Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El pequeño gato y yo por Gilbo

[Reviews - 8]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

N/T: Hola, aquí les traigo el tercer capítulo, pero antes les haré algunas aclaraciones que considero importantes, para que no se me pierdan. Como Suga mencionó en el capítulo anterior, la única debilidad que tiene Kageyama es su hermana "Hina", quien es un bakeneko, que es o vendría siendo un gato con habilidades sobrenaturales. Según el folklore japonés, el bakeneko también podría ser un espectro que bajo la inocente forma de un gato, tras cumplir cien años –Y después de dejarse crecer la cola –podría ser capaz de devorar a los humanos para robarles su identidad, llegando incluso a adoptar la figura exacta de un humano. Pero en este caso, "Hina" aún no se ha devorado completamente a Hinata, así que aún tiene Tsukishima posibilidad de salvarlo. Otra cosa, el tiempo en el que Tsukki estuvo en el hospital, en realidad estuvo todo el tiempo dentro de una ilusión creada por "el gran rey" y su asistente, ya que como después se dio cuenta Ukai, en la misma habitación estuvo todo el tiempo otra persona. ¿Adivinaron de quien se trata? 

Kei apenas había terminado de meter la llave en la puerta, cuando de pronto un sentimiento extraño lo asalto de improvisto. Los vellos de su nunca se erizaron de pronto, Hinata se ocultó con temor detrás suyo y las luces entonces parpadearon. Respirando profundo, dio un paso al frente y entonces una extraña figura apareció. Una mano se encontraba flotando, era pálida y lo llamaba, instando a que la siguiera con un ligero movimiento. De pronto una segunda mano se materializo, después una cabeza y luego el cuerpo entero de un hombre de cabellos oscuros estaba frente a él, vestido de manera elegante, pero totalmente de negro. Aquel ente espectral entonces levanto la cara y le sonrió de una manera tan aterradora, que sin poder evitarlo se desmayó. El peli naranja entonces se cruzó de brazos y lo miró molesto, mientras que el demonio frente a él se reía divertido. Hinata entonces infló sus mejillas y lo señaló con su dedo.

 

-¡Mira lo que has hecho Bakayama! ¡Se ha desmayado! – Reclamó sacando su lengua de gato –

 

-¿Pero qué dices?, Eso ha sido muy divertido – Dijo, colocándose de pronto muy serio – pero bueno, la diversión ha terminado...Hina, es hora de volver. – El pelinegro extendió su pálida mano derecha, mientras que el peli naranja apretaba entonces ambas manos. Hinata bajo entonces la cabeza, antes de poder responder. –

 

-En realidad hermano... no quiero hacerlo. – El demonio lo miro incrédulo. – No voy a irme. Hermano... voy a quedarme con él. –La expresión de Kageyama entonces cambio por completo. Tomó por el brazo al pequeño y trato de arrastrarlo consigo hacia el balcón, solo para tirarlo de cabeza, para ver si así se le acomodaban de nuevo las ideas y dejaba de actuar de forma tan caprichosa, antes de gritarle y regañarlo por decir semejantes tonterías, sin embargo el pequeño se resistió con todas sus fuerzas. –

 

-¡Hina, idiota! ... ¡Deja de decir estupideces! ... ¿Qué no me escuchaste? Debemos irnos ya, el juego ha terminado. Sabes perfectamente que a ellos no les hace nada de gracia tus travesuras y que además amenazaron con destruirte si lo volvías hacer. –Dijo refiriéndose a los ángeles del cielo, que para nada debían estar felices. – ¡Vayámonos antes de que ellos se den cuenta y manden a alguien! ¿Es que acaso es lo que quieres? –Hina entonces bajo la mirada y mordió su labio inferior – Vamos Hina, volvamos a casa, donde nuestro gran rey nos espera.

