revolvió el cabello aún más—¿Por qué no levantas el fuerte Rogers y te preparas para cenar?
Peter asintió y se dispuso a acomodar las almohadas de vuelta a su lugar; aunque le habría gustado jugar un poco más, tal vez, hasta que Papá volviera, ya que con él lo había construido la noche anterior.
Tony sonrió mientras le veía y hacía girar el casco en una de manos. Ese niño bien podía tener los genes de Steve, siempre tan solicito, formal y obediente. Era lindo verlo, verlo crecer fuerte y sano. Él y Steve lo habían adoptado cuando era un bebé de meses, así que podía decirse que no se habían perdido ni una sola de sus etapas. Desde pequeño había demostrado ser muy inteligente y con gran sentido del humor como Tony, pero también tenía la tenacidad y templanza de Steve. Era perfecto, incluso si no se pareciera nada a ellos, era perfecto y lo habían amado desde el primer segundo que lo tuvieron en sus brazos.
—¿Qué le hiciste a mi casco?
Tony estaba tan inmerso en sus pensamientos que se había quedado en medio de la sala jugando con el casco de su esposo, no imaginó que éste llegaría de pronto y lo agarraría, literal, con las manos en la masa.
—Na… nada—balbuceó cuando sintió como Steve pasaba un brazo por uno de sus hombros y apoyaba el mentón en el otro.
—Ajá—el rubio no haría un escándalo por eso. Le besó la mejilla y después de sonreírle con cara de “sé que si le hiciste algo”, tomó a Peter en brazos para besarlo también.
—Tuve que quitar el fuerte, papá. Pá dijo que era hora de cenar.
—Oh, está bien, podemos construir otro y mucho mejor. ¿Te lavaste las manos?—Peter se miró ambas manitas y luego, se las enseñó. Estaban llenas de mugre por donde quiera que se les viera. Steve rió por lo bajo—Yo tampoco, vamos a lavárnoslas.
Tony despertó de su ensimismamiento por segunda vez, le encantaba ver la interacción de Steve con Peter, era tan tierna que se derretía por dentro, aunque siempre ponía cara de “no pasa nada”. Dejó el casco sobre el sofá y lo mismo hizo con los gauntes y las gafas; y corrió como Buddy tras esos dos. Él también tenía que asearse un poco.
La cena transcurrió con tranquilidad, si acaso un pequeño incidente con las zanahorias, pero nada que el capitán no pudiera manejar (y me refiero a Tony). Después, los tres quitaron los cojines de los sillones, los pusieron sobre la alfombra y desde ahí, miraron la televisión un rato. Un canal infantil, pero nada estúpido, Tony era el encargado de seleccionar el mejor alimento mental para su heredero.
Y entonces, cuando Peter se estaba quedando dormido, sonó el teléfono. Fue Steve quién contestó. Peter no entendió nada, pero se dio cuenta que su Pá estaba muy atento a lo que su Papá decía. Cuando Papá colgó el teléfono, Pá preguntó de inmediato que le habían dicho, al parecer sabía quién había llamado.
—Han dicho que sí—Steve sonrió ampliamente y Tony casi lo derriba de un abrazo que fue acompañado de un beso.
—¿No estás jugando conmigo, verdad, capsicle?
—No soy tú, Tony.
—¿Quién ha dicho que sí?—Peter los miró con los ojos muy abiertos y medio incorporado de su almohada.
Ambos padres se miraron uno al otro y como si con ello fuera suficiente (y lo era) para trazar un plan de acción. Se sentaron en la alfombra de nuevo y sentaron a Peter entre ellos. Parecía ser algo serio y Peter pensó que lo iban a reñir por algo. Pero no, ambos le sonreían y parecían muy contentos.
—Nos han dicho que sí, que muy pronto serás un hermano mayor.
—¿Un hermano mayor?
Ambos asintieron. Peter los miró un tanto extrañado, frunció su ceño y después de meditarlo unos segundos, preguntó:
—¿Y qué es eso?