 

-No hermano, yo no saldré de este cuerpo ni me iré de aquí – La voz del pequeño salía de sus labios más rasposa y profunda. Kageyama entonces le miró sorprendido, ya que no esperaba escuchar una segunda negativa por parte de su querida hermana. Al límite de su paciencia, el pelinegro tomó por la camisa a Hina y lo estampó contra la pared, clavándole su fría mirada tratando de entender el porqué de tal respuesta, hasta que entendió por qué lo hacía. –

 

-¿Así que piensas tratar de hacerlo de nuevo? – Cuestionó temblando ligeramente. – ¿Realmente pretendes dejarme para siempre? –Hina desvió su mirada guardando silencio. Su respiración se detuvo entonces, mientras que dentro de su pecho sentía frío, justo en ese lugar en el que se encontraba su corazón. Kageyama entonces lo soltó lentamente, sintiendo que toda su fuerza lo abandonaba. Aquella no era la primera vez que Hina, su querida y pequeña hermana menor trataba de abandonarlo para siempre, pero al parecer esta vez realmente iba en serio. –

 

-Lo siento mucho Kageyama, pero estoy cansada de seguir aquí –Dijo sujetando su mejilla con delicadeza y mucho cariño, dejando caer una lágrima llena de tristeza. – y no hay nada que tú puedas hacer para evitarlo. – Kageyama no sabía que decir, pues eso era verdad. Si Hina se aferraba en mantener poseído ese cuerpo, tarde o temprano terminaría por devorarlo por completo, lo cual tendría como consecuencia un castigo ejemplar por parte de los ángeles. – Esta persona ha sido amable conmigo, así que quiero pasar mis últimos días con él. Por favor, entiéndelo.

 

El demonio cerró entonces los ojos, para tratar de pensar en qué hacer. Los ángeles no se darían cuenta inmediatamente de quien se trataba el pobre infeliz, con el que su hermana estaba jugando, lo cual le daba algo de tiempo para encontrar una solución. Si quería impedir que su hermana cometiera una locura, tendría que lograr que alguien más la detuviera, dado que él no podía hacerlo. Miró entonces al chico que se encontraba inconsciente tirado en el piso y entonces se le ocurrió una idea.

 

-Hina, no te dejaré hacerlo... Siempre te he cuidado desde que éramos niños, te he salvado antes y lo haré de nuevo, incluso si esta vez tengo que hacerlo de ti misma, lo haré una y otra vez... Las veces que sean necesarias, porque se lo prometí a nuestros padres un día, que yo cuidaría de ti para siempre y no pienso faltar ahora a mi promesa. –Dicho esto, el pelinegro tocó el cuerpo del pequeño, para sellar temporalmente a su hermana. Hinata entonces cayó desmayado sobre sus brazos. –

 

Kageyama lo miró por un momento, notando el increíble parecido que aquel jovencito tenía con su querida hermana. Respiró profundamente y llevo su mano temblorosa hacia el delgado cuello del chico, notando una fina línea que lo atravesaba casi por completo, comprendiendo entonces que él se trataba de una reencarnación de Hina. Kei se despertó en ese momento sintiéndose un poco desorientado, mirando hacia todas partes, notando aquella figura extraña que tenía entre sus brazos a Hinata. Su corazón se aceleró entonces, sintiendo tanto miedo, como nunca antes.

 

-¡Quien eres tú! – Grito poniéndose rápidamente en pie. Kageyama se giró un poco para mirarlo fijamente, ignorándolo después. – ¿Qué le has hecho? – El pelinegro cargó entre sus brazos al chico, colocando después sobre el sofá, acomodando delicadamente su cabeza. – ¿Acaso no me has escuchado? Te hice una pregunta

 

-Claro que sí, te escuche perfectamente la primera vez. –El demonio entonces se giró hacia él, para quedar ambos de frente. – Yo soy... bueno, digamos que ahora mismo se podría decir que soy lo más parecido a un hada madrina. Por ello voy a concederte un deseo. Aunque si de verdad lo quieres saber, pues en realidad soy un demonio –Tsukishima enarcó entonces una ceja y miró al supuesto demonio bastante molesto, pues creía que aquel tipo le quería jugar una broma. –

 

-¿Es esto una broma?

 

-¿Te parece que lo sea?... No, no es una broma, esto es real –Dijo con una voz tan fría y seria, que a cualquiera le helaría la sangre, pero no a Tsukishima. – No pienso entrar en detalles, pero yo puedo concederte un buen deseo. El que tú gustes. Por ejemplo, puedo hacerte tan asquerosamente rico como desees o incluso el darte a cualquier hombre o mujer quieras. Aunque tengo ciertos límites... aunque mi poder es muy basto, la dominación del mundo queda completamente descartada, por problemas legales. –Apunto al techo – Ya sabes, con los de arriba. El amor... ni siquiera lo pienses, pero todo lo demás puedo concederlo. –Dijo, sentándose al borde del sofá, cruzándose de brazos –

 

Kei entonces se llevó una mano a la cabeza y palpo con cuidado su frente, tal vez el golpe que se había dado realmente le había afectado mucho. Aunque si de verdad había alguien que pudiera cumplirle un deseo, entonces él sabía exactamente qué es lo que quería.

 

-¿Qué pides a cambio? – La pregunta tomó de sorpresa al demonio, que le sonrió cínico. – Todo tiene un precio, ¿cierto? Y mi deseo debe tener uno, así que dime, ¿Qué es lo que vas a pedirme a cambio? –Kageyama hizo un gesto para que el otro se acercara, palpando el taburete que se encontraba cerca, para que se sentara en él. Un poco indeciso, el rubio caminó en su dirección haciendo exactamente lo que el otro le pedía, aunque de mala gana. –

 

-Todo depende del deseo que tengas, aunque ahora mismo estoy dispuesto a concederte cualquier cosa, siempre y cuando consigas algo para mí. –Miró entonces al chico de cabello naranja. – Se trata de un libro, pero no es un libro cualquiera, es uno muy poderoso. Uno que ni yo mismo puedo tocarlo, ya que fue escrito por la mano de los ángeles, pero ya que tú eres un humano, tu si puedes tocarlo y conseguirlo para mí. Si lo haces, te concederé tu deseo. Pero dime, ¿De qué se trata? - Tobio se sentía aliviado, ese humano resolvería su problema y él ni siquiera tendría que mover ni un solo dedo. El engañarlo sería tan fácil, que jactarse por eso después, seguramente sería muy divertido. Tsukishima entonces miró a Hinata. –

 

-Lo que yo quiero es bastante simple. Deseo nunca más sentirme solo. – Tobio levantó entonces una ceja de una forma tan graciosa, que podría haber hecho reír a cualquiera, menos a Tsukishima, quien se mantenía firme y serio en su sitio. Sonriendo de medio lado, el demonio aceptó, estirando entonces su mano hacia él para sellar el trato. Sin embargo, el rubio se negó hacerlo. –

 

-Antes de eso –Le detuvo el rubio – quiero que lo hagas. Quiero que primero concedas mi deseo, solo entonces yo haré mi parte del trato – El demonio sonrió de medio lado nuevamente, bastante divertido por aquella situación. – Sé que no parece justo, ya que yo podría no cumplir lo dicho, pero te aseguro que cumpliré con mi parte, pero primero tú tienes que hacerlo.

 

-Eres más listo de lo que pensé –Admitió. Nunca más estar solo, eso era exactamente lo que él también quería, por ello debía evitar que su hermana devorara al chico al cual poseía. Demasiado conveniente pensó, frunciendo el entrecejo. El demonio llevó entonces su vista al cielo, un tanto intranquilo. Eso parecía ser una casualidad, pero por experiencia sabía que no era para nada bueno fiarse de ello, pues nada en este mundo es realmente una coincidencia, pues todo es parte de nuestro destino. –

 

-¿Tenemos un trato?

 

-Por supuesto.

 

-¿Has concedido ya mi deseo? –Kageyama chasqueó entonces los dedos y por acto de magia el timbre comenzó a sonar. Extrañado, Kei se levantó y fue hacia la puerta, en donde encontró de pie a su amigo de la infancia, al que tenía mucho tiempo sin ver. – ¿Yamaguchi? –El rubio giró de vuelta hacia el pelinegro, quien parecía demasiado agotado. –

 

-¿Qué pasa? – Cuestionó el demonio señalando al chico de pecas. – ¿No es lo que querías? – Pregunto de nuevo – ¿No vas a invitarlo a pasar? –Yamaguchi entonces asomó la cabeza, al escuchar aquella otra voz. Levantó la vista y le sonrió a su amigo, antes de pasar sin invitación alguna. Entonces sus ojos se encontraron con los del pelinegro, quien agotado apenas si le sonrió un poco. Aunque su sonrisa era aterradora y algo siniestra, pero eso no desánimo para nada a Yamaguchi. Pues él era por mucho, una persona demasiado positiva como para fijarse en ese detalle. –

 

-Disculpa Tsukki, debí haber llamado antes, pero perdí tu número. Espero no te moleste el haber llegado antes. –Dijo, arrastrando consigo su enorme maleta. Por cierto, me gustaría poder hablar con tu casero, dijiste que en ese edificio habían muchos departamentos vacíos, ¿Cierto? Pues estuve pensando que sería buena idea el vivir en el mismo edificio que tú, así sería mucho más fácil el poder visitarte cuando quiera, además, como trabajaremos también juntos y yo aún no conozco del todo esta ciudad, pues creo que también sería bastante conveniente para mí. –El rubio entonces negó con la cabeza, sintiéndose demasiado nervioso. –

 

-¿Qué te pasa Tsukki? ¿No es acaso lo que querías? –Molesto, el rubio clavó su mirada en los ojos azules del pelinegro, al darse cuenta que este lo había timado. –"No, no lo hice" – Respondió dentro de su cabeza, mientras se deslizaba dramáticamente por el sofá. – "¿Cómo puedes pensar que lo hice?" "No estaría tan agotado en este momento si fuera así" –Lo cual a decir verdad, era bastante extraño, pues un deseo tan simple como aquel, era demasiado fácil de conceder, de ahí a que no se negara a hacerlo. – me muero de hambre ahora mismo. – Yamaguchi se ató entonces el cabello, se quitó la chamarra que llevaba puesta y nuevamente sin permiso de su amigo, se dirigió hacia la cocina, para ponerse a preparar algo para comer. –

 

Mientras tanto Hinata se encontraba durmiendo. Y en ese sueño, el pequeño se encontró de pronto en un paraje demasiado tranquilo, donde la hierba le llegaba prácticamente hasta las rodillas. No parecía haber nada más alrededor, pero frente a él, a unos cuantos metros de distancia, podía ver un enorme árbol demasiado frondoso, que parecía llegar hasta el cielo. Abrió la boca y tomó un poco de aire, haciendo algo de ruido, dejando después escapar su aliento. Maravillado, quiso correr hacia ese lugar, donde sabía que alguien más lo esperaba, pero entonces una pequeña mano lo detuvo. Al girarse, se encontró entonces con una persona que más que eso, parecía ser su propio reflejo, aunque era diferente. No era él, era ella... Era una hermosa chica de cabellos largos y rizados de color naranja, que tenía ciertos mechones dorados que hacían ver a su pelo mucho más hermoso. La chica frente a él le sonrió, para luego abrazarle. Cerró por un instante los ojos y al abrirlos, ya no se encontraba ella, pero en su lugar se encontraba un gato. Un gato que ya había visto antes, estaba seguro... ¿Pero en dónde?

 

Entonces lo recordó todo de golpe. Había sido unas semanas atrás cuando lo había encontrado. El gato naranja lo siguió hasta su departamento y el insistió demasiado a su amigo para poder quedárselo. Entonces las cosas comenzaron a ponerse un poco raras. El gato no dejaba de verlo y seguirlo de forma insistente a todas partes, inclusive hasta su trabajo, aunque siempre se aseguraba de dejarlo en casa cuando salía; entonces un día sufrió un accidente que lo mando al hospital, desde entonces el gato naranja había desaparecido. Un poco temeroso, Hinata contempló sus manos a contra luz, estas no eran trasparentes, lo que significaba que no estaba muerto, por lo consiguiente ese lugar no era el cielo. Una risita le hizo mirar hacia abajo, donde el gato naranja se había trasformado de nuevo en esa chica que era demasiado parecía a él.

 

- No tengas miedo, Hinata, no te haré daño. –Dijo, con una voz increíblemente dulce – Esa no ha sido nunca mi intención y lamento mucho el haber ocasionado aquel accidente. – Ella entonces sujetó sus manos y lo miró con tristeza – Pero esta tal vez sea mi última oportunidad para poder ser libre y por ello tenía que hacer algo al respecto. – Suspiró y lo miró con tristeza. – por eso tenía que hacerlo. Necesitaba poder llamar su atención para que él me ayudara, para que pudiera entenderme, pero también necesito tu ayuda... Hinata, necesito que seas mi cuerpo y para ello necesitas resistir.

 

El chico despertó de golpe, asustando a Tsukishima, quien en ese momento pensaba ponerle encima una manta, pues comenzaba hacer frío. Hinata lo miró un largo minuto igual que lo hizo el rubio. Tragó algo de saliva y luego se puso en pie. Miró sus manos a contra luz y luego al pelinegro que se encontraba también a su lado, observándole en silencio. Kageyama suspiró, echando un rápido vistazo hacia la cocina, en donde Yamaguchi seguía cocinando.

 

-Supongo que ahora estas un poco más consciente, ¿Verdad? –Cuestionó captando también la atención del rubio. – qué bueno que sea así, porque tú también necesitas escuchar lo que voy a decir. Tu vida entera depende de ello.

 

**************************

 

Mientras tanto en otro lugar.

 

Ukai seguía mirando sin poder creer del todo, que aquel sujeto que tenía enfrente era en realidad un hombre adulto. Su nombre era Takeda Ittetsu y era profesor en la misma escuela en la que el antes había asistido junto a Saeko, su ex prometida. El rubio parpadeó un par de veces incrédulo, por otra cuestión que lo tenía igualmente anonadado.

 

-E-Eso es totalmente imposible – Dijo dejando escapar de su boca una mala palabra. –

 

-Pero es verdad, desde hace una semana estoy ocupando esta habitación y como puedes ver, no hay espacio para otra persona. Así que no puede ser posible que alguien más estuviera ocupando el mismo espacio que yo al mismo tiempo, sin que me hubiera dado cuenta. –Ukai abrió la boca, pero antes de decir una sola palabra, fue interrumpido por el mismo chico con el que había chocado en la mañana. – ¿Ocurre algo, Kenma kun? – Cuestionó el pelinegro al recién llegado, que parecía estar demasiado alterado. –

 

-Shouyou desapareció hace un momento... la enfermera dice que no sabe a donde pudo haber ido, ni con quien. – Ukai entonces sujetó al chico, pues aquello dicho le parecía demasiado familiar. – ¿Quién es usted? –Preguntó aquel chico, cabeza de pudín –

 

-Mi nombre es Ukai Keishin y tengo la ligera sospecha de donde y con quien podría encontrarse ahora mismo tu amigo.

 

 

 

 

Notas finales:

No se olviden de comentar, nos vemos en el siguiente capìtulo. 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).